jueves, 21 de diciembre de 2017

LA LUCHA QUE NO CESA




LA LUCHA QUE NO CESA
Gehard Cartay Ramírez
La lucha contra este nefasto régimen no ha sido ni será fácil, como ya está harto demostrado.
Por eso afirmamos la semana pasada que hay que adoptar ya las necesarias rectificaciones en el difícil combate contra el chavomadurismo inepto y corrupto que, por ahora, detenta el poder. Desde luego que para derrotarlo resulta obvio que las fuerzas opositoras deben actuar con mayor inteligencia y eficacia que como lo han hecho hasta ahora.
Una de las primeras medidas es relevar la actual dirigencia de la MUD. Y es que por aquello de que en política los resultados son los que cuentan, resulta muy claro que una dirigencia perdedora no puede seguir dirigiendo una lucha tan difícil como esta.
Hay que sustituirlos entonces por otros dirigentes, más experimentados y hábiles, conocedores profundos del adversario y sus trampas, sin compromisos económicos con nadie e insospechables de algún trato financiero o político con el régimen. Lo deseable es que quienes han cosechado las dos últimas dolorosas experiencias electorales renunciaran para facilitar las cosas. Ojalá lo hagan y, si no lo hacen, hay que removerlos.
Y la tarea prioritaria de la nueva dirigencia que los sustituya debe ser la lucha por mejorar las condiciones electorales, retomar la protesta popular y explorar la búsqueda de un candidato presidencial de consenso, en caso de que se convoquen elecciones confiables.
El primero de esos objetivos es esencial. Hay que luchar por elecciones limpias y pulcras, derrotando el fraude mediante la concurrencia masiva de nuestros votantes y preparándonos para estar vigilantes en las mesas electorales y en cada una de las fases del proceso.
(Está demostrado que si logramos esos objetivos, tal como lo hicimos en diciembre de 2015, cuando ganamos las dos terceras partes de la Asamblea Nacional con este mismo CNE, es posible revertir el proceso de destrucción nacional que realiza el chavomadurismo desde 1999.)
Hay que retomar la protesta popular. Cada día que pasa los venezolanos nos empobrecemos más y más, mientras la cúpula podrida del régimen se enriquece más y más. Cada día la comida cuesta más y se hace más difícil conseguirla. Cada día nuestra calidad de vida empeora, los pobres se hacen más pobres y la clase media también. Son suficientes razones para protestar, pero hay que liderizar ese movimiento.
Debemos también buscar desde ya un candidato presidencial de consenso, con experiencia y sabiduría políticas, descartando los que ya han fracasado y a quienes aspiran sin ser capaces de concitar el apoyo mayoritario de la población. Hay que descartar también la antipolítica, que nos trajo a Chávez en 1998 y nos tiene cada día peor.
Si aquí la dirigencia opositora se despojara de ambiciones bastardas y personales, lo lógico sería que todos reconocieran a quien puede ser el mejor candidato y brindarle su apoyo, sin esperar que unas elecciones primarias los desgasten a todos y produzca más enfrentamientos.
Al respecto, quiero recordar aquí la extraordinaria lección que dio la oposición democrática chilena, luego de la derrota de Pinochet en el referendo con el que aspiraba continuar su dictadura. Había entonces dos candidatos con clara opción: el demócrata cristiano Patricio Aylwin y el socialista Ricardo Lagos. Sin embargo, este último declinó y apoyo al primero, evitando así unas primarias que los habrían desgatado y enfrentado inútilmente. En un acto de grandeza y desprendimiento, Lagos señaló que Aylwin era quien estaba entonces en mejores condiciones para derrotar y enfrentar la dictadura. Y tuvo razón, pues no sólo ganó las elecciones sino que condujo una ejemplar transición hacia la democracia. Años más tarde, el propio Lagos también fue elegido presidente de Chile.
En este espejo, si quiere actuar con inteligencia, debería mirarse la oposición venezolana a la hora de decidir la candidatura presidencial. Unas primarias significarían costos enormes en lo económico, en lo político y en lo emocional, pues los reconcomios afloran y hacen mucho daño. En cambio, el consenso, si fuera posible, sería la mejor vía para escoger nuestro abanderado presidencial.
Con estas reflexiones cierro mis artículos de opinión por este año. Me despido de los lectores hasta el 09 de enero de 2018, Dios mediante. La verdad es que, en las actuales circunstancias, no sabemos si es una ironía desearles “una feliz navidad y un próspero año nuevo”, como se hacía en el pasado. Lo digo porque vivimos uno de los peores momentos de la Venezuela de siempre. Sin embargo, no debemos perder la esperanza y, sobre todo, luchar por hacerla una realidad. Ojala que la reflexión de estos días navideños sea propicia para renovar la lucha en el próximo año.
    @gehardcartay
LA PRENSA de Barinas - Martes, 19 de diciembre de 2017.
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viernes, 15 de diciembre de 2017

