martes, 19 de febrero de 2013

EL RÉGIMEN DE LA MENTIRA

Gehard Cartay Ramírez

 

Toda esta barahúnda que sus creadores han llamado revolución bolivariana o socialismo del siglo XXI no es otra cosa que una gran mentira.
Por eso mismo, el actual régimen es el régimen de la mentira. Desde su génesis en la sospechosa nocturnidad de los cuarteles, la mentira ha sido el principio rector que lo ha sostenido como proyecto de destrucción nacional, que no otra cosa ha sido.
Su jefe único y quienes lo acompañaron en su obsesión golpista han confesado que ingresaron a la Academia Militar con objetivos meramente conspirativos. Por eso, con la mayor hipocresía y doblez humana posible, mintieron al jurar lealtad a la Constitución Nacional y, por el contrario, se dedicaron a conspirar desde las sombras -“donde sólo trabaja el crimen”, decía Bolívar- para liquidar las instituciones democráticas y sustituirlas por un proyecto militarista, autoritario y castrocomunista, como lo han demostrado los hechos hasta la saciedad.
En el logro de ese cometido, esos militares felones pasaron 20 años sosteniendo la mentira de que eran leales a la Carta Magna y la democracia. Se disfrazaron de institucionalistas y engañaron a todo el mundo para esconder sus propósitos nefastos. Hicieron de la mentira su modo de conducta para desembocar en el fallido golpe de Estado del 4 de febrero de 1992.
Aquel crimen que costó la vida a centenares de venezolanos también fue disfrazado por la mentira chavista alegando no fue un golpe de Estado sino una “rebelión militar” (¿?). Pretendieron justificar su traición argumentando que el gobierno de Carlos Andrés Pérez (1989-1993) “había devenido en una dictadura, que como tal se arroga todos los poderes del Estado”, y porque era necesario “asegurar la estabilidad de las instituciones democráticas y el respeto a la Constitución y las Leyes, cuyo acatamiento estará siempre por encima de cualquier otra obligación”. Y finalmente porque también aquel gobierno “violaba de manera diaria y sistemática la Constitución y las Leyes que juraron cumplir y hacer cumplir” (El Nacional, 24-06-1992). ¡Vaya cinismo al compararlo con lo que ellos mismos hacen hoy!
Luego vino la gran mentira de su incorporación a la lucha democrática. En 1998 lanzaron la candidatura presidencial de su jefe golpista y este, a pesar de sus siniestros antecedentes -contenidos en los frustrados decretos que tenía preparados en caso de triunfar el golpe contra CAP-, mintió a los venezolanos sobre sus verdaderos propósitos si llegaba a la presidencia. El lobo se disfrazó entonces de ovejita: dijo que era un demócrata, abjuró del golpe de 1992, catalogó a Fidel Castro como un dictador, ofreció estar sólo cinco años en el poder, aseguró que no era socialista, anunció una cruzada contra la corrupción y prometió villas y castillos.
Fue elegido entonces presidente, gracias a esta monumental mentira, al engañar a millones de ingenuos, descontentos con los partidos históricos y anhelantes de un cambio para mejorar. Ya sabemos lo que ocurrió luego: se burlaron de aquella esperanza popular al quitarse la careta de “demócratas”.
Y lo primero que hizo fue aprobar una Constitución que estableció la reelección presidencial (que en 2009 convirtieron en indefinida); aceleró el carácter autoritario de su régimen, desconociendo la propia Carta Magna sancionada por ellos en 1999; se proclamó seguidor del dictador Fidel Castro; anunció que era socialista; incrementó la corrupción como nunca antes; y todos los problemas que prometió resolver los agravó, creando otros nuevos y complejos. Hoy Venezuela es un país en vías de disolución, probablemente para incorporarlo a la República de Cuba. Por de pronto, su régimen es una colonia castrocomunista, a plena luz del día.
En estos 14 años de régimen chavista, la Constitución también se ha convertido en una monumental mentira. También pasaron a ser mentiras absolutas el Estado de Derecho, la Soberanía Nacional, el Principio de la Legalidad, la Administración de Justicia, los Derechos Humanos, el Sufragio Libre y Efectivo, la Asamblea Nacional, el Tribunal Supremo de Justicia, la Fuerza Armada, el Consejo Nacional Electoral, la Contraloría y la Fiscalía General de la República, la Defensoría del Pueblo, los tribunales, casi todas las gobernaciones y alcaldías y un largo etcétera de principios democráticos.
Todas las  políticas oficiales han resultado también grandes mentiras: la supuesta lucha contra la pobreza, el desempleo, el hambre, la falta de viviendas, los servicios públicos, el drama de la salud, los apagones, el alto costo de la vida, etc., etcétera.
Una mentira descomunal que inventaron en la campaña presidencial pasada fue la acusar a Capriles “de tener preparado un paquetazo contra los venezolanos”. Ya sabemos la auténtica verdad: el paquetazo vino del actual régimen, hace apenas una semana. Sin embargo, la otra gran mentira que repiten como loros Maduro y su combo usurpador es que esa devaluación chavista del bolívar es para “beneficiar al pueblo”, cuando todo el mundo sabe que afectará especialmente a quienes menos tienen.
Y todo ello sin hablar de la cadena de mentiras que ha rodeado la enfermedad del jefe del régimen. En este asunto han engañado todo el tiempo a su propia gente, en un ejercicio de cinismo y falsedad pocas veces visto. El mismo golpista de 1992 también les mintió cuando presentó su candidatura presidencial en las elecciones de 2012, asegurando que ya estaba curado, con los resultados que todos conocemos y sobre los cuales no hace falta abundar.
Conclusión: este es el régimen de la mentira, pocas veces visto antes en la historia de Venezuela, donde hubo gobiernos mentirosos, pero nunca como el actual.

