martes, 28 de enero de 2014


EN LOS 227 AÑOS DE LA FUNDACIÓN DE GUANARITO

ALGUNAS REFLEXIONES SOBRE UN PROYECTO  DE ARVELO TORREALBA PARA LOS LLANOS OCCIDENTALES VENEZOLANOS

DISCURSO DE ORDEN PRONUNCIADO POR  EL GOBERNADOR DEL ESTADO BARINAS,
GEHARD CARTAY RAMÍREZ,
EN LA SESIÓN SOLEMNE DEL CONCEJO MUNICIPAL DE GUANARITO, ESTADO PORTUGUESA


(Guanarito, 24 de enero de 1995)



Agradezco profundamente la distinción que me han conferido la Alcaldía y la Cámara Edilicia del Municipio Guanarito del Estado Portuguesa, al designarme orador en esta Sesión Solemne con motivo de los 227 años de la fundación de esta pujante localidad.
Fray Andrés de Grazalema fue el fundador del Pueblo de Nuestra Señora de la Paz de Guanarito, allá por 1768, según el Hermano Nectario María, sin fijar el día, “el cual hubo de ser en la festividad de Nuestra Señora de la Paz”.
El fraile Grazalema era andaluz y capuchino. Hombre aventurero y de probado coraje, recorrió ríos y tierras de esta parte de los llanos occidentales. Los hoy ríos Cojedes, Portuguesa y Apure lo vieron transitar en sus distintas correrías hasta llegar a este lado del entonces río Guanarito, donde fundara la población del mismo nombre.
Con el tiempo, Guanarito fue ciudad importante. En 1787, escribió mi paisano Virgilio Tosta, “contaba con 1779 habitantes, residentes en 92 casas. De estas viviendas, 30 se encontraban en el pueblo y 62 dispersas en los campos. La población estaba formada por 673 blancos, 37 indios libres, 880 personas de color, también libres, y 189 esclavos”.
Tosta afirma que los capuchinos evangelizaron a la mayoría de la población. La actividad ganadera era notable y laboriosa: “Había 147 pequeños hatos donde pastaban 24.790 cabezas de ganado vacuno, 1504 de ganado caballar y 155 mulas”. “Guanarito -prosigue señalando Tosta- ya no correspondía a la Provincia de Caracas, pertenecía a la de Barinas”.
La población progresó considerablemente en los años siguientes, aún cuando a comienzos del siglo XIX comenzó a declinar, producto de los estragos de la revolución independentista, de la cual no podía sustraerse -según anota el profesor Manuel Pérez Cruzatti- por ser “un pueblo con sed de justicia y amante de la libertad”. En efecto, el cantón de Guanarito tendría su diputado en el Congreso Constituyente de 1811, el médico José Luis Cabrera, quien al lado de Unda, electo por Guanare, y Pérez de Pagola, por Ospino, formarían una trilogía entusiasta y fervorosa al servicio de la Independencia.
Durante la Guerra Federal, Guanarito también sobresalió al lado de los ideales de Zamora y Falcón. Era la revolución de los indios, como algunos la llamaron, no despectivamente, sino en reconocimiento a la fiereza de sus hombres. A su cabeza estuvo Martín Espinoza. “Dicen que era de El Pao de San Juan Bautista -ha escrito José León Tapia- y desde joven se fue a Guanarito y Morrones, deambulando por todos estos caseríos a la orilla del río, donde trabajaba como bonguero y vendedor de fustas fabricadas por él mismo. Tenía un callo en el hombro de tanto empujar la palanca en el fondo de los cauces. Hasta que en una de esas ausencias, los godos le violaron la mujer y la hija para hacerle nacer el odio”, agrega Tapia.
“Desde entonces -sigue relatando el escritor barinés-, comenzaron las andanzas a caballo, seguido por la indiada de Guanarito, pidiendo sus resguardos de tierra y respeto en sus derechos, contenidos en los protocolos que guardaban sus ancianos desde el tiempo de la Colonia”.
Lo dicho, independientemente de la fatal suerte que acompañó luego a Espinoza,  no hace sino reafirmar la importante contribución de esta población a la causa federal, reconocida tanto por Falcón como por Zamora. Con el tiempo, Guanarito también alumbraría con las luces de la cultura y el periodismo desde las páginas de La Campana y a través de briosos intelectuales de la época.

