LA
DIASPORA QUE AMENAZA
Gehard
Cartay Ramírez
El régimen castrochavomadurista se ha equivocado si creía que promoviendo
la terrible diáspora venezolana que estamos presenciando podía repetir aquí la experiencia
castrocomunista de la Cuba de los años sesenta.
Como se sabe, la entonces triunfante revolución cubana estimuló la huida
de muchos de sus nacionales, al tomar el poder en 1959. Consideraba, no sin
razón, que mientras más opositores suyos se fueran del país, entonces quedaba
despejado el camino para imponer su régimen totalitario. Así, en cuanto pudo y
de manera expedita, expropió todas las empresas y fincas agropecuarias y dejó
en la ruina a miles de propietarios y emprendedores, la mayoría de los cuales
huyeron a Miami.
La insensibilidad e irresponsabilidad del castrochavomadurismo, al creer
que se quita un problema de encima mientras más compatriotas emigren, se le
convertirá, sin embargo, en un boomerang y sus consecuencias podrían ser
letales para la dictadura venezolana si finalmente, como todo pareciera
indicar, la inmigración desde Venezuela se irá agravando y convirtiendo en un
serio inconveniente para los países que la han venido recibiendo.
No es cualquier cosa esa eventualidad. La venezolana, ahora mismo, es la
migración más numerosa que se haya producido en Suramérica y superior, según lo
han dicho expertos de las Naciones Unidas, a las causadas en la actualidad por
las guerras en el Medio Oriente o la miseria y el hambre en el África, las
cuales tienen como destino al continente europeo.
De ser un país que en el pasado recibió miles de inmigrantes de todas
partes, Venezuela ha pasado a ser hoy un país donde millones de sus hijos ahora
emigran hacia otras latitudes, huyendo de la tragedia chavomadurista que nos ha
arruinado como nación y empobrecido como pueblo.
Son compatriotas que escapan del hambre, la violencia, la inseguridad y
la escasez que sufre Venezuela como pocas veces antes. Muchos prefieren
adentrarse en un mundo de riesgos y abandonar su tierra, y no seguir siendo
castigados por la gigantesca y dramática crisis que sufrimos aquí. Lo grave es
que se trata de un fenómeno que tiende a masificarse, tal como ocurre con las
migraciones de centroamericanos y mejicanos hacia Estados Unidos, o las
producidas en otras latitudes por guerras y fenómenos telúricos.
Se calcula que son más de tres millones los venezolanos que se han
marchado, la mayoría de ellos jóvenes profesionales, capaces y en plenitud de
condiciones físicas e intelectuales. Hoy, en lugar de haber sido incorporados a
trabajar por su país, son, por el contrario, prácticamente echados, al
negárseles oportunidades y mejores condiciones de vida para ellos y sus
familias.
Se trata de un hecho inédito hasta ahora. Y como consecuencia de la
quiebra y la ruina de Venezuela a manos del actual régimen, el país enfrenta lo
que algunos especialistas denominan “la descapitalización del conocimiento”,
todo lo cual pone en grave peligro el futuro del país.
Pero estos efectos devastadores en lo interno tienen también
consecuencias políticas y económicas en lo externo. Resulta obvio que países
como Colombia, Brasil, Perú, Ecuador y Panamá, por citar los que han recibido
el mayor contingente de la diáspora venezolana, no se van a quedar de brazos
cruzados, mientras el régimen chavomadurista se hace el loco y con el mayor
cinismo niega esa terca realidad, afirmando que aquí no hay ninguna tragedia
humanitaria y que los venezolanos vivimos en el mejor de los mundos.
Será entonces, a partir de esta realidad geopolítica en el subcontinente
suramericano –aparte de otros hechos que vinculan a la dictadura venezolana con
graves irregularidades contra la seguridad y estabilidad del hemisferio occidental–,
que aquí podría plantearse una intervención de las Naciones Unidas y de la
Organización de los Estados Americanos, tanto por la tragedia humanitaria que afecta
ahora a Venezuela, como por sus consecuencias directas sobre la región.
Ese podría ser el efecto boomerang que produzca la diáspora venezolana
sobre el régimen castrochavomadurista. No se trata de marines invadiendo a
Venezuela, sino de fuertes acciones dirigidas a obligar al régimen venezolano a
asumir su responsabilidad por haber creado este caos humanitario. Si habrá
luego acciones militares concretas, ese es otro problema. Pero, ahora, lo
lógico sería una ofensiva continental para ayudar a los emigrantes venezolanos
y propiciar, en paralelo, una intervención de los organismos multilaterales frente a la tragedia humanitaria producida
por la dictadura que oprime a Venezuela.
El tiempo dirá si todo esto será posible. Pero de lo sí podemos estar
seguros es de que el resto de los gobiernos latinoamericanos tomarán las
medidas que les correspondan, en resguardo de sus propios intereses y los de la
región.
@gehardcartay
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Lunes, 10 de septiembre de 2018.