viernes, 20 de enero de 2017

EL RÉGIMEN FASCIOCOMUNISTA



EL RÉGIMEN FASCIOCOMUNISTA
Gehard Cartay Ramírez
Acusan a sus adversarios de fascistas, pero son ellos -Maduro y su combo- los auténticos fasciocomunistas, para decirlo con mayor precisión, pues también son comunistas.
Porque, aunque se piense que son contradictorios, el fascismo, el nazismo y el comunismo tienen la misma raíz y actúan igual siempre. Todas son ideologías totalitarias, antiliberales, antidemocráticas, anti individualistas y corporativistas. Todas rechazan la libertad, el pluralismo, el parlamentarismo en su mejor expresión, el libre juego de partidos y exaltan el militarismo, la fuerza y la violencia.
Nazismo, fascismo y comunismo son hermanos gemelos. Los tres derivan del estatismo colectivista y totalitario. Por eso, Mussolini y Hitler se definían como nacionalsocialistas, y socialista fue también José Stalin, el todopoderoso dictador comunista de la extinta Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas.
Por tanto, el fasciocomunismo existe y su palpable demostración es el régimen venezolano que sufrimos desde 1999. Habría que ser idiota para no llegar a la lógica conclusión de que quienes por ahora mandan en Venezuela son unos fasciocomunistas de “uña en el rabo”, aunque lo nieguen.
Hay otros elementos concomitantes que también ilustran el carácter fasciocomunista del régimen chavomadurista. Uno de ellos lo constituye el desmantelamiento de la institucionalidad democrática, tal como en su momento lo hicieron el fascismo y el comunismo, una vez llegados al poder. Por eso mismo, hoy en Venezuela no existe la necesaria separación de los Poderes Públicos (el régimen quiere liquidar a la Asamblea Nacional electa en 2015, con amplísima mayoría de sus adversarios) y se viola sistemáticamente la Constitución y las leyes, liquidando así el Estado de Derecho.
El régimen chavomadurista también ha apelado al otro elemento definidor del faciocomunismo: el Estado terrorista y represor. Un Estado que usa todo su poder violento y armado para imponer un proyecto político y económico postcomunista, ya fracasado en todas partes, incluyendo Cuba, que -como se sabe- es el modelo que copia desde hace tiempo. Por eso mismo, ha vuelto a poner en ejecución una brutal represión contra quienes se le oponen, apelando a fantasiosas y repetidas denuncias de “golpes de Estados”.
Esa brutal represión la “perfecciona” mediante la actuación  sus cuerpos policiales y de sus esbirros -llamados por ellos cínicamente “patriotas cooperantes”-, así como de sus tribunales del terror, otra práctica fasciocomunista de vieja data. Agréguense, por si fuera poco, los asesinatos de ciertos opositores, más de un centenar de presos políticos -algunos torturados, incluso-, así como miles de exiliados y millones de venezolanos viviendo en las peores condiciones. Se configura así un dantesco cuadro de crímenes de lesa humanidad, y por ellos la cúpula podrida del actual régimen será juzgada algún día.
La excusa, por supuesto, es la misma de todo régimen fasciocomunista: la de que sus adversarios son “el enemigo interno”, quienes estarían tramando un “golpe de Estado”, cuando todos sabemos que estos sólo pueden realizarlos los militares, como está harto demostrado históricamente. Mientras tanto, los venezolanos continuamos sufriendo el calvario de la peor calidad de vida en muchísimos años: inseguridad personal, pobreza, hambre y miseria, como pocas veces antes, sin comida ni medicinas suficientes, desabastecimiento, especulación, racionamiento, híper inflación y carestía, pésimos servicios públicos, entre otras calamidades.  
Y el régimen, paralizado por su ineptitud y falta de soluciones a la crisis, sólo se ocupa de maniobrar para mantenerse en pie, pues el repudio popular aumenta cada minuto, hora y día, hasta que estalle definitivamente esta gigantesca olla de presión que es ahora Venezuela.
De allí que régimen pareciera estar en etapa terminal. Maduro no dio la talla y luce cada vez más inepto e incapaz. No quiere reconocer que la protesta popular (y el descontento silencioso de otros millones de venezolanos, incluyendo muchos chavistas) se debe a la escasez, la carestía, la inseguridad, la corrupción escandalosa de la cúpula del régimen y muy especialmente a la inquietud de los jóvenes ante un futuro que se presenta cada vez más sombrío y difícil, si las cosas siguen como van.
Si Maduro tuviera algo de respeto y consideración por los venezolanos (y también un poco de responsabilidad) debería renunciar ya para facilitar una salida consensuada y democrática a la gigantesca crisis que nos agobia. Por desgracia, sin sentido de la realidad y desconectado de la tragedia que sufrimos, se aferra al poder como una garrapata, mientras Venezuela continúa cayendo por un profundo barranco, del cual deberemos recatarla más temprano que tarde.
Por ello, y a pesar de todas las adversidades y obstáculos, debemos continuar procurando una salida pacífica y democrática. Pero, por supuesto, esta sólo será posible si implica un cambio verdadero, y no la continuación del actual orden de cosas.
 @gehardcartay
LA PRENSA de Barinas (Venezuela) - Martes, 17 de enero de 2017.