¿TODO PASADO FUE MEJOR?
Gehard Cartay Ramírez
En muchos de
quienes vivieron parte de la República Civil (1959 – 1999) hay una evidente
nostalgia por aquellos tiempos.
Y es natural que así sea. Pero en aquellos otros
que no la conocieron hay también, sin duda, no una nostalgia por ese ciclo
histórico, sino una gran frustración y molestia por la destrucción del país a
manos del chavomadurismo. Eso es lo que explica que hayan dado una gran batalla
y ofrendado más de un centenar de vidas en las calles el año pasado, y también,
por desgracia, que muchos de ellos estén abandonando el país, buscando un
mejor destino, ese que obviamente aquí no conseguirán mientras exista el
presente régimen.
¿Significa esto que todo pasado fue mejor? Dependiendo de las circunstancias
y de los ciclos históricos se podría responder esta interrogante. Quien analice
la historia venezolana desde sus inicios conseguirá respuestas dispares.
Así, por ejemplo, las teorías cuasi
paradisíacas sobre la etapa indígena en lo que hoy es territorio venezolano
sostienen que la misma fue mejor que lo que vino luego. Tal vez tengan razón.
Sin embargo, hubo también entonces guerras tribales violentas, aquí y en todo
el continente.
La conquista y colonización española
fue luego una larga etapa de imposición de una cultura extraña sobre la
autóctona, con sus consecuencias nefastas: la esclavitud y la explotación de
los pobladores originarios. Resulta, por tanto, obvio que esta etapa no fue
mejor que el tiempo de los aborígenes.
Sin embargo, la posterior Guerra de
Independencia liquidó la economía y la paz. Entre 1830 y 1859, los esfuerzos
por consolidar la República fueron auspiciosos. Y cuando apenas se estaban
recuperando la economía y la paz social explotó la llamada Guerra Federal, que
acabó con los nacientes logros. Sin duda, los años inmediatamente anteriores
habían sido mejores.
Vino luego la larga autocracia de
Guzmán Blanco y sus sucesores políticos. Posteriormente, la de los militares
andinos en el poder, entre 1899 y 1945, primero con los generales Castro y
Gómez, y luego con los también generales López Contreras y Medina. Esta última
etapa significó un avance en todo sentido.
Con la denominada Revolución de
Octubre que en 1945 derrocó a Medina comenzó un sostenido proceso de
ascenso económico y social que duró hasta finales del siglo XX. Se proyectaron
grandes obras públicas y se inició una etapa de modernización del país. En 1946
fue elegida una Asamblea Constituyente que dictó la primera Constitución
democrática, y en 1947 fue electo el escritor Rómulo Gallegos como el primer
presidente escogido en comicios directos, universales y secretos. Y aunque será
derrocado por las Fuerzas Armadas a los nueve meses de haber tomado posesión,
serán los militares quienes ejecuten algunas de aquellas grandes obras, muchas
de las cuales fueron continuadas por los gobiernos democráticos surgidos a la
caída de la dictadura perezjimenista.
Pocos pueden
dudar hoy que a partir de entonces y hasta 1999 hubo una etapa de progreso
ascendente, al punto que en aquel tiempo surgió una pujante clase media, como
pocas en el continente. Porque si bien es cierto que durante de la década
militar (1948-1958) se construyeron obras públicas fundamentales, no lo es
menos que, entre 1958 y 1998, La República Civil superó aquellos logros,
mientras se expandían también el sistema democrático y el respeto a las
libertades públicas y los derechos humanos.
Como puede
notarse, en medio de tropiezos y dificultades, se avanzó en todos los órdenes,
a pesar de ciertos retrocesos puntuales, como la ausencia de democracia durante
la dictadura del general Pérez Jiménez y la insurgencia guerrillera
castrocomunista, a comienzos de los años sesenta. Pero queda fuera de toda duda
que, entre 1959 y 1973 -bajo los gobiernos progresistas de Betancourt, Leoni y
Caldera-, Venezuela fue un país con una economía en ascenso, una moneda fuerte,
niveles de endeudamiento mínimos y un manejo prudente, austero y decente de los
dineros públicos.
Y si bien es
cierto que el alza sorpresiva de los precios petroleros en 1973 indigestó
financieramente al país y se malbarató parte de aquella montaña de recursos a
partir del primer gobierno de CAP, no lo es menos que -seguido del de Herrera
Campíns y Lusinchi, entre 1974 y 1988- Venezuela siguió creciendo
económicamente, con saldo positivo en materias de salud, educación, vivienda,
descentralización y servicios públicos.
Por
desgracia, crecieron también la corrupción, la pobreza y la deuda externa,
aunque nunca en las inmensas proporciones actuales. El punto de inflexión
entonces volvió a presentarse, al igual que en su primera gestión, durante el
gobierno de CAP II, al producirse el Caracazo, los golpes militares de
1992 y su destitución en 1993. Posteriormente, el gobierno de Caldera II
garantizó cinco años de paz, así como la continuidad administrativa y la
ejecución de importantes obras públicas.
Sin embargo,
y a pesar de todo, la mayoría estaba descontenta y quería un cambio radical.
Todo esto llevó al poder a un militar golpista como Hugo Chávez Frías, quien
prometió entonces resolver los problemas del país, y luego de 13 años largos,
cuando falleció en La Habana, no había resuelto ninguno, sino creado otros
nuevos y más complejos. Sus sucesores han continuado aquel nefasto legado. Hoy
el país ha retrocedido un siglo, arruinado y peor que nunca, con más pobreza y
miseria, desabastecimiento y hambre, inseguridad terrorífica, inflación descontrolada
y corrupción sin precedentes.
Obviamente
que aquel pasado fue mejor que este presente trágico. ¿O usted lo duda, amigo
lector?
@gehardcartay
LAPATILLA.COM
Viernes,, 22 de Junio de 2018.