***

Como la mayoría de los pueblos recostados a nuestros ríos, los primeros años del presente siglo fueron duros y difíciles para Guanarito.
Aquí, en el sur oeste venezolano, las vías fluviales dejaron de ser navegables en su mayoría, por efectos de la sedimentación de sus cauces y la destrucción de sus cabeceras. La acción depredadora del hombre, lamentablemente, no se hizo esperar en sus funestas consecuencias.
Porque la mayor parte del comercio de exportación e importación se hacía entonces por los ríos tributarios del Apure, que luego se enlazaba con el soberbio Orinoco para salir al Atlántico, hacia el continente europeo, y viceversa. Por eso mismo, los españoles fundaron pueblos a la orilla de los ríos, no sólo por la necesidad del vital líquido, sino por ser aquellos vehículos de comunicación más veloces que el tránsito a caballo o a pie.
Sobre este tema en particular quiero centrar mi discurso de hoy ante ustedes, amigas y amigos de Guanarito, por su relación estrecha con esta tierra y con los llanos occidentales, y convertir en la parte medular de estas palabras las ideas que un venezolano de excepción, paisano de Barinas, gobernador de mi estado entre 1941 y 1945, el poeta Alberto Arvelo Torrealba, autor de Florentino y el Diablo, vertió en 1952 en Caminos que andan (Panorama y Destino del Oeste Venezolano), un libro extraordinario sobre lo que pudieron haber sido estos llanos del suroeste venezolano si se hubieran conservado las nacientes fluviales y los recursos forestales, la navegación de los ríos y las óptimas condiciones de estas llanuras para el desarrollo agrícola.
Estaba muy interesado en lograr, según sus propias palabras, “una proyección geoeconómica de los Llanos Occidentales, frente al régimen ya definidamente torrencial de los veneros hidrográficos que drenan el flanco Este de la Montaña Andina”.
Se trata de una profunda y elaborada reflexión sobre temas en los cuales no era precisamente un especialista doctorado aquel abogado y poeta. Pero sus ansias por conocer aspectos que le apasionaban lo llevaron a profundizar sobre los mismos con tanta erudición como cualquier especialista en las materias allí abordadas. Sus conversaciones con agricultores, sus consultas a libros de autores especializados, la observación directa que le facilitaba su inteligencia y agudeza innata y su comprensión lógica del los temas globales, fueron ejercicios intelectuales que le ayudaron en la concreción de aquel proyecto que tenía en mente.
Fue así como concibió Caminos que andan, obra que lo convirtió -al menos en su país- en un precursor indiscutido de la ecología y la conservación de los recursos naturales, mucho antes, por cierto, de que esta temática se pusiera de moda y llamara la atención del mundo moderno.
Lo esencial de este libro de Arvelo Torrealba postula como fundamental la circunstancia de que, ya a mediados del siglo pasado, los Andes Venezolanos, en sus zonas medias y altas, se encontraban superpoblados y sus tierras exhaustas y en avanzado estado de erosión, mientras que los Llanos Occidentales estaban despoblados, a pesar de la feracidad de su suelo. El futuro le daría la razón a Arvelo Torrealba en aquel planteamiento de principios de los años cincuenta, aunque sus predicciones, lamentablemente, también se cumplieron en materia de destrucción de cuencas hidrográficas y forestales.
Pero en aquel entonces su idea tropezó con ciertos inconvenientes, entre ellos, la creencia generalizada de que las tierras de nuestros llanos eran pobrísimas, de bajo rendimiento y anegadizas, aparte de estar infestadas por enfermedades terribles. Arvelo Torrealba, por el contrario, sostenía que los suelos llaneros acumulaban “hondos estratos de humus” y que ofrecían mejores condiciones de vida a quienes los habitaban, por haberse erradicado ya algunas enfermedades como la malaria, “rezago imaginativo de la otra Venezuela”, agregaba.
“Hoy por hoy -sostenía hace ya 40 años- es difícil desconocerles a los Llanos Occidentales su potencia agrícola de primer orden. De sus 60.000 kilómetros cuadrados la mitad, por lo menos, están cubiertos de selvas de infiltración, cuya honda capa de humus, en una superficie de 3.000.000 de hectáreas, es inmenso pliego probatorio exhibido ante todos los que conocen la comarca”.
Por desgracia, desde hace algún tiempo ya, pueden constatarse las consecuencias trágicas de no haberlo oído y seguido en sus sabias recomendaciones: se están secando aceleradamente las cabeceras de los ríos y agotándose sus reservas forestales, con las lógicas consecuencias de sequía y deterioro del medio ambiente. Por supuesto que todo esto ha afectado severamente el régimen hidrológico de la zona, pues las inundaciones atacan en forma recurrente a las zonas altas de los llanos, mientras los ríos disminuyen de manera dramática su volumen durante el verano y, paradójicamente, crecen y se desbordan en la estación lluviosa.
Parte muy importante del proyecto arveliano contenido en aquel libro de 1952 son sus reflexiones sobre los ríos de los llanos occidentales, a los que justamente bautizó “caminos que andan”, y que constituyeron otra pasión vital del poeta en todo tiempo y lugar. Ya lo había demostrado suficientemente, como gobernante y hombre de Estado, cuando estuvo al frente de los destinos de su natal Barinas, entre 1941 y 1945.
