lunes, 27 de febrero de 2017

CHAVOMADURISMO=POBREZA Y CORRUPCIÓN



CHAVOMADURISMO=POBREZA Y CORRUPCIÓN
Gehard Cartay Ramírez
Fue una mentira colosal aquello de que el chavomadurismo en el poder disminuyó la pobreza, como lo sigue repitiendo la engañosa propaganda del régimen.

Fue tan mentira como aquella otra de su jefe máximo, según la cual “ser rico es malo”, axioma en el que nunca creyó la cúpula podrida que aquel enriqueció y dejó en el poder. Hoy son una de las plutocracias más ricas del mundo, gracias a la corrupción y el saqueo milmillonario de los dineros públicos y de sus criminales negociados con el narcotráfico.

El chavomadurismo nunca hizo nada para reducir la inmensa pobreza que sufre el pueblo venezolano. Nunca lo hizo, ni antes ni ahora. Estos 18 años suyos en el poder se les han ido haciendo demagogia, mintiendo, robando y acabando con Venezuela y su democracia.

Y lo peor es que en todo ese largo tiempo pudieron haber combatido la pobreza y reducido su vertiginoso crecimiento, inaceptable en un país rico como Venezuela. Pudieron haberlo logrado, como lo hicieron Chile, Brasil y Colombia en niveles aceptables y tiempos relativamente cortos.

Pero aquí nunca se lo propusieron con seriedad y de manera efectiva. Porque reducir la pobreza no se logra con “misiones”, becas, ayudas, reparticiones o bolsas de comida. Eso es demagogia, y de la peor. Eso es asistencialismo puro, que puede contribuir a resolver en algo y de manera circunstancial la situación de los pobres, pero no constituye una solución integral.

Lo que pasa es que el asistencialismo forma parte de los populismos criminales, como el del actual régimen venezolano y el que representa el peronismo en Argentina. Lo instrumentan hábilmente porque es una forma de controlar a la gente pobre, someterla por hambre y necesidades, hacerla dependiente del gobierno y usarla para sus fines políticos y electorales.

Una política de Estado dirigida a reducir la pobreza sólo tiene éxito en la medida en que produzca empleos estables y bien remunerados a los ciudadanos, mejorando su seguridad personal, social y jurídica, abriendo al país a la inversión privada, tanto nacional como internacional, e inyectando recursos en obras de gran envergadura, tanto por parte del gobierno como de los particulares, a través de un régimen de concesiones, tal como lo hacen Estados Unidos y países de Europa y Asia.

Está ya demostrado que la perversión populista jamás reduce la pobreza, sino todo lo contrario, tal como lo demuestran recientes estudios y encuestas sobre este gravísimo problema.

Precisamente este sábado pasado se publicó un estudio según el cual la pobreza en Venezuela se duplicó en apenas un año. En efecto, si en 2014 había 48 por ciento de hogares en pobreza, ahora en 2016 llegaron al 81,8 por ciento, es decir, 350.000 hogares cayeron en pobreza en tan breve tiempo, o sea, casi dos millones de venezolanos ingresaron al ejército de los pobres por culpa del actual régimen (El Nacional, 18-02-2017).

Estos datos los acaba de revelar la Encuesta Condiciones de Vida en Venezuela, realizada por un equipo de investigadores de las Universidades Católica Andrés Bello, Simón Bolívar y Central de Venezuela (UCAB, USB y UCV). Estos nuevos pobres -porque antes no lo eran- en sólo un año perdieron su capital en viviendas y pertenencias, “además de conocimientos y destrezas adquiridas por inversión en su educación (por lo que) ya no pueden mantener su estatus de vida porque la situación del país no les permite mantenerse”.

En otras palabras, se trata de venezolanos de clase media que ahora han pasado a ser pobres y que, sumados a los compatriotas que ya antes lo eran, nos muestran un cuadro estadístico dantesco, es decir, una Venezuela que cada día se empobrece más y más.

