LA DEMOCRACIA
AGÓNICA
Gehard Cartay Ramírez
Sin que a alguien pueda
sorprenderle, la democracia venezolana está en fase agónica.
Estos son días en que esa
amenaza cobra agresividad, y a quienes de verdad nos duele el destino de
Venezuela no podemos permanecer impasibles, inactivos o indiferentes. La
pérdida definitiva de nuestra democracia sería una tragedia y un baldón que
condenaría históricamente a sus victimarios, pero también a quienes los
adversamos, si permitimos que aquellos cumplan su criminal cometido.
Por
supuesto que la democracia no se ha perdido todavía de manera definitiva. Pero
esa es una real posibilidad. Los pocos signos exteriores que aún subsisten no
son los esenciales, sino simplemente formales. Y aún estos también parecen
condenados a desaparecer.
En
un principio, la democracia fue identificada como el gobierno del pueblo,
en su acepción etimológica tradicional. Pero ese concepto es insuficiente hoy
en día. La democracia no puede ser limitada al derecho del pueblo a elegir sus
gobernantes. Ahora es mucho más que eso. Hoy en día comprende el respeto a los
derechos humanos y el orden constitucional; el diálogo y el pluralismo; el
reconocimiento de la disidencia; el parlamentarismo en su mejor
expresión; el régimen de partidos como vehículos de participación ciudadana y
de todas aquellas sociedades intermedias que permiten a los ciudadanos
interactuar con el Estado.
Hoy en Venezuela casi todos
esos principios democráticos son desconocidos por las instituciones obligadas a
garantizarlos. Uno de ellos, precisamente el más importante, como lo es el
respeto y acatamiento de la voluntad del pueblo venezolano, hoy se desconoce
abiertamente. El régimen se ha declarado en rebeldía frente a la soberanía
popular e intenta profundizar su dictadura desconociendo el derecho de los
venezolanos a decidir su propio destino.
Así, frente al derecho que
la Constitución nos otorga para revocar el mandato de quien ejerce la
presidencia de la República, ahora presenciamos la grotesca actitud de las
cuatro rectoras del CNE, militantes de PSUV, quienes, en lugar de promover y
garantizar la participación electoral de la ciudadanía, la bloquean y sabotean,
con el sólo propósito de complacer a un régimen que se sabe ya sin apoyo
popular y, por tanto, se niega a que se convoque el RR.
Pero no sólo eso. Tampoco
quieren realizar las elecciones de gobernadores y legisladores regionales,
pautadas por la Constitución para diciembre de este año. Una de esas rectoras
tuvo la infeliz ocurrencia de argumentar que no se podían realizar por razones
presupuestarias, es decir, por carencia de recursos. Y todos sabemos que el
costo de esas elecciones debe estar contemplado en el presupuesto de CNE del
presente año. Hubo también un diputado oficialista carroñero que llegó a la osadía
de señalar que esas elecciones no son importantes, porque hay otras
“prioridades”.
En esa grotesca actitud
antidemocrática, el régimen también conspira contra la soberanía popular al
pretender desconocer la Asamblea Nacional recién electa por el pueblo. Usan
para tal despropósito a una sala del tribunal supremo -así, sin mayúsculas-
absolutamente deslegitimada e inconstitucional, pues se arroga facultades
que no tiene. Se trata de un grupo reducido que pretende estar por encima de la
Constitución y de las leyes, aprobando disparates sin base jurídica y sólo con
el objetivo de favorecer a la cúpula podrida que manda. (Se dice, por cierto,
que pronto anularan el proceso revocatorio en marcha.)
Otras
viles maniobras se vienen haciendo contra alcaldes opositores, a quienes
encarcelan sin fórmula de juicio y luego los destituyen, lo que pone de
manifiesto una vez más el desconocimiento de la voluntad popular. Igualmente
amenazan a los diputados opositores con llevarlos a la cárcel, desconociendo el
principio constitucional de la inmunidad parlamentaria.
Estamos
pues ante una abierta ofensiva antidemocrática e inconstitucional. La cúpula
del régimen parece decidida a asumir este peligroso camino en razón del amplio
rechazo popular que hoy existe en su contra. Y allí, precisamente, estriba su aberrante
comportamiento, al no aceptar la voluntad del pueblo cuando no los favorece.
Antes, cuando tenían amplio apoyo, se llenaban la boca hablando de “democracia
participativa y protagónica”. Ahora les causa terror y quien eliminarla cuanto
antes.
Mientras
tanto, los venezolanos cada día los repudian más. La colosal crisis en la que
estamos hundidos, en medio de una criminal inflación y desabastecimiento, sin
comida suficiente, con una inseguridad pavorosa, un alarmante crecimiento de la
pobreza y la pésima prestación de los servicios públicos, son elementos que
anuncian una tragedia humanitaria de dimensiones extremas. Pero el régimen, en
lugar de buscarle solución, la agrava con su conducta antidemocrática.
Los venezolanos no podemos
rendirnos ante tal desafío. Tenemos que estar en guardia para derrotarlo
contundentemente. Y en ese camino, el referendo revocatorio sigue siendo el
objetivo a lograr. Hacia allá vamos como pueblo libertario y progresista.
@gehardcartayLA PRENSA de Barinas (Venezuela) - Martes, 04 de octubre de 2016.