miércoles, 31 de julio de 2013

EL FRACASO CONTINÚA
Gehard Cartay Ramírez
¿Puede extrañar a alguien el fracaso del usurpador y su cúpula podrida en sus primeros 100 días, si es la nefasta continuación del régimen de destrucción nacional iniciado en 1999?
¿Habrá algún ingenuo que crea que podía producirse un cambio en este tiempo? ¿Pensaba alguien que este sujeto y su combo, dándose cuenta de su responsabilidad histórica, intentarían rectificar tantas equivocaciones y yerros colosales? ¿Alguien pudo confiar en que iba dejar su impronta personal, luego de esta acumulación de equivocaciones de su extinto jefe y tutor?
 Todo cuanto está pasando no es sino lo que tenía que ocurrir. A un segundón y espaldero como este, puesto a dedo en el cargo, rodeado de mafias de poder envilecidas, no le queda ninguna capacidad de maniobra como no sea la de negociar con estas para garantizar su permanencia en el poder. Lo demás, es decir, el país y su gente, le importa un bledo.
Lamentablemente, el poder está en las peores manos que uno pueda imaginar. Gente sin preparación ni estudios, comenzando por quien lo encabeza -que ni siquiera pudo graduarse de bachiller-, pero además corruptos en grado sumo, politiqueros y mercaderes a quienes no les duele este país. No deja de ser una cruel ironía que ellos se estén llenando, mientras hoy hay más pobreza y miseria.
Y todo ello, en medio de un ejercicio autoritario del poder, expresado en el control total de las instituciones del Estado (incluyendo la Fuerza Armada) para beneficio de quienes lo detentan; en un sistema judicial postrado ante ellos, que sólo persigue y enjuicia a la disidencia política; y en el secuestro peculador del sistema oficial de medios de comunicación, sin faltar el acoso a los medios privados.
Así es como hemos llegado a este desastre que padecemos y que se expresa en terribles cifras: 100 días que acumulan 5.000 asesinatos; aumento creciente del desempleo; y servicios públicos caóticos, en especial en el suministro de la energía eléctrica, el agua potable y la salud. Y eso sólo para referirnos a aspectos esenciales de la calidad de vida, que funcionan bien en cualquier país con menos recursos que Venezuela.
El régimen del usurpador ha elevado la inflación en un 40 por ciento en apenas 100 días (*). Pero la que sufren los pobres subió al 57 por ciento. Venezuela tiene hoy la quinta inflación más alta del mundo, sólo superada por Bielorrusia, Sudán del Sur, Sudán e Irán. Desde 2007 tenemos la inflación más alta de América.
20 por ciento de los alimentos de la cesta básica no se consiguen. Hay carestía, desabastecimiento, racionamiento y especulación en todas partes. Ya van tres devaluaciones desde que tomó el poder este presidente nombrado por el CNE, y hoy  nuestro signo monetario no vale nada.
Desde 1999 el régimen ha venido acabando con el aparato productivo nacional, tanto oficial como privado. No producimos ya casi nada. Fábricas cerradas, fincas ocupadas y fuga de inversiones son el saldo de una desastrosa política económica orientada desde Cuba, basada en el sistema comunista que ha fracasado en todas partes. Ahora importamos el 80 por ciento de lo que consumimos -especialmente alimentos-, y el régimen ha llegado al colmo de tener que comprarle gasolina a Estados Unidos, lo que debería avergonzarlos dada su bullanguería “antiimperialista”.
El déficit fiscal, es decir, los gastos que el régimen ya no puede pagar, es uno de los más altos del mundo. Por eso, nos están endeudando hasta niveles absurdos, especialmente con China. Les han  hipotecado el futuro a nuestros hijos y nietos, que serán los que tendrán que pagar esta colosal deuda.
Vale la pena detenerse en este punto: cuando Chávez llegó al poder en 1999 la deuda venezolana era de 31.484 millones de dólares (32 por ciento del Producto Interno Bruto). El año pasado llegó a 216.053 millones de dólares (71 por ciento del PIB), es decir, se ha multiplicado por siete bajo el chavismo, y eso sin contar la deuda acumulada en lo que va del presente año.
Y mientras el país se endeuda y empobrece cada vez más, la cúpula del régimen y la plutocracia financiera y económica que ha creado en estos casi 15 años siguen enriqueciéndose a manos llenas. Nunca antes Venezuela había sido saqueada como viene siéndolo desde 1999, a manos de una cúpula podrida, corrupta y corruptora, como pocas veces ha habido en el mundo, y dicho sea esto sin exagerar.
Pobre país el nuestro, al que Dios dotó de riquezas de todo tipo, pero casi siempre esquilmado desde el poder por corruptos de toda laya, aunque -también hay que decirlo- nunca antes los hubo tan criminales y desalmados como los que hoy lo ejercen en mala hora para los venezolanos.
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(*) Todas las cifras citadas son del Banco Central de Venezuela.
LA PRENSA de Barinas - Martes, 30 de julio de 2013

