viernes, 23 de octubre de 2015

LA SEGURA DERROTA DEL RÉGIMEN



LA SEGURA DERROTA DEL RÉGIMEN

Gehard Cartay Ramírez

La mejor demostración de la segura derrota del régimen son las declaraciones desesperadas de Maduro y su cúpula podrida en los últimos días.

La última, por ejemplo, es de antología: “Vamos a ganar como sea”, dijo el sujeto. Si esta confesión pública no es la más clara demostración de que no tienen los votos para una victoria el seis de diciembre próximo, entonces tampoco mañana saldría el sol, como cada día. Eso de “ganar como sea” no tiene ninguna validez en un sistema verdaderamente democrático. Porque la única forma de ganar una elección es con votos, bien contados y sin fraude de por medio. No hay otra manera.
Antes, el siete de octubre pasado, había dicho que él (Maduro) sería el primero “en lanzarse a la calle si la MUD tomara la AN”, al exhortar a la militancia de su partido a tomar las calles si la revolución llega a perder las elecciones parlamentarias”. Sin duda, otra revelación pública suya sobre la segura derrota del régimen. “A confesión de parte, relevo de prueba”, reza el aforismo jurídico.
Con  anterioridad, el teniente Cabello, segundo jerarca del régimen (y dicen que “el poder detrás del trono”), se mandó otra de sus altaneras declaraciones al afirmar que la oposición "no volverá a gobernar ni por las buenas ni por las malas". De lejos, esta aparente amenaza excreta un tufillo de indiscutible culillo, igual al de quien atraviesa de noche un cementerio silbando para disimular el miedo.
No deja de ser cómico, por cierto, que simultáneamente con tales desplantes declarativos el régimen propusiera la firma de un acuerdo entre las partes para respetar los resultados del seis de diciembre. ¿Cómo se puede suscribir un compromiso como ese, si los voceros oficialistas -encabezados por quien ocupa la presidencia de la República- se la pasan amenazando con desconocer el triunfo de la oposición? Porque no tiene ninguna lógica decir que ellos van “a ganar como sea” y “a tomar las calles si gana la oposición” y, al propio tiempo, proponer un acuerdo para respetar los resultados electorales, 
Y no nos vamos a detener aquí a ponderar esa otra “perla” madurera cuando afirmó también que si “la derecha” gana las elecciones, “el pueblo” saldrá a protestar. Se supone que si eso que él llama falsamente “la derecha” obtiene la victoria es, sencillamente, porque la mayoría de los venezolanos -es decir, el pueblo- así lo decidirá. ¿O es que acaso el pueblo es ahora la cúpula corrupta que manda desde hace 16 años?
Tampoco se han ahorrado amenazas y predicciones de mal agüero ante el triunfo de la oposición. Han anunciado un “apocalipsis” poco menos que nuclear. Y como si los electores fueran unos niños de esos que antes atemorizaban con el fulano “coco”, algún dirigente oficialista llegó al descaro de decir que sólo si el régimen gana esas elecciones “aquí habrá paz”. Un burdo chantaje, pues.
Toda esta situación de contradicciones, absurdas idas y venidas e inocultable nerviosismo retrata la conducta derrotista que se ha apoderado ya de la cúpula podrida del régimen. Porque si aquí todo el mundo sabe que van a ser derrotados, ¿cómo no lo van a saber ellos mismos? Ellos mejor que nadie saben que el pueblo está indignado y molesto con el infierno que sufrimos aquí día a día, producto de 16 años de desgobierno, incapacidad y corrupción.  
Pero las declaraciones jaquetonas y a lo Jalisco de los jefes del régimen tienen también un objetivo desesperado: tratar de meterle miedo a algunos votantes inseguros -ojalá que escasos- y no muy valientes ellos. Eso de que “si no ganan, arrebatan”, puede crear temor en algunos pobres de espíritu. Y lo que se persigue entonces, a última hora, es estimular la abstención, especialmente entre los votantes que se oponen al régimen y quieren un proceso de cambio cuanto antes. En esa perversa tarea cuentan con la inescrupulosidad de su incondicional Consejo Nacional Electoral.
Como hemos repetido otras veces, la derrota segura del régimen lo ha convertido en un tigre herido de muerte y, por tanto, sumamente peligroso. Van a hacer todo lo posible para impedirla, y con tal propósito actuarán sin escrúpulos, comprando a quien sea y tratando de torcer la voluntad de mucha gente.
Pero dudo que puedan impedir esa segura derrota que ya tienen marcada en la frente. Por tanto, hay que salir a votar masivamente y luego defender la victoria arrolladora de la oposición. Y punto.
   @gehardcartay
LA PRENSA de Barinas (Venezuela) - Martes, 20 de octubre de 2015.

