miércoles, 14 de agosto de 2013

DESPRECIO POR LA GENTE - GEHARD CARTAY RAMÍREZ


DESPRECIO POR LA GENTE
Gehard Cartay Ramírez

Si algo ha quedado meridianamente claro en estos casi 15 años es el profundo desprecio del régimen por la gente y su capacidad de decidir por sí misma.
Por supuesto que no podía ser de otra manera. El actual ha sido, desde antes de llegar al poder, un régimen caudillista, donde el jefe supremo siempre decidió por los demás, donde la democracia interna nunca ha funcionado y la base y la dirigencia que le han servido de apoyo no tienen ningún poder de decisión.
Agréguese, además, su carácter militarista. Ya se sabe, a este respecto, que la filosofía militar se resume en la simple ecuación “mandar y obedecer”. Mandan los que están arriba y -ergo- obedecen los de abajo. Así actuó siempre el teniente coronel Hugo Chávez Frías, en un alarde de despotismo y desprecio hacia los demás, que Venezuela solo conoció bajo sus más temibles dictaduras.
Lo lamentable es que algunos civiles -intelectuales, gente de izquierda que se decía libertaria, críticos sempiternos del caudillismo y del militarismo, sujetos que jactaban de ser irreverentes contra toda jefatura- terminaron en estos años convertidos en obedientes soldados del jefe militar y en eunucos mentales que renunciaron a sus ideas para postrarse a los pies de uno de los peores caudillos militaristas que hemos padecido en nuestro país.
De manera que un régimen de estas características no podía ser nunca democrático y participativo. Estaba negado a serlo por su propia definición, que excluía toda discusión y toda disidencia. Sólo contaba la palabra indiscutida del jefe supremo, quien decidía en solitario por todos los demás. Recuérdese, por ejemplo, aquella aberrante consigna militar que coreaban sus partidarios vergonzosamente: “Comandante: ¡Ordene que nosotros obedecemos”! Y entre aquellos fanáticos se destacaban magistrados del TSJ, diputados, escritores e intelectuales, rebajados a la triste condición de reclutas civiles ante el gamonal de su rendida admiración.
Sin embargo, conforme a su doble moral -de la que hablamos semanas atrás- y su doble discurso, es decir, su cromosómica hipocrecía, el régimen ha hablado siempre -de la boca para afuera- de “democracia participativa y protagónica”. Pero sólo han sido gárgaras verbales, pura paja, palabrería hueca, demagogia torrencial. Porque nunca han creído en ningún tipo de democracia, por una parte, y porque este régimen se sostuvo siempre en un caudillismo primitivo, nunca en un liderazgo democrático, abierto y tolerante, como el de los dirigentes civiles entre 1958 y 1998.
El régimen nunca ha consultado a sus bases para seleccionar sus dirigentes, y las pocas veces que lo hizo no respetó aquellas decisiones. Recuérdese, por cierto, cómo Diosdado Cabello obtuvo la última votación para integrar la dirección nacional del PSUV, y Chávez lo puso luego de primero. El régimen nunca ha permitido a sus bases elegir candidatos a cualquier cargo. Siempre fue el dedo supremo del extinto jefe único el que los nombró con absoluto desprecio por las comunidades, sin tomar en consideración los liderazgos naturales y sin atender los reclamos de participación de su militancia.
Eso es lo que, una vez más, acaba de ocurrir ahora, con motivo de la selección de sus candidatos a alcaldes. Pero ahora quien lo ha decidido es la cúpula del régimen, luego de negociar en la oscuridad y con habilidad de mafiosos los nombres de sus candidatos. Y no hay que ser muy zahorí para saber quiénes han sido los escogidos: gente mediocre, algunos faránduleros de dudosa reputación, sin vinculación con los municipios, sin otros “méritos” como no sea su lealtad perruna a esa cúpula y, sobre todo, sujetos cuyo compromiso no es con sus electores, sino con un proyecto de poder autoritario y antidemocrático.
Ha sido tan descarada esa actitud de Maduro y del régimen que, una vez más, no les ha importado la opinión de sus partidarios. Por supuesto, mucho menos les importa la opinión de las comunidades que van a elegir alcaldes el próximo diciembre. Pero allí queda retratada, una vez más y con absoluta fidelidad, que este régimen desprecia a la gente, sus opiniones y reclamos. Y que, insisto, aquello de “la democracia participativa y protagónica” ha sido otra estafa más a la buena fe de quienes creyeron o creen aún en ellos. 
Qué distinta, en cambio, ha sido la actitud de los sectores democráticos de la oposición, cuyos candidatos a alcaldes fueron elegidos por el pueblo en una competencia abierta y plural. Fue la gente la que los eligió, y no una cúpula podrida. Por eso mismo, son los candidatos elegidos por sus comunidades, y como tal, comprometidos de antemano con sus electores. No son paracaidistas de otros lados, mucho menos candidatos desconocidos.
Está muy claro entonces lo que debemos hacer en estas próximas elecciones: elegir como alcaldes a los candidatos de la gente y de las comunidades, y rechazar los paracaidistas impuestos por el régimen. Y punto.
@gehardcartay

(LA PRENSA de Barinas - Martes,  13 de agosto de 2013)