ESTADO
TERRORISTA, FORAJIDO Y FALLIDO
Gehard
Cartay Ramírez
Los venezolanos
sufrimos desde hace 18 años la desgracia de un Estado terrorista, forajido y
fallido.
Las dos primeras
características son propias de toda dictadura. La última, por lo general, casi
nunca les acompaña. Porque, si bien el terrorismo y la canalla dictatoriales
son históricas, también lo es -salvo excepciones- su eficacia en ciertas áreas.
Estamos en presencia
de un Estado terrorista porque practica el terrorismo contra la ciudadanía
indefensa utilizando sus fuerzas policiales, militares y paramilitares con todo
su poder de fuego, como si estuviera librando una guerra con iguales en
armamento y dotación bélica.
El resultado está a
la vista: decenas de asesinados en manifestaciones pacíficas, así como miles de
heridos y de detenidos. Lo más cínico del asunto son las versiones del régimen,
que siempre culpan a una oposición -desarmada y reprimida como nunca antes- de
matar y herir a su propia gente (¡!), versión inverosímil por donde se le
analice, mientras que ellos se presentan como amantes “del amor y de la paz”,
pero son los que accionan sus armas y lanzan gases tóxicos a manifestantes
pacíficos. Cinismo puro, insisto.
Desde sus inicios,
el chavomadurismo apeló al terrorismo de Estado. Recuérdense el despido de
20.000 empleados de PDVSA en 2003 y la infame Lista Tascón en 2004,
crímenes de discriminación nunca antes vistos. Hoy en día, la dictadura
aterroriza a sus empleados con botarlos si no acuden a las cada vez más
esmirriadas marchas oficialistas. Igualmente, sus comisarios políticos amenazan
a quienes cacerolean o manifiestan exigiendo elecciones, con no entregarles la
mísera bolsa del Clap, extorsionando así con el hambre de la gente en función
de sus miserables intereses políticos.
Se trata también de
un Estado forajido. John Rawis (1921-2002), un eminente politólogo
norteamericano, lo define como aquel que desconoce los derechos humanos y
utiliza la juridicidad como una ficción a su servicio. Otra definición muestra
al Estado forajido como aquel que se pone al margen de la comunidad de
naciones, no acata sus decisiones para garantizar la paz y el orden mundial e
incumple sus convenios internacionales. Ambas definiciones retratan al Estado
venezolano.
Pero en Venezuela el
actual régimen une a su naturaleza terrorista y forajida una profunda
ineficacia como Estado, al punto tal de no cumplir con la condiciòn básica por
la cual se crearon los Estados como figuras constitucionales y jurídicas: la de
proteger a los ciudadanos y sus bienes, regular la convivencia entre ellos y
garantizar el funcionamiento normal de la sociedad.
Tenemos entonces
también un Estado fallido, pues no garantiza esa condición primaria y esencial.
Los venezolanos estamos absolutamente desprotegidos en todo sentido: aquí el
Estado no garantiza la vida y la propiedad, los dos derechos naturales por
excelencia. Por supuesto que tampoco protege otros derechos humanos
prioritarios, como los de la alimentación, empleos estables y bien remunerados,
la salud y la seguridad personal, jurídica y social, todo ello de mínimo
cumplimiento en un Estado social y de derecho, conforme lo define la
Constitución Nacional.
Por cierto que a
algunos podría parecer contradictorio que una dictadura sea, al propio tiempo,
un Estado fallido. Lo afirmo porque -casi siempre- las dictaduras son
eficientes, al menos en materia de seguridad, orden interno y obras públicas.
Aquí, por ejemplo, la del general Pérez Jiménez lo fue, tanto como en su
abierto irrespeto a los principios democráticos y los derechos humanos de sus
adversarios.
La actual dictadura
venezolana, por el contrario, es profundamente ineficiente e incapaz, tanto que
luego de casi dos décadas en el poder y de haber dilapidado y robado más de 900
mil millones de dólares, sus resultados son realmente escuálidos, si se los
compara con la etapa dictatorial entre 1948 y 1957 y, sobre todo, con la
República Civil entre 1958 y 1998.
Y es que, por
ejemplo, siendo un régimen que se proclama cívico-militar (cuando, en realidad,
es cínico militar), en el que altos oficiales militares copan casi toda la
estructura del Estado, no se justifica que no tenga control de sus extensas
fronteras y que en amplias zonas como los estados Apure, Amazonas y Bolívar
haya declinado su poder en mafias guerrilleras, mineras y narcotraficantes,
renunciando así a su obligación de preservar tanto la integridad territorial
como la seguridad de sus ciudadanos. Y esto no es otra cosa que un Estado
fallido, amigo lector.
Estas y otra razones
más son las que justifican plenamente la necesidad patriótica de sustituir al
actual régimen chavomadurista. Y es que en lugar de un Estado terrorista,
forajido y fallido como el actual, requerimos de un Estado social de derecho al
servicio de todos.
@gehardcartay
LA PRENSA de Barinas - Martes, 02 de mayo de 2017.
LAPATILLA.COM