lunes, 24 de junio de 2013

ABDON VIVAS TERÁN,
GEHARD CARTAY RAMÍREZ
y RAFAEL CALDERA

EN LA PRESENTACIÓN DEL LIBRO

“CALDERA Y BETANCOURT, CONSTRUCTORES DE LA DEMOCRACIA”

(Caracas, 17 de febrero de 1987)

INTERVENCIÓN DEL DIPUTADO ABDÓN VIVAS TERÁN DIRECTOR DE LA
FRACCION PARLAMENTARIA DE COPEI

Realizamos hoy un acto importante. Estamos procediendo a bautizar el libro Caldera y Betancourt, constructores de la democracia, del Diputado Gehard Cartay Ramírez, el cual, siendo sin duda un aporte significativo al análisis objetivo y critico de los últimos cuarenta años de nuestra historia política, probará por sí mismo sus méritos, más allá de cualquier juicio presumiblemente matizado por un común acervo ideológico, una parecida interpretación de la realidad o una entrañable e inquebrantable fraterna amistad, cuando se eche a rodar por las vías del pensamiento intelectual y político venezolano y se puedan apreciar sus excelentes cualidades: controversial, exigente, objetivo, brillante, apasionado.
Quien lo escribe es el Diputado Gehard Cartay Ramírez, joven político e intelectual de la generación del 58. Comprometido con un proyecto histórico, consustanciado con una causa de fe. Proyecto histórico que apunta hacia una fase nueva en nuestro ininterrumpido proceso de desarrollo democrático. Es la búsqueda de una democracia nueva, para avanzar, productiva, eficiente, participativa, con igualdad de oportunidades, con equidad en la distribución del producto social. Con disciplina social y del trabajo. Con celoso respeto por los derechos de los demás. Con dureza de roca granítica para impedir la penetración del morbo de la corrupción. Con hondo sentido del consenso y de la necesidad de alcanzar metas comunes. Un modelo democrático más antropocéntrico, más funcional, más eficiente y más participante. Causa de fe, por otra parte, que habla de un compromiso que luego se racionaliza, pero que es raigalmente una intuición y una ilusión. Ambas se acobijan en la sangre, se calientan en su torrente bullicioso. La intuición habla del encuentro inesperado con el pueblo y los necesitados, por ella se aprende que la liberación es posible, que los seres humanos estamos condicionados, pero que hacemos la historia y que la aurora no podrá ser detenida. La ilusión nos habla del sueño grande, con imprecisos linderos, de la utopía alcanzable que todavía no ha sido totalmente formada en la matriz que alguna vez, necesaria e imprescindiblemente, dará vida a la generación del 58 cuando ésta haya ganado su trozo de buena tierra bajo el sol y haya sabido precisar y extender su proyecto.
Gehard Cartay Ramírez es disciplinado, sencillo, inteligente, diáfano, ha combinado en sabio equilibrio el reposo del intelectual con la azarienta e infatigable actividad que impone la inmisericorde entrega a la política cuando se halla impulsada por la vocación de servicio. Es sin duda, y esto le honra a él tanto como a nosotros, uno de los mejores de los nuestros.
¿Y de qué escribe Gehard Cartay Ramírez?: De política reciente, no por cierto repite la historia oficial de acontecimientos que son la matriz, a través de ese proceso misterioso que algunos estiman haber domeñado mediante el descubrimiento de leyes objetivas, que es la Historia. Nos habla de los pasos que permitieron establecer la plataforma y el proyecto histórico de dos de los más importantes aportes ideológicos de la política nacional: el socialcristianismo y la socialdemocracia, nos conduce con una cadencia de la que es imposible separarse hasta que su lectura concluye, al apasionante entramado del cual surgen AD y Copei, nos introduce a la transición de la dictadura gomecista a la democracia balbuceante e insegura de López y Medina. Se detiene en los acontecimientos revolucionarios del 18 de octubre de 1945, avanza hacia el trienio desgarrador y trágico que le siguió, toma aliento luego para no dejarse atrapar por las miasmas pestilentes que todavía saturan el ambiente de la larga noche
de diez años que impuso el último de nuestros autócratas, antes por el contrario halla en ellas elementos para la esperanza, la conciliación y la superación en el exilio, la cárcel, la muerte, la cívica dignidad con las cuales la Nación supo enfrentar, combatir, resistir y derrotar a aquellos venezolanos del desgobierno. Analiza luego la experiencia del Pacto de Punto Fijo como punto focal de expresión del programa democrático y de la voluntad de ejecutarlo. Estudia en caliente el gobierno de coalición del Presidente Betancourt, asediado desde afuera por extremismos de izquierda y de derecha, sometido a la torturante situación de las dos divisiones de su propio partido, pero que conducido con audaz coraje, con entereza, no sólo sobrevivió sino que fue capaz de presentar una importante obra material.
 Cierra el libro con el estudio reflexivo del período de gobierno del Presidente Caldera, estima que en él se consolida la democracia, se cambia el estilo de gobierno, se mejora la administración y la mano enérgica y sabia de aquel magistrado produce elementos, los cuales inteligentemente utilizados hubieran podido ahorrarnos muchos sufrimientos y largas desesperanzas.
 Todo este formidable bagaje de análisis histórico es presentado recurriendo al examen de la trayectoria humana, ideológica, política, de liderazgo, de amor a Venezuela, vital, en resumen, de Rafael Caldera y de Rómulo Betancourt. Ellos dos, formidables estadistas, bastiones inexpugnables de la defensa y de la estabilidad del régimen democrático, perseverantes en la contumaz idea de amar y de servir al pueblo y de penetrante visión para entender la realidad social, saber darle respuesta y encarnarla en un proyecto político coherente. Como si la cuenta aún no fuera suficiente, Gehard Cartay Ramírez logra impecablemente su propósito: Caldera y Betancourt son confirmados como lo que son en realidad, los creadores por
excelencia, junto con muchas mujeres y hombres venezolanos, de esta era democrática, la cual con sus virtudes y con sus sombras no ha tenido antecedentes en la historia de la Nación.
 Muchos de los que aquí estamos somos el producto humano e histórico del más reciente proceso político nacional. No vacilamos en afirmar que el esfuerzo, la lucha, la tenacidad en la creación de la actual experiencia democrática, es el más admirable y denodado desarrollo de nuestra actividad política. Sostenemos además que esta generación del 58, examinando la conducta y el proyecto de Rafael Caldera y de Rómulo Betancourt tal como nos los dibuja el diputado Gehard Cartay Ramírez, puede extraer de ellas lecciones para aumentar su comprensión de los hechos, cerciorarse de su especificidad y prepararse más a fondo en la causa del servicio popular. Aprendamos entonces de Caldera y Betancourt el depósito que brota del Magisterio de su ejemplo:
 
