martes, 26 de febrero de 2013

OPACIDAD, SECRETISMO Y OCULTISMO
Gehard Cartay Ramírez

Al igual que la dictadura castrocomunista y todos los regímenes autoritarios, el chavismo cultiva la opacidad, el secretismo y el ocultismo como políticas permanentes para tapar sus carencias y perversiones.
No es nueva esta práctica. Tiene ya casi el mismo tiempo que el régimen. Pero se ha ido acentuando con los años. Así, su falta de transparencia y sinceridad frente a los venezolanos ha resultado total y nos coloca entre los países donde la información oficial no se corresponde con la verdad, sino que ha degenerado en una manipulación permanente, ocultando la gravísima situación que sufrimos y despreciando a nuestro pueblo como si fuera un atajo de idiotas y débiles mentales.
Comencemos por el principio: el régimen no le rinde cuentas a los venezolanos. La Administración Pública es hoy una auténtica caja negra, donde no hay transparencia de ningún tipo. El presupuesto nacional, por ejemplo, es un inmenso secreto que sólo conocen y ejecutan los ministerios y las dependencias oficiales como les dá la gana, pero a espaldas de los venezolanos, que somos los dueños de los recursos del Estado.
En esta materia, algunos expertos han determinado que el régimen mantiene tres presupuestos paralelos: el “oficial”, aprobado por la Asamblea Nacional, pero administrado con un secretismo insólito; y otros dos que manejan el presidente de la República y la directiva de PDVSA, respectivamente. Estos dos últimos son, en realidad, colosales partidas secretas, manipulados con total discrecionalidad -o sea, como les dá la gana a los altos funcionarios que los manejan- y, por supuesto, sin que le rindan cuenta a nadie sobre su inversión y gasto.
No es muy difícil, entonces, suponer que esos tres presupuestos están afectados por una gigantesca corrupción, si, como en efecto sucede, no hay ningún control sobre ellos. Porque vamos a estar claros: a este régimen nadie lo controla, y si ello es así, la corrupción se expande -rueda libre- a todos los niveles, desde arriba hasta abajo.
Aquí al régimen no lo controla la Asamblea Nacional, como se lo manda la Constitución Nacional. Ese rebaño de incondicionales tapa las irregularidades de la Administración Pública y hasta las justifica, si es el caso, en lugar de investigarlas, por su perruna lealtad y solidaridad automática hacia los altos jerarcas del chavismo. Los diputados oficialistas sólo investigan a la oposición y se ocupan únicamente de casos anteriores al actual régimen, pero no indaga sobre la escandalosa corrupción del presente.
Aquí no controla tampoco la Contraloría General de la República, como es su obligación constitucional. Ese organismo entró en desuso desde hace casi 15 años, al punto de que su ineficiente titular falleció hace algún tiempo y hasta ahora no ha sido sustituido por la Asamblea Nacional, ante el silencio inexplicable de la bancada opositora. Y como ahora centralizaron las Contralorías de los estados, estas han entrado en similar actitud, dejando que la corrupción entre en las gobernaciones y alcaldías chavistas “como río en conuco”. Eso sí: son muy eficientes cuando las gobernaciones son ejercidas por dirigentes de la oposición.
La Fiscalía general de la República tampoco se ocupa de la corrupción chavista. Sólo se ocupa de perseguir a la disidencia, al igual que la Asamblea Nacional y la Contraloría General. Pero al régimen actual no lo toca ni siquiera “ni con el pétalo de una rosa”, como reza el lugar común.
Con este panorama, la actual corrupción no tiene quien la combata, carece de valladares que impidan su crecimiento y hoy es un inmenso cáncer terminal que afecta a todo el Estado venezolano. Esa oceánica corrupción chavista ha permitido que ahora exista una nueva clase económica superpoderosa, una auténtica plutocracia, más rica que todas las anteriores, con millones dólares en el exterior y numerosos bienes en el país.
Por esas razones, cuando se afirma que el actual es el régimen más corrupto y corruptor que hemos padecido los venezolanos en toda nuestra historia, no se exagera. Y eso que, por ahora, se desconoce la cantidad de miles de millones robados al Tesoro Público, ni el monto de las cuentas secretas que sus jerarcas tienen en bancos de algunos paraísos fiscales en el exterior o aquí mismo, protegidos como están por sus banqueros cómplices. Cuando todo esto se acabe, entonces sabremos la total verdad de la corrupción actual, y podemos estar seguros de que los ladrones de los gobiernos del pasado serán unos auténticos robagallinas al lado de la cúpula podrida del chavismo.
La opacidad, el secretismo y el ocultismo les han servido para tapar sus negociados, pero también para esconder a los venezolanos lo que el régimen no quiere que estos sepan. Y el caso de la enfermedad de su jefe único también es un ejemplo al respecto. La contra información y la manipulación han hecho de este caso todo un misterio, al punto que hoy se tejen todo tipo de conjeturas al respecto.
Sin embargo, cuando se conozca la verdad al respecto, entonces quedará al descubierto una de las más inescrupulosas manipulaciones que se hayan hecho en nuestra historia para falsear la verdad y mantener engañados a los venezolanos, y muy especialmente a los propios partidarios del actual régimen.


