¿TODO PASADO FUE
MEJOR?
Gehard Cartay Ramírez
Dependiendo de las circunstancias y de
los ciclos históricos se podría responder esta interrogante. Quien analice la
historia venezolana desde sus inicios conseguirá respuestas dispares.
Así, por ejemplo, las teorías cuasi
paradisíacas sobre la etapa indígena en lo que hoy es territorio venezolano
sostienen que la misma fue mejor que lo que vino luego. Tal vez tengan razón.
Sin embargo, hubo también entonces guerras tribales violentas, aquí y en todo
el continente.
La conquista y colonización española
fue luego una larga etapa de imposición de una cultura extraña sobre la
autóctona, con sus consecuencias nefastas: la esclavitud y la explotación de
los pobladores originarios. Resulta, por tanto, obvio que esta etapa no fue
mejor que el tiempo de los aborígenes.
Sin embargo, la posterior Guerra de
Independencia liquidó la economía y la paz. Entre 1830 y 1859, los esfuerzos
por consolidar la República fueron auspiciosos. Y cuando apenas se estaban
recuperando la economía y la paz social explotó la llamada Guerra Federal, que
acabó con los nacientes logros. Sin duda, los años inmediatamente anteriores
habían sido mejores.
Vino luego la larga autocracia de
Guzmán Blanco y sus sucesores políticos. Posteriormente, la de los militares
andinos en el poder, entre 1899 y 1945, primero con los generales Castro y
Gómez, y luego con los también generales López Contreras y Medina. Esta última
etapa significó un avance en todo sentido.
Con la denominada Revolución de
Octubre que en 1945 derrocó a Medina comenzó un sostenido proceso de
ascenso económico y social que duró hasta finales del siglo XX. Se proyectaron
grandes obras públicas y se inició una etapa de modernización del país. En 1946
fue elegida una Asamblea Constituyente que dictó la primera Constitución
democrática, y en 1947 fue electo el escritor Rómulo Gallegos como el primer
presidente escogido en comicios directos, universales y secretos. Y aunque será
derrocado por las Fuerzas Armadas a los nueve meses de haber tomado posesión,
serán los militares quienes ejecuten algunas de aquellas grandes obras, muchas
de las cuales fueron continuadas por los gobiernos democráticos surgidos a la
caída de la dictadura pérezjimenista.
Pocos pueden dudar hoy que a partir de
entonces y hasta 1999 hubo una etapa de progreso ascendente, al punto que en
aquel tiempo surgió una pujante clase media, como pocas en el continente.
Porque si bien es cierto que durante de la década militar (1948-1958) se
construyeron obras públicas fundamentales, no lo es menos que, entre 1958 y
1998, La República Civil superó aquellos logros, mientras se expandían
también el sistema democrático y el respeto a las libertades públicas y los
derechos humanos.
Como puede notarse, en medio de
tropiezos y dificultades, se avanzó en todos los órdenes, a pesar de ciertos
retrocesos puntuales, como la ausencia de democracia durante la dictadura del
general Pérez Jiménez y la insurgencia guerrillera castrocomunista, a comienzos
de los años sesenta. Pero queda fuera de toda duda que, entre 1959 y 1973 -bajo
los gobiernos progresistas de Betancourt, Leoni y Caldera I-, Venezuela fue un
país con una economía en ascenso, una moneda fuerte, niveles de endeudamiento
mínimos y un manejo prudente, austero y decente de los dineros públicos.
Y si bien es cierto que el alza
sorpresiva de los precios petroleros en 1973 indigestó financieramente al país
y se malbarató parte de aquella montaña de recursos a partir del primer
gobierno de CAP, no lo es menos que -seguido del de Herrera Campíns y Lusinchi,
entre 1974 y 1988- Venezuela siguió creciendo económicamente, con saldo
positivo en materias de salud, educación, vivienda, descentralización y
servicios públicos.
Por desgracia, crecieron también la
corrupción, la pobreza y la deuda externa, aunque nunca en las inmensas
proporciones actuales. El punto de inflexión entonces volvió a presentarse, al
igual que en su primera gestión, durante el gobierno de CAP II, al producirse
el Caracazo, los golpes militares de 1992 y su destitución en 1993.
Posteriormente, el gobierno de Caldera II garantizó cinco años de paz, así como
la continuidad administrativa y la ejecución de importantes obras públicas.
Sin embargo, y a pesar de todo, la
mayoría estaba descontenta y quería un cambio radical. Todo esto llevó al poder
a un militar golpista como Hugo Chávez Frías, quien prometió entonces resolver
los problemas del país, y luego de 13 años largos no había resuelto ninguno,
sino creado otros nuevos y más complejos. Sus sucesores han continuado aquel nefasto
legado. Hoy el país ha retrocedido un siglo, arruinado y peor que nunca, con
más pobreza y miseria, desabastecimiento y hambre, inseguridad terrorífica,
inflación descontrolada y corrupción sin precedentes.
Obviamente que aquel pasado fue
mejor que este presente trágico. ¿O usted lo duda, amigo lector?
@gehardcartay
LA PRENSA de Barinas (Venezuela) -Martes, 03 de enero de 2016.
LA PRENSA de Barinas (Venezuela) -Martes, 03 de enero de 2016.