lunes, 29 de julio de 2013


LA DOBLE MORAL DEL RÉGIMEN
Gehard Cartay Ramírez
Resulta obscena la doble moral del régimen que padecemos los venezolanos, iniciado hace ya casi 15 años.
Doble moral para acusar y castigar a los demás por todo  aquello que ellos sí han hecho y siguen haciendo, ahora amparados en el ejercicio totalitario del poder. Lo curioso e irónico es que esas acusaciones los definen a ellos mismos desde que, con alevosía y nocturnidad, forzaron las ventanas de la institucionalidad para asaltar el poder por la vía del golpe de Estado el 4 de febrero de 1992. Centenares de muertos provocaron aquella noche. Nunca se hizo justicia al respecto, pero ni esas muertes ni los delitos de ahora quedarán impunes. Algún día tendrán que responder ante la Historia y los tribunales.
Dicen ser bolivarianos y hacen todo lo contrario de lo que proclamó el Libertador en su momento: la inconveniencia de que un sujeto se perpetúe en el poder; los perjuicios del militarismo como forma de gobierno; el principio de moral y luces como bases del ejercicio gubernamental; o el ideal de que la República se sostiene con la presencia de hombres ilustrados en su conducción.
Acusan a sus adversarios, con ocasión o sin ella, de ser golpistas. La historia ya ha comprobado que Chávez y los felones que lo acompañaron en febrero de 1992 han hecho del golpismo su filosofía y su razón de ser. Casi una década conspirando en los cuarteles y un fallido golpe de Estado los hicieron emerger a la notoriedad, descartando toda forma de lucha civil y democrática.
 Ahora, al frente de un régimen que desconoce la Constitución y las leyes, desarrollan un golpe de Estado continuado para apoderarse del poder total. Y tienen el tupé -ellos, que han sido y son golpistas hasta en sus cromosomas- de acusar de “golpistas” a quienes hoy se le oponen, cuando los hechos desmienten esa falacia.
Acusan a sus adversarios de ser fascistas, siendo que ellos sí lo son. Quien haya leído los decretos que los golpistas de 1992 tenían preparados en caso de triunfar, encontrará allí principios fasciocomunistas, copiados de los que aplicaron en su momento Hitler, Stalin y Mussolini. Esos decretos liquidaban las instituciones democráticas (algo que ellos, por cierto, criticaron al tristemente célebre decreto de Carmona, tildándolo de dictador, vaya ironía), desconocían los derechos humanos y desataban una cacería criminal contra sus adversarios.
Se las echan de honestos en el manejo de los recursos del Estado y se han convertido en el régimen más corrupto de toda la historia venezolana. Han saqueado al Estado venezolano y creado una nueva plutocracia gracias al robo de los recursos públicos, mientras  la gran mayoría de los venezolanos son hoy más pobres. Lo peor de todo es que una vergonzosa impunidad impide que ahora sean investigados, juzgados y condenados, en virtud de que los organismos que deberían hacerlo obedecen perrunamente a la cúpula podrida del régimen.
Pretenden convencer a los demás que con ellos se inició una nueva etapa de progreso para Venezuela, pero la realidad los desmiente. Nunca antes nuestro país había estado peor, y las pocas cosas buenas que tenemos, corresponden a ese pasado que tanto aborrecen los personeros del régimen. Precisamente su labor de destrucción sistemática de la democracia y la institucionalidad corrobora la existencia de un país mejor que este de ahora.
Se jactan de ser incluyentes (“Ahora Venezuela es de todos”), pero centenares de miles de compatriotas han sido excluidos, despedidos de sus cargos, presos sin fórmula de juicio, perseguidos, aterrorizados o echados al exilio. Las listas Tascón, Maisanta  y otras son copia fiel de prácticas nazis, comunistas y fascistas.
Se las echan de patriotas, pero son dirigidos desde Cuba, cuya tiranía toma la mayoría de las decisiones y ocupa los altos niveles del régimen imperante, por ahora, en Venezuela. Dicen ser antiimperialistas, pero nos han endeudado y atado al actual imperio chino, como nunca antes lo hizo ningún gobierno con potencias extranjeras. Dicen ser respetuosos de los derechos humanos, pero son aliados de gobiernos criminales como los de Irán, Siria, Bielorrusia, China, Rusia, y antes, del Irak de Hussein y la Libia de Gadafi.
Doble moral, doble discurso, sin duda. El actual régimen incurre en los mismos vicios que tanto le critica a los gobiernos anteriores, pero se niega a practicar tan siquiera algunas de sus virtudes.

