EL CHAVISMO: FÁBRICA DE
POBRES
Gehard Cartay Ramírez
-“Mire, General, usted todavía no ha comprendido la revolución. Se lo
explico: El piso político nos lo da la gente pobre: ellos son los que votan por
nosotros, por eso el discurso de la defensa de los pobres. Así que, los pobres
tendrán que seguir siendo pobres, los necesitamos así, hasta que logremos hacer
la transformación cultural (…) Entretanto, hay que mantenerlos pobres y con
esperanza”.
(Cínica
explicación del ministro Jorge Giordani al general Guaicaipuro Lameda, entonces
presidente de PDVSA en 1999, según testimonio de este último.)
Quince
años después y luego de haber despilfarrado y robado nuestra riqueza petrolera,
el único legado del régimen chavista es el crecimiento acelerado de la pobreza.
Porque
lo único cierto es que hoy los venezolanos somos más pobres, salvo la cúpula
corrupta en el poder. Nuestra calidad de calidad de vida se ha degradado en tal
magnitud que los sueldos y salarios apenas alcanzan para cubrir pocas de las
necesidades más elementales, mientras los precios aumentan de manera
desorbitada e incontrolada. Hemos llegado a extremos tales que adquirir un
apartamento pequeño, una casa modesta o un pequeño carro resulta imposible para
el venezolano de clase media, mucho menos para los pobres, cada vez más numerosos.
Hoy
Venezuela está peor que antes en todo sentido. El país se deteriora como nunca
y eso es lo que explica el empeoramiento de la calidad de vida de los
venezolanos, empobreciéndonos a casi todos, salvo los corruptos del régimen y
aquellos que tenían y aún conservan sus bienes de fortuna.
La gran verdad es que, desde 1999, el régimen
chavista ha multiplicado la pobreza como nunca antes, expandiéndola por todas
partes. Quienes ya antes eran pobres hoy lo siguen siendo, en medio de una
gravísima crisis económica caracterizada por el alto costo de la vida, la
escasez, el desabastecimiento, la inflación y el desempleo.
Hoy los venezolanos están siendo sometidos a la humillación
de permanecer largas horas haciendo interminables colas para comprar cuatro kilos
de harina de maíz, unos cuantos rollos de papel sanitario, algo de carne o
leche -si es que se consiguen-, mientras la cúpula podrida en el poder lo tiene
todo a manos llenas, con milmillonarias fortunas extraídas mal patrimonio
público de todos los venezolanos.
Toda
esta pesadilla en el campo económico se refleja en lo social: crecen también la
inseguridad, los asesinatos, robos y violaciones, con su carga diaria de
homicidios que ya suman más de 300 mil muertos en 15 años. Nadie se siente
seguro en ninguna parte, porque a la gente la delincuencia los mata como si
fueran moscas. Hoy, aquí en Venezuela, “la vida no vale nada”, como en la
canción ranchera de José Alfredo Jiménez.
Los
servicios públicos básicos -agua potable y energía eléctrica- no funcionan.
Hemos retrocedido a niveles casi africanos. La salud está peor que nunca, pues
los hospitales públicos colapsaron hace tiempo, y las clínicas privadas van por
el mismo camino, al suplir los servicios que deberán prestar aquellos. Han reaparecido
enfermedades extinguidas, mientras centenares de miles de pacientes ya no
pueden adquirir sus medicamentos porque se han dejado de importar o de producir
en el país.
Desde 1999, de manera intencional y premeditada, el régimen
se propuso acabar con la economía privada, cerrando empresas productivas, ya
fueran pequeñas, medianas o grandes, tanto en las ciudades como en el campo. Se
lo exigía así su proyecto político y económico, a su vez basado en la aberrante
vocación de poder vitalicio y absoluto de su jefe único, hoy occiso. Por ello,
en la medida en que liquidara el aparato productivo en manos privadas, se
acrecentaba el dominio chavista del milmillonario del Estado petrolero
venezolano.
Lo que trajo consigo esta estrategia criminal no fue otra
cosa que la eliminación de millones de puestos de trabajo y el consiguiente
crecimiento del desempleo. Y al haber más desempleados en la calle lo que vino
luego fue el crecimiento de la pobreza. Todo un lamentable círculo vicioso,
cuyo desenlace, cada vez más próximo, nos tiene ya a las puertas de una
explosión social con sus impredecibles consecuencias de tragedia humanitaria.
No podían
ser otras las consecuencias del modelo económico del actual régimen, basado en las
ya fracasadas y trágicas experiencias comunistas de la extinta Unión Soviética,
donde solo produjo pobreza y miseria, y que luego abandonaron hasta los propios
jefes comunistas en China, pues nunca les funcionó durante más de 60 años.
Hoy
el país está en ruinas, prácticamente. No hay recursos suficientes para atender
las necesidades básicas de los más pobres. La inflación acumulada entre 1999 y
2013 es superior al 2.300% y la deuda pública ya superó los 200 mil millones de
dólares.
El chavismo, en fin, ha resultado una gran
fábrica de pobres.
@gehardcartay
LA PRENSA de Barinas - Martes, 15 de julio de 2014.