lunes, 23 de julio de 2012


Discurso del diputado Gehard Cartay Ramírez:

UNA POLÍTICA PARA LA JUVENTUD

Intervención en la Cámara de Diputados al discutirse el Proyecto de Ley que creó el Ministerio de la Juventud

(Sesión del día 3 de noviembre de 1976)

EL PRESIDENTE: Tiene la palabra el diputado Gehard Cartay Ramírez.

DIPUTADO CARTAY RAMÍREZ (GEHARD):
Ciudadano Presidente; Ciudadanos Diputados:
La discusión del artículo 39 del Proyecto de Ley Orgánica de la Administración Central, mediante el cual se crea el Ministerio de la Juventud, tiene una importancia fundamental para la bancada parlamentaria de la Democracia Cristiana.
La razón es muy obvia: la mayor parte de la población del país está integrada por jóvenes, y eso hace que cualquier política, planteamiento o instrumento institucional relacionado con la juventud venezolana motive en nosotros, los demócrata cristianos, preocupación, receptividad y, desde luego, amplitud de miras y de criterios al respecto.
Yo vengo esta tarde, señor presidente y honorables colegas, a plantear algunas reflexiones sobre la creación del Ministerio de la Juventud, a dejar en el seno de esta Cámara y de los señores diputados nuestras inquietudes y, al mismo tiempo, nuestras reservas sobre la manera como ha sido conducida hasta ahora la formulación y diseño de este Proyecto de Ley, especialmente en lo atinente al ya citado artículo 39.
Debo comenzar mi intervención consignando nuestras preocupaciones a este respecto. Pensamos que el proceso de elaboración y discusión del Proyecto de Ley en referencia ha estado dirigido con un propósito excluyente. Particularmente ha sido así en lo que se refiere a la creación del Ministerio de la Juventud, por cuanto el Gobierno Nacional y su partido Acción Democrática han querido utilizar tal propósito con ánimo electorero, con ánimo sectario y con un inocultable ventajismo.
Lo afirmo así, de manera tajante, porque no ha sido posible que los jóvenes venezolanos de tendencias políticas e ideológicas distintas al  actual partido de gobierno conozcamos cuál es la concepción y la filosofía del futuro Ministerio de la Juventud, cuáles van a ser sus políticas y cuáles sus áreas de acción administrativa. Lamentablemente, no se nos ha llamado a participar en la discusión y elaboración de ese eventual ministerio, tan importante por diversas razones.

Algunas reflexiones sobre la juventud venezolana
Desde que luego que no escapará a los compañeros de Cámara que lo fundamental -en el inicio de una discusión seria sobre el artículo que crea el Ministerio de la Juventud- debe ser partir de un diagnóstico serio de la crisis dramática por la que hoy atraviesa la juventud venezolana.
No es nueva, por cierto, esta preocupación por la situación de las nuevas generaciones en Venezuela. Hay, sin embargo, posiciones contrarias al respecto. Lo digo porque hay quienes perciben a la juventud como un problema. Hay algunos que ni siquiera le dan importancia a sus inquietudes. Pero hay otros (quizás son estos los que tienen mayor relación con los jóvenes) que consideramos a la juventud como un  factor de desarrollo y de impulso para luchar por un país con una sociedad más justa y más humana.
En cualquier parte del mundo siempre está presente la preocupación por los jóvenes, ya sea por una razón cuantitativa -su creciente importancia numérica en la distribución de la población-; ya por una razón cualitativa -su imprescindible actuación como líderes en el porvenir de sus países. Pero independientemente de ambas razones, los jóvenes buscan una mayor participación, quieren dejar oír su voz y que se le escuchen sus inquietudes y razones.
La juventud, aquí y en todas partes, lucha por una nueva sociedad y porque la justicia social, la igualdad, la libertad y la participación popular sean una constante futura, especialmente en nuestros países subdesarrollados. Y sin embargo, aún en los países del llamado “primer mundo”, la preocupación de los jóvenes va todavía más allá: la angustia porque pierden su identidad o porque no han podido conseguir una forma de realizarse en medio del drama de una tecnología y una automatización que cada día desdice más de la dignidad de la persona humana, en la que, por cierto, creemos profundamente los demócratas cristianos.
En nuestros países subdesarrollados la realidad sigue siendo la misma, pero crece aceleradamente la inconformidad de la juventud frente a ella y su carga de inversión de valores, el desempleo que afecta al sector juvenil, los dislates de la sociedad de consumo y la exclusión de grandes masas marginadas del proceso productivo, sin oportunidades de ningún tipo, mientras crecen sus problemas y los gobiernos se muestran incapaces para enfrentarlos y resolverlos.
Por eso, esta tarde venimos a plantear el cansancio y la inconformidad de la mayoría de los jóvenes frente a los gobiernos y sus políticas, aferradas por lo general a criterios tradicionales, casi siempre apelando a salidas ineficaces y sólo a partir de crisis repentinas, pero nunca con el propósito de resolverlas con medidas de fondo.
En el caso de Venezuela se siente ya el cansancio de la juventud frente al trato que le ha dado este gobierno, a base de “buena voluntad” y con una porción inaceptable de demagogia. Y esta situación debemos tenerla presente cuando discutimos este proyecto de ley mediante el cual se creará el Ministerio de la Juventud.