OTRO GOBIERNO Y OTRA OPOSICIÓN



OTRO GOBIERNO Y OTRA OPOSICIÓN
Gehard Cartay Ramírez
Las recientes elecciones de alcaldes terminaron de demostrar varias cosas.
La primera, elemental, es que la gente no cree en el CNE, ni en sus procesos electorales, así como no cree en Maduro y su nefasto régimen, ni tampoco en la actual dirigencia opositora.
No es poca cosa, y lo digo a pesar de que no estoy descubriendo el agua tibia. Pero está demostrado que aquí lo que hay, más que una generalizada decepción, es un estado general de indignación porque el país se hunde en una tragedia humanitaria de inmensas proporciones, que nada les a quienes están en el poder, mientras la actual dirigencia de la MUD se hunde en sus incoherencias y contradicciones.
 Vamos hacia el despeñadero y, sin embargo, el régimen imperante nada hace para evitarlo, sino todo lo contrario. Y es que siendo exclusiva obra suya, resulta imposible que pueda remediar este desastre. Porque, en dos platos, el régimen es el problema. Y la única manera de resolver esta colosal crisis que sufrimos es cambiándolo.
El segundo problema es que no hay liderazgo en la oposición para lograr, a corto plazo, la salida del régimen chavomadurista. Por supuesto que esa tarea no es nada fácil. Se trata de un asunto complejo por la naturaleza totalitaria de la neodictadura madurista y por el apoyo del estamento militar, aparte del poderoso entramado que también lo sostiene, compuesto por sus corruptos mil millonarios, sus aliados del narcotráfico y el respaldo de rusos, chinos, iraníes y cubanos, interesados en continuar saqueando nuestras riquezas naturales.
Por desgracia, los actuales conductores opositores han demostrado una incapacidad patética para articular una táctica realista al respecto. (Conste que no acostumbro a criticarlos y siempre han contado con mi apoyo en la medida en que me parecía correcto lo que hacían.) Deben, por tanto, ser relevados en la conducción de la MUD o del mecanismo que la sustituya, si fuera el caso. Hay que darle paso a otro liderazgo, más experimentado, inteligente y hábil.
No podemos seguir con dirigentes incoherentes y erráticos que un día señalan que van a elecciones y en las siguientes dicen que no participarán. Eso de competir en las elecciones de gobernadores –a conciencia de que enfrentamos un régimen tramposo–, sin haberse preparado para neutralizar el fraude, ni movilizar sus electores, y al día siguiente anunciar que no participarían en los comicios de alcaldes, pero que se prepararían para las presidenciales, no puede ser calificado sino como una tremenda irresponsabilidad e incoherencia.