sábado, 17 de octubre de 2015

EL CAMBIO INDETENIBLE



EL CAMBIO INDETENIBLE
Gehard Cartay Ramírez
Hoy en Venezuela hay una verdad que nadie puede negar y es el deseo de cambio que tiene la gran mayoría del pueblo.
No hacen falta encuestas ni estudios de opinión para comprobarlo. Simplemente hay que escuchar a la gente, en cualquier parte y en cualquier momento. La necesidad de un cambio ya, cuanto antes, se siente en todos lados y se convierte cada vez más en un sentimiento arrollador que se llevará por delante al régimen y sus candidatos -si se cuentan bien los votos y se derrota el fraude- este domingo seis de diciembre.
En toda conversación el tema surge de inmediato. Ya sea en reuniones familiares o sociales, en la buseta de pasajeros, en la cola del cajero automático o en la del supermercado. “Tenemos que salir ya de esta pesadilla”, “Esto es insoportable” o “Hay que votar masivamente para castigar al régimen”, son, entre muchas otras, expresiones comunes de la gente, harta ya de tantos problemas por culpa de la incapacidad y la corrupción de Maduro y su claque inepta.
Todas esas protestas y comentarios revelan una profunda indignación nacional. Porque -y esto hay resaltarlo- pocas veces antes los venezolanos habían sufrido en carne propia tantos y graves problemas como ahora. Y, sobre todo, pocas veces antes habían tenido la convicción de que un régimen en concreto les hiciera tanto daño a todos, como este que ahora padecemos, por lo cual se impone su sustitución cuanto antes.
Por supuesto que todo ello es la resultante de 16 años de desgobierno y corrupción. Nunca como ahora, Venezuela tuvo un régimen tan inepto, ladrón e incapaz. Nunca como ahora, Venezuela había sufrido una situación tan desgraciada como la que ahora vivimos. Nunca como ahora, Venezuela tuvo esta clase de gobernantes irresponsables, estólidos e insensibles, incapaces de buscarle soluciones a la inmensa crisis nacional que nos acogota, precisamente a causa de los múltiples errores, desmanes y estupideces cometidos desde 1999.
Y eso que nunca antes tampoco Venezuela vivió una prolongada etapa de altos precios petroleros como en estos últimos catorce años. Mientras los gobiernos anteriores, y especialmente el último del presidente Caldera, tuvieron que vender el barril de petróleo en nueve dólares, los precios del crudo a nivel mundial en la última década le permitieron al régimen chavomadurista llegar a ganar hasta 150 dólares por cada barril. Y sin embargo, Venezuela nunca tuvo antes una situación tan calamitosa desde el punto de vista económico y social, como la que experimentamos ahora.
Por ello no tienen ninguna excusa válida que justifique su fracaso en el mejor momento financiero de la República gracias a los altos precios petroleros de los últimos años. Fue así como lograron el “milagro” de convertir a un rico país exportador de petróleo en un país arruinado, con la más alta inflación del mundo -algo inconcebible a juicio de reputados economistas-, al tiempo que los venezolanos son cada vez más pobres.
Como es lógico, la gran mayoría no quiere continuar atada a una situación tan nefasta como la de hoy. Todo lo contrario: quiere un cambio urgentemente y de manera abrumadora. Así lo reflejan todas las encuestas conocidas, al tiempo que señalan que entre el 83 y el 78 por ciento de los venezolanos considera mala la gestión de Maduro (Hercon y Keller y Asociados), de acuerdo con los resultados publicados por El Nacional de Caracas de fecha 11 de octubre pasado.
Esas mismas encuestas revelan que la expectativa de un cambio político es abrumadora entre los venezolanos: el 86,8 de ellos desean ya ese cambio en la conducción política del país, según el último estudio de Venebarómetro. Y ello en virtud de que el 89,3 por ciento considera que la situación del país es negativa. Incluso, si ahora se realizaran las elecciones presidenciales el 70,9 por ciento de los electores votarían contra Maduro, y si se convocara un refrendo revocatorio en su contra el 70,5 por ciento votaría para sacarlo de la presidencia, según la citada encuesta de Venebarómetro.
No hay entonces duda alguna del deseo de cambio que hoy caracteriza a los venezolanos. Por eso, estas elecciones del próximo seis de diciembre van a ser decisivas para abrir un nuevo horizonte político al país. Porque no sólo se elegirá una nueva Asamblea Nacional con mayoría de la oposición democrática, sino que, en paralelo, ese deseo de cambio tendrá un contundente efecto en las venideras elecciones de gobernadores y alcaldes e, incluso, como ya se señaló, en caso de convocarse un referendo revocatorio contra Maduro.
Todo indica entonces que el cambio será indetenible.    
@gehardcartay
LA PRENSA de Barinas (Venezuela) - Martes, 13 de octubre de 2015.

