RESCATEMOS A VENEZUELA!
Gehard
Cartay Ramírez
Si Henrique Capriles repite su votación del siete de
octubre pasado no hay duda de que derrotará a Nicolás Maduro.
Esto es muy importante tenerlo en cuenta, pues nos obliga
a quienes lo hicimos entonces a votar de nuevo por él. Ninguno de nosotros, en
consecuencia, debe abstenerse este domingo, y si nos trazamos la meta de llevar
a alguien más a votar por Capriles, la victoria puede ser, además, contundente.
Hay dos poderosas razones para hacer la anterior afirmación,
y paso a explicarlas a mis lectores.
La primera: está más que comprobado que la alicaída candidatura de Maduro tiene graves problemas
para superar la votación de Chávez en octubre pasado. Maduro es un candidato
malo, gris, mediocre, sin ángel ni carisma, sin discurso ni atractivo
electoral. Por eso se oculta detrás del caudillo muerto y hasta dice que es su
hijo. Sabe que él es nadie, electoralmente hablando. Pretende ser un clon de
Chávez y se ha convertido en una caricatura suya, lo que es peor.
Maduro
además, es un personaje oscuro, alguien que salió de la nada. Nadie sabe porqué
es candidato. Muy pocos conocen su trayectoria pasada, que incluye una larga
estadía en Cuba entrenándose como agente al servicio de la tiranía castrista.
Él ha dicho que en algún momento fue sindicalista, pero los hechos niegan esa
posibilidad. Un personaje como este, enigmático, misterioso y, por tanto,
altamente sospechoso, no puede ser
presidente en un país que se precie de sí mismo y exija la mayor transparencia
a sus líderes.
Por otra parte, dentro del electorado
proclive al régimen, la diferencia entre Chávez y Maduro es del cielo a la
tierra, lo cual opera en contra del candidato oficialista de una manera
irremediable. El elector periférico del régimen, ante la ausencia de su líder y
jefe único, no percibe en Maduro a alguien que calce los puntos para
sustituirlo.
Y en la
medida en que promuevan el mito Chávez,
este podría ser un auténtico bumerán de efectos totalmente contrarios para un
candidato que como Maduro tiene tantas limitaciones de todo tipo. El efecto de
comparación entre uno y otro puede resultar contraproducente.
Por estas
poderosas razones, el trasvase de votos del fallecido presidente al candidato
oficialista será muy difícil y sólo podría operar en el segmento de los
llamados votos duros que tenía Chávez, los cuales no parecen ser suficientes
para ganar estas elecciones.
De allí, y esta es la segunda razón,
que con un candidato tan malo como Maduro, el oficialismo se enfrenta ahora a
su peor escenario electoral desde 1998. El régimen se encuentra hoy en la mayor
orfandad de liderazgo, luego de tantos años de haber tenido uno único, indiscutible
e irremplazable, por la propia voluntad de Chávez. Y al no haberse preparado
uno de recambio, entonces la situación del liderazgo oficialista se complica y se
convierte en un obstáculo, no solo frente a las elecciones del 14 de abril
próximo, sino también por lo que respecta a su propia subsistencia como
movimiento político.
Capriles, en cambio, es hoy un
candidato crecido, que se dirige hacia una victoria electoral que algunos
consideraban improbable hace pocas semanas, luego de su derrota en octubre
pasado. Sin embargo, Capriles dio entonces una gran batalla frente al fallecido
presidente, acortando las distancias y disputándole sus espacios electorales. Por
eso ahora, frente a un candidato tan malo como Maduro, muchos le ven reales
posibilidades de triunfo.
Capriles,
además, es un líder realmente popular, con una trayectoria transparente y clara.
No es un improvisado, ni alguien impuesto a dedo como sí lo es Maduro, quien
nunca ha sido elegido por el pueblo para ningún cargo de gobierno. Nunca -insisto-
una comunidad lo eligió para que la gobernara. No tiene, por tanto, una obra de
gobierno. Por eso mismo, ahora usurpa la Presidencia de la República sin que
nadie lo haya elegido, y es el candidato presidencial del PSUV sin que sus
bases lo hubieran escogido mediante una elección directa y universal.
Con Capriles pasa todo lo contrario. Fue
elegido candidato presidencial por voluntad popular. Ha sido, además de
parlamentario y presidente de la Cámara de Diputados en 1999, alcalde y
gobernador reelecto desde el año 2000, con una obra notable que exhibir. Sabe
gobernar y conoce la realidad nacional como pocos. Maduro, en cambio, no puede
mostrar ninguno de estos atributos.
Todo ello, sin olvidar que Capriles ha
resultado un buen candidato, fajador, con pegada y amplia capacidad de
convocatoria, sobre todo entre los jóvenes, donde el oficialismo pareciera
estar muy debilitado, luego de 14 años de estar en el poder.
Lo que está planteado este domingo no
es sólo elegir un nuevo presidente, sino algo más importante aún: liberar a
Venezuela de un régimen incapaz y corrupto, y con Capriles como presidente
trabajar para hacerla grande, fuerte y próspera, como todos queremos que sea.
LA PRENSA de Barinas - Martes, 09 de abril de 2013.