VIVIMOS CADA VEZ
PEOR
Gehard
Cartay Ramírez
En Venezuela,
desde hace al menos 60 años, nunca como ahora se había deteriorado tanto la
calidad de vida de nuestra gente.
Los
venezolanos vivimos cada vez peor. Esta es una verdad que no necesita
comprobaciones adicionales. Basta mirar a nuestro alrededor, en nuestras
ciudades y pueblos, o en los campos, para verificarla. Basta mirar la cara de
la gente para darse cuenta.
Hoy Venezuela
es un país trágico, hundido en problemas de toda laya, mientras la cúpula
podrida del régimen se aferra al poder sólo para seguir enriqueciéndose. Por
eso no se ocupan de resolver los problemas.
Ahora
todo está peor que antes de 1999. Lo afirmo sin exageración alguna. Los
problemas que teníamos entonces –ahora pálidos al lado de los creados por el
régimen chavomadurista en estos largos 18 años– se han profundizado. Esto
significa que no sólo no los resolvieron, como lo prometieron en 1998 quienes
hoy mandan, sino que los multiplicaron. Pero no sólo eso: ahora hay nuevos
problemas, mucho más graves y complejos, que también empeoran por la
incompetencia de la cúpula del actual régimen.
Veamos.
La inseguridad ha crecido de manera alarmante. Desde 1999, aquí “la vida no
vale nada”, como en la ranchera de José Alfredo Jiménez. Todos los días decenas
de compatriotas son asesinados por el hampa. Ya suman, a estas alturas de la
tragedia chavomadurista, más de 300.000 muertos por el hampa y sus terroristas
al servicio del régimen. No hay prácticamente familia venezolana a la que no le
hayan asesinado alguno de sus miembros. Vivimos una guerra de exterminio contra
la Venezuela decente y trabajadora, sin que el régimen haga algo por impedirlo.
Ha sucedido todo lo contrario: haber armado a la delincuencia y garantizarle
plena impunidad provoca este genocidio que nos devasta.
Venezuela
es hoy un país sin comida suficiente para alimentar a su gente. El régimen acabó
con la producción nacional de alimentos, al expropiar o invadir miles de
fábricas y fincas agropecuarias. El resultado no podía ser otro que el que hoy
sufrimos: una gravísima escasez de comida, especulación y alto costo de la vida
y, como lógica consecuencia, la familia venezolana está subalimentada, sin ingerir las proteínas
necesarias, especialmente sus niños. En cambio, los jerarcas de la cúpula
podrida del régimen –comenzando por su cabeza– cada día están más gordos y
barrigones.
Hoy la
inflación galopante nos empobrece más a todos cada día, menos al milmillonario cogollo chavomadurista. Los sueldos cada
vez son más insuficientes y no alcanzan ni siquiera para cubrir la cesta
alimentaria. Cada
semana aumentan los precios de la comida y de los artículos básicos de consumo,
si es que se consiguen. Ya se sabe que el bien de consumo que escasea es
también el más caro. Todo ello es la consecuencia directa de políticas
económicas protocomunistas o socialistas, que han fracasado en todos lados. Y
aquí no podía ser la excepción.
Al
arruinar la producción nacional, no sólo no hay comida suficiente, sino que
tampoco hay trabajo suficiente. Por eso han crecido el desempleo y la falta de
oportunidades. Los
que trabajan ganan muy poco para adquirir lo fundamental. Y los que no tienen
empleo, están aún en peores condiciones.
No hay
medicinas para nuestros enfermos. La salud pública está cada día peor. La salud
privada se ha encarecido también. La consecuencia no puede ser otra que el
crecimiento de enfermedades de todo tipo –algunas eliminadas en el pasado y que
ahora reaparecen- y la tragedia del venezolano común al no tener garantías para
su salud y promedio de vida.
Y todo
ello para no hablar de la pésima educación pública que ha retrocedido un siglo
o de la crisis general de los servicios públicos, como la energía eléctrica y
la falta de agua potable, todo ello en un país que tuvo en el pasado una de las
más grandes hidroeléctricas de Suramérica y posee fuentes naturales de agua que
ya quisieran en otras latitudes del mundo.
Lo
peor es que todo esto acontece en uno de los países más ricos del planeta y en
el que posee las reservas petrolíferas más grandes del globo terráqueo. Sin
embargo, la terrible paradoja es que ese mismo país hoy alberga uno de los
pueblos más pobres del mundo, sin comida suficiente y con pésimos niveles de
vida.
El
chavomadurismo, en estos 18 años, acabó con la Venezuela que venía superándose
y desarrollándose. Esa podrida cúpula terminó siendo un Midas al revés: todo lo
ha convertido en miseria, ruina y pobreza.
Todo
esto ya lo sabemos, pero el tiempo nunca será suficiente para repetirlo.
@gehardcartay
LA PRENSA de Barinas (Venezuela) - Martes 05 de agosto de 2017.
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