jueves, 27 de julio de 2017

BAQUIANO, VOLANDO RUMBOS



Toda la obra de Alberto Arvelo Torrealba cobra vigencia en la medida en que pasa el tiempo.
Su poesía, desde luego, ocupa el primer lugar. Arvelo Torrealba es el poeta mayor del llano venezolano y el nativista nacional por excelencia del siglo XX. En el ancho y largo corredor llanero que se extiende desde los confines del Arauca hasta el Delta del Orinoco, su poesía sigue viva: anda en labios de la gente, en sus cantos y en sus dichos. Y los venezolanos de la costa caribeña, de Guayana, de los Andes y del Zulia, al igual que los del centro del país, también la conocen, sobre todo Florentino y el Diablo, su poema más popular.
Lamentablemente, las otras facetas de este venezolano singular siguen en la penumbra, especialmente su pensamiento precursor de la moderna ecología, su condición de brillante jurisconsulto, su labor docente durante largos años y su actuación como ministro, gobernador, embajador y servidor público, honesto y capaz. Estos aspectos permanecen aún ignorados por la gran mayoría de sus compatriotas: el celebrado poeta del llano ha opacado al venezolano poliédrico que fue Alberto Arvelo Torrealba.
Esta obra, Baquiano, volando rumbos. Vida y obra de Alberto Arvelo Torrealba, escrita por Gehard Cartay Ramírez, nos revela en profundidad la brillante trayectoria del ilustre barinés.
La Editorial Jurídica Venezolana ha puesto en circulación el libro "Rafael Caldera, jurista integral", contentivo de tres ensayos suscritos por Alfredo Morles Hernández, Tulio Alberto Álvarez y Gehard Cartay Ramírez, en los cuales analizan al jurista que fue el expresidente socialcristiano ya desaparecido y su preocupación por la paz, así como sus ejecutorias al respecto como gobernante y estadista. De venta en las principales librerías del país.

