miércoles, 18 de diciembre de 2013

LA OPOSICIÓN: ACIERTOS Y ERRORES (I)
Gehard Cartay Ramírez
Aún a riesgo de opinar tempranamente, considero importante consignar algunas reflexiones sobre el papel cumplido por la oposición democrática en los últimos tiempos.
Creo que en esta época navideña y próxima al Año Nuevo resulta conveniente. Porque este tiene que ser un tiempo de reflexión, de hacer un balance, de pensar profundamente sobre lo actuado y de formular, al propio tiempo, nuestras propuestas para el año que viene.
En ese pensar analítico sobre lo recientemente pasado trataré de ser objetivo, si acaso es posible. Dicho en otras palabras, intentaré poner las cosas en su justo lugar según mi opinión, como resulta obvio. Pero sin dejarme arrastrar por las opiniones radicales en uno y otro sentido. Es decir, no voy a afirmar -por ejemplo- que, hasta ahora, la oposición democrática lo ha hecho perfectamente, pero tampoco incurriré en la injusticia de considerar que su actuación ha sido un desastre.
Comencemos por lo primero. Como resulta fácilmente comprobable, la oposición democrática ha cumplido un papel estelar en la resistencia contra el régimen castrochavista que sufrimos desde hace ya 15 años. Esta tiene que ser la base de cualquier discusión seria para valorar lo que se ha hecho hasta ahora.
No es cualquier cosa haber enfrentado, desde el año 2000, un régimen corrupto y corruptor que ha controlado, a partir de de entonces, todas las instancias del poder de manera ventajista e inescrupulosa. No es cualquier cosa, insisto.
Porque vamos a estar claros: aquí nunca antes el poder pervirtió el sistema electoral, como lo ha hecho el actual régimen. Nunca, repito, y eso incluye la dictadura perezjimenista, lo cual ya es mucho decir. Porque luego de la caída de aquella tiranía, las elecciones presidenciales fueron pulcras. Por eso mismo, desde 1968, se produjo una perfecta alternabilidad electoral entre los dos más grandes partidos populares que tuvo Venezuela en el siglo XX: AD y Copei. Aquello fue una cosa natural hasta 1988, cuando Carlos Andrés Pérez rompió la llamada Ley del Péndulo entre ambas fuerzas mayoritarias, aunque -sin embargo- Caldera también lo hizo cinco años después.
Sería una majadería, como algunos “historiadores” chavistas lo afirman fanáticamente, pretender que todo aquello era un fingimiento, una farsa. Como si el poder pudiera repartirse así, partiendo una torta, o pretendiendo que podía negociarse un período de gobierno para cada partido y de manera alternativa.
Y la mejor demostración de que no era así es que, igualmente, lo logró el militar golpista Hugo Chávez Frías en 1998, cuando ganó las elecciones con un Consejo Supremo Electoral  absolutamente imparcial y objetivo, que le reconoció el triunfo, al igual que lo hicieron AD, Copei y las demás fuerzas democráticas.
Y hasta allí llegó la cosa. Después, el organismo electoral (CNE) se convirtió en un dócil instrumento en manos de Chávez y entonces hizo las cosas en beneficio de aquel y su vocación totalitaria, pervirtiéndolo todo, corrompiéndolo todo, y sobreponiendo su proyecto político por encima de los intereses nacionales. Muerto su jefe único, ha continuado con su perversa actitud.
De manera que la oposición no sólo ha tenido que enfrentar al mismísimo “árbitro” electoral, totalmente plegado a la cúpula podrida que detenta hoy poder, sino también a esta, que ha usado y abusado de los milmillonarios recursos del patrimonio público para perpetuarse. Nunca antes se había visto semejante atropello.
Por desgracia, desde 1999, el poder se ejerce en función del proyecto político del régimen, de manera corrupta y corruptora. Así, todos los Poderes Públicos -que deberían estar al servicio de los venezolanos- sólo funcionan a favor de la cúpula corrupta que manda, mientras que su acción  “institucional” está dirigida exclusivamente a perseguir y enjuiciar a la disidencia política.
En consecuencia, la oposición ha tenido que enfrentar al propio Estado como adversario electoral y al PSUV como un partido oficial, financiado con los recursos públicos. Ha tenido que enfrentar y sufrir también el ventajismo más criminal y a esa especie de fraude institucionalizado que significa la total impunidad que el CNE le permite al régimen, así como su constante obstrucción a los opositores, hoy desvalidos económicamente y silenciados en la mayoría de las televisoras, radios y periódicos del país.
No ha sido fácil, pues, la batalla de la oposición democrática contra el ventajismo y el fraude sistémico del Estado, hoy en manos de una cáfila de corruptos y corruptores. Y este dato es muy importante, no sólo para valorar los triunfos y fracasos de la oposición democrática, sino también para calibrar la reciedumbre de su lucha.
Desde luego que todo ello no significa que tengamos que abstenernos de hacer las críticas necesarias a su actual conducción, así como proponer la necesidad de otros liderazgos y procedimientos, temas que tocaremos en próximos artículos.
Twitter: @gehardcartay
(LA PRENSA de Barinas - Martes, 17 de diciembre de 2013)