 LA PRENSA de Barinas - Martes, 23 de julio de 2013.

lunes, 22 de julio de 2013

DISCURSO DE GEHARD CARTAY RAMÍREZ, EN NOMBRE DEL MOVIMIENTO LIDERAZGO EMERGENTE

“EL PRÓXIMO GOBIERNO DEBERÁ ENCARAR COMPLEJOS DESAFÍOS QUE PROBABLEMENTE NINGÚN OTRO HA ENFRENTADO”


DISCURSO DEL DIPUTADO
GEHARD CARTAY RAMÍREZ
 AL ANUNCIAR EL RESPALDO DEL MOVIMIENTO “LIDERAZGO EMERGENTE” A LA PRECANDIDATURA PRESIDENCIAL DE RAFAEL CALDERA

(Caracas, Hotel Tamanaco, 01 de septiembre de 1987)

Estamos aquí reunidos para realizar un acto de afirmación y confianza en el porvenir de Venezuela.
Queremos, al lado suyo, Presidente Caldera, convocar a quienes, como nosotros, son parte fundamental de la Venezuela que viene y conformar el liderazgo emergente que desde ya se prepara para afrontar los desafíos del futuro.
No venimos aquí a invocar el pesimismo como práctica masoquista o como fácil excusa, aunque, justo es decirlo, no escondemos nuestra preocupación por la grave crisis que atravesamos. No venimos aquí a ofrecer falsas promesas, ni a ilusionar a nadie con la demagogia de aquello que no se puede cumplir, aunque, también debemos decirlo, sí creemos que el país tiene salida y estamos dispuestos a ofrecer nuestro concurso al respecto. Venimos, pues, con una alta dosis de realismo y con la absoluta convicción de que Venezuela reúne recursos humanos y materiales para salir adelante. 
Estamos aquí porque creemos en la necesidad de un robusto liderazgo moral y político para enfrentar las dificultades que nos agobian. Y ese líder no es otro que usted, Presidente Caldera.
Estamos aquí porque sentimos la urgencia de un verdadero hombre de Estado al mando de la Nación. Y ese capitán no es otro que usted, Presidente Caldera.
Estamos aquí porque nos hemos convencido de que sólo un líder de su talla será capaz de convocar a los venezolanos en la tarea ciclópea de reconstruir al país quebrantado que a usted, como a nosotros, le duele tanto.
Sabemos, tan bien como usted, que tamaña empresa no es obra de un solo esfuerzo o de una sóla voluntad. Pero a quienes dicen por allí que no es una tarea mesiánica, pretendiendo con ello, sin lograrlo, vulnerar su opción presidencial, les decimos también que la misma, como empresa nacional de extraordinarias proporciones, requiere indudablemente de un conductor y guía de las más elevadas condiciones morales y políticas, capaz de despertar la confianza y la solidaridad de las grandes mayorías venezolanas. Y ese compatriota, dicho sea con todo respeto por quienes también aspiran a conducir al país en 1989, ese compatriota, repito, no es otro que usted, Presidente Caldera.
Está largamente demostrado, por lo demás, que usted ha sido siempre un hombre que cree y practica la democracia, el diálogo y el pluralismo.  Su anterior gestión de gobierno demostró su inclinación a rodearse de los mejores, dentro de un clima de respeto a las ideas y derechos humanos y con un saldo de ejecutorias que pocos Presidentes de Venezuela pueden presentar en su gestión.
Esas condiciones suyas son garantía de que realizará un gobierno de amplitud nacional, con las mejores voluntades y la mayor suma de inteligencias y capacidades para derrotar la crisis. Y aunque no quisiera extenderme ahora en consideraciones sobre el pasado, sí debo decir aquí algo        que todos sabemos pero que debe repetirse: la suya es una hoja intachable de servicios a Venezuela, todo lo cual le ha permitido acumular la experiencia que tanto necesitamos y que, por lo demás, sólo puede ser utilizada después que se obtiene y no antes, como resulta lógico y comprensible.
Por esto mismo, quienes ahora le manifestamos nuestra solidaridad estamos convencidos igualmente de que la Venezuela presente y futura no puede dejarse en manos de la improvisación, ni mucho menos a disposición de quienes utilizan el populismo y la irresponsabilidad demagógica como anzuelos para pescar votos ingenuos o ilusos. No es tiempo para adentrarnos en aventuras ya vividas o por vivirse. Es tiempo de que la experiencia sea el patrón que señale caminos y pautas a quienes nos sabemos con derecho a participar en la construcción de un país a la medida de las aspiraciones y sueños de todos los venezolanos.
