LUCHA SIN EXCLUSIONES
Gehard Cartay Ramírez
En la oposición hay ciertos dirigentes a quienes “los
árboles no los dejan ver el bosque”, para citar un conocido refrán.
Son gente que no alcanza a mirar más allá de sus
narices. Gente que no entiende el momento que vivimos. Gente que antepone sus
intereses personales por encima de los intereses nacionales. Gente que cree que
sus ambiciones individuales son más importantes que todo lo demás.
La colosal crisis que hoy sufrimos requiere otro
tipo de dirigentes, dedicados a un esfuerzo mayúsculo -de ellos y sus partidos-
en donde se combinen las ambiciones legítimas con la aspiración mayor de los
venezolanos, que no es otra que el cambio urgente y radical de la actual
situación.
Lo singular del momento
político, económico y social de estos últimos años es que en Venezuela no
funcionan la democracia ni sus instituciones. Así de sencillo. No estamos
viviendo tiempos normales de desarrollo democrático, como sucedía en la
República Civil entre 1958 y 1998. Ahora estamos bajo una dictadura disfrazada
de democracia, producto de un injerto de fascismo y castrocomunismo, bajo la
tutela de un gobierno extranjero y cuyo legado hasta ahora sólo ha sido la
destrucción del país en todos los sentidos.
No es poca cosa, amigos
lectores. Sufrimos una profunda crisis política, económica, social,
institucional y moral, que ha puesto al país a la deriva y de la que no será
fácil salir en los próximos años. Y ante un desafío como este, la frivolidad,
la mediocridad y la falta de madurez de algunos dirigentes opositores -para no
referirme a los del régimen, que las vienen mostrando desde hace ya 18 años-
luce escandalosa.
De allí que resulte ineludible plantear una franca
discusión al respecto, hacer correctivos a tiempo y colocar la conducción de la
oposición democrática en manos de los más sensatos y experimentados, sean
jóvenes o viejos, pues el asunto no es la edad cronológica de la dirigencia,
sino las ideas y proyectos que Venezuela exige ahora. Y 2017 es una fecha
apropiada al respecto, luego de los recientes sucesos políticos que han
cambiado un poco la percepción de las mayorías con respecto a la conducción del
movimiento opositor al régimen de Maduro y su cúpula podrida.
Vamos a detenernos
en este último asunto porque no conviene asumir posiciones excluyentes,
sectarias o autosuficientes. En la lucha opositora todos somos necesarios,
aunque nadie es imprescindible. Toda persona o partido político que quiera
aportar su colaboración en la tarea de salir de este ominoso régimen debe ser
incorporado con la mayor amplitud. La oposición democrática no es propiedad de
alguien en particular, ni de ningún partido. Y esto hay que tenerlo claro, sin
espacio para equivocaciones.
Por eso mismo, hay tener cuidado con el mito del simple "relevo generacional" como
único instrumento eficaz para enfrentar el difícil momento histórico que vivimos.
Y digo mito, porque esa es una vieja tesis a la que siempre apelan los
dirigentes jóvenes, como si ellos no van a llegar también a la madurez
cronológica. Se trata de un espejismo político de viejo uso, aquí y en todas
partes. Hace 18 años lo utilizó Chávez, combinándolo con la antipolítica, otra
falacia a la que se apela a veces. Y allí están sus desastrosos resultados. Sin
embargo, existen hoy quienes en la oposición vuelven a este manoseado recurso
para apuntalar sus proyectos personales.
El problema,
digámoslo de una vez, no es ser joven o viejo, sino capaz o incapaz, competente
o incompetente, experto o inexperto, honesto o corrupto. Son las virtudes y no
los vicios, más que la edad, las que resultan indispensables en quienes deban
asumir la conducción opositora actual y en quienes vayan luego a dirigir el
país, una vez que salgamos del actual régimen.
Resulta muy claro
también que las posiciones personalistas sobran en esta lucha. Lo que está
planteado entonces es un amplísimo esfuerzo colectivo, sin excluir a nadie, sea
viejo o joven. Un esfuerzo comunitario de gran alcance, que nos integre a todos
los que estamos decididos a cambiar a Venezuela en lo inmediato. No comprender
esta dimensión de nuestra lucha es agotarse en la mediocridad y facilitarle las
cosas al régimen, cuyo único propósito es prolongarse en el poder, aunque el
país se hunda cada día más.
El país debe saber que sólo saldremos adelante con
planes y programas concretos, con equipos humanos capaces y bien preparados,
con gente honesta y sensible al frente de la cosa pública, apartando a los ineptos
y ladrones, y convocando a los mejores en la tarea ciclópea de reconstruir a
Venezuela.
@gehardcartay
LA PRENSA de Barinas (Venezuela) - Martes, 13 de diciembre de 2016.