Mientras tanto, y por contraste, la cúpula podrida se enriquece cada vez más. Todo lo cual demuestra algo que siempre sucede bajo regímenes dictatoriales: la pobreza y la corrupción crecen juntas. Sólo que mientras la primera afecta a la gran mayoría del pueblo, la segunda sólo beneficia a la cúpula gobernante.

Por eso, no son meras casualidades los mil millonarios escándalos de corrupción del actual régimen, ya comprobados en instancias internacionales muy serias, visto que aquí en Venezuela nadie los investiga y menos se castigan, y en los que aparecen vinculados altos jerarcas del régimen chavomadurista, así como sus familiares y testaferros.

El nuevo gobierno que surja una vez que salgamos de esta pesadilla tendrá que establecer entre sus altas prioridades reducir la pobreza y liquidar la corrupción. Se trata de una gigantesca deuda que deja el actual régimen, luego de haber destruido a Venezuela, y para cuya cancelación debemos disponer de la inteligencia y las capacidades que nos exija tal compromiso.
   @gehardcartay
LA PRENSA de Barinas (Venezuela) - Martes, 21 de febrero de 2017.
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miércoles, 22 de febrero de 2017

LA JUSTIFICACIÓN CHAVISTA DEL GOLPISMO



LA JUSTIFICACIÓN CHAVISTA DEL GOLPISMO

Gehard Cartay Ramírez

Venezuela hoy está peor, en todo sentido, que en febrero de 1992, cuando se produjo la intentona golpista de Chávez y su logia militarista.

Sin embargo, en un comunicado publicado el 24 de junio de 1992, aquellos felones intentaron justificar su fracasado golpe de Estado contra el gobierno legítimo de Carlos Andrés Pérez apelando a tres argumentos, falsos entonces y ahora, desde el punto de vista histórico.

Podría decirse que tales planteamientos constituyen algo así como la justificación chavista del golpismo. Ellos se presentaron entonces como unos militares “obligados” a derrocar un gobierno que actuaba en contra de los principios democráticos que “sustentaban” los golpistas (¿?). Aparte de un contrasentido, porque en realidad, aunque pretendieron derrocar por la fuerza un gobierno democrático -como todos los de la República Civil-, una vez en el poder demostraron que nunca han creído en el sistema democrático, pues aquella declaración “principista” la vienen desconociendo desde 1999.

Citemos ahora los “argumentos” de los golpistas de 1992 para justificar su acción. El primero: que el gobierno de entonces “había devenido en una dictadura, que como tal se arroga todos los poderes del Estado”. El segundo: que era necesario “asegurar la estabilidad de las instituciones democráticas y el respeto a la Constitución y las Leyes, cuyo acatamiento estará siempre por encima de cualquier otra obligación”. Y el tercero: que el gobierno de CAP “violaba de manera diaria y sistemática la Constitución y las Leyes que juraron cumplir y hacer cumplir”.

Son tres argumentaciones falsas porque nada de lo afirmado por los golpistas era verdad en los hechos. Sostener que entonces había una dictadura es una aseveración anti histórica. El gobierno de CAP incurrió en muchos errores, sin duda, pero no actuó como un régimen dictatorial. Tampoco es cierto que se arrogara “todos los poderes del Estado”. Al igual que los gobiernos democráticos elegidos desde 1959 y hasta 1998, el de CAP respetó el Estado de Derecho y la independencia de los Poderes Públicos, tanto que, al final, siendo presidente fue enjuiciado por la Corte Suprema de Justicia y destituido por el Congreso.

El segundo argumento es -por decir lo menos- absolutamente cínico. ¡Cómo pueden unos golpistas justificar su acción contra la Constitución diciendo que con ello “aseguraban la estabilidad de las instituciones democráticas y el respeto a la Constitución y las leyes, cuyo acatamiento estará siempre por encima de cualquier otra obligación”! Eso lo pudieron haber afirmado con propiedad quienes derrocaron la dictadura perezjimenista en 1958 o quienes intenten derribar un gobierno tiránico, siempre que, desde luego, sea para implantar un sistema democrático y de libertades. Pero, obviamente, no era el caso en 1992.