Usted, Presidente Caldera, además de la experiencia de que hablamos, tiene clara noción de su responsabilidad en este momento histórico que vive Venezuela. Nos acogotan gravísimos problemas, mientras nos acercamos cada vez más a nuevas dificultades y tropiezos. La Venezuela de hoy se encuentra en serias dificultades financieras, no obstante la cercanía de tiempos ya idos en los cuales la abundancia no fue aprovechada para superarnos, sino que más sirvió de abono a la corrupción, el facilismo y la inversión de algunos de nuestros valores de comportamiento colectivo, entre ellos, la austeridad, la templanza y el trabajo productivo.
Constituye aún una vergüenza que debemos liquidar el hecho monstruoso de que una porción considerable de nuestros compatriotas subsista en condiciones de pobreza crítica, mientras, por otra parte, crecen el desempleo, la inseguridad personal, la falta de oportunidades y la amenazante marginalidad social y económica. Nuestro pueblo es golpeado, día a día, por el alto costo de la vida y la especulación, sin posibilidad alguna, no sólo de mejorar tan difícil situación, sino de sentirse resguardado y estimulado por el poder del Estado. Nuestros jóvenes se están graduando de profesionales desempleados, mientras que la clase media ve reducir cada vez más sus posibilidades y expectativas.
El panorama es sombrío y preocupante, y nos angustia no sólo como venezolanos sino como jóvenes que actuamos en diversas áreas del acontecer nacional. Los políticos, intelectuales, empresarios, profesionales, artistas, deportistas y periodistas que hoy nos congregamos en esta significativa ocasión no queremos evadir nuestra responsabilidad con Venezuela. Queremos asumirla con decisión y coraje, con humildad y generosidad, poniendo al servicio del interés del país lo que somos y lo que podemos hacer en su beneficio.
No estamos pidiendo un papel estelar que no nos corresponde aún. No creemos en esquemas generacionales, las más de las veces oportunistas y vanidosos. Queremos unir nuestro esfuerzo al suyo y al de cualquier venezolano de buena voluntad que le indigne y le duela la difícil coyuntura que en este momento golpea al país y sus posibilidades.
El próximo gobierno, y usted lo sabe, deberá encarar complejos desafíos que probablemente ningún otro anteriormente ha enfrentado. Lo que algunos expertos han denominado El Efecto Venezuela, que resume la triste historia -reciente por lo demás- de un país que lo tuvo todo a manos llenas sin aprovecharlo debidamente, para arrastrar luego esa penosa deuda que tanto nos pesa, esa absurda realidad que hoy nos condiciona tan intensamente, debemos erradicarla de nuestro quehacer colectivo como nación. Y podemos hacerlo, sin duda alguna, si somos capaces de superar los traumas de los desaciertos recientes y los complejos que tanto nos atan al pesimismo desalentador y pernicioso.
Ese desafío que nos plantea la presente realidad podemos afrontarlo con éxito porque como país aún tenemos a disposición recursos humanos y materiales. Lo fundamental, sin embargo, no es sólo la existencia de medios para superar las dificultades. Lo fundamental es que tenemos también la gente capaz para acelerar el desarrollo del país y ponerlo en función de todos los venezolanos y no de unos pocos.
Y si a tales factores unimos el de un liderazgo lo suficientemente experimentado y capaz para dirigir esa empresa de todos, entonces tenemos derecho a ser optimistas en relación a nuestro aporte para enfrentar el presente y el futuro de Venezuela.
Aquí estamos, pues, maestro y discípulos frente a una hora trascendental de nuestra historia. Tanto usted como nosotros sabemos lo que podemos hacer y, sobre todo, lo que queremos hacer por Venezuela.
A usted le decimos sus discípulos que esta es la hora del maestro: su hora, Presidente Caldera.
¡Cuente con nosotros! (Aplausos)                 
     
