ABDON VIVAS TERÁN,
GEHARD CARTAY RAMÍREZ
y RAFAEL CALDERA
EN LA PRESENTACIÓN DEL LIBRO
“CALDERA Y BETANCOURT, CONSTRUCTORES DE LA DEMOCRACIA”
(Caracas, 17 de febrero de 1987)
INTERVENCIÓN DEL DIPUTADO GEHARD CARTAY RAMÍREZ, AUTOR DE LA OBRA
Este es un acto plural, que concita la unidad alrededor de dos grandes figuras de nuestro devenir histórico contemporáneo.
Así, en medio de esta coincidencia afortunada, estamos presentando a la opinión pública, y en especial a la juventud, una obra que intenta destacar en sus justos términos históricos el papel estelar cumplido por Rafael Caldera y Rómulo Betancourt -“paladines insignes de las causas mejores”, como acaba de llamarlos Abdón Vivas Terán, a quien agradezco su profundo y generoso discurso de presentación del libro- en la consolidación del sistema democrático venezolano, cada uno a su manera, a veces unidos o en solitario (Aplausos).
No fue fácil tamaña empresa. Como lo afirmo en el prólogo del libro, “esto que hoy nos luce rutinario y cotidiano -ojalá, agrego ahora, nunca deje de serlo-, esta democracia nuestra de cada día, no llegó por azar. Advino gracias a un complejo y difícil proceso nacido en 1936, profundizado en 1945, reimplantado en 1958 y consolidado definitivamente en 1969. Junto a la claridad de tan formidable ascenso hubo también la larga oscuridad que terminó la madrugada del 23 de enero, hace ya 28 años. Y en medio de todos aquellos acontecimientos -ya protagonizándolos o sufriéndolos- los dos actores fundamentales, no sólo de este libro, sino de la democracia venezolana del presente siglo: Caldera y Betancourt”.
Figuras polémicas y controvertidas ambas. Uno y otro fundadores y líderes máximos de los modernos partidos políticos del siglo XX venezolano. Uno y otro los condujeron por primera vez al poder. Uno y otro formaron una unidad indisoluble con su organización política, insuflándole vida, aliento histórico e ideología. Uno y otro los hicieron carne y hueso, más allá de las palabras y de los proyectos aéreos que han imaginado muchos, sin poder traducirlos a los hechos. Y cada uno lo hizo a su manera, pues bien distintos han sido sus estilos, sus liderazgos y sus pensamientos.
Este libro no es la historia oficial a la que se nos ha acostumbrado desde hace tiempo, por lo que respecta a Rómulo Betancourt y Rafael Caldera. Aquí el primero no insurge como la figura única -tal como lo pretenden sus hagiógrafos-, ni como el único autor del proyecto venezolano en marcha, lo que no implica en modo alguno desmerecer su actuación de primer orden. Esta es, por cierto, la explicación sobre el título de la obra: Caldera y Betancourt, constructores de la democracia, orden sobre el cual mostró cierta resistencia inicial el propio Presidente Caldera, debo decirlo en este acto, y que algunos otros han considerado una travesura. Pero la razón es muy sencilla, y por eso, insisto, no es esa historia oficial, tantas veces repetida. Obedece, por una parte, a la obvia cercanía ideológica y política del autor del libro con el líder socialcristiano. Pero va más allá, por supuesto: me propuse perfilar en sus justos términos la trayectoria de su combate político y social, a veces minimizado -cuando no tergiversado- por sus adversarios históricos, la mayoría agrupados en el partido político fundado precisamente por Betancourt.
La obra se detiene expresamente en varios momentos de la vida de ambos líderes. El primero está referido a la formación ideológica de Betancourt y Caldera, así como a la decantación de su pensamiento político. Segundo, la coincidencia de ambos en la necesidad de profundizar el tímido proyecto democrático iniciado en 1936, que los llevará a fundar sus respectivos partidos en 1941 y 1946 y a coincidir en los ideales de la llamada Revolución de Octubre, una vez derrocado el régimen del general Medina Angarita, temeroso de avanzar en aquella dirección. Luego vendrá la ruptura entre los dos líderes y su posterior acercamiento en los estertores de la dictadura perezjimenista en 1957.