Y el tercer argumento insistía en que el gobierno de entonces violaba -“de manera diaria y sistemática”- la Constitución y las leyes. Quienes vivimos esa época sabemos que también se trata de una exageración. Desde luego, siempre hay violaciones a la Carta Magna y a las leyes en cualquier gobierno. Pero asegurar que se trataba entonces de una violación sistemática es una mentira colosal. Paradójicamente, ahora esas violaciones sí han sido sistemáticas durante el régimen de esos golpistas desde hace 18 años y, lo que es peor, ocurren contra una Constitución redactada y aprobada por ellos mismos.  

Sin embargo, la oposición democrática no ha echado mano a esa “justificación chavista del golpismo”, a pesar de que hoy sobran razones si se aplicaran aquellos argumentos de Chávez y su logia militarista en 1992. No obstante, el régimen chavomadurista la acusa a cada rato de “golpista”, sin presentar pruebas y sin la más mínima vergüenza por ser ellos mismos unos golpistas auténticos, que todavía hoy celebran el golpe de Estado del 4 de febrero de 1992 como si fuera una fecha patria.

Entre 1958 y 1998, la República Civil nunca aplazó las elecciones previstas en la Constitución Nacional de 1961, como ahora lo hace el CNE sin vergüenza alguna y con la mayor impudicia. Nunca atentó contra el régimen de partidos, ni puso obstáculos para su legalización y muchísimo menos procuró un régimen de partido único, como pretenden los golpistas que hoy detentan el poder.

(Solamente bajo el gobierno democrático de Betancourt fueron ilegalizados el Partido Comunista y el Movimiento de Izquierda Revolucionaria, cuando se alzaron contra la institucionalidad, auspiciaron varios golpes de Estado y hasta propiciaron las guerrillas para intentar derrocarlo. Después, ellos mismos han reconocido que aquello fue error garrafal.)

Hoy, cuando el régimen de Maduro insiste en cerrar todas las salidas democráticas, los venezolanos no podemos vacilar en enfrentar esa pretensión, acudiendo a la protesta cívica y pacífica, con presencia masiva en la calle y utilizando las últimas rendijas que aún quedan para avanzar en nuestra larga lucha por la democracia.  

@gehardcartay
LA PRENSA de Barinas (Venezuela) - Martes, 14 de febrero de 2017.


lunes, 13 de febrero de 2017

LOS INTELECTUALES Y LA POLÍTICA

En Salamanca, España, aparecen, entre otros, Luis Herrera Campíns (segundo desde la izquierda), Ceferino Medina Castillo y Rodolfo José Cárdenas, antepenúltimo en ese orden. (Circa 1952)



