martes, 10 de abril de 2012


Verdades

LOS SUCESOS DE ABRIL DE 2002
(… Y la paranoia “épica” del régimen)
Gehard Cartay Ramírez
@gehardcartay
gehardcartay.blogspot.com
El régimen chavista carece de una “épica” propia y por eso quiere convertir los sucesos de abril de 2002 en una especie de epopeya suya, lo que demuestra su paranoia histórica.
Y es que, en su manía de imitar a los comunistas cubanos -que sí la tuvieron en Sierra Maestra, antes de que se convirtieran en una dictadura de las peores y condenaran a su pueblo al hambre y la opresión-, los de aquí sufren una especie de complejo al no tener nada “heroico” que mostrar para convertir su “revolución” en algo “épico”.
Así, por ejemplo, su intento golpista en 1992 fue una auténtica chapucería. Aquella felonía, mal preparada, ejecutada alevosamente con unos cuantos soldados que fueron engañados y usados como carne de cañón, terminó en un fracaso mayúsculo por la cobardía de su jefe máximo y la incapacidad de su estado mayor. Podría decirse que se trató de una simple comedia, si no fuera por el elevado número de muertes que trajo consigo.
Y los vencedores, aquellos que pudieron ser sus víctimas de entonces, trataron sin embargo a los golpistas con respeto y, finalmente, hasta los indultaron y sobreseyeron en sus juicios militares. De no haber sido así, todavía estuvieran presos -que sería lo correcto-, pagando sus graves delitos contra la Constitución y las instituciones legítimas de entonces, así como por la muerte de varios centenares de inocentes.
Al salir de la cárcel por la benevolencia e ingenuidad de quienes los pusieron en libertad, el Gran Hablador y unos pocos seguidores estuvieron predicando en el desierto, hasta que una vasta e inescrupulosa conspiración financiera y mediática los llevó al poder, luego de “potabilizar” a los golpistas y hacerlos “digeribles” electoralmente. Algunos de esos plutócratas creyeron que podrían utilizarlos luego, pero los golpistas les salieron respondones.
Para desgracia de ellos mismos, su llegada al poder por la vía de los votos los alejó aún más de su pretendida épica revolucionaria. Ellos hubieran querido asaltar el poder armados y montados en tanques, y no por la voluntad popular. Por eso, desde entonces, han buscado sin éxito darle un contenido “épico” a su acción política. No lo han logrado, ni lo lograrán.
A los tres años de estar en el gobierno y luego de haber provocado impunemente a la sociedad civil, sobrevinieron los sucesos de abril de 2002. Fueron producidos por una auténtica insurrección popular, la más grande en nuestra historia, tan contundente que el Presidente de la República renunció al cargo, tal como el Alto Mando Militar se lo comunicó a los venezolanos en la madrugada del 12 de abril por cadena de radio y televisión.
Inmediatamente, el presidente renunciante fue por sus propios pasos a entregarse en Fuerte Tiuna a los militares que habían desconocido sus órdenes de activar el Plan Ávila para reprimir militarmente a la multitudinaria concentración que marchó esa tarde al Palacio de Miraflores. Pidió que lo dejaran irse a Cuba con su familia. Y no opuso ninguna resistencia: el mismo miedo que lo paralizó el 4 de febrero de 1992 lo volvió a paralizar diez años después.
Se creó así un auténtico vacío de poder, algo que siempre ha tratado de negar la cúpula podría del chavismo. Por fortuna, allí están innegables testimonios televisivos y radiales que no admiten prueba en contrario.
Al renunciar el Presidente no existía ninguna línea de sucesión constitucional por la cobardía de quienes la integraban. El vicepresidente Diosdado Cabello fue el primero en “dejar el pelero”. William Lara, presidente de la Asamblea Nacional, renunció a su cargo. Lo mismo hizo el presidente de Tribunal Supremo, hoy embajador en Colombia.
Este vacío de poder abrió la Caja de Pandora y con ella una comedia total de equivocaciones. Los militares alzados nombraron a Carmona Estanga como Presidente, sin tener cualidad jurídica al efecto. Este, en lugar de legitimarse obteniendo la aprobación de la Asamblea Nacional, se envalentonó y mediante un decreto golpista la disolvió. Lo mismo hizo con el Tribunal Supremo y, de paso,  se arrogó la facultad de destituir y nombrar gobernadores y alcaldes. Total, una locura absoluta.
A las 48 horas siguientes, los militares que lo habían nombrado procedieron  a desconocerlo. Y así le abrieron el camino del regreso al presidente renunciante. Aquellos pobres oficiales “mataron el tigre y le tuvieron miedo al cuero”, como decimos en el llano.
No hubo entonces ninguna epopeya épica en el retorno del Gran Hablador a la presidencia. El único que cumplió valientemente su papel fue el pueblo venezolano, pero lo traicionaron los militares alzados y la claque de Carmona Estanga, títeres de la misma plutocracia que ayudó a llegar al poder al golpista sabaneteño en 1998.
Esta fue la verdad de los hechos. No hay otra. Y punto.  


 LA PRENSA de Barinas - Martes, 10 de abril de 2012.