EL
RÉGIMEN FASCIOCOMUNISTA
Gehard
Cartay Ramírez
Acusan a sus
adversarios de fascistas, pero son ellos -Maduro y su combo- los auténticos
fasciocomunistas, para decirlo con mayor precisión, pues también son comunistas.
Porque, aunque se
piense que son contradictorios, el fascismo, el nazismo y el comunismo tienen
la misma raíz y actúan igual siempre. Todas son ideologías totalitarias,
antiliberales, antidemocráticas, anti individualistas y corporativistas. Todas
rechazan la libertad, el pluralismo, el parlamentarismo en su mejor expresión,
el libre juego de partidos y exaltan el militarismo, la fuerza y la violencia.
Nazismo, fascismo y
comunismo son hermanos gemelos. Los tres derivan del estatismo colectivista y
totalitario. Por eso, Mussolini y Hitler se definían como nacionalsocialistas,
y socialista fue también José Stalin, el todopoderoso dictador comunista de la
extinta Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas.
Por tanto, el fasciocomunismo existe y su palpable demostración es el
régimen venezolano
que sufrimos desde 1999. Habría que ser
idiota para no llegar a la lógica conclusión de que quienes por ahora
mandan en Venezuela son unos fasciocomunistas de “uña en el rabo”, aunque lo
nieguen.
Hay otros elementos
concomitantes que también ilustran el carácter fasciocomunista del régimen chavomadurista.
Uno de ellos lo constituye el desmantelamiento de la institucionalidad
democrática, tal como en su momento lo hicieron el fascismo y el comunismo, una
vez llegados al poder. Por eso mismo, hoy en Venezuela no existe la necesaria separación
de los Poderes Públicos (el régimen quiere liquidar a la Asamblea Nacional
electa en 2015, con amplísima mayoría de sus adversarios) y se viola
sistemáticamente la Constitución y las leyes, liquidando así el Estado de
Derecho.
El régimen chavomadurista también ha apelado al otro
elemento definidor del faciocomunismo: el Estado terrorista y represor. Un Estado que usa todo su poder violento y
armado para imponer un proyecto político y económico postcomunista, ya
fracasado en todas partes, incluyendo Cuba, que -como se sabe- es el modelo que
copia desde hace tiempo. Por
eso mismo, ha vuelto a poner en
ejecución una brutal represión contra quienes se le oponen, apelando a
fantasiosas y repetidas denuncias de “golpes de Estados”.
Esa brutal represión
la “perfecciona” mediante la actuación sus
cuerpos policiales y de sus esbirros -llamados por ellos cínicamente “patriotas
cooperantes”-, así como de sus tribunales del terror, otra práctica fasciocomunista
de vieja data. Agréguense, por si fuera poco, los asesinatos de ciertos
opositores, más de un centenar de presos políticos -algunos torturados,
incluso-, así como miles de exiliados y millones de venezolanos viviendo en las
peores condiciones. Se configura así un dantesco cuadro de crímenes de lesa
humanidad, y por ellos la cúpula podrida del actual régimen será juzgada algún
día.
La excusa, por supuesto, es la misma de todo régimen fasciocomunista: la
de que sus adversarios son “el enemigo interno”, quienes estarían tramando un “golpe
de Estado”, cuando todos sabemos que estos sólo pueden realizarlos los
militares, como está harto demostrado históricamente. Mientras tanto, los
venezolanos continuamos sufriendo el calvario de la peor calidad de vida en
muchísimos años: inseguridad personal, pobreza, hambre y miseria, como pocas
veces antes, sin comida ni medicinas suficientes, desabastecimiento,
especulación, racionamiento, híper inflación y carestía, pésimos servicios
públicos, entre otras calamidades.
Y el régimen, paralizado por su ineptitud y falta de soluciones a la
crisis, sólo se ocupa de maniobrar para mantenerse en pie, pues el repudio
popular aumenta cada minuto, hora y día, hasta que estalle definitivamente esta
gigantesca olla de presión que es ahora Venezuela.
De allí que régimen pareciera estar en etapa terminal. Maduro no dio la
talla y luce cada vez más inepto e incapaz. No quiere reconocer que la protesta
popular (y el descontento silencioso de otros millones de venezolanos,
incluyendo muchos chavistas) se debe a la escasez, la carestía, la inseguridad,
la corrupción escandalosa de la cúpula del régimen y muy especialmente a la
inquietud de los jóvenes ante un futuro que se presenta cada vez más sombrío y
difícil, si las cosas siguen como van.
Si Maduro tuviera
algo de respeto y consideración por los venezolanos (y también un poco de
responsabilidad) debería renunciar ya para facilitar una salida consensuada y
democrática a la gigantesca crisis que nos agobia. Por desgracia, sin sentido
de la realidad y desconectado de la tragedia que sufrimos, se aferra al poder
como una garrapata, mientras Venezuela continúa cayendo por un profundo
barranco, del cual deberemos recatarla más temprano que tarde.
Por ello, y a pesar de todas las
adversidades y obstáculos, debemos continuar procurando una salida pacífica y
democrática. Pero, por supuesto, esta sólo será posible si implica un cambio
verdadero, y no la continuación del actual orden de cosas.
@gehardcartayLA PRENSA de Barinas (Venezuela) - Martes, 17 de enero de 2017.