jueves, 31 de octubre de 2013

EL PAÍS YA NO AGUANTA MÁS
Gehard Cartay Ramírez
Si hay alguna verdad extendida entre la gran mayoría de los venezolanos es la de creer que ya el país no aguanta más.
Estamos llegando al llegadero, como se dice en lenguaje coloquial. Y no otra puede ser la conclusión en medio de un país que se desmorona en casi todos los sentidos, mientras la esperanza se desvanece y el optimismo parece escasear.
Conste que esto último es sumamente grave. Lo digo porque si algo nos ha caracterizado siempre a los venezolanos ha sido el optimismo y la confianza en nuestras potencialidades. Lamentablemente, hasta ese rasgo positivo tan nuestro parece a ratos debilitarse en estos 15 años de desgobierno que viene sufriendo Venezuela.
Hoy nos parece algo lejano aquel tiempo en que éramos uno de los países con menor inflación en el mundo, con una de las monedas más sólidas y una deuda externa comedida, uno de los ingresos per cápita más elevados, con una clase media en ascenso -la primera en Sur América- y, por si fuera poco, también estábamos entre los más grandes exportadores de petróleo.
A pesar de nuestra historia violenta, especialmente en el siglo XIX y en las primeras décadas del siglo XX, Venezuela viviría luego tiempos de relativa paz y tranquilidad. La mayoría de nuestras casas -hasta hace dos o tres décadas- mantenían abiertas sus puertas casi todo el tiempo. Había entonces una criminalidad moderada, que nunca alcanzó los ribetes escandalosos y trágicos de hoy. En general, los venezolanos se sentían seguros en su país, algo que en nuestros días, lamentablemente, no pasa de ser un sentimiento nostálgico. 
Todo eso ahora sabe a sueño. Como también sabe a sueño que el alto costo de la vida era prácticamente desconocido. O que éramos un país totalmente abastecido, que casi todo se conseguía en el mercado y que una de las pocas colas que se hacían era justamente para votar en cada proceso electoral.
Y todo aquello acontecía en un país que, aunque relativamente pequeño en población, sin embargo no disponía aún de los cuantiosos recursos que luego le ingresarían por los elevados precios del petróleo. Era una Venezuela modesta en todo sentido, aunque autosuficiente, justo es decirlo también.
Por rigor histórico y porque los más jóvenes tienen derecho a conocerlas, estas cosas gratas del pasado hay que decirlas. Por supuesto que sin llegar a los extremos mentirosos de parangonarlas con una especie de paraíso terrenal, que nunca lo ha sido nuestro país. Pero, sin duda, eran mejores tiempos que los de ahora.
Afirmo esto porque no soy de los que ceden ante el chantaje “historicista” que pretende presentar el pasado venezolano reciente como algo infernal o dantesco, en tanto que los tiempos que corren son poco menos que paradisíacos. Esa mentira histórica no es más que una superchería que ha querido implantar este régimen en la conciencia colectiva, a partir de 1999. Porque quienes conocimos, siendo niños y jóvenes, esos días no tan lejanos podemos dar fe de que fueron mejores -insisto- en muchos aspectos, y que estos de hoy, si se los compara con aquellos, semejan una pesadilla interminable, aunque ya sabemos que “no hay mal que dure cien años”.
Este chantaje chavista -llamemos las cosas por su nombre- se explica por su empeño en pretender que todo lo anterior a su llegada al poder fue negativo. De ese supuesto calvario pasado, con la excepción de la Independencia y la Federación, nada es rescatable, dice “la historia oficial” que pregona el régimen. Pero son los hechos -tercos como siempre- los que revelan la mentira gigantesca que sostiene el discurso oficialista, porque la verdad es que pocas veces antes Venezuela ha estado en tan peores condiciones como ahora.
No faltan, desde luego, quienes desde el campo opositor le hacen el juego al chantaje de marras. Se trata de gente que, al presentarse como “nueva”, no quiere vincularse con un pasado que, según ellos, sería tan “ominoso” como lo afirma el actual régimen. Aquellos y este, al sostener tamaña mentira, llevan agua a sus molinos, aunque se trate de algo tan falso como la honestidad de la cúpula podrida del actual régimen.
Por supuesto que al decir estas verdades históricas no pretendo reivindicar ni mucho menos volver al pasado, lo que, por otra parte, es imposible. La historia, aunque no sea lineal, sigue su curso. Y el ser humano siempre busca ascender paralelamente al progreso histórico. Estoy seguro de que ese anhelo es el que hoy, a pesar de todo, nos mantiene en pié de lucha a los venezolanos en esta dramática hora y en la certeza de que ya este país no aguanta más.
    @gehardcartay
(LA PRENSA de Barinas - Martes, 29 de octubre de 2013)