            
 

martes, 16 de julio de 2013

LA MEDIOCRIDAD ENCUMBRADA
Gehard Cartay Ramírez
 “Hombres virtuosos, hombres patriotas, hombres ilustrados constituyen las Repúblicas”.
Simón Bolívar
Que la mediocridad hace tiempo se apoderó de la dirigencia política en Venezuela resulta una verdad incontrovertible.
Pero que desde hace 14 años se encumbró en el poder es también otra verdad que no admite discusión.
Y dicho sea esto al comprobar -no sin vergüenza ajena- que la dirigencia de las democracias occidentales, como Estados Unidos o Europa, son (con las excepciones que confirman la regla) capacitadas y formadas para gobernar. Hasta escuelas de altos estudios para gobernantes poseen algunas de sus universidades, y a ellas concurren muchos de aquellos que luego ocuparán las más importantes funciones públicas. Algo parecido ha venido haciendo la dirigencia comunista de China, aunque ya sabemos que allí existe una dictadura de partido y no una democracia. Aquí, en nuestra América Latina, hay países -pocos, en realidad- cuya dirigencia política es superior a la nuestra en todo sentido, y estoy citando a Colombia, Chile, Brasil y Uruguay, la mayoría de cuyos líderes son inteligentes, se han formado y hasta escrito libros.  
En nuestro caso sucede casi todo lo contrario. Aquí los políticos intelectuales son muy escasos. Busque usted quiénes se han destacado como tales y encontrará pocos, antes y sobre todo ahora, cuando la mediocridad abunda como pocas veces.
Veamos, por ejemplo, el caso específico de quienes han ocupado la presidencia de la República. 
La verdad es que gran parte de los presidentes de Venezuela fueron, por regla general, poco brillantes. La gran mayoría se destacó por su habilidad y destreza políticas, a pesar de haber sido mediocres intelectualmente. Alguna vez, ya viejo, Arturo Uslar Pietri, quien nunca logró ser presidente, afirmaría que estaba agradecido de no haber figurado “en el dudoso catálogo de los presidentes de Venezuela” (*). Había algo de certeza y también de resentimiento en aquellas duras palabras.
Apartando a Bolívar, hubo otros de inteligencia portentosa como José Antonio Páez, que luego la cultivaría en grado sublime. De peón de llano en Barinas fue luego un hombre culto, que hablaba varios idiomas, compositor de música y notable escritor.
El sabio José María Vargas, rector de la Universidad Central, fue presidente obligado por las circunstancias y en contra de su voluntad. Fue víctima del primer golpe de Estado en Venezuela, liderizado por el comandante Pedro Carujo, precursor del militarismo y del golpismo criollos.
Guzmán Blanco también fue un presidente que destacó sobre los demás en el siglo XIX por su inteligencia excepcional, tan notable como su falta de probidad. Otro presidente intelectual fue Juan Pablo Rojas Paúl. En el siglo siguiente, la zamarrería sin ilustración del general Gómez le permitiría copar más de un cuarto de siglo en el poder. En cambio, nuestro gran escritor Rómulo Gallegos, luego de ser el primer presidente elegido por el voto popular en 1947, apenas estuvo nueve meses en el cargo, siendo derrocado por un golpe de Estado.
Y luego, inteligentes y con capacidad de liderazgo popular, Betancourt y Caldera, Pérez y Herrera Campíns, cubrieron otros 30 años. Betancourt, Caldera y Herrera Campíns fueron dirigentes formados, aunque de ellos sólo Caldera sobresalió como académico.
Chávez fue, al igual que CAP, un político audaz, sin formación ideológica -aunque presumiera de ella- y con una vocación de poder vitalicio como pocos. Uslar Pietri lo calificó como “un delirante, ignorantísimo (que) dice disparates” y “habla con una arrogancia y una suficiencia increíble” (*).
Sin embargo, tal vez nunca antes hubo alguien tan poco dotado intelectualmente para ocupar la presidencia de Venezuela como el que hoy detenta el cargo. Este sujeto es un ser oscuro por donde se le analice. Nadie sabe de dónde salió, ni qué condiciones tiene para tan ejercer tan alta responsabilidad. Mucho menos sabemos su grado de instrucción, si es bachiller o alcanzó algún título profesional. ¡Cómo será el desconocimiento general sobre el personaje que hasta hay dudas sobre su nacionalidad, pues no faltan quienes afirman que nació en la frontera de Colombia con Venezuela!
Durante la reciente campaña electoral, el sujeto desplegó una ignorancia inaceptable en un estudiante de educación media o universitaria. Se equivocó varias veces al no saber la capital de algunas entidades o los nombres de ciertos estados. Igualmente ha demostrado su crasa insuficiencia en el lenguaje y los venezolanos ya sabemos de su mediocre oratoria, incoherente y carente de sintaxis, patética y pobre como pocas, con el agravante de que el contraste con “el pico de oro” que fue su antecesor es captado por todo el mundo.
Definitivamente, nunca antes tuvimos tanto mediocre encumbrado en el poder como ahora. Lo lamentable es que su ignorancia no sólo los perjudica a ellos, sino que por sus responsabilidades públicas daña a la gran mayoría de los venezolanos.
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(*) Arráiz Lucca, Rafael, Arturo Uslar Pietri, Ajuste de cuentas, Los Libros de El Nacional, 2000, páginas 61, 39 y 48.

LA PRENSA de Barinas - Martes, 16 de julio de 2013.