Su pasión por “los caminos que andan” tuvo motivaciones de distinto orden: unas nostálgicas, pues los ríos -como ya señalé antes- habían sido en el pasado las vías de comunicación que permitieron la salida de los productos de exportación y también la entrada de los artículos que venían del exterior, desempeñando así un papel estelar en la economía llanera durante varios siglos. Arvelo Torrealba tuvo también motivos de orden ecológico en virtud del importante papel que cumplen los ríos en la formación del paisaje de los llanos, en la prevención y control de inundaciones y en su utilización para las labores de riego con fines agropecuarios. Y hay finalmente razones de estratégica planificación del potencial desarrollo de la región, si fuera posible -como lo vislumbraba aquel sueño permanente del poeta- volver a convertir los ríos en vías de comunicación y progreso, al igual que lo fueron antes y lo siguen siendo en muchas partes del mundo de hoy.
Pero no se queda Arvelo Torrealba en estos comentarios generales. Va más allá, al recordar la antigua función que cumplían los ríos de entonces al entrelazar diversas localidades ubicadas en las riberas de los afluentes: “Desde el puertecito de Torunos sobre el (río) Santo Domingo, para Barinas, para Guanare desde el de Guerrilandia sobre el (río) Guanare y desde (el río) Payara para Acarigua y Araure, el destino de aquellas rutas era unir pueblos de variadas latitudes. (El Real, Santa Inés, Santa Lucía, San Vicente, Bruzual, Nutrias, Puerto de Nutrias, Apurito, Guasdualito, Arismendi, Guadarrama, El Pao, San Fernando de Apure, Río Negro, Ciudad Bolívar). Caminos de vitalidad permanente para el Sur de Venezuela. Café, caco, tabaco, manteca, añil, iban río abajo con el empuje del trabajo local, permutados, en el río arriba, con medicinas, muebles, víveres y toda clase de mercancías”.
Lamentablemente, aquel hermoso y dinámico movimiento finalizó por diversas razones que explica así el poeta con honda preocupación: “Las contiendas civiles, la penurias de los gobiernos que debieron dejar los álveos a su propia abandonada suerte, la quema sistemática del agro, la tala sin renuevos, desataron a corto plazo la respuesta trágica de la naturaleza ante el flagelo humano. Al remanso apacible siguieron -escombro de cascadas- las oscuras torrenteras, despeñadas por donde bajaban antes gárrulos manantiales. El don del agua honda pasa a ser privilegio de cuatro o cinco meses. Para el resto del año campean los playones adustos”.
Lo demás vino por añadidura: “Tras la pérdida de varios vapores, lanchas y bongos en la aventura de remontar el Santo Domingo, el Guanare y otras vertientes, éstas terminaron por bloquear su propio camino, interferido por arenales y carameros. Desolación y silencio señorearon en los cauces antes fecundos, mientras la gente ribereña, espectadores pasivos del desastre, aislados, desarticulados en cautiverio sin cárcel ni cadenas, huyeron unos y se entregaron otros a la condena inapelable del hambre y el paludismo”.
En materia ecológica, a pesar de haber sido uno de sus precursores en Venezuela, Alberto Arvelo Torrealba terminó arando en el mar. Así como escasamente se conoce esta interesante y patriótica faceta suya, opacada por la muy celebrada que tiene como poeta popular llanero, igualmente hay que afirmar que muy pocos la han estudiado y menos aún quienes le hicieran caso -entre ellos los gobiernos siguientes- a sus tempranos y sabios planteamientos.
Si traigo a colación todas estas reflexiones del gran poeta barinés es porque, en un ejercicio de ensoñación 40 años después, pudiéramos imaginar lo que hoy serían estos llanos occidentales de Portuguesa y Barinas si se hubieran puesto en ejecución aquellas ideas progresistas y audaces. Sin duda, Guanarito sería hoy un emporio agrícola y ganadero, superior a su actual grado de desarrollo, como también lo serían todas estas poblaciones ubicadas en la planicie que se desliza hacia el brioso río Apure.   
Pero estamos aún a tiempo para cumplir aquellos hermosos sueños de Arvelo Torrealba, de cuyo nacimiento se cumplen noventa años el próximo 4 de septiembre, para lo cual se cumplirá una programación n especial en Barinas, con justos homenajes y significativas obras en su memoria.
Aún estamos a tiempo -insisto- de rescatar aquellas ideas progresistas y hacerlas realidad para impulsar el desarrollo de estas planicies, tan extensas como prometedoras.
Porque si bien es cierto que por estas fechas rememoramos el pasado de Guanarito en sus 227 años, lo fundamental hoy es prefigurarnos su porvenir y luchar para que sea luminoso y progresista, y en ese compromiso están comprometidos sus hijos y sus amigos.
Por estas razones, hoy he venido hasta acá, como vecino y llanero, a consignar ante ustedes estas inquietudes y a agradecer, una vez más, al alcalde Valmore Betancourt, amigo y compañero de generación y de luchas, y a la Cámara Municipal, por esta extraordinaria oportunidad que me han brindado para reflexionar en voz alta y convocarlos a la lucha por un destino mejor.
Muchas gracias.