 (LA PRENSA de Barinas - Martes, 26 de febrero de 2013)



martes, 19 de febrero de 2013

EL RÉGIMEN DE LA MENTIRA

Gehard Cartay Ramírez

 

Toda esta barahúnda que sus creadores han llamado revolución bolivariana o socialismo del siglo XXI no es otra cosa que una gran mentira.
Por eso mismo, el actual régimen es el régimen de la mentira. Desde su génesis en la sospechosa nocturnidad de los cuarteles, la mentira ha sido el principio rector que lo ha sostenido como proyecto de destrucción nacional, que no otra cosa ha sido.
Su jefe único y quienes lo acompañaron en su obsesión golpista han confesado que ingresaron a la Academia Militar con objetivos meramente conspirativos. Por eso, con la mayor hipocresía y doblez humana posible, mintieron al jurar lealtad a la Constitución Nacional y, por el contrario, se dedicaron a conspirar desde las sombras -“donde sólo trabaja el crimen”, decía Bolívar- para liquidar las instituciones democráticas y sustituirlas por un proyecto militarista, autoritario y castrocomunista, como lo han demostrado los hechos hasta la saciedad.
En el logro de ese cometido, esos militares felones pasaron 20 años sosteniendo la mentira de que eran leales a la Carta Magna y la democracia. Se disfrazaron de institucionalistas y engañaron a todo el mundo para esconder sus propósitos nefastos. Hicieron de la mentira su modo de conducta para desembocar en el fallido golpe de Estado del 4 de febrero de 1992.
Aquel crimen que costó la vida a centenares de venezolanos también fue disfrazado por la mentira chavista alegando no fue un golpe de Estado sino una “rebelión militar” (¿?). Pretendieron justificar su traición argumentando que el gobierno de Carlos Andrés Pérez (1989-1993) “había devenido en una dictadura, que como tal se arroga todos los poderes del Estado”, y porque era necesario “asegurar la estabilidad de las instituciones democráticas y el respeto a la Constitución y las Leyes, cuyo acatamiento estará siempre por encima de cualquier otra obligación”. Y finalmente porque también aquel gobierno “violaba de manera diaria y sistemática la Constitución y las Leyes que juraron cumplir y hacer cumplir” (El Nacional, 24-06-1992). ¡Vaya cinismo al compararlo con lo que ellos mismos hacen hoy!
Luego vino la gran mentira de su incorporación a la lucha democrática. En 1998 lanzaron la candidatura presidencial de su jefe golpista y este, a pesar de sus siniestros antecedentes -contenidos en los frustrados decretos que tenía preparados en caso de triunfar el golpe contra CAP-, mintió a los venezolanos sobre sus verdaderos propósitos si llegaba a la presidencia. El lobo se disfrazó entonces de ovejita: dijo que era un demócrata, abjuró del golpe de 1992, catalogó a Fidel Castro como un dictador, ofreció estar sólo cinco años en el poder, aseguró que no era socialista, anunció una cruzada contra la corrupción y prometió villas y castillos.