viernes, 9 de octubre de 2015

LOS VENEZOLANOS: CADA VEZ MÁS POBRES



LOS VENEZOLANOS: CADA VEZ MÁS POBRES
Gehard Cartay Ramírez
Los venezolanos somos cada vez más pobres como   consecuencia de las catastróficas políticas del régimen chavomadurista.
Todos los días, usted amigo lector, y yo, al igual que la inmensa mayoría de los venezolanos -salvo la cúpula podrida que usufructúa el poder y los ricos que han podido sortear esta gigantesca crisis-, nos empobrecemos cada vez más.
Cada día que pasa, los salarios se hacen insuficientes porque nuestro poder adquisitivo se debilita cada vez más. Quienes viven de un sueldo compran cada vez menos cosas, visto el aumento que todos los días impacta los artículos de primera necesidad. Por supuesto, la situación empeora para quienes no tienen empleo y se encuentran en la franja de pobreza extrema, que también aumenta en este desdichado país.  
La cuestión se agrava aún más porque al alto costo de la vida -la inflación, como lo llaman los economistas- hay que agregar la escasez y el desabastecimiento. Ambas desgracias van unidas ya que los productos que no se consiguen fácilmente los venden más caros.  Por eso mismo, en una economía de mercado, donde la productividad y la abundancia de bienes y servicios sea la regla (y no la escasez, como ahora sucede en Venezuela), la oferta de los mismos anula los efectos de la carestía y, por lo general, obliga a su venta en mejores condiciones para los consumidores.  
Por desgracia, nuestra economía -hoy en ruinas gracias al actual régimen, que acabó con la producción nacional desde hace una década- no está en condiciones de ofrecer bienes y servicios como exige la demanda actual. Todo lo contrario: está incapacitada para satisfacerla, y por ello, insisto, esos bienes y servicios se encarecen cuando se logran conseguir en el mercado.
De allí que la oferta de productos alimenticios y de artículos básicos de la canasta familiar haya desaparecido en su mayor parte, trayendo consigo escasez, racionamiento, desabastecimiento y, como ya se anotó, precios más altos. Lo poco que se consigue en el mercado es a costos prohibitivos, pues además se une a esta tragedia la infaltable especulación que hacen comerciantes inescrupulosos, aprovechando la difícil situación que hoy padecemos los venezolanos.
