martes, 9 de abril de 2013


RESCATEMOS A VENEZUELA!
Gehard Cartay Ramírez

Si Henrique Capriles repite su votación del siete de octubre pasado no hay duda de que derrotará a Nicolás Maduro.
Esto es muy importante tenerlo en cuenta, pues nos obliga a quienes lo hicimos entonces a votar de nuevo por él. Ninguno de nosotros, en consecuencia, debe abstenerse este domingo, y si nos trazamos la meta de llevar a alguien más a votar por Capriles, la victoria puede ser, además, contundente.
Hay dos poderosas razones para hacer la anterior afirmación, y paso a explicarlas a mis lectores.
La primera: está más que comprobado que la alicaída candidatura de Maduro tiene graves problemas para superar la votación de Chávez en octubre pasado. Maduro es un candidato malo, gris, mediocre, sin ángel ni carisma, sin discurso ni atractivo electoral. Por eso se oculta detrás del caudillo muerto y hasta dice que es su hijo. Sabe que él es nadie, electoralmente hablando. Pretende ser un clon de Chávez y se ha convertido en una caricatura suya, lo que es peor.
Maduro además, es un personaje oscuro, alguien que salió de la nada. Nadie sabe porqué es candidato. Muy pocos conocen su trayectoria pasada, que incluye una larga estadía en Cuba entrenándose como agente al servicio de la tiranía castrista. Él ha dicho que en algún momento fue sindicalista, pero los hechos niegan esa posibilidad. Un personaje como este, enigmático, misterioso y, por tanto, altamente sospechoso, no puede  ser presidente en un país que se precie de sí mismo y exija la mayor transparencia a sus líderes.
Por otra parte, dentro del electorado proclive al régimen, la diferencia entre Chávez y Maduro es del cielo a la tierra, lo cual opera en contra del candidato oficialista de una manera irremediable. El elector periférico del régimen, ante la ausencia de su líder y jefe único, no percibe en Maduro a alguien que calce los puntos para sustituirlo.
Y en la medida en que promuevan el mito Chávez, este podría ser un auténtico bumerán de efectos totalmente contrarios para un candidato que como Maduro tiene tantas limitaciones de todo tipo. El efecto de comparación entre uno y otro puede resultar contraproducente.
Por estas poderosas razones, el trasvase de votos del fallecido presidente al candidato oficialista será muy difícil y sólo podría operar en el segmento de los llamados votos duros que tenía Chávez, los cuales no parecen ser suficientes para ganar estas elecciones.
De allí, y esta es la segunda razón, que con un candidato tan malo como Maduro, el oficialismo se enfrenta ahora a su peor escenario electoral desde 1998. El régimen se encuentra hoy en la mayor orfandad de liderazgo, luego de tantos años de haber tenido uno único, indiscutible e irremplazable, por la propia voluntad de Chávez. Y al no haberse preparado uno de recambio, entonces la situación del liderazgo oficialista se complica y se convierte en un obstáculo, no solo frente a las elecciones del 14 de abril próximo, sino también por lo que respecta a su propia subsistencia como movimiento político.
Capriles, en cambio, es hoy un candidato crecido, que se dirige hacia una victoria electoral que algunos consideraban improbable hace pocas semanas, luego de su derrota en octubre pasado. Sin embargo, Capriles dio entonces una gran batalla frente al fallecido presidente, acortando las distancias y disputándole sus espacios electorales. Por eso ahora, frente a un candidato tan malo como Maduro, muchos le ven reales posibilidades de triunfo.
Capriles, además, es un líder realmente popular, con una trayectoria transparente y clara. No es un improvisado, ni alguien impuesto a dedo como sí lo es Maduro, quien nunca ha sido elegido por el pueblo para ningún cargo de gobierno. Nunca -insisto- una comunidad lo eligió para que la gobernara. No tiene, por tanto, una obra de gobierno. Por eso mismo, ahora usurpa la Presidencia de la República sin que nadie lo haya elegido, y es el candidato presidencial del PSUV sin que sus bases lo hubieran escogido mediante una elección directa y universal.
 Con Capriles pasa todo lo contrario. Fue elegido candidato presidencial por voluntad popular. Ha sido, además de parlamentario y presidente de la Cámara de Diputados en 1999, alcalde y gobernador reelecto desde el año 2000, con una obra notable que exhibir. Sabe gobernar y conoce la realidad nacional como pocos. Maduro, en cambio, no puede mostrar ninguno de estos  atributos.
Todo ello, sin olvidar que Capriles ha resultado un buen candidato, fajador, con pegada y amplia capacidad de convocatoria, sobre todo entre los jóvenes, donde el oficialismo pareciera estar muy debilitado, luego de 14 años de estar en el poder.
Lo que está planteado este domingo no es sólo elegir un nuevo presidente, sino algo más importante aún: liberar a Venezuela de un régimen incapaz y corrupto, y con Capriles como presidente trabajar para hacerla grande, fuerte y próspera, como todos queremos que sea.

 LA PRENSA de Barinas - Martes, 09 de abril de 2013.