Este debate exigía una mayor sensibilidad oficial        
Desde luego que no escapará a los colegas diputados el hecho de que la discusión de este Proyecto de Ley debió estar precedida por una mayor sensibilidad del Gobierno Nacional y del propio país frente a la crisis juvenil; por una mayor preocupación en asegurar el reemplazo generacional, algo que tiene que constituir una importante motivación en todas las sociedades; y también por la necesidad de diseñar y establecer políticas en aquellas instituciones del Estado venezolano y en los organismos privados vinculados a la juventud, a los fines de que puedan organizarse y armonizarse para atender de una manera mucha más eficaz el reto de lograr una juventud capacitada y estudiosa frente a los días por venir en nuestra patria.
Esta tarde, señor presidente y distinguidos colegas, venimos pues con la inquietud de que este no sea un debate más; de que esta no sea una simple ocasión para que el Gobierno vaya después a vanagloriarse con un Proyecto de Ley inconsulto y sectario, que no ha recogido la opinión y la preocupación de la juventud venezolana. Por el contrario, queremos que la discusión de este artículo esté presidida por el deseo de interpretar las inquietudes de los jóvenes de Venezuela, por la consideración justa de sus anhelos y sueños y por la defensa de su participación en todos los órdenes de la sociedad y del Estado.
Aspiramos, pues, en nombre de la Fracción Parlamentaria del Partido Social Cristiano Copei, que un espíritu de verdadera conciencia sobre la situación de la juventud del país y sobre una nueva política juvenil sea la que presida la discusión del artículo que creará el Ministerio de la Juventud en este proyecto de Ley Orgánica de la Administración Central.
He dicho, al iniciar mis palabras, que nos parece que no tendría sentido venir aquí, simplemente, a referirnos al artículo 39 de este Proyecto de Ley y dejarlo tal como ha sido concebido por el Gobierno Nacional y luego por la Comisión de Política Interior de la Cámara de Diputados. En lugar de ello, insistimos en que debe hacerse un profundo análisis de las relaciones entre la juventud y la sociedad venezolana, y entre los jóvenes y la actual crisis económica, social y moral por la que atraviesa el país.
Dentro de ese análisis de los elementos de relación entre la juventud y la sociedad -elementos que deben ser considerados en el momento de implementar un instrumento ejecutivo y administrativo que se supone va a atender al sector mayoritario de la población- debemos tener en cuenta algunos esenciales, como la familia, la educación, la rebeldía juvenil, los movimientos estudiantiles que se gestan en nuestras casas de estudio, tanto en la educación media como universitaria, la deficitaria situación de la Educación venezolana y, desde luego, todo esa gran franja de jóvenes que se encuentran en situación marginal, por efectos del actual sistema económico, que los ha condenado a estar al margen de todo provecho y progreso social, mientras una minoría, privilegiada y egoísta, con el apoyo gubernamental, tiene mayores oportunidades, a consecuencia del análisis distorsionado que el Gobierno Nacional tiene frente a la realidad del país.

Un proyecto de espaldas al país
Ayer leíamos en el diario El Nacional un reportaje según el cual una comisión técnica del partido Acción Democrática ha rechazado el proyecto de creación del Ministerio de la Juventud, no solamente porque carece de ideas originales -según cita el periodista José Gerbasi-, sino porque, además, en su formulación, como en la de los demás ministerios contemplados en el Proyecto de Ley que discutimos, no hay un estudio detallado de la realidad del país, ni una consideración cierta de todos aquellos elementos que se vinculan con la realidad venezolana.
Nosotros venimos a decir esta tarde que compartimos tal criterio por cuanto, en líneas generales, este Proyecto de Ley Orgánica de la Administración Central carece de toda vinculación con la realidad del país, no sólo en lo que se refiere a estructura administrativa del Estado como un todo, sino en el caso concreto de nuestra realidad juvenil.
No se ha tomado en consideración que la familia es un elemento que forma hábitos para la transmisión de los valores y de la cultura en los jóvenes. No se ha tomado en consideración la importancia del proceso educativo para las generaciones de relevo. No se han tomado en consideración los muchos elementos que explican la actitud de rebeldía de los jóvenes frente al orden establecido. No se han tomado en consideración las múltiples razones por las cuales en los liceos y universidades del país, en los institutos educacionales de Venezuela, hay un descontento cada vez más creciente como consecuencia de la cuestionable educación venezolana, no sólo por la escasez de personal docente capaz y formado, sino también por la carencia de escuelas, liceos, universidades y otros institutos de educación superior, así como de equipos y herramientas diversas y, desde luego, por la ausencia de participación del estudiantado en las decisiones que se relacionan con nuestro proceso educativo en general.
Tampoco se ha tomado en consideración en este Proyecto de Ley, que ahora discutimos, la situación de los jóvenes en condición marginal, aquellos muchachos que por carencia de educación y de trabajo o por insatisfacción de sus necesidades espirituales y materiales, no se han podido incorporar al proceso que normalmente se suman los jóvenes en la mayoría de los países en desarrollo.
Y esto es muy grave, ciudadano presidente, ciudadanos diputados: no haber tomado en consideración en este Proyecto de Ley que ahora discutimos a un segmento poblacional tan fundamental como lo es la juventud marginal que vive en los campos venezolanos, en la fábricas y en las periferias pobres de las grandes ciudades, y que han sido condenados por este sistema a no tener acceso a la educación y la cultura como elementos de formación de la propia personalidad.

