miércoles, 31 de mayo de 2017

LA URGENCIA DE UN NUEVO GOBIERNO



LA URGENCIA DE UN NUEVO GOBIERNO
Gehard Cartay Ramírez
Venezuela no necesita ahora ninguna Constituyente. Lo que necesita es un nuevo gobierno cuanto antes.
Y necesita un nuevo gobierno cuanto antes, porque el actual régimen no puede resolver ninguno de los gravísimos problemas que creó en estos últimos 18 años. Por eso mismo, está moral y políticamente inhabilitado para seguir en el poder. Hay que sustituirlos y, repito, cuanto antes, mejor.
La lógica indica que lo que no sirve hay que apartarlo. Este régimen no sirve, nunca ha servido, ni serviría luego, si es que se aceptan sus pretensiones de continuar en el poder. Se trata de un hecho que no admite discusión alguna ya: pocas veces antes, Venezuela sufrió un régimen más incapaz, corrupto  y criminal como el chavomadurista.
Esta no es una exageración. Recuérdese que la cúpula chavomadurista ha gobernado casi 20 años, robado y dilapidado más de 900 mil millones de dólares (con menos de esa cantidad fueron reconstruidos Europa y Japón, luego de la Segunda Guerra Mundial), y hoy Venezuela es un país arruinado, sin comida ni medicinas, con inflación e inseguridad como nunca antes y la peor calidad de vida de su gente en mucho tiempo.
Solamente esta desgracia del chavomadurismo constituye un gigantesco crimen de lesa humanidad, que ni siquiera podría tener perdón de Dios, y mucho menos de los venezolanos de hoy y del futuro. Piénsese que, por ejemplo, Europa y Japón, que necesitaron muchísimo menos de 900 mil millones de dólares para su reconstrucción, hoy son potencias mundiales desde todo punto de vista.
 En cambio aquí, luego de que el régimen actual derrochó y robó esa cantidad milmillonaria de dólares, estamos más arruinados y pobres que nunca, sin justificación alguna, pues éramos en 1999 un país rico y no existía esta pobreza generalizada de ahora, con excepción de la cúpula podrida que manda, ricos como jamás lo fueron los corruptos de todos los tiempos.
¿Habrá que agregar algo más para convencer a alguien de que vivimos una crisis sin precedentes en nuestro país? ¿Habrá que agregar algo más para convencer a alguien de que la tragedia que sufrimos es responsabilidad exclusiva de Chávez y Maduro, de su colosal incapacidad y corrupción, como nunca antes lo registra la historia venezolana?
Por eso hay que insistir, con ocasión o sin ella, que así como en 1999 recibieron un país con los graves problemas de entonces –aunque nunca como los de ahora y que entonces ofrecieron solucionar y no lo hicieron–, también han dilapidado los más altos ingresos por concepto de venta de petróleo, como nunca antes los cobró gobierno anterior alguno y, tal vez, ninguno en el futuro.
Pero, además, los venezolanos no podemos calarnos otra dictadura más. No es posible que, a estas alturas de la humanidad, en la patria de Simón Bolívar nos vuelva a sojuzgar una dictadura.
Eso corresponde al pasado, como lo demuestra la historia, y es un hecho aberrante –y, por tanto, inaceptable– que el chavomadurismo pretenda eternizarse en el poder en contra de la voluntad mayoritaria de los venezolanos, a costa de la represión y la muerte de centenares de jóvenes, mientras condena a nuestro pueblo al hambre, la miseria y a una crisis humanitaria sin precedentes.
Todo ello sucede porque son unos enfermos de poder, corruptos, codiciosos y sin ningún interés en favorecer a los venezolanos. 18 años en el poder lo comprueban y no admiten prueba en contrario. Esa minoría abyecta, podrida y envilecida que, por ahora, manda sólo para beneficiarse ella sóla, no puede seguir en el poder. Por lo tanto, constituye obligación de todo venezolano que le duela el país y piense en sus hijos y nietos hacer todo lo posible para salir de ella.
Por eso, insisto, en Venezuela no necesitamos ahora ninguna Asamblea Constituyente, la nueva trampa del chavomadurismo para continuar mandando. Lo que requerimos con urgencia es un cambio de régimen, a través de elecciones generales y regionales, a fin de poner en ejecución políticas públicas que resuelvan la escasez de comida y medicinas, derroten la crisis de la salud, generen millones de empleos y garanticen nuestra seguridad personal, social y jurídica.
Como ya está demostrado que con esta cúpula nefasta y ladrona no hay salida a la actual crisis, toca ahora a los venezolanos dignos sacar adelante a Venezuela.  
      @gehardcartay
LA PRENSA de Barinas (Venezuela) - Viernes, 26  de mayo de 2017.
LAPATILLA.COM

