DESPRECIO POR LA GENTE
Gehard Cartay Ramírez
Si algo ha quedado meridianamente
claro en estos casi 15 años es el profundo desprecio del régimen por la gente y
su capacidad de decidir por sí misma.
Por supuesto que no podía ser de
otra manera. El actual ha sido, desde antes de llegar al poder, un régimen
caudillista, donde el jefe supremo siempre decidió por los demás, donde la
democracia interna nunca ha funcionado y la base y la dirigencia que le han
servido de apoyo no tienen ningún poder de decisión.
Agréguese, además, su carácter
militarista. Ya se sabe, a este respecto, que la filosofía militar se resume en
la simple ecuación “mandar y obedecer”. Mandan los que están arriba y -ergo-
obedecen los de abajo. Así actuó siempre el teniente coronel Hugo Chávez Frías,
en un alarde de despotismo y desprecio hacia los demás, que Venezuela solo
conoció bajo sus más temibles dictaduras.
Lo
lamentable es que algunos civiles -intelectuales, gente de izquierda que se
decía libertaria, críticos sempiternos del caudillismo y del militarismo,
sujetos que jactaban de ser irreverentes contra toda jefatura- terminaron en
estos años convertidos en obedientes soldados del jefe militar y en eunucos
mentales que renunciaron a sus ideas para postrarse a los pies de uno de los
peores caudillos militaristas que hemos padecido en nuestro país.
De manera
que un régimen de estas características no podía ser nunca democrático y
participativo. Estaba negado a serlo por su propia definición, que excluía toda
discusión y toda disidencia. Sólo contaba la palabra indiscutida del jefe
supremo, quien decidía en solitario por todos los demás. Recuérdese, por
ejemplo, aquella aberrante consigna militar que coreaban sus partidarios
vergonzosamente: “Comandante: ¡Ordene que nosotros obedecemos”! Y entre
aquellos fanáticos se destacaban magistrados del TSJ, diputados, escritores e
intelectuales, rebajados a la triste condición de reclutas civiles ante el
gamonal de su rendida admiración.
Sin embargo, conforme a su doble
moral -de la que hablamos semanas atrás- y su doble discurso, es decir, su
cromosómica hipocrecía, el régimen ha hablado siempre -de la boca para afuera-
de “democracia participativa y protagónica”. Pero sólo han sido gárgaras
verbales, pura paja, palabrería hueca, demagogia torrencial. Porque nunca han
creído en ningún tipo de democracia, por una parte, y porque este régimen se
sostuvo siempre en un caudillismo primitivo, nunca en un liderazgo democrático,
abierto y tolerante, como el de los dirigentes civiles entre 1958 y 1998.
El régimen nunca ha consultado a sus
bases para seleccionar sus dirigentes, y las pocas veces que lo hizo no respetó
aquellas decisiones. Recuérdese, por cierto, cómo Diosdado Cabello obtuvo la
última votación para integrar la dirección nacional del PSUV, y Chávez lo puso
luego de primero. El régimen nunca ha permitido a sus bases elegir candidatos a
cualquier cargo. Siempre fue el dedo supremo del extinto jefe único el que los
nombró con absoluto desprecio por las comunidades, sin tomar en consideración
los liderazgos naturales y sin atender los reclamos de participación de su
militancia.
Eso es lo que, una vez más, acaba de
ocurrir ahora, con motivo de la selección de sus candidatos a alcaldes. Pero
ahora quien lo ha decidido es la cúpula del régimen, luego de negociar en la
oscuridad y con habilidad de mafiosos los nombres de sus candidatos. Y no hay
que ser muy zahorí para saber quiénes han sido los escogidos: gente mediocre,
algunos faránduleros de dudosa reputación, sin vinculación con los municipios,
sin otros “méritos” como no sea su lealtad perruna a esa cúpula y, sobre todo,
sujetos cuyo compromiso no es con sus electores, sino con un proyecto de poder
autoritario y antidemocrático.
Ha sido
tan descarada esa actitud de Maduro y del régimen que, una vez más, no les ha
importado la opinión de sus partidarios. Por supuesto, mucho menos les importa
la opinión de las comunidades que van a elegir alcaldes el próximo diciembre.
Pero allí queda retratada, una vez más y con absoluta fidelidad, que este régimen
desprecia a la gente, sus opiniones y reclamos. Y que, insisto, aquello de “la
democracia participativa y protagónica” ha sido otra estafa más a la buena fe
de quienes creyeron o creen aún en ellos.
Qué distinta, en cambio, ha sido la
actitud de los sectores democráticos de la oposición, cuyos candidatos a
alcaldes fueron elegidos por el pueblo en una competencia abierta y plural. Fue
la gente la que los eligió, y no una cúpula podrida. Por eso mismo, son los
candidatos elegidos por sus comunidades, y como tal, comprometidos de antemano
con sus electores. No son paracaidistas de otros lados, mucho menos candidatos
desconocidos.
Está muy claro entonces lo que
debemos hacer en estas próximas elecciones: elegir como alcaldes a los
candidatos de la gente y de las comunidades, y rechazar los paracaidistas
impuestos por el régimen. Y punto.
@gehardcartay
(LA PRENSA de Barinas - Martes, 13 de agosto de 2013)