miércoles, 10 de julio de 2013

“LA CAJA NEGRA”
Gehard Cartay Ramírez
La falta de transparencia, claridad y sinceridad del actual régimen es una constante desde 1999.
A partir de entonces, se volvió a la característica central de los gobiernos del siglo XIX y buena parte del XX: la oscuridad en los manejos de los recursos presupuestarios, la desinformación en todo sentido y la manía de actuar en la oscuridad -“entre gallos y medianoche”-, con un desprecio absoluto por la opinión de los ciudadanos.
Esta conducta no es gratuita. Obedece a un objetivo asociado a las tendencias neo autoritarias o totalitarias del régimen que las practique: ocultar la realidad a la opinión pública, la misma que en las auténticas democracias tiene un peso fundamental en la toma de decisiones.
Por lo que se refiere a esta nefasta experiencia de poder -para no llamarla gobierno, pues no merece tal nombre-, ya sabemos que nació en las oscuridades de la conspiración, la traición a la Constitución de 1961 y del golpe de Estado. Fue aquel grupo de conspiradores, felones y facinerosos del 4 de febrero de 1992, nacidos como una logia militarista perversa, el que en su paranoia sicopática se propuso asaltar el poder por la vía armada para imponernos un régimen fascio comunista a los venezolanos en pleno siglo XX.
Por eso esta experiencia oscura y criminal tiene una explicación tan “lógica” como siniestra. No se le puede pedir, en consecuencia, otra actitud a quienes hicieron de las tinieblas y la hipocresía su método ideal para conspirar contra la democracia y asaltar el poder en función de un proyecto hegemónico, como el que ahora padecemos en este país.
Por eso, el actual régimen -militarista y autoritario- procede como lo viene haciendo desde hace casi 15 años, convertido en una auténtica “caja negra”, a la que no es posible acceder desde afuera ni ver su contenido ninguna manera. Si alguien duda lo que afirmo le señalo apenas un dato, pero muy esclarecedor: se vienen ejecutando desde hace al menos una década tres presupuestos públicos paralelos: el “oficial”, aprobado por la Asamblea Nacional y supuestamente publicado en la Gaceta Oficial, conocido por muy pocos; el que maneja directamente el presidente de la República, secreto y de uso reservado; y el que ejecuta PDVSA, igualmente confidencial e ignorado por la mayoría.
Es obvio que esta circunstancia, gravísima y atentatoria contra los intereses de los venezolanos, se ha convertido en un gigantesco caldo de cultivo para que el actual sea el régimen más corrupto y corruptor de la historia venezolana y latinoamericana, para no hablar del mundo.
Así han utilizado los cuantiosos petrodólares que ingresan al Fisco Nacional para tres objetivos fundamentales. El primero y más importante lo constituye el enriquecimiento desaforado de su cúpula podrida y, en paralelo, la creación de una nueva plutocracia, socia y financiadora de sus proyectos personales y políticos (la reciente compra de una cadena de periódicos y de varios canales de televisión es muestra palpable al respecto).
El segundo objetivo es haber convertido al Estado y sus recursos en un instrumento financiero al servicio de sus propósitos de permanencia larga en el poder. Hoy en día, el régimen financia a su partido político como si fuera el partido del Estado. No hay límites entre los recursos del proyecto político y los del Estado. Este existe en función de aquel, y punto. Todo esto conforma un descomunal acto de corrupción como pocas veces se ha visto en el mundo moderno, a excepción de las dictaduras comunistas y fascistas, hoy extintas en su mayoría, con vergonzosas excepciones como Cuba y Corea del Norte.
Y el tercer propósito -aunque mejor sería llamarlo despropósito- es el de internacionalizar esta funesta experiencia. Miles de millones de dólares nuestros (que han debido invertirse en planes de empleo y mejoría de la calidad de vida de los venezolanos, es decir, escuelas, hospitales, viviendas, agua potable, electricidad, etc.) se destinaron a financiar la llegada al poder de los actuales presidentes de Bolivia, Ecuador, Perú, Nicaragua, El Salvador, República Dominicana, Argentina y Brasil (en ambos casos incluyendo sus anteriores mandatarios), sin dejar de contabilizar los recursos gastados en algunos países del Caribe, así como las experiencias fracasadas de México, Honduras o Colombia y los cuantiosos recursos destinados a la guerrilla colombiana.
Esta monumental corrupción del régimen chavista la arropa la impunidad más absoluta. No hay contraloría, ni fiscalía, ni tribunales que sean capaces de enjuiciarla. Vivimos tiempos de ignominia, complicidades y cabronerías institucionales, como pocas veces antes.
Cuando toda esta purulencia -que se ha tragado ya más de 900.000 millones de dólares- finalmente explote, el mundo y los venezolanos se asombrarán. 


LA PRENSA de Barinas - Martes, 09 de julio de 2013  

lunes, 8 de julio de 2013


PRESENTACIÓN DEL LIBRO

“CALDERA Y BETANCOURT, CONSTRUCTORES DE LA DEMOCRACIA”

INTERVENCIÓN DEL EX PRESIDENTE RAFAEL CALDERA

(Caracas, 17 de febrero de 1987)

