lunes, 30 de diciembre de 2013

LA OPOSICIÓN: ACIERTOS Y ERRORES (II)
Gehard Cartay Ramírez
La semana pasada destacamos el valor de la lucha librada por la oposición en medio de las más difíciles circunstancias.
Lamentablemente, esa lucha admirable ha tenido algunas limitaciones. La más importante de ellas -a mi juicio- ha sido el electoralismo excesivo que la ha contagiado. Toda la estrategia opositora democrática ha girado alrededor de lo electoral, lo que, sin duda, es muy importante, pero también hay otras áreas tan primordiales -o más- que la sóla concurrencia a las diferentes elecciones que se convoquen.
Si lo electoral ha privado por encima de lo demás, por supuesto que la estrategia desarrollada ha obedecido a ese sólo objetivo. Así, lo electoral ha terminado “contaminándolo” todo y, por tanto, los éxitos y fracasos de la oposición democrática se miden sólo por los resultados electorales, y no desde otras dimensiones.
Veamos ahora cuáles son esas otras vías constitucionales y democráticas, distintas a la electoral. Son varias, por cierto, y muchas de ellas han demostrado, aquí y afuera, su efectividad.  
Una muy importante es la lucha de calle, que no se ha priorizado como debe ser. No sé porqué en la cúpula opositora nacional se le teme a este recurso de lucha, siendo, como lo es, un derecho constitucional. Su ejercicio, por supuesto, debe ser pacífico y ciudadano, como siempre lo ha sido en estos 15 años durante las escasas oportunidades en que se ha dado. Concebida en estos términos, la protesta popular callejera es un recurso legítimo que no podemos obviar. Y menos cuando la crisis del país la exige y necesita.
Una segunda vía es la lucha social al lado de las comunidades para acompañarlas en sus exigencias de una mejor calidad de vida y batallar a su lado por la justa solución a sus grandes y pequeños problemas. Hoy por hoy las dificultades de todas las comunidades urbanas y rurales se acumulan, sin que el régimen las atienda y resuelva como es su obligación. Paradójicamente, mientras Venezuela ha recibido ingresos extraordinarios como nunca antes por concepto de los altos precios petroleros, las comunidades del país han visto crecer sus necesidades de todo tipo. Cualquier observador, por superficial que sea, puede darse cuenta cómo han crecido los cinturones de miseria, cómo campea el desempleo y la inseguridad y cómo se han deteriorado los servicios públicos de primera necesidad.
Una tercera vía es el compromiso a fondo con los crecientes sectores más pobres. Esta franja poblacional se la ha tenido siempre como afecta al régimen, aunque en realidad poco a poco ha dejado de serlo. Y tiene razones al respecto, porque nunca como ahora ha crecido la pobreza en Venezuela, desmontando el mito de que el actual régimen por primera vez “puso a los pobres en su agenda”, como gustan decir los voceros oficiales y repiten como loros algunos opositores ingenuos. Que los haya convertido en parte fundamental de su discurso demagógico es una cosa muy distinta a que los haya atendido, ejecutando políticas económicas y sociales para reducir la pobreza.
Una cuarta vía es acentuar también los nexos y compromisos con la clase media, que ha sido una consecuente aliada de la oposición democrática. Ya está suficientemente comprobado que esa clase media se viene empobreciendo aceleradamente desde que Chávez tomó el poder en 1999, como consecuencia de las erradas políticas económicas del régimen en estos 15 años, dirigidas a atacar la iniciativa privada, alejar la inversión y estimular el desabastecimiento, la inflación y la carestía. Por primera vez en mucho tiempo, la clase media ha visto frenado su ascenso social y económico, que venía siendo un logro sostenido desde los años cincuenta del siglo pasado.
Tal vez si profundizáramos en estas vías no electorales pudiéramos sensibilizar a los millones de abstencionistas, a quienes no han logrado interesar ni el régimen ni la oposición democrática. Pero resulta claro que en este segmento habría que suponer la existencia de una mayoría opositora. Lo digo porque la maquinaria electoral oficialista pulsa siempre métodos represivos para obligar a su clientela electoral a acudir a votar. Ergo, pareciera que somos los opositores los que hemos sido más perjudicados por la abstención.
La oposición democrática tiene que salir al encuentro de la gente. Sus dirigentes deben dejar de priorizar los medios de comunicación -hoy, por cierto, cada vez más cerrados a la disidencia- y salir a conversar cara a cara con las grandes mayorías.
La próxima semana nos referiremos los problemas de liderazgo y de ciertas tendencias absurdas que también han limitado la lucha de la oposición democrática.

LA PRENSA de Barinas - Martes, 24 de diciembre de 2013

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