   




jueves, 23 de enero de 2014

OTRA ESTAFA MÁS
Gehard Cartay Ramírez
Ni memoria ni cuenta, sino una nueva estafa a los venezolanos resultó la comparecencia de Maduro ante la Asamblea Nacional, en lo que debió ser el informe de gestión del año anterior.
Aquello fue un espectáculo grotesco. El orador tuvo serias dificultades para leer un discurso que alguien le preparó, por lo que poco sabía sobre su contenido. Frases vacías, citas absurdas y, sobre todo, un profundo desconocimiento de lo que contenía aquel texto ajeno que, al parecer, ni siquiera tuvo la previsión de leer antes con algún detenimiento.
La ocasión puso de relieve, una vez, más la falta de preparación y de capacidad del personaje, elevado al poder por su obsecuencia hacia el extinto jefe y por su vinculación con los hermanos Castro. Un personaje oscuro, de quien se ignora casi todo y que, en un golpe de suerte, llegó a Miraflores sin el mayor esfuerzo.
No hubo memoria porque ni siquiera pudo precisar los “logros” que alcanzó el régimen en el año de la cuenta, como lo manda la Constitución Nacional en su artículo 237. No hubo información sobre “resultados de gestión” -que algunos debería haber-, ni tampoco datos y estadísticas al respecto, como décadas atrás acostumbraba a hacerse en los mensajes de memoria y cuenta de los presidentes de la República.
Sucedió todo lo contrario: fue más lo que escondió que lo que pudo informar. Así, por ejemplo, ocultó deliberadamente la grave crisis económica que sufrimos hoy, como consecuencia de 15 años de políticas erradas, practicadas con el sólo propósito de imponer un proyecto económico ya fracasado en todas partes, pero que le resulta imprescindible en función de controlarlo todo.
No dijo nada tampoco sobre la terrible circunstancia de que Venezuela es hoy uno de los países con mayor inflación en el mundo, por encima de Irán, Siria y Sudán, siendo estos dos últimos países afectados por cruentas guerras civiles. Sufrimos la más alta inflación del continente americano (56,1 por ciento), mientras que países como Chile, Uruguay, Perú, Colombia, Paraguay, Brasil, Ecuador y Bolivia no superan, en promedio, el 3%. Somos, además, el único país miembro de la OPEP que redujo en 2013 sus reservas internacionales, según cifras del investigador Luis Mata Mollejas, presidente de la Academia de Ciencias Económicas y Coordinador del Doctorado en Economía de la UCV (Véase la revista Zeta, No. 1953, páginas 24 y 25).
Pero Maduro no dijo nada al respecto. No dijo nada tampoco sobre la creciente devaluación de bolívar. No dijo nada sobre la merma de las reservas internacionales de Venezuela. No dijo nada sobre los niveles críticos de las reservas líquidas del país. No dijo nada sobre la escasez, el desabastecimiento de productos de primera necesidad. En cambio, sólo insistió en la necedad de la supuesta “guerra económica de la oligarquía”, argumento infantil que ya nadie cree después de 15 años continuos de régimen chavista.
No dijo nada tampoco sobre el drama de la inseguridad desbordada e incontrolable, que ya ha asesinado 250.000 ciudadanos desde 1999. No fue capaz de enfrentar esta dolorosa tragedia que enluta a la familia venezolana en general y que hoy casi todo el país clama porque sea enfrentada para no seguir sufriendo esta especie de genocidio contra nuestro pueblo.
No dijo nada tampoco sobre la galopante corrupción de la cúpula podrida del régimen y de casi todos sus funcionarios, validos y testaferros. No dijo nada sobre el colosal saqueo del patrimonio público a manos de los altos jerarcas de su régimen, todo lo cual evidencia que la corrupción seguirá rampante, estimulada desde arriba, mientras la calidad de vida de los venezolanos empeora cada día.
 Dentro de esa estrategia de ocultar su fracaso y el de su antecesor, Maduro también incurrió en el abuso de enmascarar deliberadamente una nueva devaluación del bolívar, anunciar la supuesta eliminación de CADIVI y el  traslado de unas cuantas atribuciones al SICAD, pero subiendo la tasa de cambio de 6.30 a 11,60 por dólar.
Lo demás no pudo ser más penoso: unos cuantos enroques entre sus ministros y altos funcionarios, los mismos que han fracasado desde hace varios años, lo que revela también su incapacidad para rectificar y poner punto final a esta tragicomedia de equivocaciones que nos lleva al más profundo precipicio.
Conclusión: marchamos raudamente hacia el colapso total del país, mientras la cúpula del régimen se enriquece a manos llenas y los venezolanos se empobrecen cada vez más.  
Twitter: @gehardcartay
LA PRENSA de Barinas - Martes, 21 de enero de 2014