 (LA PRENSA de Barinas - Martes, 19 de febrero de 2013)



Verdades
DEVALUACIÓN Y EMPOBRECIMIENTO
Gehard Cartay Ramírez

Venezuela vive una dramática crisis desde 1999, pero ahora se agravará aún más por la indolencia e incapacidad del actual régimen.
Esa crisis terminal la conforman aspectos políticos, sociales, morales y económicos, y la profundización de cada uno de ellos supondrá un colapso del país más temprano que tarde. Entonces, como sucede con toda crisis, tal vez podamos abrir un nuevo capítulo en la historia venezolana.
La crisis política la conforman la violación permanente de la Constitución, el desconocimiento del Estado de Derecho, la descarada intervención de la dictadura castrocomunista de Cuba y su poder sobre la cúpula podrida del régimen, la ya inocultable acefalía presidencial, la usurpación del poder por parte de una camarilla cívico-militar, la degradación de todas las instituciones, la represión y persecución de la disidencia, la anomia política que cubre todo este proceso putrefacto y la incapacidad de la oposición democrática para posesionarse definitivamente como una fuerza popular que suplante al actual régimen.
La crisis social se manifiesta todos los días en cada rincón del país. Los servicios públicos en general no funcionan o funcionan mal. La marginalidad crece y el empobrecimiento de la gran mayoría de los venezolanos amenaza con una explosión popular sin precedentes. La calidad de vida de nuestro pueblo empeora en la misma medida en que el precio del petróleo sube, mientras que el régimen se ahoga en la sobreabundancia de los petrodólares que le ingresan y que son dilapidados, robados y regalados, sin atender las reales necesidades. Por si fuera poco, la inseguridad ha asesinado impunemente cerca de 200.000 venezolanos en estos nefastos 14 años del chavezato.
La actual crisis moral supera la de los peores gobiernos corruptos y pervertidos que hubo en el pasado. El régimen que sufrimos es el más corrupto y ladrón de la historia republicana. Sus jerarcas se han enriquecido como pocas veces, a costa del patrimonio público de los venezolanos. A todos los niveles oficiales se hacen negociados mil millonarios con los recursos del Estado.
Aún así, y para completar la actual tragedia venezolana, ahora el régimen acaba de poner la última guinda de su monumental  torta histórica: una criminal devaluación del bolívar cercana al 50 por ciento de su valor. Y esta es una tendencia iniciada por el oficialismo hace 10 años, pues ya suman cinco las devaluaciones hecha por el régimen en contra de nuestro signo monetario.
No hay que ser muy avispado para darse cuenta de que, en dos platos, las devaluaciones nos empobrecen a todos, mientras enriquecen al régimen, cuya voracidad corrupta, peculadora y dilapidadora traslada esa ganancia a la cúpula corrupta que ahora usurpa el poder, ante la grave enfermedad del presidente de la República.
Y es que, sin acudir a la complicada jerga de los economistas, lo que los venezolanos de a pié debemos saber es que la devaluación del pasado viernes 8 de febrero implica que el régimen nos ha robado el 50 por ciento de nuestros salarios y depósitos bancarios, mientras que, al mismo tiempo, aumenta al doble el precio de los artículos de la dieta diaria y de los servicios públicos, así como de otras operaciones.
¿O es acaso muy complicado comprender que en un país como este -donde casi todo se importa- al encarecerse en dólar cuando se devalúa el bolívar automáticamente los productos que llegan de afuera serán más costosos? Y no sólo los productos terminados, sino muy especialmente los insumos y materias primas que se importan. Esto significa, a su vez, que ahora muchos productos alimentarios subirán escandalosamente de precios, así como artículos de línea blanca, computadoras y accesorios, artefactos electrónicos, automóviles y pare usted de contar.
La consecuencia inmediata de todo este desastre será un alza considerable de la inflación en Venezuela, la cual, por si fuera poco, es hoy la más alta de nuestro continente y una de las más elevadas del planeta. Se producirá así una dramática reducción del poder adquisitivo de los venezolanos, es decir, se verá muy golpeada nuestra capacidad para comprar comida y bienes, así como el pago de servicios básicos, por citar apenas tres renglones cuyos costos se incrementarán ahora.
En otras palabras, la devaluación de este viernes rojo nos empobrece a todos, pero especialmente a los más pobres. Por eso es que la cúpula que usurpa el poder (Maduro y Cabello) no quiso anunciar en cadena nacional la devaluación del bolívar, a pesar de que todos los días hablan por radio y TV para decir hasta las cosas más estúpidas. Y en el colmo del fariseísmo y la hipocresía “le tiraron el muerto” al viejito Giordani, ministro de Finanzas y eminencia gris de la política económica del chavismo.
En definitiva, todo un monumental nuevo engaño al país entero, como tal como lo hizo también el jefe de régimen, ahora convaleciente en la metrópolis habanera, cuando en las pasadas elecciones presidenciales le mintió a los venezolanos diciéndoles que se había sanado su salud, y en realidad estaba gravemente enfermo como luego lo anunció él mismo, dos meses después de aquel proceso electoral.
Lo cínico de toda esta situación, amigos lectores, es que ocurre cuando el barril petrolero lo vende el régimen a 106 dólares, subió la unidad tributaria escandalosamente, aumentó todos los impuestos, incrementó la deuda externa a niveles astronómicos y aún así tiene el tupé de robarnos la mitad de nuestros ingresos,
Conclusión: la cúpula del régimen se enriquece cada vez más, mientras los venezolanos se empobrecen cada vez más.

(LA PRENSA de Barinas - Martes, 12 de febrero de 2013)