martes, 22 de enero de 2013

LOS RETOS DE LA OPOSICIÓN
Gehard Cartay Ramírez

A estas alturas de la ya larga confrontación con el régimen actual, la oposición democrática no ha podido superar algunos retos.
El primero de ellos es el asumir una actitud autocrítica frente a su desempeño. No se ha querido revisar lo actuado, ni mucho menos reconocer los errores cometidos, con el fin de corregirlos, como lo recomienda el objetivo fundamental de vencer al adversario en este combate tan desigual y complejo.
Esa falta de autocrítica, al igual que otros asuntos, se pretende justificar con el muy manoseado argumento de que no podemos “desmotivar” al electorado opositor. Así se ha construido un auténtico círculo vicioso: no se revisan los errores tácticos y estratégicos, pero continúa presente la desmotivación en ciertos sectores que podrían estar al lado de la lucha democrática.
Lo mismo sucede frente al absurdo empeño por copiar el discurso chavista. Algunos repiten como loros el cuento chino de la supuesta “Cuarta República”, utilizan los mismos adjetivos del régimen y han terminado cediendo al chantaje que encierra ese discurso malévolo. Por supuesto, al lado de quienes lo hacen por ingenuidad o ignorancia, están los que acuden a esa actitud por un calculado interés en descalificar a los partidos históricos y sus dirigentes, con el propósito de presentarse  como alternativas nuevas.
Así es como insisten en lo de la “vieja” y la “nueva” política, cuando, en realidad, como lo ha planteado el Partido Social Cristiano Copei, lo que hay que diferenciar es la buena de la mala política. El problema no es de viejos o nuevos políticos, ni de vieja o nueva política. Al lado de los viejos políticos deshonestos y bellacos hay también viejos políticos honestos y  capaces. Lo mismo puede decirse de los nuevos políticos. Al fin y al cabo, todos están hechos de la misma pasta humana.
Y en cuanto a la “vieja” y la “nueva” política puede decirse lo mismo, pues tales adjetivos son un cartabón arbitrario y caprichoso que se utiliza a conveniencia. La  política siempre ha sido la misma, tanto en los tiempos de la Independencia, como ahora. La diferencia está en la buena política que -por ejemplo- representó la lucha de Bolívar y la mala política que implicaron los despropósitos del comandante golpista Pedro Carujo. Hoy sucede lo mismo, si comparamos la acción de un régimen destructor como el actual, frente a gobiernos anteriores que construyeron la democracia.
El segundo reto de la oposición democrática es entender que la lucha debe ir más allá de lo meramente electoral. Nuestro combate no puede agotarse en sólo concurrir a elecciones (y, de paso, aceptando las inicuas condiciones impuestas por el régimen), sin ocuparnos de las protestas sociales, reivindicativas y populares, así como de sus respectivas soluciones. Si sólo nos limitamos a lo electoral, nunca vamos a fortalecer nuestra opción como fuerza emergente en todos los sectores colectivos.
Vale la pena, a este respecto, señalar lo que ocurre actualmente. El país atraviesa una gravísima y peligrosa crisis institucional por las razones de todos conocidas. Sin embargo, hay dirigentes opositores que parecieran no percatarse de ello, y hasta existen aquellos que ni siquiera han tomado una posición acorde con la gravedad de la crisis, como si todo estuviera encausado en un clima de normalidad. Otros, entre ellos, el más destacado, han terminado dando declaraciones lastimosas y anodinas.
Y es que, al lado de lo electoral -que tendrá su momento, tal vez más temprano que tarde-, el país también exige respuestas ante las graves violaciones a la Constitución Nacional y la inaceptable colonización del régimen -y de la República- por parte de la dictadura castrocomunista cubana. Frente a estos despropósitos, estamos obligados a movilizar pacíficamente al país. ¿O habrá que recordar que, por ejemplo, Gandhi logró derrotar al todopoderoso imperio inglés y liberar a la India poniendo en práctica su famosa tesis de la resistencia pacífica?
La política, como casi todo en la vida, se mide por los resultados. Hasta ahora, a pesar de los innegables avances logrados especialmente a partir de 2008, la oposición democrática sigue acumulando derrotas. Al lado de un sistema electoral diseñado y manejado para beneficiar al régimen, existen fallas imputables al manejo que ha hecho la dirección opositora de ciertas estrategias erradas y a candidatos que no dieron la talla en los comicios pasados. De allí que también sea un imperativo descifrar algunas señales que han enviado los electores, tanto nacional como regionalmente, incluyendo el de los abstencionistas, a quienes no se puede seguir culpando de las derrotas sufridas.
Los retos de la oposición deben ser afrontados con honestidad y sinceridad. Para ello son imprescindibles la autocrítica y la revisión de lo actuado, la sustitución de los liderazgos fracasados, la corrección del rumbo y la adopción de mecanismos de lucha que vayan más allá de lo meramente electoral.
Ahora que se abre ante nosotros otra etapa de la lucha contra la incapacidad y la corrupción del régimen, su fracaso en la solución de los gravísimos problemas que sufren los venezolanos y ante su autoritarismo y vulgar dependencia castrocomunista, entonces con mayor razón sus adversarios estamos obligados a actuar correctamente y a no volver a equivocarnos.

(LA PRENSA de Barinas - Martes, 22 de enero de 2013)