domingo, 19 de enero de 2014

EL DISCURSO ASESINO
Gehard Cartay Ramírez
Son múltiples las causas de la inseguridad, pero en Venezuela una muy importante ha sido el discurso asesino que el régimen impuso desde 1999.
Dos días después de haber asumido el poder, el teniente coronel Chávez justificaba que un padre de familia robara si su familia estaba pasando hambre. Aquello era apenas el anuncio de lo que vendría después: populismo exacerbado y contubernio del régimen con el hampa, convertida hoy en otro brazo armado al servicio de sus oscuros intereses de poder.
Aquello también proclamaba la filosofía del régimen que se inauguraba: en lugar de ejecutar una política económica y social dirigida a reducir la pobreza, se tomaba el atajo fácil de la demagogia apelando a la lucha de clases como mecanismo para dividir a la sociedad venezolana entre pobres y ricos. Y, al mismo tiempo, exaltando un discurso de odio para acusar a unos de ser responsables de la miseria de otros.
Ese discurso de odio tiene ya 15 años pronunciándose casi todos los días. Un discurso cargado de palabras tan peligrosas como cualquier arma. Palabras terribles como “pulverizar”, “liquidar”, “demoler” o “aplastar” a “los enemigos de la patria”, se han repetido casi todos los días por todos los medios de comunicación de masas durante tres largos lustros, dichas -por si fuera poco- desde el más alto sitial de poder en Venezuela. Y las han oído niños que después se han convertido en adolescentes; adolescentes que, en muchos casos, luego se transformarían en profesionales del hampa.
Su efecto multiplicador es, sin duda, una de las causas fundamentales del clima de inseguridad, violencia y muerte que hoy corroe a nuestro país.
Creo que esta es una afirmación irrebatible. Ya se ha dicho que, a veces, las palabras pueden ser más asesinas que las armas. Lamentablemente, en nuestro caso, ambas se vienen utilizando de manera simultánea.
Así, al tiempo que el discurso asesino del régimen ha sembrado el odio entre los venezolanos, aquel ha venido dotando de armas a los llamados “colectivos” (grupos paramilitares terroristas a su servicio), a la delincuencia presidiaria y a la que actúa libremente en las calles. Unos y otros, insisto, han sido provistos de armamento porque actúan en apoyo del régimen como bandas de choques para amedrentar y aterrorizar a sus adversarios y a la sociedad en general.
Lo afirmado se basa en otro hecho irrefutable: en Venezuela sólo el Estado tiene el monopolio de la venta y distribución de armas de fuego. Ningún particular puede vender armamento. En consecuencia, si la delincuencia y los paramilitares chavistas poseen armas resulta indubitable que es el propio Estado el que se las suministra. En cambio, los venezolanos honestos y trabajadores no las poseen y, en la práctica, aquí los únicos armados son las autoridades y los malandros.
No pueden entonces extrañarnos los casi 250 mil asesinatos desde 1999. La inseguridad, la violencia y todos esos homicidios aumentan cada día, y no por casualidad. Son la resultante de la incapacidad del actual Estado venezolano para garantizar la vida de sus ciudadanos y de su descarada indolencia para perseguir, castigar y enjuiciar a una delincuencia impune, con una capacidad de acción cada vez mayor.
Todo esto demuestra también el fracaso de las políticas sociales y económicas del régimen. Porque está comprobado que aquellas sociedades con mayores desigualdades sociales y económicas son las más propensas al crecimiento de la violencia, la criminalidad y la inseguridad. Venezuela es hoy un claro ejemplo al respecto.
Por si fuera poco, al lado de la incapacidad del régimen para ejecutar políticas destinadas a sacar a millones de venezolanos de la pobreza y de la complicidad oficial con la delincuencia, ahora se suma otra irresponsabilidad al sacar de las cárceles a peligrosos sujetos, lo que crea un cuadro de horror para la familia venezolana.
Nada de esto debería extrañarnos, insisto. No hay que olvidar que quienes dirigen este régimen insurgieron a la política el 4 de febrero de 1992 armados de metralletas y tanques de guerra, con un saldo vergonzoso de muertos y heridos. Esa fue su partida de nacimiento en la actividad política, y no han renunciado a ella.
Los recientes asesinatos de Mónica Sper, Miss Venezuela 2004 y popular actriz de televisión, y de su marido, se suman ahora a los 250 mil homicidios que se contabilizan desde 1999. Su bello rostro y su fama han hecho resaltar su muerte a manos de la criminalidad que nos agobia a todos los venezolanos. Pero, así como ella, otros miles de compatriotas anónimos han muerto a manos de la delincuencia desbordada.
Saldo sangriento producido por el discurso asesino del régimen y su permanente siembra de odios, así como de su criminal tolerancia frente a quienes le han declarado la guerra a muerte a la familia venezolana.
   Twitter: @gehardcartay
El blog de Gehard Cartay Ramírez
LA PRENSA de Barinas - Martes, 12 de enero de 2014

miércoles, 15 de enero de 2014

Campíns-Valero y Cartay: líderes históricos: Copei en Barinas fue fundado 3 meses después del 13 de enero de 1.946

