lunes, 11 de septiembre de 2017

VIVIMOS CADA VEZ PEOR



VIVIMOS CADA VEZ PEOR
 Gehard Cartay Ramírez
En Venezuela, desde hace al menos 60 años, nunca como ahora se había deteriorado tanto la calidad de vida de nuestra gente.
Los venezolanos vivimos cada vez peor. Esta es una verdad que no necesita comprobaciones adicionales. Basta mirar a nuestro alrededor, en nuestras ciudades y pueblos, o en los campos, para verificarla. Basta mirar la cara de la gente para darse cuenta.
Hoy Venezuela es un país trágico, hundido en problemas de toda laya, mientras la cúpula podrida del régimen se aferra al poder sólo para seguir enriqueciéndose. Por eso no se ocupan de resolver los problemas.
Ahora todo está peor que antes de 1999. Lo afirmo sin exageración alguna. Los problemas que teníamos entonces –ahora pálidos al lado de los creados por el régimen chavomadurista en estos largos 18 años– se han profundizado. Esto significa que no sólo no los resolvieron, como lo prometieron en 1998 quienes hoy mandan, sino que los multiplicaron. Pero no sólo eso: ahora hay nuevos problemas, mucho más graves y complejos, que también empeoran por la incompetencia de la cúpula del actual régimen.
Veamos. La inseguridad ha crecido de manera alarmante. Desde 1999, aquí “la vida no vale nada”, como en la ranchera de José Alfredo Jiménez. Todos los días decenas de compatriotas son asesinados por el hampa. Ya suman, a estas alturas de la tragedia chavomadurista, más de 300.000 muertos por el hampa y sus terroristas al servicio del régimen. No hay prácticamente familia venezolana a la que no le hayan asesinado alguno de sus miembros. Vivimos una guerra de exterminio contra la Venezuela decente y trabajadora, sin que el régimen haga algo por impedirlo. Ha sucedido todo lo contrario: haber armado a la delincuencia y garantizarle plena impunidad provoca este genocidio que nos devasta.
Venezuela es hoy un país sin comida suficiente para alimentar a su gente. El régimen acabó con la producción nacional de alimentos, al expropiar o invadir miles de fábricas y fincas agropecuarias. El resultado no podía ser otro que el que hoy sufrimos: una gravísima escasez de comida, especulación y alto costo de la vida y, como lógica consecuencia, la familia venezolana  está subalimentada, sin ingerir las proteínas necesarias, especialmente sus niños. En cambio, los jerarcas de la cúpula podrida del régimen –comenzando por su cabeza– cada día están más gordos y barrigones.
Hoy la inflación galopante nos empobrece más a todos cada día, menos al milmillonario cogollo chavomadurista. Los sueldos cada vez son más insuficientes y no alcanzan ni siquiera para cubrir la cesta alimentaria. Cada semana aumentan los precios de la comida y de los artículos básicos de consumo, si es que se consiguen. Ya se sabe que el bien de consumo que escasea es también el más caro. Todo ello es la consecuencia directa de políticas económicas protocomunistas o socialistas, que han fracasado en todos lados. Y aquí no podía ser la excepción.
Al arruinar la producción nacional, no sólo no hay comida suficiente, sino que tampoco hay trabajo suficiente. Por eso han crecido el desempleo y la falta de oportunidades. Los que trabajan ganan muy poco para adquirir lo fundamental. Y los que no tienen empleo, están aún en peores condiciones.
No hay medicinas para nuestros enfermos. La salud pública está cada día peor. La salud privada se ha encarecido también. La consecuencia no puede ser otra que el crecimiento de enfermedades de todo tipo –algunas eliminadas en el pasado y que ahora reaparecen- y la tragedia del venezolano común al no tener garantías para su salud y promedio de vida.
Y todo ello para no hablar de la pésima educación pública que ha retrocedido un siglo o de la crisis general de los servicios públicos, como la energía eléctrica y la falta de agua potable, todo ello en un país que tuvo en el pasado una de las más grandes hidroeléctricas de Suramérica y posee fuentes naturales de agua que ya quisieran en otras latitudes del mundo.
Lo peor es que todo esto acontece en uno de los países más ricos del planeta y en el que posee las reservas petrolíferas más grandes del globo terráqueo. Sin embargo, la terrible paradoja es que ese mismo país hoy alberga uno de los pueblos más pobres del mundo, sin comida suficiente y con pésimos niveles de vida.
El chavomadurismo, en estos 18 años, acabó con la Venezuela que venía superándose y desarrollándose. Esa podrida cúpula terminó siendo un Midas al revés: todo lo ha convertido en miseria, ruina y pobreza.
Todo esto ya lo sabemos, pero el tiempo nunca será suficiente para repetirlo.
@gehardcartay
LA PRENSA de Barinas (Venezuela) - Martes 05 de agosto de 2017.
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