Fue elegido entonces presidente, gracias a esta monumental mentira, al engañar a millones de ingenuos, descontentos con los partidos históricos y anhelantes de un cambio para mejorar. Ya sabemos lo que ocurrió luego: se burlaron de aquella esperanza popular al quitarse la careta de “demócratas”.
Y lo primero que hizo fue aprobar una Constitución que estableció la reelección presidencial (que en 2009 convirtieron en indefinida); aceleró el carácter autoritario de su régimen, desconociendo la propia Carta Magna sancionada por ellos en 1999; se proclamó seguidor del dictador Fidel Castro; anunció que era socialista; incrementó la corrupción como nunca antes; y todos los problemas que prometió resolver los agravó, creando otros nuevos y complejos. Hoy Venezuela es un país en vías de disolución, probablemente para incorporarlo a la República de Cuba. Por de pronto, su régimen es una colonia castrocomunista, a plena luz del día.
En estos 14 años de régimen chavista, la Constitución también se ha convertido en una monumental mentira. También pasaron a ser mentiras absolutas el Estado de Derecho, la Soberanía Nacional, el Principio de la Legalidad, la Administración de Justicia, los Derechos Humanos, el Sufragio Libre y Efectivo, la Asamblea Nacional, el Tribunal Supremo de Justicia, la Fuerza Armada, el Consejo Nacional Electoral, la Contraloría y la Fiscalía General de la República, la Defensoría del Pueblo, los tribunales, casi todas las gobernaciones y alcaldías y un largo etcétera de principios democráticos.
Todas las  políticas oficiales han resultado también grandes mentiras: la supuesta lucha contra la pobreza, el desempleo, el hambre, la falta de viviendas, los servicios públicos, el drama de la salud, los apagones, el alto costo de la vida, etc., etcétera.
Una mentira descomunal que inventaron en la campaña presidencial pasada fue la acusar a Capriles “de tener preparado un paquetazo contra los venezolanos”. Ya sabemos la auténtica verdad: el paquetazo vino del actual régimen, hace apenas una semana. Sin embargo, la otra gran mentira que repiten como loros Maduro y su combo usurpador es que esa devaluación chavista del bolívar es para “beneficiar al pueblo”, cuando todo el mundo sabe que afectará especialmente a quienes menos tienen.
Y todo ello sin hablar de la cadena de mentiras que ha rodeado la enfermedad del jefe del régimen. En este asunto han engañado todo el tiempo a su propia gente, en un ejercicio de cinismo y falsedad pocas veces visto. El mismo golpista de 1992 también les mintió cuando presentó su candidatura presidencial en las elecciones de 2012, asegurando que ya estaba curado, con los resultados que todos conocemos y sobre los cuales no hace falta abundar.
Conclusión: este es el régimen de la mentira, pocas veces visto antes en la historia de Venezuela, donde hubo gobiernos mentirosos, pero nunca como el actual.