13/01/2014 | 8:40 PM



(Dimas J. Medina).- Tres meses después de haber sido fundado el partido Comité de Organización Política Electoral Independiente -Copei- en la capital de la República, es creada en nuestra entidad la mencionada organización política.
Ocurrió en abril de aquel 1.946 en una humilde vivienda ubicada en el cruce de la Avenida Libertad con Calle 5 de Julio, en pleno centro de aquel poblado, a escasas dos cuadras de la Plaza Bolívar.
El fundador de Copei en Barinas, fue el entonces bachiller Luis Herrera Campíns, dirigente juvenil del estado Portuguesa. Junto a aquel recordado líder, que 32 años después, llegó a la presidencia de la República, aparecen como fundadores de Copei en Barinas, Manuel Antonio Cartay Sequera y joven llamado Luciano Valero.
Ese equipo pionero acompañó a Rafael Caldera cuando vino a hacer campaña como candidato presidencial en 1947, en medio de un clima adverso por cuanto AD era mayoría en Barinas. Luego, durante la dictadura perezjimenista, aquel grupo inicial fue hostigado y algunos tuvieron que irse a otras regiones, incluyendo a los más jóvenes, que fueron a estudiar en la Universidad de Los Andes en Mérida.
Luciano Valero y Cartay
Al instaurarse la democracia en 1958, el partido pasó a ser liderizado por el novel abogado Luciano Valero, de la segunda generación copeyana, quien es designado gobernador de Barinas por el presidente Rómulo Betancourt entre 1959 y 1964. Cinco años después, en 1968, Caldera es electo presidente de la República y Valero vuelve a la Gobernación por cinco años más.
En 1974 el partido pasa a la oposición ante el triunfo de Carlos Andrés Pérez y comienza a despuntar como líder de relevo el entonces recién electo diputado al Congreso Gehard Cartay Ramírez, con apenas 23 años de edad, perteneciente a la tercera generación del Copei barinés. En 1977, Cartay Ramírez asume la jefatura copeyana de Barinas y dirige la campaña electoral de Herrera Campíns, quien en 1978 gana la presidencia de Venezuela. Como gobernadores fueron designados en aquel período el médico José Napoleón Paredes (fallecido), el abogado José González Puerta y el ingeniero Arnoldo Matheus Camacho (también fallecido).
Sin embargo, AD siguió siendo mayoría en Barinas, hasta que en 1992 y 1993 Gehard Cartay Ramírez resultó electo gobernador de Barinas al derrotar a Rafael Rosales Peña, candidato de AD que aspiraba la reelección. Fue la única vez que Copei pudo desplazar a AD como primera fuerza política en la entidad.
En los años siguientes, el Copei barinés, al igual que el de toda Venezuela, ha visto mermada su condición de fuerza mayoritaria. Particularmente, desde las elecciones del año 2000, en Barinas sus resultados electorales han sido ínfimos, aunque actualmente parece haber experimentado una levísima recuperación bajo la conducción de Fernando Monsalve, integrante de la cuarta generación copeyana, y un equipo de dirigentes de las nuevas promociones.
Copei actual
Tras casi 15 años de no tener representante alguno en organismos de elección popular, Copei logró en diciembre de 2.012 una curul en el parlamento barinés en la persona del abogado Francisco Betancourt.
Y después de los comicios municipales del pasado 8 de diciembre, la organización socialcristiana pasó a convertirse en el segundo partido dentro de la Mesa la Unidad Democrática con el mayor número de ediles en el estado Barinas.
De los 2 alcaldes, 4 cámaras municipales y 25 ediles logradas por la oposición en todo el territorio barinés, Copei obtuvo 5 curules en los municipios Sosa, Sucre, Zamora y Barinas.
Ellos fueron Yonny José Roa y Tiodulfo Huiza, en Sosa; Luis Antonio Rodríguez, en Zamora; Arnaldo Saavedra, en Sucre y el periodista Tarquino González Concho, en el municipio capital.
Con los 7 diputados con que actualmente dispone la oposición en el estado Barinas (2 en la Asamblea Nacional y 5 en el Consejo Legislativo entre principales y suplentes), la MUD ahora suma los alcaldes José Luis Machín (Barinas), Ronald Aguilas (Sucre) y 4 cámaras municipales en Barinas, Pedraza, Sosa y Sucre.
Con este alentador panorama político, Copei asume el desafío de retomar su identidad ideológica como partido socialcristiano y asumir como propias las luchas populares que hay que acometer contra el gobierno nacional.
Para esa gran tarea, tal como lo ha venido sosteniendo el ex gobernador Gehard Cartay Ramírez, Copei ofrece al país una plataforma de cambios y transformaciones profundas que garanticen los derechos fundamentales de los venezolanos, especialmente mejorar su calidad de vida, mayor seguridad, empleo y bienestar a todos los niveles.
"Copei está participando activa y decisivamente en las tareas de la unidad para derrotar al actual régimen en las próximas elecciones", insistió el líder copeyano barinés.