lunes, 22 de mayo de 2017

ENFERMOS DE PODER



  
ENFERMOS DE PODER
Gehard Cartay Ramírez
Luego de haber arruinado al país, saqueado sus riquezas y con el 90 por ciento de los venezolanos en contra, la cúpula podrida del régimen, enferma de poder, pretende prolongar su dictadura.
Cual garrapatas pegadas de la ubre gubernamental, esta cáfila de corruptos quiere continuar esquilmando a los venezolanos, como si no estuvieran suficientemente ahítos de petrodólares y narcodólares. Ya se sabe, sin embargo, que “Dios ciega a quienes quiere perder”: están tan enfermos con el poder, y envilecidos con sus inmensas riquezas mal habidas, que pretenden alargar –como sea– su ya larga estadía en él, a pesar de que cada día crece la indignación popular en su contra.
Sin embargo, enfermos de codicia también, aspiran terminar de raspar la olla. Lo harán mientras puedan, porque ellos saben que les queda poco tiempo. Y como no tienen que hacer maletas con los dólares robados a nuestro pueblo, como sí lo hizo Pérez Jiménez en 1958, ya que en estos tiempos de banca digital sus fortunas están a buen resguardo en varios paraísos fiscales, entonces pretenden continuar mancillando a los venezolanos, sometiéndolos a las peores condiciones de vida que han sufrido en mucho tiempo.
Mientras les llega el momento de ser echados del poder, la cúpula podrida chavomadurista ya ha sacado del país –con suficiente antelación– a sus familias, con preferencia hacia el “odiado” imperio yanqui o a Europa. Milmillonarios, residen en costosas  mansiones o apartamentos, mientras sus hijos estudian en universidades caras y su tren de vida es opulento y desvergonzado (famosos restaurantes, vestimenta de marca, extravagantes compras, ostentosos vehículos y yates, flamantes aviones, etc.), como si fueran descendientes de una monarquía ladrona y rica en el exilio. Entre tanto, los chavistas pobres de vaina reciben la miserable bolsa de los Clap.
 No deja de ser una monumental hipocresía y un cinismo descarado que la cúpula podrida chavomadurista no haya enviado sus familiares a Cuba (“el mar de la felicidad”, según su extinto jefe) o Corea del Norte, siendo como dicen ser socialistas y anticapitalistas. Si acaso, y parece que no son muchos, tal vez algunos estén en China o Rusia, hoy neocapitalistas. Pero, la verdad, los revolucionarios del régimen prefieren Estados Unidos y su detestado “capitalismo neoliberal y explotador”.
Por eso mismo, no deja de ser también un colosal monumento a su condición de farsantes incurables la muy demostrativa circunstancia de que no hayan inscrito a sus vástagos en las universidades piratas fundadas por ellos aquí, desde que llegaron al poder. Por lo visto, tampoco quieren que sus afortunados herederos se gradúen en las profesiones chimbas que allí se ofrecen.
Todo esto demuestra que, al final, en Venezuela el llamado socialismo del siglo XXI es otra gigantesca estafa histórica, como lo ha sido en Cuba o lo fue en la desaparecida Unión Soviética o en la anterior China, reconvertida hoy al capitalismo salvaje, aunque con una dictadura comunista hasta nuevo aviso.
Pero, como bien se sabe, en cada una de esas dictaduras la cúpula siempre vivió de manera opulenta, enriquecida por el saqueo criminal de los recursos de cada país, mientras a los pobres les echaban las migajas de su festín baltasariano. Dicho en otras palabras: ellos milmillonarios, mientras el pueblo llano sufría hambre y pobreza, tal cual sucede en la Venezuela actual.
Nunca los venezolanos le perdonarán al chavomadurismo haber arruinado uno de los países más ricos del mundo. Nunca le perdonarán que los empobrecieran como lo han hecho desde 1999. Nunca le perdonarán que hayan destruido miles de industrias y empresas agropecuarias, liquidando así el aparato productivo nacional. Nunca le perdonarán que los hayan sometido al hambre, la escasez de comida y medicinas, la inseguridad, el desempleo y el empeoramiento de su calidad de vida, mientras la cúpula chavomadurista se ha enriquecido groseramente.
A esa cúpula, por supuesto, le importa un comino la desgracia que ahora sufren los venezolanos como consecuencia de 18 años de destrucción del país desde el poder. A ellos sólo les importan ellos mismos. Si no fuera así, sus familiares estarían aquí, sufriendo también la crisis. Pero resulta todo lo contrario: hoy viven como magnates mil millonarios fuera de Venezuela, mientras en Venezuela sobrevivir es cada día más difícil.
Ese es el legado del socialismo del siglo XXI y sus enfermos de poder…
      @gehardcartay
LA PRENSA de Barinas (Venezuela) -Martes, 16 de mayo de 2017.
LAPATILLA.COM 

domingo, 14 de mayo de 2017

ASESINO DE JUVENTUDES



ASESINO DE JUVENTUDES
Gehard Cartay Ramírez
Asesinar: Matar a una persona con premeditación, alevosía, etc. 2. fig. Causar viva aflicción o grandes disgustos. 3. fig. Engañar en un asunto grave una persona en quien se confía.
Diccionario de la Lengua Española (DRAE).

