LA CONFRONTACION O EL SUICIDIO DEL RÉGIMEN
Gehard Cartay Ramírez
¿Persistirá el régimen en su política de
confrontación de estos 17 años?
A juzgar por los últimos acontecimientos parece que
así será. Se trata de una postura que, si bien antes les dio resultado, ahora
es una conducta suicida, rechazada por los venezolanos, incluyendo muchos que
lo apoyaban o, incluso, aún lo apoyan con serias reservas.
Sin embargo, Maduro y su cúpula podrida insisten en
tamaño error. No han asimilado la lección que el pueblo acaba de darles el
pasado seis de diciembre. Pretenden hacerse los desentendidos y ahora quieren
desconocer la voluntad popular que se expresó ese día. De sus discursos
llamando “a respetar los resultados” y de sus elogios “al sistema electoral más
perfecto del mundo”, ahora han pasado a hablar de “fraude y compra de votos”,
en un acto de ridícula desesperación y sin que nadie, ni siquiera su propia
gente, les crea una palabra. Se trata, sin duda, de una actuación tragicómica.
Lo grave es que esa actitud tiene la complicidad
del tribunal supremo y de otras instituciones del Estado, manejados como feudo
propio por el régimen. Por eso vienen armando trampas y componendas para
desconocer la Asamblea Nacional recién electa, donde los sectores democráticos
lograron las dos terceras partes. Pero no lo van a lograr. El pueblo hará
respetar su voluntad y si el régimen resuelve mantener su política de
confrontación suicidándose.
La verdad es que el país está harto de esa
política. Su carga de odio y violencia nunca ha conducido a nada positivo. Los
efectos están a la vista y son tan desgraciados que han dividido a la familia
venezolana. Ese sólo hecho resulta gravísimo en nuestra historia. Pero sus
consecuencias también han estimulado una espiral delincuencial sin precedentes,
donde casi todos los delitos que a diario se cometen culminan con el asesinato
de las víctimas, de manera vesánica y cruel.
Ya habrá tiempo en el porvenir para que sociólogos,
criminólogos e historiadores estudien en profundidad cómo ese discurso del odio
y la violencia nos trastocó de una sociedad mayoritariamente solidaria a otra
totalmente dividida, donde grupos delincuenciales fueron estimulados desde el
poder en sus más bajos instintos y utilizados como brazo armado de aquel contra
sus adversarios. Pero, como se ha demostrado luego, la impunidad que se les
brindó multiplicó exponencialmente sus delitos y hoy suman más de 250.000
asesinatos en estos 17 años.
Esa criminal estrategia de confrontación igualmente
hizo que el régimen asimilara la política civil con la liquidación del
adversario, como si estuviéramos en una guerra. Desde luego, se trata de una
concepción militarista del debate político, muy propia del extinto jefe del
régimen instaurado en 1999. Y esa terrible noción de la política manu
militari se ha sostenido hasta ahora desde el poder, pero resulta obvio que
los venezolanos la repudian y claman volver a otra noción civil, civilizada y
democrática, como la que hubo entre 1958 y 1998.
La política bien entendida -decía Pío XII, palabras
más, palabras menos- constituye “otra de las nociones excelsas de la caridad”.
La política supone, por tanto, diálogo y entendimiento, en aras de la dignidad
humana y el bien común. Lo contrario es la confrontación violenta y el odio
cainita. Los venezolanos debemos volver a aquellos principios y desterrar estos
últimos, si queremos recuperar la senda de la paz, la solidaridad y el
entendimiento entre todos.
Venezuela requiere hoy más que nunca de diálogo y
entendimiento. Requerimos cuanto antes, luego de salir de esta pesadilla, de un
nuevo Pacto de Puntofijo, desde hace algún tiempo vituperado por
sectores interesados en negarlo y por ignorantes crasos que no conocen sus
extraordinarias dimensiones históricas y sociales. Requerimos de un gran
acuerdo nacional entre todos, que fije unas grandes metas de concordia,
desarrollo y progreso para las próximas décadas. Pero está claro, insisto, que
tal objetivo no será posible mientas el actual régimen se mantenga en el poder.
Por eso hay que lograr su sustitución cuanto antes.
Sólo así será posible liquidar esa concepción
totalitaria, según la cual quienes no piensan igual al poder -o no apoyan sus
políticas- son enemigos a muerte y deben ser “convertidos en polvo cósmico”,
como decía el difunto en aquella frase infeliz que desde 1999 ha traído como
resultado miles de muertos, heridos, exiliados y presos políticos, aparte de
sufrimiento y llanto para centenares de miles de familias.
Si el régimen, insisto, permanece aferrado a la
confrontación estará acelerando de manera irremediable su sustitución. Por
supuesto que apostamos porque esta se produzca democráticamente y en paz. Si
Maduro y su claque pretenden lo contrario, tendrán, una vez más, al pueblo en
su contra.
@gehardcartay
LA PRENSA de Barinas (Venezuela) - Martes, 05 de enero de 2016.