NADIE EXPERIMENTA EN
CABEZA AJENA…
(El deplorable remitido de salutación de algunos
intelectuales y artistas venezolanos a Fidel Castro, con motivo de su visita
como invitado especial en la toma de posesión de CAP en febrero de 1989)
Los días 01 y 03 de febrero de 1989 apareció publicado en “El Nacional” y “2001”
un remitido firmado por varias centenas de intelectuales y artistas dando una
muy entusiasta bienvenida al dictador cubano Fidel Castro, invitado especial a
la juramentación de Carlos Andrés Pérez como presidente de la República.
Aquellas eran unas escasas líneas totalmente contrarias a la verdad de los
hechos, no sólo por lo que concernía a Castro como persona y como gobernante,
sino también en cuanto a la desgraciada realidad que vive Cuba desde 1959, cada
vez más pobre y esclavizada por una camarilla criminal y opresora.
En 2001 el infatigable editor José Agustín Catalá, como buen “capitán del
desolvido”, reprodujo aquel remitido en un libro –cuya portada ilustra esta
nota-, junto a otros materiales sobre la visita del dictador cubano en 1989.
Allí aparecen los abajo firmantes de entonces.
Leer aquel texto ahora, casi 30 años después, nos revela la ceguera y la
estupidez que lo animaron. Por desgracia, al revisar sus firmantes, no son
pocas las sorpresas: gente honorable e informada, junto a los infaltables ñángaras que en todo tiempo y lugar han “defendido”
lo indefendible que resulta ser el proceso comunista cubano por donde se le
analice.
He aquí el texto completo de aquel disparate:
“Nosotros, intelectuales y artistas venezolanos, al saludar su visita a
nuestro país, queremos expresarle públicamente nuestro respeto hacia lo que
usted, como conductor fundamental de la Revolución Cubana, ha logrado a favor
de la dignidad de su pueblo y, en consecuencia, de toda América Latina.
En esta hora dramática del Continente, sólo la ceguera ideológica puede
negar el lugar que ocupa el proceso que usted representa en la historia de la
liberación de nuestros pueblos.
Hace 30 años vino usted a Venezuela, inmediatamente después de una victoria
ejemplar sobre la tiranía, la corrupción y el vasallaje. Entonces fue recibido por
nuestro pueblo como sólo se agasaja a un héroe que encarna y simboliza el ideal
colectivo.
Hoy, desde el seno de ese mismo pueblo, afirmamos que Fidel Castro, en
medio de los terribles avatares que ha enfrentado la transformación social por
él liderizada y de los nuevos desafíos que implica su propio avance colectivo,
continúa siendo una entrañable referencia en lo hondo de nuestra esperanza, la
de construir una América Latina justa, independiente y solidaria”.
Si traigo a colación este muestrario de falsedades ditirámbicas es porque, definitivamente,
resulta muy cierto aquello de que “nadie experimenta en cabeza ajena”.
En ese entonces, a estos abajo firmantes no les importaba el sufrimiento y la
opresión del pueblo cubano. Hoy, cuando Venezuela padece una experiencia parecida,
a muchos de ellos sí les importa, como es natural. Pero, en la actualidad, a izquierdistas
de otras latitudes no les interesa, como no les importó la tragedia de Cuba a los
saludadores venezolanos de Castro en 1989.
Por supuesto que nadie puede negarles a algunos de ellos su derecho a
cambiar de opinión luego de aquel episodio, lo cual, por lo demás, resultaría
normal y corriente. Ya se ha repetido en días recientes, a propósito de la
muerte de Teodoro Petkoff, una frase atribuida a él y que parece que, a su vez,
tomó de Franklin Delano Roosevelt: la de que “sólo los idiotas no cambian de
opinión”.
Lo afirmo porque muchos de esos firmantes hoy son opositores a la dictadura
venezolana, inspirada y manejada por el castrocomunismo cubano, como bien
sabemos. Sin embargo, en 1989 algunos fingían no saber -o la creían una mentira
de sus adversarios- que el régimen de Cuba era (y sigue siéndolo) una las
peores tiranías que ha padecido la humanidad.
Ese no es el punto, en todo caso. Lo que me interesa destacar ahora es que
aquel remitido ponía de manifiesto entonces, y una vez más, lo que ahora padecemos
los demócratas venezolanos: la solidaridad automática de cierta izquierda con
las dictaduras que asumen tal etiqueta, por lo cual nunca son asesinas ni
empobrecen al pueblo, no violan los derechos humanos, no son corruptas y
siempre son mejores que las democracias, todo ello en virtud de que su carácter
izquierdista las dota de una supuesta “superioridad moral” por el sólo hecho de
serlo. Todo lo cual concluye siempre en que sus críticos son derechistas, fascistas,
imperialistas, reaccionarios, oligarcas, etc., etcétera.
Ahora mismo, el pueblo de Venezuela sufre en carne propia algo muy parecido
a la tragedia cubana, esa “entrañable referencia” que alababa el remitido de
marras.
Por lo tanto, no nos debe extrañar que en otros países –como aquí en 1989
ante Castro- existan intelectuales y dirigentes que niegan que hoy a Venezuela
la oprima una dictadura procubana… y hasta hablen “maravillas” de lo que ha
hecho el castrochavomadurismo en nuestro país.
Porque, insisto, “nadie experimenta en cabeza ajena”…