jueves, 6 de marzo de 2014

VOLVER AL FUTURO
Gehard Cartay Ramírez
Si todo lo que ocurre ahora produce un cambio en el porvenir inmediato, o más adelante -porque inevitablemente sobrevendrá-, los venezolanos debemos aprender la lección de esta terrible experiencia.
Son varias esas enseñanzas. Veamos algunas a continuación.
Que las soluciones a los problemas del país no la tienen los militares -y menos si son golpistas- debería ser la primera lección, sobre todo después de estos 15 años de gravísimos fracasos estando en el poder los felones del 4 de febrero de 1992.
Que la crisis de Venezuela -ni la de ningún otro país- no la podrá resolver jamás un solo hombre, y que lo que necesitamos son programas de gobierno realistas, así como equipos calificados de gente capaz y honesta para ejecutarlos eficientemente, y no mesías ni muchos menos iluminados, debería ser también la otra lección que la realidad nos ha enseñado en todos estos años.
¿Habremos por fin aprendido los venezolanos que no podemos seguir engañándonos con pajaritos preñados, luego de la tragedia que ahora sufrimos? ¿Será posible que desterremos de una vez por todas la idea supersticiosa y  pendeja de que aquí siguen haciendo falta caudillos, salvadores de la patria, hombres providenciales, iluminados picos de plata, chapulines colorados y otras estupideces más por el estilo?
¿Habremos tomado conciencia de que lo que necesitamos -ahora y siempre- no es un líder carismático ni populista, sino un consumado estadista como Presidente de la República, capaz y sensible ante los problemas, rodeado de los mejores y con una clara lista de objetivos a lograr a corto, mediano y largo plazo?
¿No será ya suficientemente dañina esa prédica antihistórica que nos sigue condenando a la falsa necesidad de los “superhombres”, con Bolívar a la cabeza, y a los militares como héroes del Olimpo independentista, sin darnos cuenta de que eso nunca ocurrió, que allí lo que hubo fue una guerra humana y cruenta ganada por los más aptos e inteligentes, con el Libertador como coordinador y estratega, frente a una España decadente, y que ya es hora de no seguirnos refugiando en esas glorias pasadas -tal vez como excusa de nuestra incapacidad-, sino de ocuparnos realmente de este país en ruinas que deja el chavismo como nefasto legado?
¿Será que nuestra historia republicana no nos ha aleccionado lo suficiente como para saber que en estos 200 años los gobiernos militares fueron una maldición recurrente, verdaderos ejemplos de corrupción, violencia e ineptitud, y que en el siglo XIX, por ejemplo, los civiles apenas gobernaron cuatro años en total? ¿Seguiremos ignorando que de esos 200 años casi 160 los han copado los gobiernos de los caudillos militares y que, por tanto, el saldo negativo que arrastramos se debe en buena medida a su modo de gobernar y a su secular incapacidad para entender lo que era el progreso y el desarrollo?
 ¿Olvidaremos acaso que los últimos años caímos en las trampas de la demagogia, la incapacidad y la corrupción de ciertos gobernantes, y que, al lado de estadistas brillantes y honestos como presidentes, también se colearon ineptos y ladrones, hasta llegar a elegir en 1998 a un auto proclamado salvador de la Patria -y de ñapa encachuchado-, sin experiencia administrativa alguna, que estuvo largos años conspirando en el ejército “entre gallos y medianoche?
Los venezolanos no podemos seguir engañándonos con mesías, líderes, caudillos y cuantas vainas parecidas a estas nos ofrezcan soluciones, como auténticos buhoneros de la política. No podemos seguir siendo o haciéndonos los pendejos. Debemos saber que los salvadores del país no existen. Que el país no se va a salvar haciendo sesiones de espiritismo, poniéndoles velas a los santos o invocando las ánimas. El país debe saber que los políticos no hacen milagros, a pesar de que algunos los ofrecen en todas las campañas electorales con una desfachatez y cinismo insuperables. Pero debemos meternos en la cabeza que en la política no hay milagros.
 El país no puede seguir cifrando sus esperanzas en un sólo hombre o mujer, si fuere el caso. El país debe saber que sólo saldremos adelante con planes y programas concretos, con equipos humanos capaces y bien preparados, con gente honesta y sensible al frente de la cosa pública, apartando a los analfabetas de la política, a los ineptos y ladrones y, en general, a quienes no tienen idea de lo que significa el manejo de la ciencia del gobierno. Así de sencillo y de simple.
Lo demás es llamarnos a engaños, o seguir siendo o haciéndonos los pendejos, como hasta ahora.
Twitter: @gehardcartay
LA PRENSA de Barinas - Martes, 04 de Marzo de 2014