El Gobierno carece de una política para la juventud          
Esta es una realidad que tenemos que reconocer y que el Gobierno Nacional no puede venir esta tarde a pretender tapar, porque sería “como tapar el sol con un dedo”.
El sistema es, en gran parte, el principal culpable de la desigualdad, de la marginalidad y de la pobreza, pero el Gobierno Nacional también lo es porque no ha reconocido tan amarga realidad, a pesar de esta época de abundancia que atraviesa Venezuela, y porque tampoco ha desarrollado una política para la juventud. No existe una coordinación de programas entre los diversos organismos oficiales que tienen que ver con la juventud. No se han enfrentado resueltamente los problemas de los jóvenes y de la familia y, en general, del pueblo venezolano.
Me refiero a las condiciones insatisfechas en materia de salud, de nutrición, de vivienda, de recreación, de educación social, de participación, de políticas deportivas y de otros aspectos relacionados con la juventud venezolana, la cual, como dije al principio, es el sector mayoritario de la población venezolana.
¿A partir de cuál realidad debía estructurarse esa política para la juventud del país? A nuestro juicio, señor presidente y señores diputados, esa política debía estructurarse sobre la perspectiva, no sólo de los problemas propios de los jóvenes, sino también de otros factores relacionados con el orden social, con el orden económico, con el orden educacional y con el orden recreacional. Tenían que haberse tomado en consideración las características de nuestra población juvenil que, como población de un país subdesarrollado, está determinada por una elevada fecundidad y por un predominio de edades jóvenes en su estructura general.    

Somos un país joven
Si analizamos los datos estadísticos, nos daremos cuenta que cada vez que se realizan censos poblacionales se registra un aumento de la población juvenil. Se estima que este país va a tener en 1981 quince millones de habitantes y, tal vez, más de un 75 u 80 por ciento estará integrado por jóvenes, que son, al fin y al cabo, la reserva con que cuenta Venezuela.
Veamos algunos datos significativos al respecto. Según cifras de los respectivos censos nacionales, el porcentaje de grupos menores de 15 años, para 1950, fue del 42 por ciento, y para 1971, del 75 por ciento. Y en el mismo censo de 1961 se demostraba que, en cuanto a menores de 25 años -en relación a la población en general-, ese porcentaje fue del 66 por ciento.
Estas cifras, insisto, demuestran que vivimos en un país eminentemente joven y que, por tanto, cualquier política que se deba estructurar sobre la juventud no puede ser diseñada ni ejecutada de la manera improvisada como lo ha hecho el Gobierno Nacional. Al contrario, tiene que ser concebida como una política global, porque la juventud no es aquella que está únicamente en los liceos y en las universidades, sino también aquella que tiene relación con todo lo que implica, no sólo nuestro proceso educativo, sino también nuestro proceso económico y con el proceso de formación familiar, es decir, con casi todos los factores que integran a la sociedad venezolana (Aplausos).
Todos estos elementos que traducen las estadísticas citadas -y otras que mencionaré más adelante- deben ser las que orienten la discusión integral en torno a la política nacional sobre la juventud y, por ende, con respecto al ministerio del ramo a crearse. Y esta es nuestra preocupación como partido: la de que sobre la base de este diagnóstico podamos afrontar la indudable crisis que vive la mayoría de los jóvenes venezolanos.
Esa crisis, distinguidos colegas, si la relacionamos con otros aspectos, evidenciaría también que en cuanto a familia, vivienda y concentración de la población, existen igualmente elementos gravísimos que comprometen el futuro de la juventud venezolana.
Algunos datos señalan que entre 1950 y 1960, el 50 por ciento de los nacimientos se originaron fuera de uniones familiares regulares, y que esta cifra se elevó al 52 por ciento en 1969. Si a esto unimos el número de viviendas inservibles para que habiten en ellas miles de familias o las que carecen de ellas, llegaríamos a la conclusión de que el drama familiar y de carencia de techo adecuado también afecta a una considerable cantidad de jóvenes venezolanos.