Y vamos a estar claros en cuanto a lo electoral: se trata de una vía que nunca –nunca, insisto– debe ser desechada, a pesar de los fraudes y las trampas. Por supuesto, que si la actual oposición fuera un movimiento guerrillero o terrorista, de golpistas militares al estilo Chávez o de cualquier otra categoría de medios violentos de acceso al poder, sería muy difícil pedirles que se acogieran a la vía electoral.
Y, sin embargo, la reciente historia demuestra que aún esos movimientos utilizan la vía electoral, sin abandonar las otras ilegales e irregulares. Aquí, en la década de los años sesenta, las Fuerzas Armadas de Liberación Nacional –FALN– (integradas por el Partido Comunista y el Movimiento de Izquierda Revolucionaria) la usaron, sin abandonar la lucha guerrillera y el terrorismo contra civiles indefensos.
Igual sucede en Colombia, y más ahora que las FARC dice haberse acogido a la lucha pacífica. En Irlanda el ejército del IRA o ETA en el país vasco participaban también en elecciones sin abandonar su lucha armada y terrorista. Pongo estos  ejemplos para que se vea que, aún en los casos más extremos, la lucha electoral sigue siendo una opción, aunque, incluso, no se crea en ella como medio legítimo de acceso al poder.
Por todo ello, y con más razón, por supuesto, debemos utilizarla quienes somos demócratas por convicción. Las elecciones son un medio para movilizar, activar y motivar a la gente. Ir de casa en casa llamando a votar, denunciando al régimen y dejando un mensaje, resulta  mucho más útil que encerrarse el día de las elecciones y dejar que el régimen las manipule sin que alguien esté allí para hacerles más difícil su perversidad.
Por supuesto que las elecciones son uno más de los varios instrumentos de lucha, a saber, la protesta de calle y la rebelión popular. Porque, como quedó una vez más demostrado este domingo, la abstención es un camino que no conduce a ninguna parte. Como simple omisión carece de utilidad y, aún en el caso de que se imponga, no tiene nunca fuerza suficiente para cambiar algo y producir efectos reales al respecto.
Merecemos, pues, otro gobierno y otra oposición. El martes próximo seguimos con este tema.
   @gehardcartay
El Blog de Gehard Cartay Ramírez
LA PRENSA de Barinas (Venezuela) - Martes, 12 de diciembre de 2017.
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jueves, 7 de diciembre de 2017