— Que no basta con la tesis generacional, ella puede ser un punto de partida, olas humanas que avanzan por la Historia, pero por sí mismas insuficientes para dejar su impronta y alterar su rumbo.
— Que una generación, para que encuentre su razón de ser, para que no se extravíe en los miles de vericuetos de la Historia, ha de ser capaz de parir su propio proyecto político: funcional, factible, transformador, útil, popular.
— Que dicho proyecto político no puede, no debe ser vacía, retórica y fantasiosa fraseología, sino que ha de alimentarse en la fuente insustituible de la Patria y del pueblo, en la Patria, es decir, en su cultura, en su historia, en su geografía, en sus dolores, en sus esperanzas, en el pueblo, vale señalar, en sus necesidades, en sus debilidades, en sus expectativas, en sus sueños.
— Que la actividad política no es vacía y mecánica práctica de consignas y pragmatismo obsceno e indecente, sino que está conscientemente referida a una concepción ética y que ésta nos obliga a referencias permanentes, a principios fundamentales, tanto como al realista análisis de la vivencia constante con el compromiso de transformación que autoproclamamos asumir.
— Que la política, para hacerla en grande, no se hace sin perseverancia y sin tenacidad, tampoco sin idealidad y un punto indispensable de utopía.

Estas son las lecciones que Rafael Caldera y Rómulo Betancourt nos entregan a nosotros, generación de relevo buscado y merecido de 1958. Esta generación, por cierto, está en pleno proceso de búsqueda y de identificación. Objetivos comunes, más allá de las indispensables y útiles diferencias ideológicas, nos estrechan y señalan. En esta tarea hemos buscado ayuda oyendo lo más profundo del alma popular y nos sentimos en sintonía con el clamor que percibimos. Venezuela ama su libertad, no la va a sacrificar ante los demagogos que ofrecen solamente el pan. Pero la Nación está insatisfecha: ama la libertad pero lucha por el pan, ama la paz pero postula la justicia, ama la convivencia pacífica, pero no está dispuesta a aceptar atropellos e injusticias de minorías que bien implantadas en el corazón del Estado proclaman su auto iluminación.
 Venezuela nos está reclamando, en fin, gritando con alta y potente voz en nuestra conciencia, que demanda una revolución democrática, un cambio profundo y radical, un orden social, nuevo, eficiente y funcional, auto gestionado y popular, que redistribuya y que crezca, que conjugue la libertad y la igualdad, que reintegre, en síntesis, al pueblo el poder, la cultura, la riqueza, la dignidad y el sueño.
 En esta tarea, Rafael Caldera y Rómulo Betancourt, paladines insignes de las causas mejores, serán nuestros impulsadores. Su experiencia, su combatividad, sus sugerencias, su exacta noción del liderazgo, alumbrarán nuestro camino y nos ayudarán en la histórica acometida de dar a luz esta nueva fase de nuestro desarrollo como pueblo democrático.
 El libro de Gehard Cartay Ramírez que hoy bautizamos, editado gracias al ímprobo y generoso esfuerzo de José Agustín Catalá, constituye, sin rubores, una importante colaboración en el entendimiento de toda una era y en hacer más cargada de compromiso y también más factible el ganar las próximas batallas por la Nación y por el pueblo (Aplausos).