 (LA PRENSA de Barinas - Martes, 19 de febrero de 2013)



Verdades
DEVALUACIÓN Y EMPOBRECIMIENTO
Gehard Cartay Ramírez

Venezuela vive una dramática crisis desde 1999, pero ahora se agravará aún más por la indolencia e incapacidad del actual régimen.
Esa crisis terminal la conforman aspectos políticos, sociales, morales y económicos, y la profundización de cada uno de ellos supondrá un colapso del país más temprano que tarde. Entonces, como sucede con toda crisis, tal vez podamos abrir un nuevo capítulo en la historia venezolana.
La crisis política la conforman la violación permanente de la Constitución, el desconocimiento del Estado de Derecho, la descarada intervención de la dictadura castrocomunista de Cuba y su poder sobre la cúpula podrida del régimen, la ya inocultable acefalía presidencial, la usurpación del poder por parte de una camarilla cívico-militar, la degradación de todas las instituciones, la represión y persecución de la disidencia, la anomia política que cubre todo este proceso putrefacto y la incapacidad de la oposición democrática para posesionarse definitivamente como una fuerza popular que suplante al actual régimen.
La crisis social se manifiesta todos los días en cada rincón del país. Los servicios públicos en general no funcionan o funcionan mal. La marginalidad crece y el empobrecimiento de la gran mayoría de los venezolanos amenaza con una explosión popular sin precedentes. La calidad de vida de nuestro pueblo empeora en la misma medida en que el precio del petróleo sube, mientras que el régimen se ahoga en la sobreabundancia de los petrodólares que le ingresan y que son dilapidados, robados y regalados, sin atender las reales necesidades. Por si fuera poco, la inseguridad ha asesinado impunemente cerca de 200.000 venezolanos en estos nefastos 14 años del chavezato.
La actual crisis moral supera la de los peores gobiernos corruptos y pervertidos que hubo en el pasado. El régimen que sufrimos es el más corrupto y ladrón de la historia republicana. Sus jerarcas se han enriquecido como pocas veces, a costa del patrimonio público de los venezolanos. A todos los niveles oficiales se hacen negociados mil millonarios con los recursos del Estado.
Aún así, y para completar la actual tragedia venezolana, ahora el régimen acaba de poner la última guinda de su monumental  torta histórica: una criminal devaluación del bolívar cercana al 50 por ciento de su valor. Y esta es una tendencia iniciada por el oficialismo hace 10 años, pues ya suman cinco las devaluaciones hecha por el régimen en contra de nuestro signo monetario.
No hay que ser muy avispado para darse cuenta de que, en dos platos, las devaluaciones nos empobrecen a todos, mientras enriquecen al régimen, cuya voracidad corrupta, peculadora y dilapidadora traslada esa ganancia a la cúpula corrupta que ahora usurpa el poder, ante la grave enfermedad del presidente de la República.
Y es que, sin acudir a la complicada jerga de los economistas, lo que los venezolanos de a pié debemos saber es que la devaluación del pasado viernes 8 de febrero implica que el régimen nos ha robado el 50 por ciento de nuestros salarios y depósitos bancarios, mientras que, al mismo tiempo, aumenta al doble el precio de los artículos de la dieta diaria y de los servicios públicos, así como de otras operaciones.
¿O es acaso muy complicado comprender que en un país como este -donde casi todo se importa- al encarecerse en dólar cuando se devalúa el bolívar automáticamente los productos que llegan de afuera serán más costosos? Y no sólo los productos terminados, sino muy especialmente los insumos y materias primas que se importan. Esto significa, a su vez, que ahora muchos productos alimentarios subirán escandalosamente de precios, así como artículos de línea blanca, computadoras y accesorios, artefactos electrónicos, automóviles y pare usted de contar.
La consecuencia inmediata de todo este desastre será un alza considerable de la inflación en Venezuela, la cual, por si fuera poco, es hoy la más alta de nuestro continente y una de las más elevadas del planeta. Se producirá así una dramática reducción del poder adquisitivo de los venezolanos, es decir, se verá muy golpeada nuestra capacidad para comprar comida y bienes, así como el pago de servicios básicos, por citar apenas tres renglones cuyos costos se incrementarán ahora.
En otras palabras, la devaluación de este viernes rojo nos empobrece a todos, pero especialmente a los más pobres. Por eso es que la cúpula que usurpa el poder (Maduro y Cabello) no quiso anunciar en cadena nacional la devaluación del bolívar, a pesar de que todos los días hablan por radio y TV para decir hasta las cosas más estúpidas. Y en el colmo del fariseísmo y la hipocresía “le tiraron el muerto” al viejito Giordani, ministro de Finanzas y eminencia gris de la política económica del chavismo.
En definitiva, todo un monumental nuevo engaño al país entero, como tal como lo hizo también el jefe de régimen, ahora convaleciente en la metrópolis habanera, cuando en las pasadas elecciones presidenciales le mintió a los venezolanos diciéndoles que se había sanado su salud, y en realidad estaba gravemente enfermo como luego lo anunció él mismo, dos meses después de aquel proceso electoral.
Lo cínico de toda esta situación, amigos lectores, es que ocurre cuando el barril petrolero lo vende el régimen a 106 dólares, subió la unidad tributaria escandalosamente, aumentó todos los impuestos, incrementó la deuda externa a niveles astronómicos y aún así tiene el tupé de robarnos la mitad de nuestros ingresos,
Conclusión: la cúpula del régimen se enriquece cada vez más, mientras los venezolanos se empobrecen cada vez más.