DEL SOCIALISMO A LA TRAGEDIA HUMANITARIA




DEL SOCIALISMO A LA TRAGEDIA HUMANITARIA

Gehard  Cartay Ramírez
Todos los regímenes socialistas o comunistas, sin excepción, han terminado en grandes fracasos, luego de producir tragedias humanitarias absurdas.
Lo grotesco es que esos mismos regímenes prometieron algo que parecía lo más próximo al paraíso terrenal. Prometieron más libertad, derechos humanos, bienestar y progreso. Pero cuando llegaron al poder esos mismos partidos comunistas o socialistas degeneraron en totalitarismos criminales y violadores de los derechos humanos, e hicieron retroceder sus pueblos, condenándolos al atraso, el hambre y la pobreza.
Así fue en la extinta Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), que se constituyó con Rusia y sus vecinos, luego en la China de Mao Tse Tung, los países de la Europa Comunista, la Cuba castrocomunista, el Chile de Allende, Vietnam, Corea del Norte, Laos y la Nicaragua sandinista.
El gran error del socialismo o comunismo –ambos son lo mismo, como lo anotó alguna vez Fidel Castro– estriba en que nunca quiso reconocer la primacía de la persona humana sobre el Estado, a fin de que éste estuviera a su servicio. Hizo exactamente todo lo contrario: someterla al poder omnímodo de aquél. Al convertir al Estado en lo esencial y poner todo lo demás a su servicio, contrarió el orden natural de las cosas, y allí está la clave su estruendoso fracaso como sistema político, económico y social.
Porque lo única verdad es que la persona humana es el alfa y omega de todo. Y es a su servicio que deben estar el Estado, la economía y todo cuanto le concierne como centro de la creación. Desconocer esta realidad supone ir a contracorriente de la naturaleza humana, lo que justifica entonces el derecho a la rebelión, como lo proclamó en su momento Santo Tomás de Aquino (1225-1274).
De tal manera que allí está el gran error conceptual del socialismo o comunismo. Lo que sucede es que casi siempre se han presentado con un falso ropaje humanista, en virtud de que son –insisto– una ideología colectivista en esencia, que privilegia al Estado y no al ser humano en sus derechos y deberes. Por ello siempre sacrifican la libertad, la propiedad privada y la iniciativa particular, con lo cual derivan, indefectiblemente, en dictaduras y tiranías de la peor especie.
Esa perversión ha traído como consecuencia grandes tragedias humanitarias, que han costado centenares de millones de vidas humanas, muchas más que las producidas por las guerras o por el genocidio nazi. Desde los fusilamientos en masa de campesinos por órdenes de Lenin en los inicios de la revolución soviética, pasando por las prácticas criminales estalinianas posteriores, hasta las grandes hambrunas tanto en la Rusia como en la China comunistas, sin dejar de lado el paredón castrista al mando del Ché Guevara o las matanzas colectivas del dictador camboyano Pol Pot, el socialismo comunista siempre figurará entre los grandes crímenes contra la humanidad.
Sin embargo, al final y por mandato de la historia, invariablemente desaparecen, a veces de manera fulminante, como sucedió con la URSS o la Europa comunista, y otras mutando hacia economías de mercado, con una oligarquía comunista al frente del Estado como sucede hoy en China y Vietnam.
Ahora mismo, Venezuela se adentra en una experiencia similar, a pesar de que vivimos en pleno siglo XXI y de que nuestro destino superior debiera ser otro en virtud de sus riquezas naturales y demás potencialidades, todas ellas capaces de asegurarnos progreso y bienestar, si fueran otros los gobernantes. Por desgracia, sufrimos ahora un serio retroceso en esa lucha histórica por nuestra superación.
La llegada al poder de unos militares golpistas y aventureros, acompañados por seudointelectuales marxistas y comunistas, hoy convertidos casi todos en ladrones y peculadores del tesoro público, ha significado la destrucción de la Venezuela en ascenso que éramos hasta 1998. Hoy la han convertido, paradójicamente, en una nación hambrienta y empobrecida, a pesar de ser una de las más ricas del mundo en materia de recursos naturales, entregados a mafias rusas, chinas, cubanas e iraníes, en conjunción con la cúpula podrida que manda.
Frente a este cataclismo, dicho sea sin exagerar, hay todavía algunos compatriotas que preguntan ¿qué va a pasar?, como si fueran de otro país, en lugar de preguntarse (y responderse): ¿qué vamos a hacer?, algo que a todos nos envuelve, y a la que Santo Tomás dio respuesta hace ya varios siglos…
  @gehardcartay
LA PRENSA de Barinas (Venezuela) - Martes, 28 de noviembre de 2017-
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lunes, 27 de noviembre de 2017

“NI LAVAN NI PRESTAN LA BATEA”


