Verdades
LOS SUCESOS DE ABRIL DE 2002
(… Y la paranoia “épica” del régimen)
Gehard Cartay Ramírez
@gehardcartay
gehardcartay.blogspot.com
El régimen chavista carece de una “épica”
propia y por eso quiere convertir los sucesos de abril de 2002 en una especie
de epopeya suya, lo que demuestra su paranoia histórica.
Y es que, en su manía de imitar a los
comunistas cubanos -que sí la tuvieron en Sierra Maestra, antes de que se
convirtieran en una dictadura de las peores y condenaran a su pueblo al hambre
y la opresión-, los de aquí sufren una especie de complejo al no tener nada “heroico”
que mostrar para convertir su “revolución” en algo “épico”.
Así, por
ejemplo, su intento golpista en 1992 fue una auténtica chapucería. Aquella
felonía, mal preparada, ejecutada alevosamente con unos cuantos soldados que
fueron engañados y usados como carne de cañón, terminó en un fracaso mayúsculo
por la cobardía de su jefe máximo y la incapacidad de su estado mayor. Podría
decirse que se trató de una simple comedia, si no fuera por el elevado número
de muertes que trajo consigo.
Y los
vencedores, aquellos que pudieron ser sus víctimas de entonces, trataron sin embargo
a los golpistas con respeto y, finalmente, hasta los indultaron y sobreseyeron
en sus juicios militares. De no haber sido así, todavía estuvieran presos -que
sería lo correcto-, pagando sus graves delitos contra la Constitución y las
instituciones legítimas de entonces, así como por la muerte de varios
centenares de inocentes.
Al salir de
la cárcel por la benevolencia e ingenuidad de quienes los pusieron en libertad,
el Gran Hablador y unos pocos seguidores estuvieron predicando en el desierto,
hasta que una vasta e inescrupulosa conspiración financiera y mediática los
llevó al poder, luego de “potabilizar” a los golpistas y hacerlos “digeribles”
electoralmente. Algunos de esos plutócratas creyeron que podrían utilizarlos
luego, pero los golpistas les salieron respondones.
Para desgracia de ellos mismos, su llegada
al poder por la vía de los votos los alejó aún más de su pretendida épica
revolucionaria. Ellos hubieran querido asaltar el poder armados y montados en
tanques, y no por la voluntad popular. Por eso, desde entonces, han buscado sin
éxito darle un contenido “épico” a su acción política. No lo han logrado, ni lo
lograrán.
A los tres años de estar en el gobierno y
luego de haber provocado impunemente a la sociedad civil, sobrevinieron los
sucesos de abril de 2002. Fueron producidos por una auténtica insurrección
popular, la más grande en nuestra historia, tan contundente que el Presidente
de la República renunció al cargo, tal como el Alto Mando Militar se lo
comunicó a los venezolanos en la madrugada del 12 de abril por cadena de radio
y televisión.
Inmediatamente, el presidente renunciante
fue por sus propios pasos a entregarse en Fuerte Tiuna a los militares que
habían desconocido sus órdenes de activar el Plan Ávila para reprimir
militarmente a la multitudinaria concentración que marchó esa tarde al Palacio
de Miraflores. Pidió que lo dejaran irse a Cuba con su familia. Y no opuso
ninguna resistencia: el mismo miedo que lo paralizó el 4 de febrero de 1992 lo
volvió a paralizar diez años después.
Se creó así un auténtico vacío de poder, algo
que siempre ha tratado de negar la cúpula podría del chavismo. Por fortuna,
allí están innegables testimonios televisivos y radiales que no admiten prueba
en contrario.
Al renunciar
el Presidente no existía ninguna línea de sucesión constitucional por la
cobardía de quienes la integraban. El vicepresidente Diosdado Cabello fue el
primero en “dejar el pelero”. William Lara, presidente de la Asamblea Nacional,
renunció a su cargo. Lo mismo hizo el presidente de Tribunal Supremo, hoy
embajador en Colombia.
Este vacío de
poder abrió la Caja de Pandora y con ella una comedia total de equivocaciones.
Los militares alzados nombraron a Carmona Estanga como Presidente, sin tener
cualidad jurídica al efecto. Este, en lugar de legitimarse obteniendo la
aprobación de la Asamblea Nacional, se envalentonó y mediante un decreto
golpista la disolvió. Lo mismo hizo con el Tribunal Supremo y, de paso, se arrogó la facultad de destituir y nombrar
gobernadores y alcaldes. Total, una locura absoluta.
A las 48
horas siguientes, los militares que lo habían nombrado procedieron a desconocerlo. Y así le abrieron el camino
del regreso al presidente renunciante. Aquellos pobres oficiales “mataron el
tigre y le tuvieron miedo al cuero”, como decimos en el llano.
No hubo entonces ninguna epopeya épica en
el retorno del Gran Hablador a la presidencia. El único que cumplió
valientemente su papel fue el pueblo venezolano, pero lo traicionaron los
militares alzados y la claque de Carmona Estanga, títeres de la misma
plutocracia que ayudó a llegar al poder al golpista sabaneteño en 1998.
Esta fue la verdad de los hechos. No hay
otra. Y punto.
LA PRENSA de Barinas - Martes, 10 de abril de 2012.