Es bien difícil para mí llevar la palabra en este acto, pero no podía negarme a hacerlo, para agradecerle de todo corazón a Gehard Cartay Ramírez este libro. Un excelente libro, escrito con conciencia, redactado con elegancia e inspirado en el deseo de fortalecer los mejores anhelos de la democracia venezolana.
Cuando me anunció que iba a escribirlo, mejor dicho, que estaba escribiéndolo, me sentí sobrecogido por la idea de aparecer como motivo de un libro de historia demasiado reciente y al lado de una figura a la cual correspondió el primer papel, la primera responsabilidad en el proceso de establecimiento y consolidación de la democracia venezolana. Comencé a leerlo con temor, pero debo confesar que me causó una magnífica impresión. Y tengo que agradecerle a él, Gehard Cartay Ramírez, que en una forma tan espontánea, tan noble y tan desinteresada abordó esta tarea, y a su editor José Agustín Catalá, hombre infatigable en el esfuerzo editorial y de una amplitud ejemplar, que ha contribuido mucho al fortalecimiento del signo pluralista de nuestra democracia.
Catalá ha permitido que muchas inquietudes, que muchos anhelos, que muchos esfuerzos en nuestra literatura política hayan podido salir al público, porque todo lo ha facilitado, todo lo ha ofrecido y garantizado, sin perder de vista la función vigilante que ha ejercido para mantener viva ante las nuevas generaciones la presencia de nuestra dramática historia política, para que no pierdan los jóvenes que nacieron o se educaron en un ambiente de libertad y garantías de derechos humanos, la perspectiva histórica de los años sombríos que tuvimos que atravesar y de lo que hubo que vencer para llegar a sentirnos viviendo civilizadamente dentro de un ambiente de libertad.
Por cierto, José Agustín Catalá hoy está cumpliendo 72 años, muy bien llevados (Aplausos). Y me complace mucho el que podamos celebrarlo con este hermosísimo acto, que cuenta con tan numerosa y calificada concurrencia, dentro de la cual tengo especialmente que agradecer la presencia de Gonzalo Barrios, con quien compartí, durante los años difíciles de la construcción institucional de nuestro sistema democrático, la tarea de organizar y orientar la Cámara de Diputados y de armonizarla con el Senado de la República que dirigía el Presidente Leoni; y de Virginia Betancourt, que era la niña de los ojos del Presidente Betancourt, motivo de su orgullo y su preocupación y a la cual siempre hacía alguna referencia cuando daba expansión a sus sentimientos más íntimos.
El terna escogido por Gehard Cartay Ramírez es difícil. El estilo de las “vidas paralelas” lo es de suyo. Mucho más difícil en este caso, cuando uno de los protagonistas ya salió de la temporalidad, está en el piano superior donde no llegan nuestras contiendas, nuestras luchas, nuestras pequeñas preocupaciones y angustias, mientras que el otro está todavía en la brega diaria, en el combate inevitable, sujeto a la controversia a la que voluntariamente hemos de someternos todos los luchadores políticos. El establecer, no un parangón sino una relación, el explicar cómo, proviniendo de sectores tan distintos, de generaciones diversas, dos hombres que aprendimos a conocernos combatiéndonos con noble sinceridad y que llegamos a compartir una tarea que hoy está tomando una dimensión mayor, más recia y reconocida en la vida del país, indudablemente que era una tarea ardua para cualquier escritor y Gehard Cartay Ramírez la ha abordado y la ha cumplido con inteligencia, con seriedad, con objetividad, solamente sacrificada por algunos excesos de cariño, de aprecio y de nobleza para quien es su compañero de partido, su compañero de luchas.  
Indudablemente que la coalición AD-Copei en los 5 años de gobierno del Presidente Betancourt constituye un hecho excepcional en la historia política de Venezuela y quizás muy raro en la de cualquier país del mundo. La controversia histórica entre conservadores y liberales fue superada en la Revolución de Marzo de 1858, pero esto duró poco y terminó en los campos cubiertos de sangre de la Guerra Federal. Una coalición de este género, un compartir responsabilidades en una etapa tan ardua, indudablemente no fue fácil. Cuando el Presidente Betancourt me hablaba y llegábamos a los acuerdos necesarios para que la vida del país marchara, yo sabía que estaba dispuesto a hacer todos los esfuerzos y todos los sacrificios necesarios para que su partido cumpliera el compromiso. Él, a su vez, estaba convencido y seguro de que cuando yo le llevaba un planteamiento en nombre de Copei, ese planteamiento se cumpliría, porque era la voluntad colectiva que a través de mi voz le trasmitía.
La gente no se da cuenta de lo que esos cinco dramáticos años significaron. Durante ellos hubo conmociones terribles: en el atentado de Los Próceres murió el Jefe de su Casa Militar y el Presidente estuvo a punto de desaparecer él mismo, recibió quemaduras y heridas que lo resintieron largamente en el tiempo que sucedió al hecho. El “Porteñazo” fue una terrible conmoción, que quitó la vida a numerosos venezolanos, porque se trataba de la base naval más importante de nuestro país. El “Carupanazo”, el “Barcelonazo”, el alzamiento del General Castro León, apoyado por las fuerzas de derecha con vinculación internacional, y, si esto fuera poco, el movimiento guerrillero, que aparece en los campos como resultado del impacto psicológico de la Revolución Cubana; y la guerrilla urbana, que en muchas ocasiones puso gravemente en peligro la situación nacional.
