MÁS ALLÁ DE LA
ASAMBLEA NACIONAL
Gehard Cartay
Ramírez
El combate opositor va más allá del que se
libra en el seno de la Asamblea Nacional.
No puede, por tanto, agotarse en el puro parlamentarismo,
pues implicaría abandonar otras formas de lucha contra el régimen. Eso sería un
error inexcusable. La oposición, por lo tanto, está obligada a ir más allá de
su necesario combate desde la Asamblea Nacional contra un régimen forajido.
Ya está demostrado
que el régimen carece de escrúpulos y que poco o nada le importa la voluntad
popular. La reciente sentencia del Tribunal Supremo “despojando” de
atribuciones a la Asamblea Nacional y “arrogándoselas”, en violación flagrante
de la Carta Magna, retrata una vez más las intenciones dictatoriales de la
cúpula que manda. Desprecian así, de manera grosera y abusiva, la soberanía del
pueblo manifestada inequívocamente en diciembre pasado y pretenden que un
grupito de magistrados, nombrados de
manera inconstitucional, ahora “legisle” por encima de la voluntad mayoritaria
de los venezolanos. Esto es sencillamente inaceptable.
Y es que este es un asunto de la mayor
gravedad. Por una parte, es el propio Tribunal Supremo, obligado como está a
cumplir y hacer cumplir escrupulosamente la Constitución y leyes de la
República, el primero que las viola y desconoce, al pretender sustituir al
Poder Legislativo, representado por la Asamblea Nacional. Por si fuera poco,
ese TSJ tiene un poder originario derivado y no primario, pues no ha sido
elegido por los venezolanos, sino designado por anteriores órganos legislativos,
aunque en descarada violación de la Carta Magna. Sin embargo, pretende
imponerse sobre la actual Asamblea Nacional, cuya legitimidad le fue otorgada
directamente por el pueblo de Venezuela el pasado seis de diciembre.
Sería
una necedad o una ingenuidad imperdonables pretender que limitándose a las vías
estrictamente jurídicas y parlamentarias la oposición democrática va a lograr
el cambio de régimen que Venezuela requiere cuanto antes. Sobre todo si se
trata de un régimen autoritario y arbitrario como el actual, cuyo desempeño es
antidemocrático, inconstitucional e ilegal desde todo punto de vista.
Está
muy bien que se pongan en marcha dispositivos constitucionales como la
enmienda, la reforma constitucional, el revocatorio o la Asamblea
Constituyente, sin olvidar la petición de renuncia a quien ocupa la presidencia
e, incluso, el gravísimo asunto de su doble nacionalidad -hasta hoy no
desmentida-, que constituye impedimento para ejercer tal cargo. Pero la
oposición democrática debe acompañar todo este proceso jurídico con una intensa
movilización popular como la que, por ejemplo, ahora tiene lugar en Brasil en
protesta por la corrupción de sus gobernantes, y conste que esa crisis es minúscula
si se la compara con la nuestra.
La oposición debe entonces tomar las
calles de manera pacífica, decidida y efectiva, tal como lo garantiza la norma
constitucional. Debe visitar barrios y pueblos casa por casa, conversando con
la gente y canalizando el descontento que se riega como una gigantesca mancha
de aceite por todo el país. Debe contactar todos los gremios y sectores, y no contentarse
con la simple utilización de los medios de comunicación social.
No hay que olvidar que desde el seis de
diciembre pasado la oposición democrática tiene el mandato de encabezar el
creciente descontento que hoy se siente en todas partes ante la escasez de
comida, el alto costo de la vida, la inseguridad, los pésimos servicios
públicos y el saqueo corrupto del país a manos de la cúpula podrida del
régimen, hoy huérfano de respaldo popular, según todas las encuestas, aparte de
haber sufrido una auténtica paliza electoral en las elecciones parlamentarias
de diciembre.
Por eso resulta inoportuno y absurdo que
se planteen ahora los proyectos políticos personales de algunos dirigentes
opositores, cuando aquí hay que empujar un único proyecto colectivo y popular
que no puede ser otro que el cambio urgente del régimen, por las vías
constitucionales y democráticas, valga anotarlo, pues esta repetición nunca
está de más.
La oposición está obligada entonces a
demostrar su fuerza y usarla. Porque no hay que olvidar que ese apoyo popular
que hoy ronda el 70 u 80 por ciento hay que consolidarlo, ejerciéndolo. Porque -insisto-
el mandato fundamental del último proceso electoral a la oposición democrática
fue lograr el cambio del régimen para mejorar. Y esto no hay que olvidarlo.
Esa es la tarea que debe ocuparnos a todos. Lo demás tendrá que esperar. Lo primero es lo primero.
Esa es la tarea que debe ocuparnos a todos. Lo demás tendrá que esperar. Lo primero es lo primero.
@gehardcartay
LA PRENSA de Barinas (Venezuela) - Martes, 15 de marzo de 2016.