La investigación se profundiza especialmente a partir de esta nueva convergencia de ambos, que dará lugar al Pacto de Puntofijo y al gobierno coaligado que presidirá Betancourt a partir de 1959, con la participación de Copei y URD, aunque este último partido abandonará el ensayo poco tiempo después. Tal circunstancia unirá aún más a Betancourt y Caldera, y este mantendrá su apoyo y el de Copei al gobierno de coalición hasta el último día, a pesar de los riegos y peligros gravísimos que tal situación supuso al enfrentar a la reacción militarista de la extrema derecha, primero, y luego a la guerrilla y el extremismo castrocomunista.
Así, el libro analiza el gobierno de Betancourt entre 1959 y 1964, azaroso y difícil, y el de Caldera, de 1969 a 1974, pacífico y creativo. Se trata de dos experiencias distintas, pero complementarias: si aquel, con el apoyo del líder socialcristiano, venció política y militarmente a la insurgencia armada del PCV y del MIR; el segundo, a través de la política de pacificación, incorporó a los guerrilleros derrotados a la vida democrática, a través de indultos y otras medidas legales, ofreciéndoles -al propio tiempo- garantías en su actuación como dirigentes de sus partidos, también legalizados entonces.
Y en este punto detuvimos el análisis de ambos líderes, una vez que terminaron sus respectivos gobiernos, Betancourt en 1964 y Caldera en 1974. El primero se autoexiliaría al entregar la presidencia a su sucesor, Raúl Leoni, de su mismo partido, y presenciará luego, en 1968, la primera derrota de AD, precisamente frente a Caldera, así como su regreso al poder con Carlos Andrés Pérez en 1973, y un nuevo revés adeco en 1978, con la elección de Luis Herrera Campíns. Murió en 1981, en medio del reconocimiento generalizado de sus conciudadanos.
El presidente Caldera, como bien se sabe, continúa en la lucha política, bien lejos -como él mismo lo ha dicho hace poco- de la tentación de ser “mármol y olvido”, que también rechazaba el gran Jorge Luis Borges. Se siente aún en plenitud de condiciones y los venezolanos sabemos de su elevada estatura de líder que todavía no ha terminado de recorrer su camino (Aplausos).
Termino estas breves palabras señalando que escribí este libro persuadido de la necesidad de que las nuevas generaciones de venezolanos tengan conciencia del legado civilista y democrático de Rómulo Betancourt y Rafael Caldera, junto a nuestros partidos, sindicatos y gremios. Que sepan que este ha sido un proyecto democrático con aciertos y errores, pero que es factible mejorarlo en el futuro, desbrozándolo de sus vicios y haciéndolo perfectible para bien de todos en el futuro.
Lamentablemente, todavía hay una considerable carencia de información histórica al respecto. Son muchos los jóvenes que no conocen nuestra reciente historia o tienen una visión distorsionada de la misma. Para ellos fue escrita esta obra, gracias a la generosidad de ese extraordinario venezolano que es el editor José Agustín Catalá.
Sólo espero que el esfuerzo realizado sea compensado justamente por el interés de los lectores, cumplida mi responsabilidad de entregarles este testimonio de lo que ha significado el liderazgo civil de Rafael Caldera y Rómulo Betancourt.
Agradezco a todos su presencia en este acto, especialmente al Presidente Caldera, a la señora Virginia Betancourt Valverde, hija del Presidente Betancourt, a los doctores Gonzalo Barrios y Godofredo González, presidentes de Acción Democrática y Copei, al doctor Eduardo Fernández, Secretario General de Copei, y a los altos dirigentes de nuestros partidos políticos.
Muchas gracias (Aplausos).
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