“La Revolución Educativa”: otro desastre
Pero donde queremos hacer mayor hincapié esta tarde es, fundamentalmente, en un aspecto que tiene mucha importancia para la juventud venezolana: la situación real de la educación venezolana.
Nosotros, los jóvenes copeyanos, hemos afirmado -como también lo ha hecho el magisterio socialcristiano- que actualmente la educación venezolana es un fraude. Que lo que han venido diciendo los propios voceros gubernamentales demuestra que no ha habido la tal Revolución Educativa” de que se ufana el Gobierno Nacional, y que, por el contrario, la educación venezolana se encuentra hoy en circunstancias mucho más dramáticas que en años anteriores.
El actual nivel de analfabetos alcanza a 15,4 por ciento de la población entre 10 años y más, y de este total, el 92,4 por ciento es mayor de 15 años, lo cual quiere decir que la mayor cantidad de analfabetos  que existe en el país está integrada por jóvenes mayores de 15 años. En otras palabras, el nivel de analfabetos, en su mayoría, lo conforman los jóvenes.
Cifras aportadas por la Jornadas Educativas realizadas en mayo de este año en la Universidad Central de Venezuela señalan que en Educación Media tenemos un millón trescientos mil aspirantes, y sólo van al liceo setecientos mil estudiantes. El mensaje del Presidente Carlos Andrés Pérez, presentado en marzo de este año, señaló que más del 50 por ciento de niños en edad escolar no llegan al sexto grado; que sólo un 17 por ciento culmina el ciclo básico; y que apenas un 10 por ciento egresa del ciclo diversificado.
Estas no son, ciudadano presidente y ciudadanos diputados, cifras que hemos inventado en la Fracción Parlamentaria de Copei, ni son cifras que están motivadas por un criterio simplemente opositor. Son cifras, repito, que el propio Presidente de la República consignó en su Mensaje Anual al Congreso, en marzo del presente año, y estas cifras que aporta el Jefe del Estado son sencillamente demostrativas de que la educación venezolana es un auténtico desastre; que en dos años y medio han empeorado las condiciones educativas y que no se ha producido la tal “Revolución Educativa”, que parece muchas veces llenar de orgullo al propio ministro de Educación y a algunos ingenuos dirigentes de la juventud del partido de Gobierno.
En 1971, de cinco millones de menores en edad estudiantil, apenas dos millones cuatrocientos mil estaban debidamente matriculados. Estas cifras, para el año 1975, han aumentado, como es lógico que aumenten, por el proceso crítico de la educación en el país.
En el año de 1975, de seis millones de estudiantes, solamente asistían a los centros de estudio cerca de tres millones, es decir, hay más del 50 por ciento de jóvenes venezolanos que teniendo oportunidad de estudiar, sin embargo no lo hacen, lo cual quiere decir que de la población total en edad estudiantil menos del 50 por ciento tiene la posibilidad efectiva de hacer real su derecho al estudio, consagrado en la Constitución Nacional.
Las causas de este proceso de crisis en la educación, aparte de la incapacidad manifiesta del Gobierno, se resumen, desde luego, en la escasez de planteles y de personal docente y en la falta de mayores recursos financieros, porque este gobierno le ha otorgado menor importancia al renglón de la educación, a diferencia del Gobierno de Rafael Caldera, que, en su momento, dio al ministerio de Educación el presupuesto mayor entre todos los demás ministerios.
Pero, además, entre todas esas causas hay que incluir la presencia de amplios sectores juveniles que están ocupados en actividades laborales, y quienes tampoco tienen la posibilidad de hacer cierto su derecho al estudio.
¿Cuáles son las conclusiones de este brevísimo diagnóstico de la difícil realidad que viven los jóvenes venezolanos?
En primer lugar, un hecho relevante y trascendente: la mayoría de la población la integra la gente joven. Segundo: la mayoría de esta población joven no tiene acceso real a la educación. Tercero: la ocupación temprana de jóvenes en labores de trabajo imposibilita a muchos de ellos para que puedan estudiar en los diversos ciclos de la educación venezolana. Cuarto: la crisis familiar, desde luego, tiene mucho que ver con este proceso crítico. Quinto: existe un elevado número de jóvenes desorientados, profesional y vocacionalmente, porque inician una carrera universitaria o técnica y no la concluyen. Sexto: hay una considerable cantidad de jóvenes que no estudian ni trabajan, y esto tiene una incidencia negativa en el auge de la delincuencia, el consumo de drogas y otras lamentables consecuencias. Y, finalmente, la inexistencia de una política deportiva y recreacional para la juventud contribuye a profundizar la crisis que vive este sector en Venezuela.

La crisis del deporte          
Merece, por cierto, un análisis, aunque sea breve, la situación de nuestro deporte por las consecuencias negativas que genera en la juventud venezolana.