 Un día de mi cumpleaños, el 24 de enero de 1962, después de una visita a Israel y en marcha hacia Nápoles, en donde se celebraría un Congreso de la Democracia Cristiana Italiana, quise pasarlo con mi mujer y ml hija mayor en Atenas, para tener al menos una visión rápida de los depósitos de cultura que quedan en aquel excepcional país. Cuando salí del hotel y tomé uno de esos pequeños periódicos en lengua inglesa para uso de los turistas, en primera página en grandes titulares se lela: “Sangrientos disturbios en Caracas”. ¡Ese fue el regalo que tuve de cumpleaños en aquella oportunidad! Pero cuando logré comunicarme con Roma, el Dr. Ignacio Iribarren, desde Londres (no sé por qué había sido el destinatario del mensaje) me transmitió un recado del Presidente Betancourt en que me decía que la situación había estado muy grave, pero ya estaba controlada, y que no interrumpiera mi viaje.
 Fueron años tremendos. El bolívar fue devaluado de 3,35 a 4,50; los sueldos y salarios se rebajaron en un 15%. La lucha fue difícil. El partido de Gobierno sufrió 2 traumáticas divisiones, y todo esto se fue superando por la voluntad firme y la inteligencia de un estadista y por el apoyo leal, patriótico, de un partido que estaba convencido de que era su deber el asumir conjuntamente con el Gobierno que el pueblo había elegido libremente, la responsabilidad y las consecuencias de todo ese proceso para llevar adelante el fortalecimiento de la democracia.
 Cuando hicimos el acuerdo, no todos los venezolanos estaban convencidos de que habíamos hecho lo mejor. Mentes lúcidas me reclamaron en forma pública el apoyo que mi partido estaba dando al Presidente Betancourt. Dentro de su propio partido, Betancourt tuvo que enfrentar muchas resistencias; dentro del mío eran numerosos y calificados los compañeros que consideraban inconveniente y arriesgado el camino que habíamos emprendido.
 Al cabo de 5 años comenzó a verse más claro y hoy creo que son pocos los venezolanos que no admiten que ha sido fundamental para el fortalecimiento de este sistema democrático, que va a tener ya treinta años y del cual estamos orgullosos, el cumplimiento leal del Pacto de Puntofijo. Hasta el último día, que en el Capitolio Federal el Presidente Betancourt entregó la banda presidencial al Presidente Leoni, los Ministros copeyanos estuvieron cumpliendo su deber. Ministros que habían tenido a su cargo la tarea de la industrialización que se iniciaba, de la Reforma Agraria que se cumplía y, sobre todo, del mantenimiento de los compromisos contraídos con el pueblo venezolano para la democracia. He comentado alguna vez que en las elecciones de 1963 yo era un candidato que no era ni del Gobierno ni de la oposición. El candidato del Gobierno era Leoni, los candidatos de la oposición eran venezolanos tan ilustres como Jóvito Villalba, Arturo Uslar Pietri o Wolfgang Larrazábal. El pueblo, sin embargo, supo apreciar el esfuerzo realizado, y contra todas las predicciones, mi partido aumentó en un 50% su votación anterior. Hubo realmente una demostración allí de cómo el instinto del pueblo muchas veces se impone por encima de las consideraciones de los analistas políticos. Betancourt, por lo demás, decía (porque el Dr. Leoni había obtenido más o menos un 30% de los votos) que “el Gobierno” había tenido mayoría absoluta, porque él consideraba que los votos de los dos candidatos que habían quedado en los primeros puestos, el vencedor, Raúl Leoni, y el que lo siguió, que fui yo, eran votos por el Gobierno que él presidía.
 Lo cierto del caso es que fue una época sumamente interesante y el libro de Gehard Cartay Ramírez la trata con mucha dignidad. No es un libro cualquiera, realmente. Dentro de la abundante literatura política de nuestros días, tiene un valor propio, un valor preciso. No es un libro documental, no es una colección de documentos, pero es un libro muy documentado. Todo lo que afirma el autor lo basa en las indagaciones que hizo para recoger testimonios, documentos, interpretándolos naturalmente, pero siempre con un sello de innegable nobleza.
Tengo, pues, que agradecerle, no solamente por haberme puesto allí en una situación que, como dije antes, al considerarla al principio me sobrecogió y aún me sigue sobrecogiendo, sino por haberme puesto en un piano de verdadera altura, muy cónsono con las mejores preocupaciones que pueden inspirar la vida venezolana. Y pienso que este libro, que personaliza en dos hombres la acción y el compromiso de dos partidos, entre los cuales fueron y son muchos los compatriotas que, con conciencia, con claridad, con patriotismo, con alta calidad, realizaron la tarea de establecer sólidamente la democracia y cumplen a diario la de mantenerla y fortalecerla, implica a mi modo de ver, una intención fundamental: la de recordar que por encima de las controversias, más allá de todas las contradicciones, superando lo que haya podido ser una lucha de carácter a veces duro y áspero, hay un patrimonio común que tenemos el deber de preservar. Ese patrimonio común, que hizo a Rómulo Betancourt decir que más que haber sido dos veces Presidente de Venezuela, para él su intima satisfacción era haber sido fundador de Acción Democrática, y para mí, que modestamente en el curso de mi vida puedo sentir también como un motivo de orgullo la participación que he tenido en la vida y el desarrollo del Partido Social Cristiano Copei, nos llevó a demostrar que por encima de nuestros partidos y más allá del amor por ellos, está la patria, está el interés nacional.
Quisiera que este libro sirva para mantener vivo el compromiso en todos los venezolanos, de no poner jamás los partidos por encima del interés nacional, sino el de colocar esos partidos, a los cuales se ama, a los cuales se sirve y por los cuales se lucha, al servicio de los intereses superiores de la patria venezolana(Aplausos).