Esta es la definición exacta del régimen chavomadurista, luego de 18 largos años en el poder.
Y es que, en este caso, asesinar cabe exactamente en el sentido integral que le da el DRAE en el epígrafe de estas notas, pues el régimen, al mismo tiempo que ha liquidado físicamente a centenares de jóvenes estudiantes, también le ha robado el futuro a un importantísimo sector de la juventud venezolana.
No otra cosa significa la destrucción del país y sus extraordinarias posibilidades de futuro, especialmente para sus jóvenes. Aquel era un país en ascenso, a pesar de sus muchos problemas, pero nunca arruinado ni destruido al extremo como lo ha hecho el chavomadurismo. Era un país donde el optimismo y la esperanza tenían lugar, y no se había instalado aún el pesimismo y la desesperanza.
Lamentablemente, hoy hay múltiples daños colaterales contra la juventud venezolana. A la tendencia adoctrinadora fasciocomunista en la educación oficial, se suma también el empeño criminal del régimen por destruir las universidades autónomas, al negarles los recursos que está obligado a entregarles. Mientras tanto, en paralelo, han creado universidades improvisadas para profesionalizar la mediocridad de alguna gente suya e incorporarlos a las nóminas oficiales.
En esta materia, las cosas funcionaron de manera distinta hasta 1998. Había entonces oportunidades para la juventud en general. Había también una educación aceptable en casi todos los niveles y en algunos, sin duda, la hubo de excelencia. A partir de 1958, la República Civil multiplicó las escuelas, los liceos y las universidades como nunca antes y facilitó el acceso al proceso educativo de millones de niños y jóvenes. Luego, a partir de 1974, Venezuela se dio el lujo de enviar al exterior a miles de jóvenes profesionales a especializarse en diversas áreas.
Pero, por desgracia, todo aquello quedó atrás. Hoy los jóvenes no encuentran oportunidades de ningún tipo. Lo más significativo de todo es que la mayoría de ellos eran apenas unos niños -o no habían nacido- en la Venezuela anterior a 1999. Por lo tanto, sólo han conocido y sufrido la pesadilla chavomadurista. Todo ello demuestra el fracaso de este oprobioso proceso: quienes han nacido y crecido bajo su régimen son justamente quienes más lo combaten. He allí la condena más rotunda contra la cáfila incapaz y corrupta, hoy envilecida en el poder.    
Por todas estas razones, tal vez ningún gobierno anterior haya asesinado de manera generalizada –en los términos del DRAE ya citado– a tantos millones de jóvenes, no sólo al arrebatarles su vida, sino también sus posibilidades de estudio, de superación y de progreso, así como su derecho inalienable a vivir en un país mejor.
Hoy comprobamos también, con inmenso pesar, cómo la delincuencia impune –aliada y armada por el régimen– también ha asesinado desde hace tres lustros a cientos de miles de jóvenes en ciudades y pueblos venezolanos. Todas esas muertes de muchachos y muchachas que querían ganarse el porvenir deben ser igualmente acreditadas a la abultada cuenta de las víctimas fatales del régimen.
Por eso, y aunque pueda parecer pantagruélica la afirmación anterior, lo cierto es que en estos 18 años el régimen ha asesinado más jóvenes que cualquier otro gobierno. Ha herido más jóvenes que cualquier otro gobierno. Ha detenido más jóvenes que cualquier otro gobierno. Ha torturado más jóvenes que cualquier otro gobierno. Y muchos más jóvenes se han ido fuera del país en busca de oportunidades que aquí ahora se les niegan, como nunca antes sucedió en ningún gobierno anterior.
Porque, por desgracia, nunca antes nuestra juventud fue tan asesinada, escarnecida, perseguida, torturada y privada de libertad como ahora. Pero más temprano que tarde, este régimen genocida pagará sus crímenes y delitos de lesa humanidad, aunque se escondan debajo de las piedras.
      @gehardcartay
LA PRENSA de Barinas - Martes, 09 de mayo de 2017.
LAPATILLA.COM