Foto: Los ex presisdentes Rafael Caldera y Luis Herrera Campíns junto al ex candidato presidencial Oswaldo Alvarez Paz acompañando a la asunción de Gehard Cartay como mandatario barinés en 1.993 (Foto reproducción Yonny Camacho).

lunes, 13 de enero de 2014


¿POR QUÉ ESTAMOS COMO ESTAMOS?
Gehard Cartay Ramírez
A estas alturas, Venezuela pudiera haber sido ya un país del primer mundo.
Desde mediados del siglo pasado, nuestro país había iniciado una fulgurante carrera hacia su desarrollo. Al tiempo que se comenzaba a construir una ambiciosa infraestructura de obras públicas, el crecimiento y ascenso de una incipiente clase media abría también las puertas a un progreso de grandes perspectivas. Y en medio de aquellos auspicios, la fortaleza económica que le auguraba ya la explotación petrolera, completaba un cuadro optimista que muchos otros países envidiaban con justa razón.
Entre 1950 y 1973 -ocho años de dictadura perezjimenista y 15 de los iniciales gobiernos democráticos-, hubo un progreso generalizado y un crecimiento sostenido en todos los órdenes. Venezuela despegaba entonces con firmeza hacia una nueva etapa de superación y desarrollo.
Lamentablemente, un hecho totalmente ajeno -que no supo manejar el gobierno de entonces- distorsionó aquellas metas. En 1974, al producirse un aumento inesperado en los precios internacionales del petróleo, brotó de repente una espectacular riqueza que inundó a Venezuela como nunca antes. Fue una auténtica revolución de las magnitudes financieras, frente a las cuales los conductores de entonces no supieron, no pudieron o no quisieron tomar las medidas sabias y aconsejables que, por ejemplo, recomendó tercamente Juan Pablo Pérez Alfonso.
Y aún así, el país siguió su avance en otros órdenes, aunque lesionada ya severamente la moral pública por el incremento de la corrupción administrativa, el “vivapepismo” y el abandono del trabajo creador ante el facilismo y la abundancia de petrodólares. Esa perversión creó el llamado Efecto Venezuela, así bautizado por algunos expertos, para intentar explicar, sin lograrlo, cómo fue que nuestro país, a pesar de haber recibido a partir de 1974 una montaña de petrodólares, en paralelo se endeudó como nunca antes también.
Pero, insisto, aún entre 1974 y 1999, el país siguió progresando. Se nacionalizaron el hierro y el petróleo, se continuó la masificación educativa a todos los niveles y se siguieron construyendo obras fundamentales (la Siderúrgica del Orinoco, la red eléctrica, el Metro de Caracas, así como viviendas, carreteras y autopistas, obras culturales, hospitales y servicios públicos). Se formó toda una generación de jóvenes en el exterior y se inició el proceso de descentralización y regionalización a partir de 1989 con la elección de gobernadores y alcaldes, entre otros hechos de la mayor trascendencia.
En paralelo, subterráneamente, junto a problemas de miseria y pobreza que no se enfrentaron a tiempo, una conspiración golpista hacia mella a la ejemplar institucionalidad que las Fuerzas Armadas habían demostrado desde 1958. El teniente coronel Hugo Chávez Frías, junto a una peligrosa logia militarista, traicionaron su juramento de lealtad a la Constitución de 1961, al intentar un golpe de Estado en febrero de 1992, con saldo de centenares de muertos y heridos. Fracasaron entonces, pero, por una de esas paradojas inexplicables en sana lógica, aquel brutal hecho los catapultó a la toma del poder en las siguientes elecciones.
Fue así como en 1998 -en un acto insólito de suicidio colectivo-, aquel militar golpista fue elegido presidente e inició un proceso de retroceso, anacronismo y corrupción nunca antes visto en nuestra accidentada historia republicana. El desarrollo que veníamos experimentando frenó en seco y dimos una especie de vuelta en U en casi todos los aspectos. Y todo ello a pesar de que una nueva escalada de muy altos precios petroleros vino a beneficiar al nuevo régimen.
Sin embargo, a partir de 1999, la puesta en marcha de un proyecto autoritario y personalista, trajo consigo rémoras escandalosas como el caudillismo, el culto a la personalidad y el sometimiento de los demás poderes a su mando omnímodo, el estatismo exagerado y el militarismo rampante, la liquidación del federalismo, la conspiración permanente contra el sufragio confiable y efectivo, la conversión del régimen en una colonia castrocomunista, la persecución y penalización de la disidencia, la violación de los derechos humanos, los zarpazos constantes contra la libertad de expresión y de información, la destrucción de aparato productivo privado, el aumento colosal de la deuda externa, el crecimiento de la pobreza, la miseria y la desnutrición, la destrucción de PDVSA, el colapso de los servicios públicos, la falta de viviendas para los sectores populares y la clase media, la ausencia de oportunidades para nuestros jóvenes y el asesinato de más de 250 mil venezolanos a manos del hampa.
Quiere decir que los problemas que consiguieron en 1999 y que prometieron resolver, muy por el contrario fueron agravados. Y, de paso, crearon otros nuevos y complejos. Hoy está comprobado que la destrucción del país se ha acelerado vertiginosamente bajo el actual régimen, pues bien se sabe que Venezuela sufre desde 1999 un lamentable proceso de retroceso, destrucción y crispación.
Por eso estamos como estamos. Y eso no podemos olvidarlo.
Twitter: @gehardcartay
El blog de Gehard Cartay Ramírez
(LA PRENSA de Barinas - Martes, 07 de enero de 2014)

