HACIA UNA MEJOR VENEZUELA
Gehard Cartay Ramírez
El peor gobierno
de la República Civil, entre 1959 y
1998, es mejor que el régimen que sufrimos desde 1999.
Lo
rotundo de esta afirmación ya explica porqué Venezuela sufre hoy su peor crisis
en todos los sentidos. En apenas 17 años, con colosales ingresos de
petrodólares como nunca antes, el actual régimen destruyó la Venezuela en
ascenso que veníamos siendo. Por contraste, y al estilo de una maldición
gitana, el chavomadurismo nos dejará como ominoso legado un país arruinado e
hipotecado, empobrecido y miserable, con los viejos problemas de siempre y los
nuevos que crearon desde 1999.
Conste que nada de esto lo afirmo por simple “oposicionismo” o con el
propósito de exagerar. La conclusión a que hago referencia surge al examinar la
lista de sus posibles aciertos y sus evidentes errores. Un análisis de ambos,
hecho con objetividad, arroja automáticamente lo que el desaparecido Jorge
Olavarría bautizara como la peorrocracia.
No crea el lector que se trata de un adjetivo escatológico. Nada de eso.
Olavarría definía con este término al gobierno de los peores. Y al presente
régimen le calza, como anillo al dedo, tal definición. Veamos por qué.
Lo
primero que hay que poner de relieve es el contexto en que se ha desarrollado
su ejercicio político y administrativo. Por un lado, les tocó ejercer el poder
en un país con altos ingresos petroleros -en promedio 100 dólares por cada
barril durante más de 10 años. Tamaña riqueza, bien administrada, hubiera
servido para resolver todos nuestros problemas (sí, amigo, lector, ¡todos!) y
garantizar así un mejor destino para los venezolanos.
Y por el
otro lado, el actual régimen ha sido uno de los que más tiempo ha detentado el
poder, después de la autocracia guzmancista del siglo XIX y la tiranía gomecista
del siguiente. Ya son 17 años de ejercicio pleno y absoluto del poder, sin que
hayan tenido contrapesos de ninguna especie y, como ya se señaló, en medio de
una super abundancia de recursos económicos como nunca antes.
Cuando
hablo de problemas que se pudieron resolver resalto, en primer término,
aquellos que han impedido mejorar la calidad de vida de los venezolanos: empleo
digno para todos, reducción de los altos niveles de pobreza, eficiencia en la
prestación de los servicios públicos, funcionamiento cabal de los centros de
salud pública y guerra contra la delincuencia -que, por cierto, ha asesinado
más de 250 mil venezolanos desde 1999-, entre otros retos a superar.
Y al lado de estos grandes objetivos, la continuación del mejoramiento de
la infraestructura física del país, un esfuerzo que se venía haciendo de manera
eficaz desde la década de los años cincuenta del siglo pasado. En otras
palabras, construcción de modernos hospitales, centros de salud y medicaturas
rurales y urbanas, escuelas, liceos y universidades, viviendas populares y de
clase media, equipamiento y consolidación de barrios en ciudades y pueblos,
redes de electrificación en todas partes, autopistas y carreteras, vías de
penetración en zonas de producción agropecuaria, creación de fuentes alternas
de energía, etc., etcétera.
Todo ello sin olvidar el mejoramiento y consolidación de nuestra
producción agropecuaria e industrial, no sólo para satisfacer la demanda
interna de alimentos y bienes, sino con el propósito de exportarlos. Y, en
paralelo, el desarrollo de nuestra industria turística, aprovechando las
extraordinarias condiciones que Venezuela tiene en esta materia y que podrían
crear centenares de miles de empleos y producir abundantes divisas, con lo cual
podríamos diversificar los ingresos del país, que siempre han provenido -hoy
más que nunca- exclusivamente de la venta de petróleo, y hacer posible el sueño
uslariano de su “siembra”.
¿Le
parece a usted, amigo lector, que todo esto es irrealizable por demasiado
ambicioso? Si otros países, con menos recursos que Venezuela y en menor tiempo,
lo han logrado o están por lograrlo, ¿por qué nosotros no podemos intentarlo?
Véase,
por ejemplo, a Chile y Brasil en nuestro continente, que avanzan raudamente en
la superación de sus dificultades. Recordemos los casos de Alemania y Japón,
países que perdieron la II Guerra Mundial y de sus ruinas emergieron en menos
de 20 años como potencias mundiales en el campo económico y tecnológico. Más
recientemente, Vietnam se ha convertido en una economía próspera, luego de
haber sido escenario de una guerra devastadora, hace apenas 30 años.
Claro
que Venezuela también puede lograrlo. Pero para que eso sea posible, lo primero
que tenemos que hacer es derrotar a la
peorrocracia chavomadurista que sufrimos desde hace 17 largos años.
Y una
vez logrado ese objetivo fundamental, debemos elegir gobernantes capaces,
preparados y honestos, como lo pedía Bolívar. Ya basta de tantos improvisados,
habladores de pendejadas y sin preparación para gobernar.
Hay que
abrir paso a los mejores para que gobiernen y sepultar definitivamente a la peorrocracia venezolana.
@gehardcartay
LA PRENSA de Barinas (Venezuela)- Martes, 03 de octubre de 2015.