En nuestro país, señor presidente y colegas diputados, en cualquier parte de su extensa geografía -como nos consta a los dirigentes juveniles y como le consta a cualquier observador de la materia-, los muchachos no pueden hacer deporte porque carecen de políticas de masificación de las diversas disciplinas deportivas, de suficientes entrenadores y facilitadores, así como de instalaciones y materiales para practicarlas. Los pocos parques deportivos que existen a lo largo y ancho del territorio nacional se encuentran en deplorables condiciones de mantenimiento y operatividad, por la criminal negligencia e insensibilidad de las autoridades oficiales del deporte a todos los niveles.
El diario El Nacional, por cierto, publica todos los días una foto de algún parque abandonado por la desidia del gobierno, como parte de una campaña que pretende advertir sobre las expectativas que supone la realización de los Juegos Panamericanos, que deberán celebrarse en nuestro país en 1983.
Los valores del deporte, que son tan importantes, a pesar de que los tiene dentro de sí la conciencia juvenil del país, todavía no hemos logrado que lleguen a la conciencia del Gobierno Nacional. Y es que el deporte, que es el fenómeno de masas más importante del siglo, que constituye una de las políticas privilegiadas de las naciones desarrolladas y que constituye también una de las más elevadas demostraciones de cómo un pueblo puede alcanzar los más altos niveles de disciplina colectiva e individual, no parece importarle a este Gobierno.
Aquí no hay, ni en el ánimo del Presidente de la República ni en el ánimo de los sectores oficiales, un propósito por emular, cuando menos, el esfuerzo que países como Estados Unidos, la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas o la Alemania Federal, entre otros, hacen en relación a una política realmente deportiva.
Aquí no se estimula el deporte porque no se cree en el deporte como un elemento de solidaridad humana y de sana competencia por la excelencia. Aquí no se estimula el deporte porque -como dije hace pocos minutos- no se tiene fe en el futuro del país. Aquí no se estimula el deporte porque no se le aprecia como un poderoso factor que puede formar en el seno de los jóvenes una auténtica vocación para la utilización de las buenas artes, para que se sepa vencer sin ofender, para que se sepa perder sin odiar y para respetar al adversario y las reglas del juego.
La crisis del deporte venezolano es una realidad que no se puede ocultar, porque está presente en todas partes, porque lo denuncian cada día sus dirigentes y practicantes, todo lo cual indica que este sector se encuentra en una gravísima situación.
Lo afirmo, ciudadanos diputados, porque este Gobierno, a través del Instituto Nacional de Deportes, en dos años y medio ha gastado ya más de doscientos millones de bolívares, contra apenas sesenta millones de bolívares que administró el Gobierno de Rafael Caldera. Sin embargo, lo que existe hoy en el IND es ineficacia y despilfarro. Yo quiero recordar acá que en marzo de este año envié una carta al ciudadano Contralor General de la República en la cual le hacía graves denuncias sobre la manera como se viene dirigiendo el Instituto Nacional de Deportes y como se han manejado sus presupuestos desde 1974.
Lo que demuestran esas denuncias es una situación sumamente dramática e irregular en ese ente gubernamental: la indolencia de sus autoridades a todos los niveles, su falta de espíritu deportivo y, desde luego, el cúmulo de irregularidades administrativas. La dura y amarga realidad en este sentido -y nadie nos puede desmentir esta tarde en la Cámara de Diputados- es que hoy el deporte en Venezuela ha retrocedido con relación a los modestos alcances que obtuvimos durante el pasado gobierno socialcristiano. Y es que, por ejemplo, para 1973, de cada dos atletas venezolanos que salían a competir internacionalmente, al menos uno traía una medalla.
¿Qué ha pasado ahora? Que en materia de logros deportivos vamos en franco retroceso. Por ejemplo, en los Juegos Centroamericanos y del Caribe, realizados en República Dominicana en 1973, cuando aquí Caldera era Presidente de la República, Venezuela pasó del octavo lugar al tercero, lo que significó un esfuerzo importante de deportistas y gobierno para que el país alcanzara una destacada participación. Un año después, bajo el actual gobierno del presidente Carlos Andrés Pérez, durante la realización de los Juegos Panamericanos -la justa deportiva más importante después de las Olimpíadas-, Venezuela pasó del décimo lugar que había obtenido en 1971, al número catorce, y si a esto unimos la pobre actuación de nuestro país en los recientes Juegos Olímpicos de Montreal (Canadá), todos estos resultados nos dan una idea de cómo anda el deporte venezolano actualmente, y de cómo es desestimado por el Gobierno Nacional, a pesar de que hoy cuenta con una gran cantidad de recursos financieros y presupuestarios, como nunca antes, para poder resolver muchos problemas que afectan al deporte, una actividad que tiene una estrecha relación con nuestra juventud.