sábado, 6 de mayo de 2017

ESTADO TERRORISTA, FORAJIDO Y FALLIDO



ESTADO TERRORISTA, FORAJIDO Y FALLIDO
Gehard Cartay Ramírez
Los venezolanos sufrimos desde hace 18 años la desgracia de un Estado terrorista, forajido y fallido.
Las dos primeras características son propias de toda dictadura. La última, por lo general, casi nunca les acompaña. Porque, si bien el terrorismo y la canalla dictatoriales son históricas, también lo es -salvo excepciones- su eficacia en ciertas áreas.
Estamos en presencia de un Estado terrorista porque practica el terrorismo contra la ciudadanía indefensa utilizando sus fuerzas policiales, militares y paramilitares con todo su poder de fuego, como si estuviera librando una guerra con iguales en armamento y dotación bélica.
El resultado está a la vista: decenas de asesinados en manifestaciones pacíficas, así como miles de heridos y de detenidos. Lo más cínico del asunto son las versiones del régimen, que siempre culpan a una oposición -desarmada y reprimida como nunca antes- de matar y herir a su propia gente (¡!), versión inverosímil por donde se le analice, mientras que ellos se presentan como amantes “del amor y de la paz”, pero son los que accionan sus armas y lanzan gases tóxicos a manifestantes pacíficos. Cinismo puro, insisto.
Desde sus inicios, el chavomadurismo apeló al terrorismo de Estado. Recuérdense el despido de 20.000 empleados de PDVSA en 2003 y la infame Lista Tascón en 2004, crímenes de discriminación nunca antes vistos. Hoy en día, la dictadura aterroriza a sus empleados con botarlos si no acuden a las cada vez más esmirriadas marchas oficialistas. Igualmente, sus comisarios políticos amenazan a quienes cacerolean o manifiestan exigiendo elecciones, con no entregarles la mísera bolsa del Clap, extorsionando así con el hambre de la gente en función de sus miserables intereses políticos.
Se trata también de un Estado forajido. John Rawis (1921-2002), un eminente politólogo norteamericano, lo define como aquel que desconoce los derechos humanos y utiliza la juridicidad como una ficción a su servicio. Otra definición muestra al Estado forajido como aquel que se pone al margen de la comunidad de naciones, no acata sus decisiones para garantizar la paz y el orden mundial e incumple sus convenios internacionales. Ambas definiciones retratan al Estado venezolano.
Pero en Venezuela el actual régimen une a su naturaleza terrorista y forajida una profunda ineficacia como Estado, al punto tal de no cumplir con la condiciòn básica por la cual se crearon los Estados como figuras constitucionales y jurídicas: la de proteger a los ciudadanos y sus bienes, regular la convivencia entre ellos y garantizar el funcionamiento normal de la sociedad.
Tenemos entonces también un Estado fallido, pues no garantiza esa condición primaria y esencial. Los venezolanos estamos absolutamente desprotegidos en todo sentido: aquí el Estado no garantiza la vida y la propiedad, los dos derechos naturales por excelencia. Por supuesto que tampoco protege otros derechos humanos prioritarios, como los de la alimentación, empleos estables y bien remunerados, la salud y la seguridad personal, jurídica y social, todo ello de mínimo cumplimiento en un Estado social y de derecho, conforme lo define la Constitución Nacional.
Por cierto que a algunos podría parecer contradictorio que una dictadura sea, al propio tiempo, un Estado fallido. Lo afirmo porque -casi siempre- las dictaduras son eficientes, al menos en materia de seguridad, orden interno y obras públicas. Aquí, por ejemplo, la del general Pérez Jiménez lo fue, tanto como en su abierto irrespeto a los principios democráticos y los derechos humanos de sus adversarios.
La actual dictadura venezolana, por el contrario, es profundamente ineficiente e incapaz, tanto que luego de casi dos décadas en el poder y de haber dilapidado y robado más de 900 mil millones de dólares, sus resultados son realmente escuálidos, si se los compara con la etapa dictatorial entre 1948 y 1957 y, sobre todo, con la República Civil entre 1958 y 1998.
Y es que, por ejemplo, siendo un régimen que se proclama cívico-militar (cuando, en realidad, es cínico militar), en el que altos oficiales militares copan casi toda la estructura del Estado, no se justifica que no tenga control de sus extensas fronteras y que en amplias zonas como los estados Apure, Amazonas y Bolívar haya declinado su poder en mafias guerrilleras, mineras y narcotraficantes, renunciando así a su obligación de preservar tanto la integridad territorial como la seguridad de sus ciudadanos. Y esto no es otra cosa que un Estado fallido, amigo lector.
Estas y otra razones más son las que justifican plenamente la necesidad patriótica de sustituir al actual régimen chavomadurista. Y es que en lugar de un Estado terrorista, forajido y fallido como el actual, requerimos de un Estado social de derecho al servicio de todos.
@gehardcartay
 LA PRENSA de Barinas - Martes, 02 de mayo de 2017.
LAPATILLA.COM