EL TRIUNFO DE LA DESOBEDIENCIA CIVIL



EL TRIUNFO DE LA DESOBEDIENCIA CIVIL
Gehard Cartay Ramírez
El pasado domingo triunfó la desobediencia civil del pueblo venezolano frente a la dictadura madurista.
Se trata de un hecho sin precedentes en Venezuela y el mundo. Se trata de un trascendental hecho histórico -superior a muchas gestas de desobediencia civil ocurridas antes en otras partes del planeta-, pero que por su gigantesca proporción y contagioso entusiasmo revela la condición libertaria de la patria de Bolívar.
Que más de siete millones de venezolanos hayan respondido afirmativamente a la Consulta Popular, convocada por la Asamblea Nacional en cumplimiento del artículo 70 de la Constitución Nacional, revela así mismo la plena disposición de nuestro pueblo para producir un cambio de gobierno cuanto antes, y abrir así una nueva etapa de paz, progreso y bienestar al producirse la salida del poder de la claque madurista que hoy lo detenta.
Fueron más de siete millones de venezolanos los que acabamos de rechazar y desconocer la Constituyente fraudulenta que pretende realizar el régimen madurista sin la aprobación del pueblo de Venezuela. Fueron más de siete millones de venezolanos los que acordamos, como sus mandantes legítimos, demandar “a la Fuerza Armada Nacional y a todo funcionario público obedecer y defender la Constitución de 1999 y respaldar las decisiones de la Asamblea Nacional”.
Fueron más de siete millones de venezolanos los que también le hemos ordenado, como sus mandantes legítimos, a la Asamblea Nacional que de inmediato designe los nuevos magistrados del TSJ y los nuevos rectores del CNE, conforme lo señala la Constitución, a fin de de que Venezuela pueda contar con una alta magistratura judicial honesta, honorable y respetable, así como con un árbitro electoral confiable y decente.
Finalmente, fueron más de siete millones de venezolanos los que hemos aprobado que se proceda “a la realización de elecciones libres y transparentes, así como a la conformación de un Gobierno de Unión Nacional para restituir el orden constitucional”.
No es poca cosa lo que acaba de ocurrir, amigo lector. Una mayoría determinante del pueblo venezolano ha resuelto la hoja de ruta que debemos seguir para salir de la tragedia que hoy nos atormenta a todos, como consecuencia del desgobierno que sufrimos.
Por si fuera poco, esos más de siete millones de venezolanos salimos a votar espontáneamente el pasado domingo desafiando todo tipo de adversidades y obstáculos. ¿O acaso vamos a olvidar que el régimen impuso su férrea censura a medios televisivos, radiales y escritos,  mediante amenazas de todo tipo? ¿Vamos a olvidar que otros medios de comunicación se acobardaron y se autocensuraron cuidando sus particulares intereses y dejando de lado los intereses de los venezolanos?
¿Vamos olvidar acaso que el régimen madurista, a través de Conatel, prohibió abusivamente a televisoras y emisoras radiales que difundieran la campaña propagandística de la Asamblea Nacional promoviendo la Consulta Popular y que, incluso, amenazó a esos medios si tan sólo mencionaban el evento en referencia? ¿Vamos a olvidar, incluso, que esa Consulta Popular fue organizada en menos de 15 días, con escasos recursos, pero con un voluntariado entusiasta de miles de venezolanos que sólo aspiran una mejor Venezuela?
Y, lo que es más importante, en medio de todas estas adversidades, ¿vamos a ignorar la decidida voluntad de esos más de siete millones de venezolanos que, retando el miedo y el terror impuestos por el régimen, dieron tan cabal muestra de patriotismo y de valentía? Habría que ser muy estúpido para negar el formidable triunfo de la desobediencia civil de nuestro pueblo este 16 de julio de 2017, fecha fundamental en la moderna historia venezolana.
(Contrasta toda esta epopeya democrática con el esmirriado, raquítico y escuálido simulacro que intentó el CNE del régimen ese mismo día y cuyo tufo derrotista nos anuncia desde ya la orfandad popular de la fementida constituyente madurista.)
Esa mayoría determinante de venezolanos ha aprobado una hoja de ruta y a ella debemos ceñirnos, si queremos salir de la pesadilla madurista y legar a nuestros hijos y nietos una Venezuela distinta a esta que hoy se encuentra arruinada y empobrecida, a pesar de ser uno de los países con las mayores riquezas del mundo.
El camino está, pues, despejado y en buenas condiciones para transitarlo con decisión y valentía. No hay vuelta atrás. Que nuestro bravo pueblo lo siga recorriendo hasta la victoria final sólo depende de nosotros mismos y de nadie más.
@gehardcartay
LA PRENSA de Barinas (Venezuela) - Martes, 18 de julio de 2017.
LAPATILLA.COM

