PEOR QUE NUNCA
Gehard Cartay Ramírez
Seguramente este es el peor gobierno en la historia venezolana.
Y esto es gravísimo, pues en nuestro devenir republicano los malos gobiernos han sido mayoría. En otras
palabras, los de Chávez y Maduro son los más malos de todos, es decir, los
peores. Una auténtica peorrocracia, pues,
citando un término utilizado por el desaparecido Jorge Olavarría para calificar
al régimen del también extinto jefe único del chavismo.
Maduro ha demostrado ya en sus casi dos años en el poder una incapacidad
y una mediocridad escandalosas. Si hubo algún ingenuo que creyó que este
iniciaría, ante el descomunal desastre que heredó, una etapa de rectificaciones
económicas, institucionales, fiscales y sociales, hoy puede darse cuenta de que
nada de eso está en los planes del régimen que acogota a los venezolanos.
Así lo acaba de confirmar su alocución de la semana pasada. Aquello fue
un verdadero “parto de los montes”. Lo que anunció como un sacudón terminó siendo una simple brisita. Y es que, en lugar de tomar las urgentes medidas que el
país y la crisis exigen para enfrentarla, Maduro sólo se ocupó -una vez más- de
privilegiar los objetivos ideológicos del régimen, y no de atender y enfrentar los
males que nos aquejan. Sólo habló del proyecto castrocomunista del Estado Comunal, sin tocar los problemas
fundamentales del país.
Este asunto ha sido frivolizado por cierta oposición.
Al igual que el tema de la invasión cubana a nuestro país, hay algunos
dirigentes opositores que no terminan de entender el veneno que esconde el mal
llamado Estado Comunal. Uno no sabe
si lo hacen a conciencia -serían entonces colaboracionistas del régimen- o si
su vocación electorera no les permite analizar la verdadera naturaleza del
régimen iniciado en 1999. Parecen no querer darse cuenta de que ese llamado Estado Comunal aplastará las pocas
gobernaciones y alcaldías que hoy manejan. Mientras tanto, siguen aferrados a
sus parcelitas de poder, olvidando que el verdadero poder sólo está en un
cambio profundo del actual estado de cosas.
Está claro entonces que Maduro y su cúpula corrupta
no harán nada por rectificar el rumbo que nos lleva al precipicio. Por
desgracia, los verdaderos problemas seguirán sin solución, hasta que haya un
cambio de régimen y de modelo. Continuarán agravándose la inseguridad, la
pulverización del bolívar, la escasez, la inflación (la más alta del mundo), la
pobreza, el desempleo, la crisis de los servicios públicos y la corrupción,
pues el régimen no tiene ninguna intención de resolverlos. Como siempre, lo de
ellos es atornillarse en el poder cada día más. Lo demás les importa un carajo.
Y en este perverso objetivo, un Estado totalitario, autoritario y
controlador es el arma más efectiva. No puede tolerar, por tanto, un sector
productivo privado fuerte, ni una ciudadanía empoderada social y
económicamente. Allí está el ejemplo castrocomunista de Cuba: su gobierno ha
empobrecido al pueblo, al punto de convertirlos en mendigos que sólo reciben su
cartilla de racionamiento (un pollo y unos pocos kilogramos de granos al mes),
mientras los Castro y su claque son los ricos de la comarca desde hace 50 años.
Para allá, como mansos corderitos, vamos los venezolanos,
sin que haya una protesta popular masiva y contundente. Las largas “colas” a
las puertas de los supermercados para comprar unos cuantos productos escasos y
caros, son apenas un anuncio de lo que viene. Después vendrá lo peor: nos van a
imponer hasta lo poco que podremos comer en su momento.
Hay, por supuesto, gente que creerá que uno exagera diciendo estas
cosas. Por desgracia, lo que viene sucediendo no es obra de la casualidad.
Todo, absolutamente todo, responde a un proceso planificado de antemano y
ensayado ya por todos los regímenes totalitarios de factura comunista. De
manera que aquí nadie está inventando la pólvora.
La gran verdad es que el totalitarismo comunista sólo
se sostiene sobre las ruinas de la economía y la iniciativa privadas,
aplastando las libertades políticas, sociales y económicas. Tal vez con la
excepción del audaz actual experimento en China (gobierno comunista y economía
capitalista) -donde seguramente esta última, a la postre, liquidará al
primero-, la historia ha demostrado que un Estado totalitario sólo es posible
suprimiendo todas las libertades.
Estamos, pues, advertidos, a pesar de que haya quienes no oyen crecer la
yerba.
Twitter:
@gehardcartay
LA PRENSA de Barinas - Martes, 09 de septiembre de 2014.