“NI LAVAN NI PRESTAN LA BATEA”
Gehard Cartay Ramírez
El peor gobierno de la República Civil, entre 1959 y 1998, es mejor que el régimen que sufrimos desde 1999.
Lo rotundo de esta afirmación ya explica porqué Venezuela sufre hoy su peor crisis en todos los sentidos. En casi 19 años, con colosales ingresos de petrodólares como nunca antes, el actual régimen destruyó la Venezuela en ascenso que veníamos siendo. Por contraste, y al estilo de una maldición gitana, el chavomadurismo nos dejará como ominoso legado un país arruinado e hipotecado, empobrecido y miserable, con los viejos problemas de siempre agravados y los nuevos que crearon desde 1999, más graves aún.
Los venezolanos vivimos una injusta tragedia por culpa del régimen actual. No hay derecho a que un país con tantos recursos de todo tipo hoy esté sumido en la pobreza, el hambre, la inseguridad y la delincuencia. No hay derecho a que hoy sea tan difícil comprar comida suficiente y la poca que se consigue hay que adquirirla a precios exhorbitantes, que suben cada semana de manera vertiginosa.
No hay derecho a que esa megainflación nos haga cada día más pobres, porque aquí y en todo el mundo no hay nada que empobrezca más. Y lo peor es que el régimen no hace nada para paliar en algo la dantesca tragedia que el chavomadurismo ha engendrado en todo este tiempo. Por desgracia, tuvieron mucha capacidad para destruir la Venezuela progresista que hubo hasta 1998. Pero luego de eso, se saben incapaces e ineptos para sacar al país adelante. Y es que ciertamente están imposibilitados para hacerlo, porque los destructores nunca pueden construir nada… 
Aquí todo el mundo sabe que fue el chavomadurismo el que acabó con el país. La cínica excusa de la mentira de la “guerra económica”, inventada para intentar sacudirse la responsabilidad de haber creado esta colosal crisis contra los venezolanos, nunca la ha creído la gente. Lo único cierto es que aquí la vida cada día es más dura y difícil, todo es más caro y escaso, mientras todo el mundo se queja amargamente de que los sueldos y salarios no alcanzan para nada… 
Lo peor es que chavomadurismo no tiene excusa alguna para haber creado este infierno en Venezuela. Lo primero que hay que poner de relieve es el contexto en que se ha desarrollado su ejercicio político y administrativo. Por un lado, les tocó ejercer el poder en un país con altos ingresos petroleros -en promedio 100 dólares por cada barril durante más de 10 años. Tamaña riqueza, bien administrada, hubiera servido para resolver todos nuestros problemas (sí, amigo, lector, ¡todos!) y garantizar así un mejor destino para los venezolanos.
Y por el otro lado, el actual régimen ha sido uno de los que más tiempo ha detentado el poder, después de la autocracia guzmancista del siglo XIX y la tiranía gomecista del siguiente. Ya son 17 años de ejercicio pleno y absoluto del poder, sin que hayan tenido contrapesos de ninguna especie y, como ya se señaló, en medio de una super abundancia de recursos económicos como nunca antes.  
Cuando hablo de problemas que se pudieron resolver resalto, en primer término, aquellos que han impedido mejorar la calidad de vida de los venezolanos: empleo digno para todos, reducción de los altos niveles de pobreza, eficiencia en la prestación de los servicios públicos, funcionamiento cabal de los centros de salud pública y guerra contra la delincuencia -que, por cierto, ha asesinado más de 300 mil venezolanos desde 1999-, entre otros retos a superar.
Y al lado de estos grandes objetivos, la continuación del mejoramiento de la infraestructura física del país, un esfuerzo que se venía haciendo de manera eficaz desde la década de los años cincuenta del siglo pasado, y que hoy se ha abandonado. Ahora no hay construcción de modernos hospitales, centros de salud y medicaturas rurales y urbanas, escuelas, liceos y universidades, viviendas populares y de clase media, equipamiento y consolidación de barrios en ciudades y pueblos, redes de electrificación en todas partes, autopistas y carreteras, vías de penetración en zonas de producción agropecuaria, creación de fuentes alternas de energía, etc., etcétera.
El chavomadurismo ha destruido a Venezuela y quiere seguir en esa tarea para hacerse cada vez más ricos, mientras nos siguen empobreciendo al resto de los venezolanos. Pretenden quedarse en el poder más tiempo, pero no gobiernan porque no solucionan nada y empeoran todo. Como dice el refrán popular: “Ni lavan ni prestan la batea…” 
No podemos renunciar a la lucha por desalojarlos del poder cuanto antes y abrir paso a los mejores para que gobiernen y sepulten definitivamente a la peorrocracia chavomadurista.
@gehardcartay
El Blog de Gehard Cartay Ramírez
LA PRENSA de Barinas (Venezuela) - Martes, 24 de noviembre de 2017.