(LA PRENSA de Barinas - Martes, 12 de febrero de 2013)

lunes, 18 de febrero de 2013

¿QUÉ CELEBRA EL RÉGIMEN?
Gehard Cartay Ramírez
Resulta absurdo, sin duda, que el régimen celebre el aniversario de un golpe de Estado contra un gobierno legítimo, en desconocimiento de la Constitución Nacional y que, por si fuera poco, fracasó por la cobardía de su cabecilla principal.
Pero, aún así, los golpistas del 4 de febrero de 1992 tienen el tupé de celebrar aquel nefasto y sangriento acontecimiento. Se olvidan que entonces murieron centenares de venezolanos por su desfachatado  e imperdonable crimen. Se olvidan, además,  que, también desde entonces, se abrieron en la Fuerzas Armadas fisuras y grietas que han venido minando el prestigio y el profesionalismo de la institución militar, hasta convertirla en una guardia pretoriana, cuyos jefes actúan como grotescos voceros de un partido político.
Olvidan, por supuesto, que a pesar de su traición a la Constitución, el liderazgo de entonces y los gobiernos de los presidentes Carlos Andrés Pérez y Rafael Caldera, los trataron con respeto y consideraciones que ellos, por cierto, le han negado a sus presos políticos, sometidos a juicio por causas menos graves que la felonía del 4 de febrero de 1992. CAP indultó a algunos y Caldera sobreseyó al cabecilla de aquella traición a la democracia, y a vuelta de muy pocos años toda salieron en libertad, una situación que muchos venezolanos hoy rechazan y condenan.
Pero entonces, entre 1992 y 1993, casi todo el liderazgo político del país -y buena parte de los venezolanos, como se confirmaría cinco años después- planteó el perdón a los golpistas y les recomendaron que se incorporaran a la lucha democrática.  Todos los candidatos presidenciales (Caldera, Fermín, Álvarez Paz, Velásquez) prometieron liberarlos y conducir un proceso de reconciliación en las Fuerzas Armadas.
Al final, y porque fue quien ejecutó aquella medida, el presidente Caldera ha sido catalogado como el único culpable de que los facciosos de 4 de febrero, comenzando por su cabecilla, hayan sido puestos en libertad y no han faltado quienes lo acusen de ser el culpable de que lo eligieran presidente, lo que, como bien se sabe, es responsabilidad exclusiva de aquellos que, en mala hora, votaron por el teniente coronel golpista.
Está muy claro entonces que la democracia fue generosa y sumamente compasiva con los golpistas de 1992. Algunos –la mayoría, incluyendo a muchos que votaron por el actual régimen y luego se arrepintieron- piensan ahora que fue debilidad e irresponsabilidad. Otros creyeron que esa medida contribuiría a la conciliación y la paz, y sin duda pecaron de ingenuos, como lo demostraría el tiempo. La democracia creó así su propio Frankestein, el mismo que luego iniciaría su destrucción para abrir paso a un sistema autoritario, caudillista, anacrónico, militarista y corrupto, inspirado, por propia confesión de sus jefes, en la dictadura castrocomunista de Cuba.
Fue así como en 1998 un militar golpista, con propósitos abiertamente antidemocráticos –contenidos en los frustrados decretos que tenía preparados en caso de triunfar el golpe contra CAP- fue electo presidente de la República. Por supuesto que en tal ocasión se disfrazó de demócrata, abjuró del golpe de 1992, catalogó a Fidel Castro como un dictador, ofreció estar sólo cinco años en el poder, dijo que no era socialista,  anunció una cruzada contra la corrupción y prometió villas y castillos.
Después de largos catorce años de estar en la presidencia, con todos los poderes a su disposición y altísimos precios petroleros que ha despilfarrado y regalado, su gestión ha resultado todo lo contrario.
Todos los problemas que prometió resolver se han agravado y ha creado otros nuevos y complejos. Hoy su régimen es una colonia castrocomunista, a plena luz del día y una realidad que nadie puede negar, porque sería como negar que el sol sale todos los días. Por su fuera poco, y olvidando lo que dijo en su campaña electoral, estableció la reelección presidencial indefinida, luego se proclamaría socialista, la corrupción se ha desbordado desde el más alto nivel de la República y Venezuela es un país en vías de disolución, probablemente para incorporarlo a la República de Cuba.
¿Qué celebran entonces, si lo que hoy acontece en el país no es una fiesta sino la muerte de la democracia?