LOS INTELECTUALES Y LA POLÍTICA
(A propósito de la muerte de Rodolfo José Cárdenas)
Gehard Cartay Ramírez
La reciente muerte de Rodolfo José Cárdenas (27-10-1927/01-02-2017), dirigente  socialcristiano, intelectual, escritor, periodista e historiador, nos permite replantear el papel de los políticos intelectuales, rara avis en la Venezuela de hoy.
Lo conocí a mediados de los años sesenta, siendo yo apenas un liceísta. Por esos días retaba el sólido liderazgo de Caldera dentro de Copei, a partir de ciertas “posiciones de izquierda”, como se las llamó entonces internamente, que despertaron simpatías en buena parte de los jóvenes socialcristianos. Eran los tiempos de un Copei luminoso y en expansión, donde el debate ideológico y político nos nutría a todos.
Cárdenas fue un político intelectual y un brillante exponente de la generación intermedia de Copei. Figuró entre los fundadores del partido en 1946, a pesar de su juventud, por lo que siempre se le tuvo entre los líderes de la primera hora socialcristiana. Sufrió luego cárcel y exilio durante la dictadura perezjimenista. Al regresar en 1958, fue elegido diputado por su natal estado Táchira durante varios períodos consecutivos y más tarde senador, habiendo sido un orador de excepción. También integró durante largos años la dirección nacional de Copei. Fue luego ministro del presidente Caldera y gobernador del Distrito Federal con el presidente Herrera Campíns.
Por diversas circunstancias que habrá que analizar en otra ocasión, Cárdenas no llegó a la presidencia de Venezuela, como pudo haber sido su aspiración y para lo que estaba ciertamente dotado, política e intelectualmente. Al igual que otros venezolanos que pudieron haberlo conseguido, esa circunstancia no le resta trascendencia a sus aportes como intelectual de la política.
Cárdenas nos deja una sólida obra en sus libros, artículos y piezas oratorias. Entre los primeros destacan El combate político, su obra primigenia, que nos inspiró a muchos dirigentes juveniles de Copei a mediados de los años sesenta, por sus novedosos enfoques y posturas progresistas dentro del ámbito demócrata cristiano. Vinieron luego Las trece virtudes y Ciencia y tecnología -que mostraron sus agudas reflexiones filosóficas y modernistas, difíciles de conseguir en un político de entonces y de ahora.
Más tarde publicaría Copei en el Trienio Populista 1945-48 y Copei en la Constituyente, escritos en su siguiente exilio de los años ochenta, a causa de una persecución canalla en su contra bajo el gobierno de Lusinchi. Son dos libros, cada uno de mil páginas de letra menuda, que retratan aquella época vertiginosa e interesante que sobrevino al golpe de Estado contra el general Medina en 1945.
Ya entrado el nuevo siglo, Cárdenas continuó escribiendo, esta vez sobre la más reciente historia contemporánea venezolana, de la que fue también actor y testigo, y de allí su valor testimonial. Publicó entonces -en dos tomos- La República Civil (1958-1998), donde analiza nuestro proceso político desde 1958, y, más tarde, Venezuela Política Siglo XX, tres tomos, sobre la historia política del siglo pasado.
Su obra como periodista también es prolífica: miles de artículos escritos durante más de setenta años, también encierran el devenir venezolano de esas décadas, en especial este tiempo de decadencia a partir de 1999. El suyo era un estilo incisivo, de frases cortas e impactantes y de gran vitalidad.
A la muerte de este digno ejemplo del político intelectual que encarnó Cárdenas, y ante el desierto de ideas en que se ha convertido hoy la política venezolana -con las excepciones que confirman la regla-, estamos en el deber de volver a darle contenido a la lucha por el poder, que no otra cosa es el quehacer político.
Aquella Venezuela de líderes políticos dotados intelectualmente, con estudios y obra publicada, está desapareciendo del horizonte actual. Aquellos políticos intelectuales, como Rómulo Betancourt, Rafael Caldera, Arturo Uslar Pietri, Luis Herrera Campíns, Ramón J. Velásquez, Domingo Alberto Rangel, Teodoro Petkoff y Rodolfo José Cárdenas, entre otros, son ahora una especie en extinción. La política ha sido copada por activistas y dirigentes de medianía escandalosa, sin profundidad de pensamiento y casi sin proposiciones serias para un nuevo país.  
Nadie pide, desde luego, que los dirigentes políticos sean académicos, pero al menos, aparte de saber leer y escribir, que tengan curiosidad por aprender y estudiar, si es que pretenden ser hombres de Estado, y no brindar el espectáculo de cómica y vergonzosa ignorancia que diariamente nos ofrecen Maduro y su cúpula.
Es la hora de rescatar la seriedad de la política y los políticos. Al lado de la sensibilidad social y el amor al país, también hay que exigirles preparación y estudio. Porque si el ejercicio del poder -a cualquier nivel- es altamente exigente, entonces con mayor razón hay que ser exigentes con quienes pretenden ejercerlo. 
@gehardcartay
El Blog de Gehard Cartay Ramírez
LA PRENSA de Barinas (Venezuela) - Martes, 07 de febrero de 2017




martes, 7 de febrero de 2017

EL TÚNEL DICTATORIAL



EL TÚNEL DICTATORIAL
Gehard Cartay Ramírez
Resulta evidente, a estas alturas, que el régimen está decidido a consolidar su modelo totalitario y antidemocrático. Todas sus decisiones han venido apuntando hacia ese objetivo.