domingo, 5 de enero de 2014

LA OPOSICIÓN: ACIERTOS Y ERRORES (III)
Gehard Cartay Ramírez
Analizados ya en mis dos anteriores columnas de opinión el papel de la oposición democrática y sus limitaciones estratégicas, culmino estas notas refiriéndome a su actual liderazgo y a algunas de sus equivocadas conductas.
Resulta obvio que hay que replantear el liderazgo opositor a todos sus niveles, analizando sus fracasos y aciertos a la luz de los resultados de las últimas elecciones, visto que esa ha sido la estrategia que la cúpula de la MUD ha privilegiado. Hay mucho dirigente opositor ya agotado electoralmente, cuyas repetidas candidaturas no han calado entre la gente. No digo que den un paso al costado, por cierto. Pero creo que tal vez podrían ser mucho más útiles si se dedicaran a la lucha social, a acompañar a la gente en sus problemas y a meterse en los sectores populares que aún son proclives al régimen.
La verdad es que no todos los dirigentes opositores sirven para ser candidatos triunfadores. Y quienes ya lo han sido y han fracasado en varias oportunidades deberían entenderlo así, con la mayor humildad y franqueza. La marca de las derrotas continuadas es muy costosa y, a veces, termina malogrando a algunos dirigentes, cuya fama de perdedores permanentes equivale a una especie de pava incurable.
Hay otros dirigentes que también están obligados a ceder su lugar. Me refiero a quienes han venido diseñando las estrategias, insistiendo sólo en lo electoral -como lo planteé en mi anterior artículo de prensa- pero desdeñando la lucha de calle, el combate social con la gente y sus problemas y la penetración de los sectores que son más resistentes a la prédica opositora democrática.
Deberían convencerse de que la sóla vía electoral no es suficiente, como nos lo vienen gritando los resultados electorales. Que hay que transitar otros caminos, como los ya señalados y algunos otros que puedan plantearse en el porvenir.
Me quiero referir ahora a lo que considero conductas equivocadas por parte de ciertos liderazgos opositores.
La primera tiene que ver con un asunto que no terminan de metabolizar algunos líderes opositores: su posición frente a la tan denostada República Civil (1959-1998), a la que el régimen ha demonizado y vituperado tan errónea como injustamente. Aquellos opositores que se jactan de ser nuevos (“más futuro que pasado” es su absurda consigna, como si el pasado no fuera un hecho concreto frente a un futuro que no existe aún)  han acabado compartiendo el discurso chavista, que reniega de los logros de la reciente democracia civil venezolana. Esta operación inmoral y cicatera los ha colocado en el limbo, pues alguna gente ha preferido “comprarle” la idea al chavismo y no a los opositores que la han hecho suya también.
La verdad es que la oposición democrática debe reivindicar los logros de la República Civil y la tradición democrática venezolana a partir de 1958, así como criticar sus fallas, si quiere ser auténtica y creíble ante los venezolanos. Debe, al propio tiempo, proponer al país su proyecto modernizador, progresista y libertario. Lo demás es continuar confundiéndose y confundiendo a los demás.
Por analogía, esos sectores también deben cesar en sus posiciones generacionales, que dividen a la disidencia en lugar de unirla. (Algunos de ellos, inclusive, caen en la tentación de la anti política, gravísimo error, por cierto.) Ufanarse de ser “nuevos” no le dice mayor cosa a la gente y excluye automáticamente a quienes no lo son. Ser “nuevo” no es garantía de honestidad y capacidad, como tampoco es lo contrario. En realidad, la única garantía al respecto es la honestidad y autenticidad de la persona, sea nueva o no.
Otra falla a corregir es su actual posición frente a las condiciones electorales impuestas por el CNE, dirigidas siempre a beneficiar al proyecto de poder perpetuo del régimen. Hay que adoptar una actitud más radical y menos estólida en este asunto. Porque si lo que se ha privilegiado es lo electoral, no se entiende esa pasividad y hasta resignación frente a un sistema eleccionario diseñado a favor de quienes ahora detentan el poder. 
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¿Quién ganó el 8-D, visto que ambos polos se atribuyen la victoria? Para mí está claro que fue la oposición democrática. Vea usted los resultados finales, que, por cierto, revirtieron los inicialmente dados por el inefable CNE: PSUV obtuvo 5.265.930; MUD sumó 4.410.238. Las otras fuerzas lograron 1.122.425. Hubo 412.977 votos nulos, algo extraño. Y la abstención fue del 41 por ciento. En este contexto el régimen es el perdedor, pues quienes no votaron por los candidatos oficialistas y los que se abstuvieron son la mayoría. Sume usted y saque sus conclusiones.
LA PRENSA de Barinas - Martes, 31 de diciembre de 2013