Verdades
EL LABERINTO DEL RÉGIMEN
Gehard Cartay Ramírez
El régimen está atrapado y sin salida dentro
del laberinto que él mismo creó en los doce años anteriores.
Ahora, frente a una probable ausencia de su
jefe único, se encuentra sin sustituto a la vista. Los segundones que aceptaron
tal papelón, sin siquiera chistar, eunucos por su propia mediocridad y sumisión
al caudillo sabaneteño -quien no permitió a ninguno prepararse para un probable
relevo-, ahora se enfrentan a una situación incierta.
Ninguno de
ellos es percibido en sus propias filas como posible sustituto. Nadie los
considera a la altura de tal desempeño y, lo que es peor, ninguno es tomado en
cuenta con seriedad, llegada la hora de considerar necesariamente quien
reemplazará a su caudillo.
Toda esta situación es la lógica
consecuencia por haber degenerado el actual régimen en una perversión
personalista, caudillista y mesiánica, donde uno sólo decide por los demás y
estos le deben sumisión, adulancia e incondicionalidad absoluta.
Y es que no
podían ser otras las consecuencias. El culto a la personalidad del jefe único,
su excesiva figuración como único líder sin contrapesos y la lamentable
circunstancia de ser temido y obedecido, sin que nadie se atreviera a insurgir
contra esta absurda situación, trajeron consigo el deplorable espectáculo de un
régimen condenado a desaparecer junto a su única figura, sin dejar posibles
herederos y, por supuesto, sin posibilidades democráticas de permanecer en el
poder.
En este sentido, ha habido -desde 1999
hasta hoy- dos grandes equivocaciones retroalimentadas mutuamente por el
caudillo y sus segundones incondicionales. El primero se creyó siempre
insustituible, desconociendo así las leyes de la historia y la propia naturaleza
humana. Siempre habló, entre retrechero y autosuficiente, que gobernaría hasta
el 2021 o el 2030, sin darle chance a ningún otro de los suyos. Estos, a su
vez, fueron incapaces de plantear la necesidad del relevo, ninguno se creyó con
capacidad para sustituir al führer de
Sabaneta y todos se automutilaron como líderes de futuro.
Por eso hoy el actual régimen no tiene
porvenir. Porque nunca pensó en el
futuro y se ahogó en su propio presente de mediocridad y corrupción
inigualables, sin reparar que los movimientos políticos sólo pueden asegurar su
continuidad histórica en la medida en que sean proyectos ideológicos, y no
meras aberraciones personalistas.
Así lo
demostró la reciente historia venezolana en lo que respecta a los dos grandes
partidos de masas surgidos en la década de los años cuarenta. Ambos plantearon
sus plataformas políticas de manera autónoma a sus líderes máximos. Ambos
tenían vida propia, al margen de la personalidad de sus fundadores. Ambos los
sobrevivieron, y hasta hubo uno de ellos que pudo superar la defección de su
máximo líder, sin que ello implicara su desaparición.
Y en cuanto
a Betancourt y Caldera, sus líderes fundadores, habría que señalar que, sin
dejar de ser tales, permitieron sin embargo el surgimiento de otras figuras de
relevo, algunos de los cuales llegaron -al igual que ellos- a la
presidencia de la República, y se
preocuparon por estimular figuras de relevo que, en todo caso, asumieron la
conducción de sus partidos en un momento determinado.
(Hubo
incluso, en el caso de Caldera, concretamente, la posibilidad de que se le
disputara su liderazgo y hasta fuera derrotado en la contienda interna, como
ocurrió en 1987 cuando Eduardo Fernández le ganara la candidatura presidencial
del partido que había fundado en 1946. Que luego decidiera, cinco años más
tarde, postularse como independiente, no le resta valor a aquel gesto suyo de
haber aceptado disciplinadamente entonces aquella derrota.)
Nada de esto
ocurrió ni ocurrirá en el chavismo por su naturaleza caudillista y personalista,
con un líder único que manda a los demás y estos le obedecen ciegamente. Un
movimiento así carece de dinámica interna por estar negado al relevo y no
tendrá jamás una proyección histórica trascendente.
Por eso, repito, el régimen se encuentra atrapado
en su propio laberinto. A estas alturas no tiene sino dos opciones: ir a la
próxima contienda electoral con la candidatura de su líder único, alicaído y
disminuido sensiblemente, sin posibilidades ciertas de victoria por aquello de que
nadie elige a un enfermo grave para que lo gobierne; o lanzar a alguno de sus
segundones “bates quebrados”, con lo que se haría más fácil la victoria
electoral de Capriles Radonski como abanderado de la unidad democrática.
Cualquiera de las dos posibilidades, como
se observa, los condena a una derrota inevitable.
LA PRENSA de Barinas - Martes, 15 de mayo de 2012.