CÓMO SE DESTRUYE UN PAÍS
Gehard Cartay Ramírez
En 2009 la editorial Los Libros de El Nacional publicó un libro mío con el mismo título
de este artículo.
Se trata de un análisis crítico que escribí
entonces sobre los efectos ruinosos y catastróficos que, hasta ese momento, le
había causado a Venezuela el régimen encabezado por Hugo Chávez Frías.
Aquel libro tuvo dos motivos fundamentales. Uno, dejar constancia de
este tiempo destructivo y decadente de nuestra vida republicana. Y dos, enfrentar algunas opiniones, propagandísticas y falsas, según las cuales
con el actual régimen había comenzado un nuevo ciclo histórico en el país,
supuestamente para transformarlo y sepultar los errores del pasado.
Han transcurrido ya seis años de la publicación de aquel
libro y el país está peor en todo sentido. Porque los graves problemas que
existían en 2009 -analizados en ese trabajo-, ahora se han multiplicado
dramáticamente. Por supuesto que estos últimos no surgieron luego, sino que son
la consecuencia inevitable de las fatales equivocaciones en que incurrió el
régimen chavista desde su llegada al poder en 1999, cuyas nefastas
consecuencias hoy todos sufrimos.
Porque no hay
que olvidar, en efecto, que el actual régimen profundizó aún más los problemas que
encontró a su llegada al poder, sin haber resuelto ninguno, agravándolos todos
y, por si fuera poco, creando nuevos descalabros. Desde 1999 se dedicaron a
destruir un país que venía construyéndose a sí mismo durante medio siglo, abriendo las puertas a nuevas etapas de
desarrollo, progreso y paz.
Por
desgracia, ese ciclo progresista de la República
Civil -la mal llamada Cuarta República-
se cortó en 1999, cuando una vorágine demagógica tomó el poder, ofreciendo una
mejor Venezuela. Pero, como se demostró luego, aquello fue un engaño inmenso. Todo
cuanto reprocharon a sus antecesores lo multiplicaron de manera colosal,
concretamente en materias como la
política económica (en especial, el desatinado manejo de la espectacular
riqueza petrolera que inundó su gestión, el colosal endeudamiento de la
República y el sobredimensionamiento del Estado venezolano), sin que podamos
obviar la corrupción generalizada, nunca vista antes, y el empeoramiento de
nuestra calidad de vida, a pesar de haber dispuesto de recursos suficientes
para mejorarla con creces.
Pero
hoy, en 2016, estamos en peores condiciones. La ruina generalizada del país y
su destrucción sistemática a partir de la llegada del presente régimen en 1999
nos llevan a un desastre de proporciones apocalípticas, dicho sea
responsablemente. Los venezolanos nunca habían sufrido una situación como la
actual, al menos desde la Guerra Federal, desgracia que, por cierto, causó
muchas menos muertes que las habidas en los últimos 17 años.
Venezuela
ha retrocedido al menos cien años. Un solo elemento lo prueba: el empeoramiento
de la calidad de vida de todos, para no referirnos a los demás problemas que
nos acogotan. Y al respecto baste sólo señalar que hoy escasea la comida y la
poca que se consigue es carísima, lo cual hace temer a muchos que nos
aproximamos a una hambruna generalizada.
En
este sentido, los signos son preocupantes porque hoy mucha más gente está hurgando
en los basureros en busca de alimentos, algo insólito en un país que ha sido
potencia petrolera y tiene las reservas petrolíferas más grandes del mundo. Un
reciente reportaje del Semanario La Razón, publicado este domingo
pasado, entrevistó a numerosas familias que se dedican a tan ingrata tarea. Lo
hacen porque no pueden comprar comida y tienen que resolver de alguna manera
cómo alimentarse: “No somos cochinos, pero no nos vamos a morir de hambre”, le
dijeron a los reporteros.
Lo
que está ocurriendo en esta materia constituye una auténtica desgracia. Un
reciente estudio realizado por la Universidad Central de Venezuela, la
Universidad Simón Bolívar y la Universidad Católica Andrés Bello demostró que “el
87 por ciento de los venezolanos no tienen dinero para comprar comida”. Y el
Centro de Documentación Cendas señaló en su último informe que “el costo de la
vida aumentó 574,8% en un año, 47,9% cada mes y 1,6% cada día. Los alimentos
subieron 718% entre abril de 2015 y abril de 2016” (Semanario La Razón,
05-06-2016). Toda esta catástrofe insólita también se la debemos al chavismo y
su revolución bonita.
Porque
si hemos llegado al colmo de que, a pesar de ser un país rico, hoy nuestro
pueblo pase hambre, al no conseguir comida y la poca que puede comprar tiene
precios altos como nunca, ¿habrá alguna duda de que han destruido nuestro país?
Que
los perdone Dios, si acaso, porque los venezolanos no los perdonarán.
LA PRENSA de Barinas (Venezuela) - Martes, 07 de junio de 2016.
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