Mientras esto ocurre, los sueldos y salarios se mantienen igual. La masa trabajadora sufre así, junto a todos los que cobran quince y último, un empobrecimiento generalizado, pues cada vez le alcanzan menos sus ingresos para comprar los artículos básicos, encarecidos día a día. O, como ya se ha vuelto un lugar común decirlo, mientras los salarios suben por las escaleras, los precios suben por un ascensor veloz y vertiginoso.
Esta situación afecta también a pensionados y jubilados, cuyos ingresos igualmente se vuelven “sal y agua” como consecuencia de la altísima inflación que hoy sufrimos. Pero también la sufren los desempleados en general. Por eso, la inflación chavomadurista que hoy martiriza a casi todos los venezolanos, nos empobrece cada vez más, y muy especialmente a quienes menos recursos tienen.
Por cierto que leí recientemente un análisis absurdo (De clase media… a un cuarto, por Luis Vicente León, El Universal, 04-10-2015), según el cual toda esta situación impacta negativamente a la clase media, pero no a los más pobres. Según el autor del mismo, la inflación afecta sólo a la clase media porque, al final -y aunque lo niegue-, los pobres serían casi todos bachaqueros, lo que los salva del terrible impacto de la inflación.
Resulta obvio que no todos los pobres bachaquean. Incluso diría que son muy pocos los que se dedican a esto. Porque los pobres también tienen que ir al mercado, si pueden, a comprar lo que consiguen, por una parte, y, por la otra, igualmente los afecta el alto costo de la vida, de modo que sus ingresos, provengan de donde sea, son insuficientes para enfrentar la carestía de la vida. Así, por ejemplo, el caso de los buhoneros que cita el analista en comento diciendo que venden más caro por el aumento de los precios y eso “los protege de la inflación”, se cae por su propio peso, pues ellos también tienen que comprar (¿o no?) y eso supone que los afecta al igual que al resto.
Desgraciadamente, a esto hemos llegado por la política económica hambreadora del régimen iniciado en 1999. Si en lugar de haber destruido nuestro aparato productivo industrial y agropecuario, el chavomadurismo lo hubiera fortalecido, ahora habría más producción de alimentos y artículos de primera necesidad, y por tanto, sus precios no serían tan caros como hoy día.
Se trata de algo elemental, querido lector: “quien  siembra vientos cosecha tempestades”. Por desgracia, a la cúpula podrida que manda su política económica hambreadora no la afecta, pero al resto de los venezolanos sí. Vaya cinismo…  
     @gehardcartay
LA PRENSA de Barinas (Venezuela) - Martes, 06 de octubre de 2015.

