domingo, 26 de febrero de 2012

Verdades: CONDENADOS A PERDER

Presenciamos hoy el peor momento del chavismo y el mejor de la oposición democrática.

Este hecho, por sí sólo, ya es una ventaja apreciable para quienes luchamos por cambiar el actual desastre que sufre Venezuela y enrumbarla hacia el bienestar, progreso y desarrollo a que tiene perfecto derecho.

La celebración de las elecciones primarias del pasado 12 de febrero constituye un hecho histórico, político y electoral, cuyas consecuencias serán determinantes en la derrota del actual régimen en octubre próximo.

Y es que ya nadie tiene duda alguna sobre la absoluta certidumbre de que es posible vencer al golpista de 1992 y su combo. Esos más de tres millones de electores que votaron pueden multiplicarse por tres o por cuatro, lo que garantizaría una contundente victoria de Henrique Capriles Radonski sobre el Gran Hablador o quien lo sustituya como candidato presidencial, si fuera el caso.

El indiscutible éxito de las primarias ha descolocado al jefe del régimen y su cúpula podrida. La abrumadora votación de más de tres millones de electores en un evento que universalmente congrega, en promedio, apenas el 10 por ciento del total de votantes, tiene que ser motivo de auténtica preocupación para el chavismo en el poder. Añádase, además, la relevante circunstancia de que las recientes primarias venezolanas han marcado un récord mundial en materia de participación, algo que ha llamado la atención a nivel internacional. Y el régimen lo sabe.

Pero también hay otra consecuencia de las primarias que puede causar gravísimos daños dentro del propio chavismo: que los candidatos de la Unidad Democrática, comenzando por su abanderado presidencial, sean producto de una elección universal, directa y secreta, y no del dedo autocrático de un caudillo decadente, como acontece ahora en el Psuv, tiene un potencial desmoralizante en las filas oficialistas.

Se trata de un efecto trascendente -y a lo mejor fatal- que, tarde o temprano, va a liquidar las ya dudosas posibilidades electorales del régimen. Que el actual presidente vuelva a ser el candidato autoelegido por él mismo, y no por sus partidarios, le resta legitimidad a sus aspiraciones continuistas, sin entrar a considerar otros elementos fundamentales como su estado de salud, su cada vez más menguado carisma y sus ya precarias capacidades de recuperación como eventual candidato presidencial.

Lo mismo sucede a nivel de los candidatos del chavismo a gobernaciones y alcaldías, seleccionados por el jefe único con absoluto desprecio por sus partidarios. Y ya se sabe que los escogidos serán los de su cogollo podrido, y no los que la militancia del Psuv quiera, mientras que en la acera del frente sus electores eligieron su candidato presidencial y los abanderados a gobernadores y alcaldes de cada estado y municipio, en un ejercicio de democracia pocas veces visto y con una participación popular extraordinaria.

¿Alguien puede dudar que estos hechos no desmoralizan a la base chavista, menospreciada por su único líder al considerarla poco menos que una masa sin criterio y sin capacidad para decidir sus candidatos? No es poca cosa, sino todo lo contrario, el drama a que se enfrentará el pueblo llano que aún apoya al régimen, cuando le digan desde Caracas cuáles serán los candidatos oficialistas a la presidencia, gobernaciones y alcaldías, y se le reduzca (otra vez) a la mera condición de convidado de piedra.

Un evento de tanta trascendencia acontece, además, en el peor momento electoral del chavismo y cuando el país se encuentra en su más grave crisis social, económica y política. (Y no entro aquí a especular sobre la salud del presidente, que por estos días es objeto de todo tipo de rumores a causa de la desinformación gubernamental sobre el particular, porque hasta en esta materia el régimen desprecia a los venezolanos, que deberían tener información oficial y cierta sobre la enfermedad que sufre el jefe del Estado, tal y como ocurre en cualquier democracia seria).

Porque cualquiera que sea el desenlace en cuanto a la candidatura presidencial del régimen, así como las que «el dedazo supremo» o la cúpula podrida designen para gobernaciones y alcaldías, el contraste siempre terminará beneficiando a la Unidad Democrática. Los suyos ya han sido electos por el pueblo, mientras que los del chavismo serán impuestos desde arriba. No es poca la diferencia, amigos lectores, y los chavistas de a pie lo saben…

De modo que, sin que la oposición democrática tenga ningún derecho «a dormirse en los laureles» sino todo lo contrario, el régimen luce condenado a perder.

LA PRENSA de Barinas, Martes, 21 de febrero de 2012.