LA PACIENCIA TAMBIÉN
SE AGOTA
Gehard
Cartay Ramírez
Al
igual que la comida, el empleo y las medicinas, la paciencia de los venezolanos
también se agota ante la incapacidad del régimen para sacar al país del foso en
que lo ha metido desde 1999.
Y
nadie podría asegurar que Maduro y su cúpula podrida no se han dado cuenta
todavía. Si eso fuera cierto -que no lo es-, esa cáfila de ineptos tendrían que
estar ciegos y sordos frente a esta desgracia venezolana que clama ante los
ojos de Dios. Porque se trata, dicho sea sin hipérbole alguna, de una situación
calamitosa en extremo y de una verdadera tragedia humanitaria que, en poco
tiempo, le estallará en la cara a la pandilla que usufructúa el poder.
Sin embargo, como lo anotamos la semana pasada
en este mismo espacio de opinión, el régimen está paralizado ante tan descomunal
desastre, creado por ellos mismos -insisto- desde hace ya 17 largos años. Y como no están ya en capacidad de
enfrentarlo, Maduro y su claque apelan al más burdo cinismo para desviar su
irresponsabilidad criminal.
Por estos días han soltado algunas perlas al respecto, siempre culpando a
los venezolanos de la tragedia que inició Chávez en 1999 -y que ellos han
aumentado groseramente-, eso sí, sin admitir jamás que toda la culpa es suya, y
de nadie más. Maduro ha dicho, por ejemplo, que él no es el culpable (¡!) de
que la gente haga colas interminables para tratar de comprar algo de comida. La
“ministra” de salud, por su parte, dijo que la escasez de medicamentos obedece
a que la gente los compra sin necesitarlos (¡!) y que no hay crema dental
porque todos nos cepillamos tres veces al día, “lo que no debe ser” (¡!).
Antes, también un “ministro” de la
alimentación tuvo los riñones de declarar que si había colas para comprar
alimentos era porque los venezolanos “teníamos mucha plata para adquirirlos”
(¡!). Más recientemente, el teniente Cabello señaló que en este país “hay mucha
comida” (¡!) y que la oposición inventa lo contrario para desestabilizar al
régimen (¡!).
Como
se observa, la campaña mentirosa del régimen siempre se basa -desde 1999- en
buscar a los culpables de la crisis fuera de ellos, ya sea el imperialismo, la derecha, la oligarquía, los marcianos o lo que
sea, pero nunca son ellos los responsables del desastre actual. (Se trata de la
misma estrategia de la dictadura castrocomunista que tiene 57 años culpando de
sus males al embargo yanqui, aunque
este ya no exista en la práctica desde hace tiempo, y sin embargo, el pueblo
cubano hoy está más hundido que nunca en la pobreza y el hambre.)
Lo más
trágico e imperdonable de todo es que en 1999 llegamos a esta catástrofe a
pesar de que Venezuela venía transitando una senda de desarrollo y progreso
sostenido como nunca antes -con problemas, claro está-, pero dentro de una
estrategia de superación de los mismos a mediano plazo. Y si no hubiéramos
caído en la aberración de que una mayoría de compatriotas eligiera a Chávez en
1998 (y, peor todavía, lo reeligiera en 2000, 2006 y 2012), hoy nuestro país
estuviera en mejores condiciones desde todo punto de vista.
Hasta 1998 Venezuela no sufría los males que
ahora padecemos: no existía una inflación significativa, ni el alto costo de la
vida había llegado a los extremos actuales. No sufríamos tampoco la escasez y
el racionamiento pavoroso de comida como ahora, ni hacíamos colas para intentar
conseguir un rollo de papel sanitario o un kilo de leche, porque abundaban en
los anaqueles y la gente compraba cuando quería lo que necesitaba. Esto hay que
decirlo, entre otras cosas porque es una verdad irrefutable.
No
obstante, el régimen permanece cruzado de brazos mientras avanza la tragedia de
Venezuela. Por supuesto que ya nada pueden hacer. Y no pueden porque ellos son
el problema, no la solución. Resulta imposible, por tanto, exigirle a quienes
son los culpables de todo este desastre que intenten buscarle una solución.
Lo que
la cúpula podrida del régimen debe hacer -y cuanto antes, mejor- es irse y darle
paso a otra gente en el mando de la nación, quienes tendrán a su cargo la difícil
tarea de sacar de abajo a un país que merece un mejor destino y que, a pesar de
todo, cuenta aún con recursos humanos y materiales para salir adelante.
Mientras
tanto, la paciencia de los venezolanos se agota cada día más. Por eso, aquí
tiene que darse cuanto antes un verdadero cambio de régimen y de gobierno. El
país es una gigantesca olla de presión a punto de explotar y ya se sabe que en
cualquier momento puede suceder.
@gehardcartayLA PRENSA de Barinas (Venezuela) - Martes, 02 de febrero de 2016.