sábado, 3 de octubre de 2015

EL FINAL DEL RÉGIMEN



EL FINAL DEL RÉGIMEN
Gehard Cartay Ramírez
Como todo en la vida, el actual régimen se aproxima a su final.
Han  sido 17 largos años de una experiencia nefasta, como muy pocas en nuestra historia. Nunca antes Venezuela había sufrido una etapa de tanta destrucción, odio y violencia como la que ahora padecemos.
Si alguien piensa que lo que afirmo es una exageración simplemente le recuerdo los casi 300 mil asesinatos que ha producido la delincuencia desde 1999 (muchos más muertos que en todas nuestras guerras del siglo XIX y XX), la demolición de la democracia a todos sus niveles, el empobrecimiento generalizado de los venezolanos como pocas veces, la ruina de nuestro aparato productivo industrial y agropecuario, el saqueo y destrucción criminal de PDVSA y la existencia de la más vulgar corrupción gubernamental que haya visto este país en varios siglos.
Desde que el chavismo asumió el poder al pueblo venezolano le cayeron todas las plagas y desgracias juntas. Los problemas que existían se agravaron como nunca y la cúpula podrida que manda desde entonces ha creado nuevos problemas, más graves en todo sentido. Hoy hay más miseria, pobreza, desempleo y delincuencia que en 1998. Hoy los servicios públicos están peor que en 1998. Hoy hay menos comida y más escasez, más inflación y peores sueldos que en  1998.
Hoy hay más corrupción administrativa, robo y peculado que en 1998. Si hace pocos meses el exministro estrella de Chávez, Jorge Giordani, y Edmée Betancourt, ex presidenta del Banco Central de Venezuela, habían denunciado el robo de 25.000 millones de dólares a través de Cadivi, esta semana pasada la también ex ministra y diputada chavista Ana Elisa Osorio acaba de denunciar el desfalco de 259.000 millones de dólares desde 2003 hasta hoy. Con el chavomadurismo, los corruptos de gobiernos anteriores resultaron ser unos “roba gallinas”, como dijo alguien una vez.  
El régimen instaurado en 1999 acabó con los avances en materia de calidad de vida que veníamos logrando. Porque hay que advertir que Venezuela estaba mejor en todo sentido antes de esa fecha. Hoy, en cambio, los venezolanos vivimos en peores condiciones que el resto de los latinoamericanos, para no hablar de otras latitudes. Nuestros trabajadores cobran el salario mínimo más bajo del continente, mientras los precios de los artículos de primera necesidad suben todos los días. Por supuesto, los desempleados y los más pobres son los que llevan la peor parte de esta maldición que resultó ser el chavomadurismo en el poder.
La humillación que el régimen les ha impuesto a los venezolanos se muestra en toda su dimensión cuando nos obliga a hacer largas colas para intentar comprar algo de comida, que por lo general escasea, y, si se consigue, sus precios son realmente escandalosos. El régimen trata a los ciudadanos como si fueran animales y no personas. Marcar a alguien con un serial en sus brazos y registrarlo en un capta huellas para obligarlo a comprar una vez a la semana determinados artículos, luego de hacer largas colas, constituye una descarada violación a sus derechos humanos.
Por lo tanto, no hay ninguna razón para que el chavomadurismo gane las elecciones parlamentarias de diciembre próximo. Todo lo contrario: sobran razones para que las pierda, y las pierda por paliza, además. Porque los venezolanos no tienen nada que agradecerle al régimen que los acogota desde 1999. En cambio, tienen muchísimas razones para echarlos del poder con los votos, una vez que pierdan la mayoría parlamentaria que ahora poseen.
Indudablemente, el régimen se acerca a su final. No podía ser de otra manera, amigos lectores. Lo que no sirve hay que desecharlo, y este es el caso del chavomadurismo. Dilapidaron y se robaron miles de millones de dólares, y hoy los venezolanos son más pobres que antes, sin comida suficiente, con una inseguridad que asesina todos los días, con la inflación más alta del mundo y los peores servicios públicos del continente.
Dentro de esta ola de indignación nacional por el desastre creado por el actual régimen, ¿Cómo podría el pueblo volver a votar por quienes han destruido el país y nos han traído los peores males que ahora sufrimos?
Por eso mismo, el régimen está desesperado y tratará de impedir su derrota. Andan buscando la manera de suspender las elecciones parlamentarias. Pero su margen de maniobra también se agota. Si llegaran a suspenderlas estarían admitiendo ante todo el mundo su derrota. Por eso, la realidad los obliga a realizarlas. Y si las realizan, las perderán irremediablemente, a menos que se les ocurra un fraude masivo, en cuyo caso los hechos terminarán por barrerlos del mapa.
 Por eso, hasta las piedras saben que serán derrotados este próximo seis diciembre.
 @gehardcartay
LA PRENSA de Barinas  (Venezuela) - Martes, 29 de septiembre de 2015.