La herencia de AD: un país mutilado
    Con esta dramática realidad, que no surge de una mente simplemente opositora al Gobierno, sino que es la que se consigue en los barrios de nuestras ciudades, en las fábricas y los campos de Venezuela; con esta dramática realidad de niños y jóvenes carentes de afecto, de vivienda, de protección, de ropa, de alimentos, de educación y, en definitiva de oportunidades de superación y de una mejor calidad de vida, no podremos ciertamente capacitar como es debido a las generaciones de relevo. Heredarán un país mutilado, inmerso en el más profundo desastre moral y económico conocido hasta ahora.
¿Cómo puede entonces el gobierno pretender resolver la crisis juvenil apelando simplemente a un instrumento administrativo, sin diseñar antes una política integral para la juventud venezolana? (Aplausos en las barras) ¿Cómo podemos construir el país del futuro si para 1969 -según cifras oficiales-, de doscientos cuarenta y cinco mil cuatrocientos diez faltas policiales, el 37 por ciento fueron cometidas por menores de 21 años? ¿Cómo podemos construir el país del futuro si cerca del 85 por ciento de los delitos fueron cometidos entonces por jóvenes menores de 21 años? ¿Cómo podemos construir el país del futuro si cada día el consumo de drogas aminora las reservas morales de la Venezuela del mañana? ¿Cómo podemos construir el país del futuro si el gobierno de Carlos Andrés Pérez no ha logrado resolver, sino por el contrario agravar, la situación de crisis en la cual se encuentra hoy la juventud venezolana? (Aplausos en las barras).
Los culpables de esta situación son, por una parte, la sociedad venezolana, con su carga de paternidad irresponsable, abandono de hijos y madres, ausencia de formación familiar y moral, entre otras muchas y graves faltas de valores personales y colectivos, y por la otra, el Gobierno Nacional por no haber asumido el papel que le corresponde, como es el de trazar y ejecutar una política amplia y capaz de enfrentar los gravísimos problemas que hoy confronta la mayoría de la población joven en Venezuela.
La realidad, colegas diputados, es muy otra, diferente a la que el Gobierno Nacional pretende pintar todos los días por los medios de comunicación social. La realidad es que este es un Gobierno que, con muchísimos recursos en esta época de “vacas gordas”, no ha podido, no ha sabido o no ha querido enfrentar el reto de desafiar la actual crisis juvenil venezolana e intentar solventarla. No ha tenido la capacidad de plasmar programas ambiciosos e integrales al respecto, y todo ello por su insólita falta de fe en el futuro de Venezuela, que es fundamentalmente la juventud del país (Aplausos).

