jueves, 24 de abril de 2014

Verdades
DIÁLOGO SÍ, FARSA NO
Gehard Cartay Ramírez
Sobre el supuesto diálogo entre el régimen y sectores de la MUD hay mucho de agregar.
Lo primero es señalar que todo diálogo es positivo. Pero tengo mis dudas de que lo del pasado jueves lo sea en verdad. Tal vez termine siendo todo lo contrario, es decir, un auténtico “diálogo de sordos”. Lo afirmo porque la posición del régimen lució irreconciliable desde el principio, repitiendo a cada rato que no está dispuesto a transar en nada, ni aceptar condiciones de ningún tipo. Si esto es así, esas reuniones terminarán siendo un intercambio de ideas y posiciones, pero no un diálogo que produzca las consecuencias que la gran mayoría del país espera.  
 Y aquí hay un problema de fondo: el régimen -desde hace ya 15 largos años- se decidió por el camino de la confrontación, conceptuando la política como una batalla militar donde sólo cabe la eliminación del otro. Y todo ello, acompañado del discurso lleno de odio que diariamente repitió su extinto jefe y continúa manteniendo su sucesor.
Lo segundo que debe destacarse de la reciente reunión en Miraflores está relacionado con sus inmediatas consecuencias mediáticas. Algunos analistas han insistido al respecto, especialmente en el hecho de que la oposición por fin pudo dirigirse al sector popular del chavismo y traspasar momentáneamente las murallas de la hegemonía comunicacional del régimen y la censura y autocensura en los medios radiales y televisivos privados.
Pero no hay que exagerar en este punto. Creo que, si bien se trata de un logro importante, no es lo fundamental. Y lo digo porque lo fundamental es otra cuestión muy distinta, cuya sola consecución justificaría el diálogo entre ambos sectores: recuperar nuestras instituciones democráticas y la vigencia de la Constitución -hoy convertida en un guiñapo-, designar nuevos Tribunal Supremo y Consejo Nacional Electoral, modificar la política económica que golpea a la gran mayoría de los venezolanos (por sus efectos de carestía, inflación, escasez y desempleo), detener la represión brutal que se ejerce contra los estudiantes, con saldo de asesinatos, torturas y detenciones, combatir la inseguridad campante, desterrar la politiquería de la Fuerza Armada, liberar a los presos políticos, rectificar en los casos de la diputada María Corina Machado y los alcaldes Ceballos y Scarano -destituidos y presos sin ningún motivo-, liquidar la injerencia castrocomunista cubana en nuestros asuntos internos, entre otros males que hay que superar.
En lo personal debo afirmar que la dirigencia de la MUD no insistió lo suficiente en todos estos asuntos, particularmente en cuanto al asesinato de 40 venezolanos a causa de su represión brutal, los presos políticos, los casos de María Corina y los alcaldes detenidos, las torturas y detenciones injustas y la injerencia cubana. 
Una tercera consideración: la MUD no puede arrogarse la representación de toda la protesta. Ella no representa, por ejemplo, a los estudiantes ni a otros sectores que no han abandonado la protesta pacífica, ni deben hacerlo porque no se puede abandonar la calle. Por esto mismo, todos ellos también deberían participar si lo que se quiere es un diálogo de verdad y no una farsa teatral en cadena nacional de radio y televisión.
En cuarto lugar -y a riesgo de que se me acuse de radical-, a esa reunión se ha debido ir con unas condiciones mínimas que, a mi juicio, no fueron concertadas. Tratándose de un régimen marrullero y tramposo como el actual es lo menos que podía plantearse. (No hay que olvidar que aquellos acuerdos de 2002 entre el régimen y la oposición -con la mediación de la OEA y el Centro Carter- los incumplieron Chávez y su gente, una vez que sintieron que la crisis había pasado. De modo que ya hay antecedentes al respecto.)
¿Puede conducirnos a algo positivo y concreto el supuesto diálogo iniciado la semana pasada? Ojalá fuera así. Pero hay dudas razonables de que se llegue a algo concreto. Y no lo digo por pesimismo. Lo digo porque, para que ese supuesto diálogo conduzca a resultados efectivos, el régimen tendría que renunciar a su línea de confrontación permanente, activada desde que llegó al poder en 1999.
Pareciera difícil que esto pueda suceder ya que -antes y después de la reunión con la MUD- los voceros oficiales han insistido en su discurso de descalificación y odio, llegando a decir que no habrá negociación ni acuerdos. Si esto es así, ¿entonces para qué se dialoga?
A menos que, desde el principio, el régimen pretenda convertir esto en una farsa y no en un diálogo. En tal caso, a la MUD no le quedaría otra alternativa que levantarse de la mesa y denunciar tal situación.
  Twitter: @gehardcartay
LA PRENSA de Barinas - Martes, 15 de abril de 2014.