miércoles, 12 de julio de 2017

GUERRA CONTRA EL PUEBLO



GUERRA CONTRA EL PUEBLO
Gehard Cartay Ramírez
El actual régimen mantiene, casi desde sus inicios, una guerra inaudita contra el pueblo venezolano.
Se trata de una guerra en todos los sentidos. Una guerra en la cual la exclusión, el sectarismo y la división entre nosotros han alcanzado niveles pocas veces vistos. Una guerra que ha creado odios y enfrentamientos en muchas familias y que ha llegado al colmo de distinguir entre venezolanos de primera y venezolanos de segunda. Aquellos son, obviamente, los que disfrutan del poder, y los demás somos quienes nos oponemos a un régimen hambreador, asesino, incapaz y corrupto, casi sin precedentes en el devenir de Venezuela.
El régimen libra una guerra contra las instituciones democráticas que venían funcionando regularmente desde 1958, luego de la caída de la dictadura perezjimenista. Una guerra que nos ha hecho retroceder al siglo XIX y que volvió a privilegiar el caudillismo, la violencia armada desde el poder contra los ciudadanos, el desconocimiento de los derechos humanos y la violación sistemática de la Constitución y las leyes, mediante la instauración de una tiranía de ambiciosos e inmorales que se creen dueños del país y su gente.
El régimen libra una guerra contra la clase media y los pobres, empobreciendo a la primera y llevando a la miseria más deplorable a los segundos. Una guerra que ha liquidado las inversiones nacionales y extranjeras, cerrado miles de fábricas y fincas agropecuarias productivas y acabado con millones de puestos de trabajo. Por eso mismo hoy escasean la comida, las medicinas y los empleos, al punto de convertirnos ya en un país africano marcado por el hambre y el desempleo.
El régimen libra una guerra contra el progreso alcanzado luego de varios años por los venezolanos. Así, los logros fundamentales de la República Civil entre 1959 y 1998, que crearon una clase media en ascenso y sacaron de la pobreza a centenares de miles de familias, han sido destruidos por el empeño en establecer aquí un modelo calcado de la dictadura castrocomunista cubana. Ahora campea la falta de oportunidades, sobre todo para los más jóvenes, y se extiende sobre nosotros la tragedia del hambre y la miseria más desoladora. Al igualarnos por debajo, nos han empobrecido a todos.
El régimen libra una guerra contra la juventud venezolana, es decir, una guerra contra nuestro futuro. Una guerra que ha asesinado centenares de jóvenes, quienes sólo vienen haciendo uso del derecho a vivir en un país mejor y exigir que se vayan los que, por ahora, detentan el poder y desgobiernan a Venezuela. Una guerra que mantiene como presos políticos a miles de compatriotas, a quienes se les viola el debido proceso, muchos de los cuales han sido sometidos a torturas infamantes y criminales, a la usanza de las peores dictaduras que ha padecido la humanidad.
Se trata de una guerra que apela al uso de las armas ante la imposibilidad del régimen de convencer a los venezolanos de que lo está haciendo bien. Por esa razón, Maduro acaba de señalar “que lo que no han logrado con los votos lo lograrían con las armas”, ratificando así la guerra que vienen ejecutando desde hace tiempo contra los venezolanos.
Si tuvieran un ápice de vergüenza, la cúpula podrida del régimen debería haber renunciado hace tiempo. En lugar de hacerlo, pretenden -a sangre, fuego y muerte- acabar con la protesta de las grandes mayorías nacionales que ya no los soportan y piden a gritos su salida del poder. Tal es el signo característico de las dictaduras que entran en el túnel sin retorno de su caída definitiva.
Se trata entonces de una guerra fratricida de la cúpula envilecida que está en el poder, ejecutada con perversidad y saña criminal contra sus propios conciudadanos, sin que fronteras o límites de moralidad y humanismo los detengan en su carrera genocida.
Ya han perdido la más mínima vergüenza, y por eso arrecian su guerra contra nuestro pueblo, masacrándolo diariamente con sus cuerpos policiales, militares y paramilitares, conducidos como un ejército que ocupa a Venezuela con el único propósito de eliminar a cualquier precio la disidencia contra el régimen.
Bien lo acaba de declarar el Cardenal Jorge Urosa Savino: “El gobierno tiene una guerra contra el pueblo”, al exigirle al régimen que renuncie a su Constituyente fraudulenta y antipopular. “Que el gobierno desista –agregó– de estar utilizando recursos legales para desmantelar al Estado, implantar un sistema totalitario marxista y ahora también militar, militarista. Todo eso es reprochable e intolerable y no es el camino que desea la mayoría del pueblo” (El Nacional, 01-07-2017).
Pero esa guerra asesina y criminal la perderán irremediablemente. No podrán contra el pueblo venezolano y más temprano que tarde pagarán por sus crímenes de lesa humanidad.  
@gehardcartay
LA PRENSA de Barinas (Venezuela) - Martes, 04 de julio de 2017
LAPATILLA.COM 