Por ello, la actual situación es de suma gravedad. Aquí nadie puede ya llamarse a engaño o pretender que nada grave está ocurriendo. El país vive hoy un momento crucial: o permite que se consolide una tiranía que termine de liquidar nuestro sistema de libertades y continúe agravando aún más la crisis económica y social que nos afecta; o lucha denodadamente por recuperar la democracia, la soberanía nacional y la mejoría de la calidad de vida de su población.

El irrespeto sistemático de la Constitución y las leyes, la violación permanente de los derechos humanos, el desconocimiento de la voluntad popular -representada por la Asamblea Nacional elegida en diciembre de 2015-, el golpe de Estado contra el referendo revocatorio exigido por la mayoría, el aplazamiento inconstitucional de las elecciones regionales y la represión y judicialización indiscriminada contra sus adversarios, son elementos suficientes para quienes aún duden que entramos en el túnel dictatorial.

Está muy claro que lo que se persigue -ya de manera indisimulada y obscena- no es otra cosa que el total desmantelamiento del sistema democrático y el desconocimiento definitivo de la soberanía popular reflejada en el voto, así como la liquidación del régimen de partidos, todo ello en beneficio de la autocracia reinante, que se sabe rechazada por la mayoría del pueblo venezolano.

Por este camino el régimen acosa y reprime a quienes disienten de su proyecto totalitario, utilizando para tales efectos a sus organismos judiciales, a ciertos componentes militares y a sus policías represivas, trayendo como consecuencia el aumento considerable de presos políticos, perseguidos y exiliados que hoy demuestran la indiscutible naturaleza autoritaria y dictatorial del actual régimen. 

En paralelo, como nos consta a todos por sufrir sus efectos letales, el régimen sigue hundiendo al país en una gravísima crisis económica y social. Luego de casi 15 años de borrachera financiera, despilfarro y robo generalizado de más 950 mil millones de dólares, Venezuela se encuentra hoy quebrada y arruinada. De allí que, ahora mismo, el régimen ande pidiendo dinero prestado a otros países, dando como garantía los recursos de la faja petrolífera del Orinoco y del arco minero de Guayana, en lo que constituye una condenable entrega de nuestros recursos, algo expresamente prohibido por la Constitución Nacional. Mientras tanto, los sectores populares se hunden en la miseria, la pobreza y la falta de oportunidades

En el caso específico de los barineses, hoy sufrimos como pocas veces en nuestra historia una profunda crisis, pues a los problemas estructurales que nos acogotan -y que son los mismos que martirizan al país entero-, hay sumar las dificultades puntuales de la región.

Nuestros problemas son ciertamente dramáticos: hambre, miseria, pobreza extrema, escasez creciente, corrupción oficial, delincuencia, desempleo, crisis generalizada de los servicios públicos (especialmente en salud, agua, electricidad, etc.), asesinatos a mansalva, asaltos y secuestros a granel, inseguridad jurídica de personas y bienes, déficit alarmante de viviendas para los sectores populares, invasiones rurales y urbanas de propiedades privadas, quiebra del sector agropecuario gracias a la agricultura de puertos adelantada por el régimen, pésima vialidad urbana y rural, abandono oficial de las comunidades de las ciudades y del campo, etc., etcétera.

La pregunta obligada, frente a esta terrible situación, es si -a su vez- ciertos dirigentes opositores están concientes del siniestro plan que ejecuta el régimen. Y la pregunta viene a cuento porque algunos de ellos se comportan como si estuviéramos en una democracia plena y efectiva. No faltan aquellos que están en campaña desde hace tiempo para unas supuestas elecciones sin fecha todavía, gastando recursos millonarios en estos tiempos de serias limitaciones para la mayoría, y privilegiando sus intereses personales por encima de los del resto de los ciudadanos.

Que nadie, insisto, se llame a engaño: la libertad y la democracia están seriamente amenazadas. Por esa poderosísima razón, nadie sensato puede ahora permanecer de brazos cruzados mientras se cumple puntualmente el despropósito de consolidar en Venezuela un régimen dictatorial.

@gehardcartay
LA PRENSA de Barinas (Venezuela) - Martes, 31 de enero de 2017.