 (LA PRENSA de Barinas - Martes, 05 de febrero de 2013)

sábado, 16 de febrero de 2013

COLONIA CASTROCOMUNISTA
Gehard Cartay Ramírez
Los países más fuertes y desarrollados siempre han colonizado a los más débiles y atrasados.
      Los países colonizadores siempre han sometido a sus víctimas por la fuerza y por lo general han conseguido resistencia a sus pretensiones.
Sin embargo, con el chavismo en el poder estas dos premisas resultaron falsas.
Hoy nuestro país, potencia energética que siempre fue, rico en petróleo y minerales, modernizado y en vías de desarrollo, con casi un millón de kilómetros cuadrados y cerca de 30 millones de habitantes, ha sido convertido en colonia de la dictadura castrocomunista cubana que manda en un país de 110.861 kilómetros cuadrados y 11 millones de habitantes, atrasado, pobre y subdesarrollado.
Lo peor de todo es que, para convertirnos en su colonia, la tiranía de Fidel Castro y su hermano no han tenido que someternos por la fuerza, como lo intentaron antes y fueron derrotados por la democracia venezolana y nuestras Fuerzas Armadas Nacionales, a principios de los años sesenta del siglo XX. Todo lo contrario: hoy, el jefe del régimen en Venezuela (convertido por los suyos en anzuelo electoral con el remoquete de Corazón de mi patria, en un acto de cinismo único), admirador y pupilo del dinosaurio cubano, les ha entregado nuestro país como símbolo de su amor y pasión por la revolución cubana, pendejada que pudo ser comprensible en sus años juveniles, pero estupidez monumental y traición a la Patria en estos tiempos.
No deja de ser tragicómica esta actitud criminal del régimen venezolano: nos entrega como colonia a la dictadura castrocomunista cubana y, de paso, paga miles de millones de dólares al efecto. En otras palabras, pagamos para ser colonia de la tiranía de Fidel y Raúl Castro. Mayor cretinismo es difícil de conseguir en la historia latinoamericana.
Lo peor de todo es que Cuba no tiene nada útil y provechoso que darnos a cambio de los miles de millones de dólares que ha recibido de este régimen. No tiene tecnología, ni adelantos científicos, académicos o económicos que pudieran servirnos. Hace 50 años fue una potencia azucarera, pero el castrocomunismo acabó con aquello, lo que no ha sido obstáculo para que el régimen venezolano pague “técnicos” cubanos para que dirijan nuestros centrales azucareros, que hoy poco producen y van camino a la ruina.
Cuba no tiene nada útil que darnos, insisto. ¿Qué podemos esperar de un pequeño país que tiene medio siglo detenido en el tiempo, pasando hambre y necesidades, con un pueblo empobrecido por una tiranía monárquica, donde miles han preferido desafiar a los tiburones con tal de llegar a las costas de Florida, Estados Unidos, donde habita el mayor exilio cubano? Este sólo hecho pone de manifiesto la estafa histórica que ha resultado la llamada Revolución Cubana.