Copei y el Ministerio de la Juventud
Estas son las realidades, ciudadano presidente, ciudadanos diputados, que encierran un diagnóstico breve de la dramática crisis que vive la mayoría de los jóvenes venezolanos.
Nosotros, los demócratas cristianos, desde luego que estamos absolutamente convencidos de la necesidad de hacer un verdadero esfuerzo por lograr, no solamente -insisto- la creación de un instrumento administrativo y ejecutivo, sino también el diseño de una política integral que pueda resolver la crisis juvenil venezolana.
De esta convicción no solamente hemos dado testimonio en los buenos deseos, sino también testimonio en los hechos. Porque no se puede olvidar, a este respecto, que fue durante el gobierno del Presidente Caldera  cuando se creó el primer Ministerio de Estado para la Juventud, la Ciencia y la Cultura. Y allí quedaron, desestimados hoy por quienes elaboraron el proyecto que discutimos, numerosos estudios y trabajos de investigación sobre la juventud venezolana, sus problemas, sus motivaciones, sus inquietudes y también sus alternativas de soluciones posibles.
Vamos a referirnos ahora al proyecto en discusión. Hemos conseguido en la Exposición de Motivos del Proyecto de Ley Orgánica de la Administración Central -antes de que lo mejorara la Comisión de Política Interior de la Cámara de Diputados-, algunas cosas que realmente constituyen el más absoluto cinismo. En esa Exposición de Motivos (que, por otra parte, es realmente pobre, como lo reconoció la Comisión de Áreas Técnicas del partido Acción Democrática, según informa El Nacional de ayer) apenas hay una ligera mención sobre la necesidad de crear el Ministerio de la Juventud, pero se afirma que no existen estudios que permitan diseñar una política para los jóvenes venezolanos. En realidad, uno no sabe si fue que cuando Acción Democrática llegó al poder en 1974 botó todo el trabajo investigativo que se hizo durante el pasado período constitucional, o es que, simplemente, con muy mala intención, se quiere desconocer aquel esfuerzo que, aunque modesto, puede servir de base para diseñar una política al servicio de la juventud de nuestro país.
Por tanto, señores parlamentarios, el Partido Social Cristiano Copei, al insistir en su propuesta alrededor de la creación del Ministerio de la Juventud, no solamente la justifica por las razones que he expuesto en el análisis que ha precedido esta parte de mi intervención de hoy en la Cámara, sino también, repito, por la urgente necesidad de que el Estado venezolano asuma cuanto antes este desafío de atender al sector mayoritario de nuestra población. Porque sería muy lamentable que el Gobierno Nacional pensara -como en efecto lo ha pensado y no parece que vaya a rectificar- que, mediante una visión pobre, simplista, absolutamente superficial, la sola creación del Ministerio de la Juventud va a resolver los problemas de nuestros jóvenes. Eso sería, simplemente, un absurdo.
Por eso es que los demócratas cristianos hemos afirmado, en todas partes donde ha sido posible que lo digamos, que, antes que un ministerio, es necesaria una política para la juventud venezolana. Y esta es, justamente, la intención que hoy venimos a ratificar ante el Congreso de la República, en nombre de la Fracción Parlamentaria de Copei.

El Ministerio que ofrece el Gobierno
  ¿Cuál es el Ministerio que ofrece el Gobierno? Yo decía antes que el Anteproyecto de Ley que inicialmente envió el Gobierno al Congreso contenía una pobre exposición de motivos, porque allí se señalaba que había que crear el Ministerio de la Juventud para que ese instrumento se convirtiera en un organismo de estudio y coordinación con otras dependencias de la Administración Pública y del sector privado.
Esto explica, ciudadanos diputados, nuestra creencia de que en este Anteproyecto (antes de que fuera mejorado parcialmente en la Comisión de Política Interior, insisto) lo que había era una auténtica caricatura de lo que podía ser el Ministerio de la Juventud: lo que se planteaba entonces era convertir ese instrumento tan importante en un simple organismo de estudio, desdeñando su carácter ejecutivo y  gerencial, y obviando toda su amplia relación con la participación de los jóvenes en el desarrollo del país a todos sus niveles.
El Gobierno Nacional demostró dentro de este proceso que tenía una concepción simple e improvisada de lo que podía ser el Ministerio de la Juventud. Tal vez esto fue lo que motivó a los diputados de Acción Democrática en la Comisión de Política Interior a tratar de mejorar el Proyecto en cuestión, aunque con la buena intención no bastaba. Pero, en todo caso, esto ha sido así porque los propios vicios de la Administración Pública han metido en la conciencia de esos proyectistas que es posible crear un “nuevo” instrumento ejecutivo, pero con las mismas fallas y las mismas deficiencias que han caracterizado en general a la estructura gubernamental a casi todos los niveles.
Por desgracia, además de todo esto, también ha existido una concepción electorera -como decía al principio de mi intervención- en lo relativo a la creación del referido Ministerio. Ha habido, sin duda, la intención de aprovechar esta idea, que es buena, para que rinda beneficios electorales a Acción Democrática y su sector juvenil, beneficios que, de todas maneras, no van a lograr (Aplausos).
En cualquier caso, tampoco hubo ni siquiera la delicadeza, por parte del Gobierno de Acción Democrática, de invitar a los demás dirigentes juveniles del país para consultarlos sobre el diseño del Ministerio en cuestión, ni tampoco en torno a la formulación de una política para la juventud. Ni recibimos nunca las propuestas de los proyectistas del gobierno, ni siquiera las del sector juvenil del partido oficialista, menos una invitación para conocer nuestras opiniones al respecto. Seguramente porque, como este gobierno es tan soberbio, esa soberbia se la han contagiado también a sus propios muchachos, y tal vez pensaron que ellos tenían toda la verdad en sus manos y podían, con esa verdad, establecer un instrumento para los jóvenes venezolanos.
De modo que también pudiéramos calificar a este Proyecto como un Proyecto sectario, por cuanto sólo ha sido consultado -suponemos- con la dirigencia del gobierno y su partido. Pero no ha sido consultado con la juventud venezolana, su principal elemento, al punto que no hemos logrado conocer ni siquiera cuál podría ser la estructura administrativa del futuro Ministerio. Lo que saben y se guardaron para sus propios objetivos político partidistas los dirigentes juveniles adecos apenas sirvió para que estos últimos recorrieran el país, en complicidad con las autoridades educativas de la mayoría de los estados, explicando a su conceptos sobre el proyecto de Ministerio de la Juventud.
Estas son, entre otras muchas, las razones que fundamentan nuestra natural desconfianza frente a lo que el Gobierno Nacional pretende hacer con respecto al futuro Ministerio de la Juventud. Y porque ha sido, hasta ahora, un Proyecto incompleto, sectario, electorero y simplista, creemos que de ninguna manera puede terminar con resultados positivos para la solución de los múltiples problemas que hoy sufre la juventud venezolana.
Pero además de todo lo anterior, en este Proyecto y concretamente en su Artículo 39, se olvidan importantes aspectos relativos a una política integral para la juventud. El Gobierno Nacional y sus proyectistas apenas se han contentado en afirmar que el ministerio en discusión debe ocuparse de la niñez, la infancia abandonada, la familia y el deporte. Pero no hay ninguna referencia en este Proyecto de Ley, ni siquiera en “las buenas intenciones” y declaraciones de voceros oficiales, a materias fundamentales que tienen que ver con nuestros jóvenes, como la necesidad de diseñar e implementar una política educativa y ocupacional y, por supuesto, aspectos importantísimos como lo son la cultura, la ciencia y la tecnología.
Ya sabemos que, en su estrechez de miras y en su falta de grandeza para gobernar, Acción Democrática se olvida que la juventud venezolana sufre graves problemas desde el punto de vista de la educación y del empleo, a los cuales me he referido antes, y que, al propio tiempo, entre nuestros jóvenes estudiantes existe un potencial cultural, científico y tecnológico de primer orden. Y precisamente porque al Gobierno actual se le olvida o lo ignora -lo que sería peor aún-, ni siquiera se ha detenido a pensar que estos temas podrán formar parte del Ministerio de la Juventud y de sus objetivos y finalidades.     