domingo, 2 de julio de 2017

LA MAYORÍA DECIDE Y LA MINORÍA ACATA



LA MAYORÍA DECIDE Y LA MINORÍA ACATA
Gehard Cartay Ramírez
El principio básico de toda democracia se sostiene en que la mayoría decide y la minoría acata.
El madurismo, sin embargo, hoy pretende lo contrario. Pretende imponernos una Asamblea Constituyente rechazada al menos por el 80 por ciento de los venezolanos, quienes consideran que ahora no hay otra urgencia como no sea la de salir del régimen que nos oprime y empobrece desde hace tiempo.
Porque, amigo lector, el origen de nuestros problemas está en el actual régimen. No hay otras causas, luego de 18 años de desgobierno ineficiente y corrupto. Todo lo que nos afecta es producto del modelo que se ha tratado de imponer, ya fracasado en otras partes del mundo: el modelo socialista y comunista.
Y es que no hay que hacer mucho esfuerzo para entender por qué razones los venezolanos hemos llegado a esta situación calamitosa, sin comida, sin seguridad, alto costo de la vida y colapso general de los servicios públicos, aparte de la destrucción de las instituciones democráticas. La causa es, precisamente, el modelo chavomadurista que arruina a Venezuela desde 1999.
Hay que entender que las políticas públicas condicionan la economía y la marcha de la sociedad en todos los aspectos. No hay manera de desvincularlas, porque todo está sujeto a las políticas que se ejecuten desde el poder. Si esas políticas son acertadas, el país progresa y se desarrolla. Si son equivocadas, el país se arruina y empobrece. Y si son fatalmente equivocadas, como ahora sucede en Venezuela, sus consecuencias son terribles en todo sentido.
Las políticas públicas lo determinan todo. Por eso constituye una solemne estupidez cuando una persona afirma que no depende de la política, sino de su trabajo. La verdad es que, sea cual sea su trabajo, al final todo lo condicionan las políticas públicas. Porque si esas políticas son erróneas entonces destruyen los empleos, las inversiones, la productividad y sus efectos nos terminan afectando a todos. La política lo condiciona todo, incluyendo si a usted le recogen o no la basura o sufre apagones a cada rato. Así de simple.
La indiferencia, insensibilidad o estolidez de algunos frente a la tragedia que sufrimos contribuyen entonces a profundizar la terrible crisis que hoy sufre Venezuela. Lo peor es que quienes piensan que manteniéndose al margen podrían estar a salvo, están muy equivocados y, si esto sigue como va, con su irresponsable actitud condenan a sus hijos y nietos a vivir en un país arruinado, por lo que seguramente estos los maldecirán en el futuro.
Y hoy estamos precisamente en este punto de inflexión de la historia de Venezuela. El régimen madurista, huérfano de apoyo popular y, lo que es más grave aún, con un rechazo colectivo de más de 85 por ciento según las últimas encuestas serias, pretende perpetuarse en el poder, menospreciando la opinión de la gran mayoría de los venezolanos y asesinando e hiriendo a nuestros jóvenes estudiantes, aparte de miles de detenidos sin razón. 
En ese perverso empeño no les ha importado violar la Constitución de 1999, “la mejor del mundo”, según su “comandante eterno” (con lo cual demuestran que Chávez ya no los comanda, ni tampoco era eterno, a fin de cuentas). Pero hay más todavía: no sólo violan aquel legado constitucional de su extinto jefe, sino que ahora quieren cambiarla por otra Constitución, lo que no deja de ser una traición a quien los dejó en el poder en 2013.
En todo caso, la felonía del madurismo no sólo traiciona a su extinto jefe, sino al país entero, pues pretenden hacer una nueva Constitución sin consultar al pueblo venezolano. Peor aún: pretenden eliminar el voto directo, universal y secreto sustituyéndolo por votos corporativos de acuerdo con sus intereses, en lo que constituye una práctica fascista de la Italia de los años treinta del siglo pasado.
Y no sólo eso: han armado una estructura fraudulenta de elección de los diputados constituyentistas donde la minoría se impone a la mayoría. Así, por ejemplo, los municipios menos poblados tendrían más representantes que los municipios más poblados, lo que resulta contrario a todo principio democrático y de respeto a la soberanía popular.
Por todas estas razones hay que rechazar esa Constituyente fraudulenta y espuria. Llegado el caso, también  hay que desconocer sus decisiones, pues no representan la voluntad popular. Los artículos 5, 333 y 350 de la Constitución actual nos obligan y autorizan a no aceptar de ninguna manera todo aquello que llegare a decidir esa Constituyente fraudulenta, en el caso de que así lo pretendan.
Nos asiste, además, la razón porque en una democracia la mayoría decide y la minoría acata. Y punto.
@gehardcartay
El Blog de Gehard Cartay Ramírez
LA PRENSA de Barinas (Venezuela) - Martes, 27 de junio de 2017.
LAPATILLA.COM