En realidad, de allá sólo se reciben las baratijas ideológicas y el ripioso catecismo comunista que repite el régimen, así como el asesoramiento de las temibles prácticas de persecución y seguimiento al adversario, cursos de propaganda política, tácticas de control sobre la gente (lo que aquí llaman el Estado Comunal) y una asesoría militar vergonzosa y humillante para la Fuerza Armada Nacional, esa que hace ya casi 50 años derrotó la invasión armada de los Castro.
Por cierto que el ex ministro de la Defensa, general Rafael Montero Revette, denunció la semana pasada algo que ya se sabe: que oficiales cubanos entrenan a la Milicia chavista, ejército paramilitar e inconstitucional. Y por su lado, el ex guerrillero Héctor Pérez Marcano, quien participó en la invasión castrocomunista de Machurucuto en 1967, reveló que cada día llegan de Cuba cuatro aviones con militares, quienes son instalados en Fuerte Tiuna (El Nacional, 25-01-2013).    
Lo más grave es que hoy el centro de decisiones sobre Venezuela se ha trasladado a Cuba. Todo se decide allá, bajo el mando de Fidel y Raúl Castro, mientras que los segundones chavistas de aquí sólo son obedientes mandaderos. Mayor humillación es imposible de conseguir en nuestra historia.
Piénsese, por un momento, si aquí hubo antes un presidente que fuera a otro país a pedir consejos sobre cómo manejar su gobierno, tal cual lo hizo quien hoy convalece en La Habana. Tampoco hubo ninguno que viajara a tratarse en un hospital de Washington, por ejemplo, y fuera poco menos que secuestrado por las autoridades de Estados Unidos. Mucho menos hubo una cúpula oficial que, en cambote, viajara a cada rato a un país extranjero a recibir órdenes sobre cómo afrontar los asuntos públicos, algo que sólo es de la exclusiva competencia de los venezolanos.
Obviamente que si tal aberración hubiera sucedido, ¡habría que imaginarse el berrinche que hubieran armado nuestros otrora antiimperialistas ñángaras, esos mismos que hoy callan vergonzosamente ante el grotesco espectáculo de una Venezuela convertida en colonia de la dictadura castrocomunista!
Por cierto que este domingo El Nacional publicó un extenso reportaje con datos precisos sobre la entrega de recursos del país que también ha hecho el régimen a China e Irán. Al primero se le ha cedido la exploración, explotación y comercialización de nuestros recursos minerales en todo el territorio nacional (oro, diamantes, hierro, plata, cobre, aluminio, uranio, bauxita, estaño, coltán, fosfatos y carbón), aparte de contratarles la elaboración de mapas y datos sobre nuestras riquezas, algo que atenta contra la seguridad nacional e integridad territorial. A Irán le han concedido la explotación de calizas y minerales no metálicos en varias partes, incluido el Estado Barinas. Y a Cuba, como era de suponer, le han entregado también la explotación de oro, diamantes, níquel y las salinas.
Las generaciones futuras seguramente maldecirán a estos auténticos traidores a la patria.   

(LA PRENSA de Barinas - martes, 29 de enero de 2013)