El Ministerio que ofrece Copei   
Nosotros, en cambio, tenemos una visión diferente en torno a lo que debe y puede ser el Ministerio de la Juventud.
Por eso venimos a insistir esta tarde, señor Presidente, ciudadanos diputados, en que para nosotros el Ministerio de la Juventud debe tener como objetivo fundamental desarrollar una auténtica política de atención a los jóvenes, que, contemplando los aspectos económicos, sociales, culturales, recreativos, deportivos y laborales, garantice la plena y justa participación de la juventud venezolana en las tareas que exige el desarrollo independiente del país.
Y todo esto implica, como ya lo he explicado a lo largo de mi intervención de hoy, una verdad indiscutible: más importante que un Ministerio -como lo pretende el Gobierno Nacional-, lo son el diseño y la ejecución de una política integral para la juventud del país (Aplausos).
Paso a referirme ahora, en la parte final de mis palabras, a nuestra concepción sobre la naturaleza y estructura administrativa que creemos debe tener el Ministerio de la Juventud, luego de haber estudiado el Proyecto de Ley y su respectiva Exposición de Motivos. Precisamente porque hemos sostenido que este es un proyecto incompleto, nos hemos preocupado por tratar de mejorarlo lo más que se pueda en esta discusión parlamentaria.
En este sentido, y para que sean remitidas a la Comisión que discutirá estas consideraciones, paso a hacer un conjunto de proposiciones en torno a la estructura del futuro ministerio.
Pensamos que justamente para lograr que el futuro Ministerio de la Juventud desarrolle una auténtica política integral para los jóvenes del país, su estructura interna debería estar conformada de tal manera que se contemplaran los aspectos de la cultura, del deporte, de la ciencia y la tecnología, de la recreación y, desde luego, de la educación no formal   que escapan al propio Ministerio de Educación.
Por eso creemos que este Ministerio debería contar con una Dirección General de Política Educativa, una Dirección General de Política Ocupacional, una Dirección General de Política Deportiva y Recreativa, una Dirección General de Ciencia y Tecnología y una Dirección General de Política Cultural. Por supuesto que debe estar dotada de otras dependencias como las que tiene ahora cualquier ministerio, como las de planificación y presupuesto, consultoría jurídica, servicios administrativos, de personal y de información. Queremos hacer estas muy concretas proposiciones en la tarde de hoy, que ojalá acepte la fracción parlamentaria oficialista, a los fines de optimizar el funcionamiento del futuro Ministerio de la Juventud.
¿Por qué proponemos una Dirección General de Política Educativa? Porque, sin desmedro de las funciones propias del Ministerio de Educación, debemos admitir que muchos jóvenes no están incorporados a sus programas de educación formal, como lo explicáramos anteriormente. Y no podemos seguir aceptando esta dura realidad. En este sentido, el futuro Ministerio de la Juventud podría, por ejemplo, absorber el Instituto Nacional de Cooperación Educativa (INCE) y ampliar sus horizontes actuales, no sólo para seguir formando mano de obra especializada en diversas áreas, sino también para mejorar la calidad de sus programas actuales en cuanto a nuevas ocupaciones profesionales. Y así como en este caso, también podría desarrollar otros novedosos procesos de educación no formal para nuestros jóvenes.
¿Por qué proponemos una Dirección General de Política Ocupacional? Porque el Ministerio de la Juventud también debería asegurar empleo y oportunidades a todos aquellos jóvenes que estén en disposición de ingresar al mercado de trabajo. Lamentablemente, en este aspecto el Estado venezolano ha fallado. Lo lógico sería que al entrar en funcionamiento el Ministerio de la Juventud pudiéramos llenar este vacío y esta deficiencia. ¿Cuáles serían las áreas de acción de una Dirección General de Política Educacional? En primer lugar, la creación del Servicio Nacional de Empleo Juvenil; en segundo lugar, la instrucción suplementaria adecuada; en tercer lugar, la creación de cooperativas juveniles; y, finalmente, la creación de algunas empresas juveniles, para ir estimulando en los jóvenes la conciencia frente a las tareas de productividad y trabajo que nos va a exigir Venezuela en los años por venir.
¿Por qué proponemos una Dirección General de Política Deportiva y Recreacional? Porque hay necesidad de incorporar a los jóvenes a actividades deportivas y recreativas; porque debemos brindar alternativas para que aprovechen positivamente su tiempo libre, alejándolos del delito, las drogas y otros vicios; porque hay necesidad urgente de crear -y así lo demuestra la crisis del deporte en el país, a la que me he referido hace un momento- una política deportiva audaz y coherente, masificando su práctica y no limitándola a las disciplinas de alta competencia, con el sólo propósito de alcanzar unas cuantas medallas. Sólo así, a nuestro juicio, podremos combinar la práctica masiva del deporte y mejorar, al mismo tiempo, nuestra participación en las próximas competencias internacionales, en las cuales, desde hace casi tres años, cada vez vamos quedando en los más lejanos lugares.  
¿Por qué proponemos una Dirección General de Ciencia y Tecnología, aspecto que ha descuidado tanto el Gobierno Nacional en este Proyecto de Ley que discutimos? Porque el país requiere cuanto antes una agresiva política que nos permita avanzar en ciencia y tecnología y porque la juventud es el material humano por excelencia para los desafíos que ambas materias nos plantean. Así, el nuevo Ministerio podría adelantar estudios para la planificación de la ciencia y la tecnología, la formación de recursos humanos para la investigación, la tecnología, el desarrollo de la ciencia aplicada, la investigación básica, su difusión, así como la creación de instituciones de apoyo.
Y, finalmente, ¿Por qué proponemos una Dirección General de Cultura, otro aspecto lamentablemente descuidado en este proyecto de ley?  Porque hay necesidad de convertir a la juventud también en el material humano por excelencia para impulsar una política de orientación cualitativa y cuantitativa de la cultura, a través de los medios que sean posibles, a fin de aprovechar de esta manera el tiempo libre y de ocio de los jóvenes. Sus áreas de acción serían la difusión de las producciones literarias, plásticas, musicales, cinematográficas, teatrales, etcétera.
Pero no sólo eso. También contribuiríamos a crear en el seno de los jóvenes venezolanos la promoción de una verdadera conciencia sobre la protección del patrimonio histórico y cultural de la Nación, a fin de detener la cada vez más preocupante ausencia de identidad nacional en el país, que muchas veces tiene su primer ejemplo en algunos sectores de la juventud. Y porque, a través de esta Dirección General de Cultura se podría promover como es debido el desarrollo artístico en todas sus manifestaciones, con miras a lograr que la cultura deje de ser un elemento de consumo para las élites y los círculos intelectuales reducidos y pueda convertirse en una política de consumo para las grandes masas juveniles venezolanas.
Creemos que hay algunos organismos públicos que deberían ser adscritos al Ministerio de la Juventud a crearse por ley, así como también organismos privados con los cuales deberá mantener una relación armoniosa de cooperación y respeto, para lograr sus fines y objetivos. Y hago esta afirmación porque, lamentablemente, en Venezuela -como consecuencia de la falta de planificación y, en este caso, de una política para la juventud- los esfuerzos que en un momento dado se hacen se pierden y no contribuyen en nada para mejorar los niveles de vida, las condiciones educativas, económicas y culturales de nuestros muchachos en general.
Algunos de esos organismos públicos, insisto, deben ser incorporados al nuevo ministerio. Por ejemplo, en el sector de promoción y protección social tendría que adscribirse el Instituto Nacional de Deportes y el Consejo Venezolano del Niño, luego de someter a estos organismos a una revisión de su manejo interno para adecuarlos al nuevo impulso que deberán recibir en lo adelante. Así mismo, el Instituto venezolano de Investigaciones Científicas (IVIC) y el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Tecnológicas  (CONICIT) pudieran ser incorporados también al Ministerio de la Juventud.
Voy a terminar, señor presidente, ciudadanos diputados, apoyando, en nombre de la Fracción Parlamentaria de Copei, la proposición de la diputada Ismenia de Villalba en el sentido de aprobar este Artículo 39 y pasarlo a la Comisión para mejorarlo mediante la consideración de las ideas que se han expuesto y se expondrán en el presente debate.
En cualquier caso, nosotros no podíamos dejar pasar esta oportunidad sin que el Partido Social Cristiano dejara sentada, con toda claridad y vigor, su opinión sobre lo que para nosotros constituye el elemento más importante de Venezuela, como lo es su juventud. Este es un partido joven. Aquí hay dirigentes que no pasan de los 35 o 37 años, a quienes Copei les ha encomendado altas responsabilidades, entre ellos, Oswaldo Álvarez Paz, como Presidente de la Cámara de Diputados, y Eduardo Fernández, como Director de nuestra Fracción Parlamentaria. Quiere decir que para nosotros los demócratas cristianos la juventud no es sólo un elemento de referencia, sino una etapa de profunda vivencia, y por eso venimos a consignar estas reflexiones con espíritu constructivo y con una decidida vocación patriótica.
Muy buenas noches y muchas gracias por su atención, ciudadano presidente, colegas diputados (Aplausos).